Partida Rol por web

Ravic iba a comentar ciertos detalles de la cámara, pero tuvo que callar ante el inminente peligro.

Abbas fue el primero en percatarse de que algo no iba bien.
Le pareció escuchar algo detrás suyo y al girar la cabeza, vio con temor como un escorpión excesivamente grande se había colado tras ellos.
Dio un salto acompañado de un balido de sorpresa, y por puro instinto, al aterrizar propinó un cabezazo al arácnido.
Acto seguido, se ecurrió entre las piernas de los compañeros con rapidez para alejarse de la criatura.

El escorpión recibió el contundente cabezazo de Abbas pero no se hizo atrás. Buscaba un refugio para pasar las horas más cálidas del día y aquellos intrusos no se lo impedirían.

Buscó impactar en su enemigo animal, pero al no hallarlo atacó al ser grande más cercano. Las pinzas chascaron buscando carne pero solamente lograron pellizcar el cuerpo de Ibrahim. También soltó un latigazo con la cola, y también fue infructuoso.

Alí, como el resto de su compañeros se vio sorprendido por la aparición del monstruoso escorpión, enseguida saco una de sus dagas y valoró la situación... la habitación era demasiado pequeña y había demasiada gente como para poder tener un blanco claro. La mejor solución, estar a la expectativa, él no iba a ponerse en primera linea ya que no era un guerrero y su misión aquí era de un cometido diferente, arriesgado pero diferente.

Ibrahím hizo una mueca de dolor cuando el escorpión le laceró la carne con sus pinzas.
Por suerte, logró evitar el aguijón de la cola. Tenía entendido que ahí radicaba el verdadero peligro de esa clase de bichos.
Con rabia, golpeó a la criatura con el bastón e intentó ir hacia atrás, dejando hueco para los que, como dijo Ravic, mejor sabían combatir.

Como accionado por un resorte, el bastón de Ibrahïm impactó sonoramente en el cuerpo del escorpión, que se encogió sobre si mismo y se quedó inerte. El primer peligro al que se enfrentaban en la Tumba de Akhentepi había sido eliminado rápidamente.

Todo sucedió demasiado rápido para cuando Nylwa quiso reaccionar. Los extraños dibujos de las paredes y la solemnidad que se respiraba en aquella tumba, hizo que la muchacha no prestara demasiada atención a aquel arácnido de alargadas pinzas y peligroso aguijón.

Por suerte, Ibra había sido raudo y con un golpe seco acabó con la vida de aquella alimaña.

- ¡¿Estás bien bonita?!- corrió para abrazarse con la huidiza cabra, mientras el mago se frotaba la piel lacerada.

Ravic estaba preparado para el combate, pero no tuvo que hacer nada ante la rauda definición por parte del ¿mago?. Se lo quedó mirando con extrañeza mientras parecía recuperar el aliento de la tenga, aunque fugaz, situación. Se acercó para ponerle una mano en el hombro y terminar de tranquilizarlo:

 - Buen trabajo. - Fue la excueta felicitación, para acto seguido añadir - Déjame ver ese rasguño ...., no parece nada serio. - Y dicho este, propinó un manotazo en el hombro a modo de restar importancia al asunto, pero quizá más fuerte de lo normal - Prosigamos.

Ravic se dirigió de nuevo a los frescos de la pared y comentó al resto:

 - Teneis una espiral en la rueda de piedra que es el símbolo de Pharasma. Además esos dos rostros tallados en las esquinas de la sala representan a Pharasma. Las otras dos caras pertenecen a Anubis, la antigua diosa Osiriana de los entierros y la momificación.

Cuando hubo finalizado la explicación, y ante las caras de extrañeza de algunos comentó:

 - Recibí la educación aquí, en la iglesia de Pharasma de Wati. Sin embargo, no encontré mi ...., devoción. - Terminó con cierta dificultad. Y añadió, para quitar la atención sobre él - Será mejor que continuemos.

Como no podía ser de otro modo, el arácnido feneció ante la contundente combinación del tándem Ibrahïm-Abbas.
El joven dio varios golpecitos en el suelo con el bastón para terminar de limpiar los restos del exoesqueleto adheridos en la punta.
- Sí, eres grande Abbas. No dudé ni un momento de tu capacidad. - El muchacho se dirigía hacia el chivo, que se encontraba recibiendo las merecidas atenciones de Nylwa.
Ibrahïm pensó seriamente que en algún momento tenía que aclararle a la chiquilla que Abbas no era una hembra, dado que siempre se dirigía a él en género femenino.

Al momento, se le acercó Ravic hundiéndole el omóplato con sendos golpetazos que pretendían ser de felicitación.
- No, tranquilo. No es nada, estoy bien. Gracias.

Acto seguido, dio al grupo una explicación sobre los símbolos que podían ver en los muros. Se trataba, al parecer, de los símbolos de Pharasma y de Anubis; si bien el mago no era seguidor de los preceptos de ninguna de esas deidades, sus nombres no le eran del todo desconocidos.
Fue él mismo quién propuso continuar con la exploración, e Ibrahïm le dedicó un gesto afirmativo con la cabeza, dando a entender su conformidad.

Awib contempló como el escorpión que había sorprendido nada más entrar en la camára al grupo caía muerto rápidamente sin que fuese necesario manchar siquiera su martillo de guerra.

- Las bestias del desierto.... esta ha sido sencilla, pero no os confieis. Criaturas más mortíferas pueden habitar en estas cámaras abandonadas.... - comentó con su habitual carácter marcial y serio mientras que con un gesto animaba al grupo a continuar. - Que Pharasma y Torag bendigan nuestra misión.... - 

Ravic asintió al último comentario de Awib, e igualmente añadió:

 - Que Pharasma nos guíe.

Dicho esto, procedió a aproximarse a la puerta mirando en todo momento paredes, suelo y techo.

Y que Abadar nos ilumine... Alí respiró aliviado al ver lo rápido que había caído el monstruo que casi les pilla por sorpresa. Eso si, en un gesto de precaución no envainó su daga, no pretendía ser un héroe, pero su velocidad de acción era lo que le daría ventaja en caso de necesitar serlo. 

Curioso se acercó a Ravic, parecía ser una persona centrada y apta para hallar aquello oculto que ni él mismo era capaz de ver. Sin mediar palabra, raro en el joven charlatán, se dispuso a palpar y observar las zonas de la puerta que el explorador aun no había tanteado.

Ravic y Alí se aproximaron a la puerta que debían atravesar. Parecía que estaban buscando posibles mecanismos ocultos. Ibrahïm no sabía mucho de esos temas, pero sí que podía ser capaz de hallar "algo" que estuviese fuera de lugar.
Así pues, se puso junto a los compañeros para echarles una mano en su tarea.

La rueda se abrió pesadamente dejando al descubierto un paso de aproximadamente cinco pies. Al entrar, descubrieron una habitación cuadrada desprovista de cualquier marca o adorno. En el centro del piso de la cámara, un hueco cuadrado caía hacia abajo en la oscuridad. Un leve olor rancio se elevaba desde el agujero. Un único anclaje había sido colocado en el suelo de piedra en la esquina noreste del hoyo, y un polvoriento trozo de cuerda colgaba del anclaje hacia la oscuridad del hueco.

Alí miró la cuerda y miró al abismo oscuro, meditó mesando con suavidad su escasa barba y frunciendo el ceño. De sopetón su rostro se iluminó y chasqueó los dedos de su mano izquierda, había tenido una idea.

mmm, si vamos a bajar, (que supongo que todos estamos pensando en hacerlo, no? corregidme si me equivoco), yo no me acabo de fiar de esa pútrida cuerda, estaría más tranquilo si lo hiciésemos con una cuerda más nueva y de confianza... por otro lado volvió a mirar a la negrura acercando la antorcha. Eso de no saber lo profundo de este pozo ni que tipo de superficie nos encontraremos abajo me inquieta. Se que es poco sigiloso lo que voy a proponer, pero y si el amigo Ibrahïm hiciera eso que hace de la luz en un guijarro o una moneda y la arrojásemos...? era consciente de que si alguien o algo vivo o no-vivo podía aguardar llamarían su atención, pero todo era un suponer, era más probable que se enfrentaran a trampas mecánicas o a un accidente por trepar por una cuerda en mal estado que no a momias.

- Bueno, si ahí abajo hay algo, sabrá que estamos aquí. Pero quizá tengas razón; no podemos bajar sin saber qué encontraremos.
Ibrahïm extrajo una moneda de su bolsa y se la tendió a Alí.
Tras murmurar unas palabras incomprensibles para el resto, la luz del bastón comenzó a titilar y a perder intensidad. Al mismo tiempo, de la moneda brotó una luminosidad que paulatinamente fue ganando en brillo.