Partida Rol por web

Los Leones de Wati se dirigieron a las puertas de la necrópolis. Un ambiente solemne se extendía a lo largo del camino, los habitantes con los que se cruzaron les mandaban sus bendiciones. Era una ocasión de gran reverencia.

La Aguja de Pharasma se alzaba orgullosa en la necrópolis de Wati, saludando a los dolientes que venían a sepultar a sus seres queridos en el famoso lugar de enterramiento y a partir de aquel momento también a los grupos de exploradores que irrumpirían en aquel remanso de descanso eterno. Diecisiete siglos atrás, mientras el sacerdote pharasmita Nefru Shepses inició el proceso de reconstrucción de la ciudad, separando la parte muerta de la ciudad de los vivos y consagrando la necrópolis, una piedra celestial cayó rasgando el cielo y se hundió en las frías aguas del río Esfinge. Nefru Shepses decretó que el evento celeste era un signo de favor de la Dama de Tumbas, y ordenó que los trabajadores recuperaran la piedra del lecho fluvial. Los canteros esculpieron el meteorito como piedra angular de un obelisco para que se erigiera en la nueva necrópolis de la ciudad como símbolo de la bendición de Pharasma para la ciudad de Wati.

Gracias al mapa bosquejado que les entregaron durante el sorteo no tuvieron dificultad en encontrar la tumba ubicada en el cementerio original de la ciudad en la sección oriental de la necrópolis.

Un mausoleo de piedra rectangular se alzaba solitario en lo que parecía haber sido una vez un cementerio. Los troncos de árboles muertos se asomaban por encima de la arena alrededor de la tumba, y una brisa caliente silbaba a través de sus ramas desecadas. Un conjunto de enormes puertas dobles están fijadas a la parte norte de la estructura, bajo una fachada con la semejanza de un hombre Osiriano. La arena acarreada por el viento se amontonaba alrededor de la cripta, enterrando parcialmente las puertas que llevaban dentro.

El corazón le iba a mil a la chiquilla. Cuando las enormes puertas que daban paso a la Necrópolis se abrieron, sintió un gran palpitar en su corazón a la vez que un calor febril le subía por las piernas has ta llegar a sus sonrojadas mejillas de piel tostada. Como si de un acto reflejo se tratara, se pegó a Alí. Tras esas puertas yacía lo desconocido y la aventura, y la muchacha estaba tan nerviosa y excitada como el día que sabes que te entregarán un regalo...

- ¡¡Se abren!! ¡¡Se abren!!- Exclamó rebosante de alegría. Para Nylwa, ese momento no podía ser eclipsado ni tan siquiera por la posible presencia de entidades no-muertas. La chiquilla anhelaba con todo su corazón estar allí y vivir esos instantes. Muchos años le habían sido privados -aunque fueran por su bien- y la necesidad de descubrir el nuevo horizonte empujaba a la niña de ojos verdes como el topacio más brillante de la Espesura Mwangi.

Luego entró junto a sus compañeros... ¡¡Los Leones de Wati!!... ¡¡Qué nombre más chulo!!- pensaba. A cada paso, su mano señalaba una piedra derruída, un árbol marchito, los restos de un ánfora roto... Hasta que vio la Aguja de Pharasma...

¡¡¡Uualaaaaaaaaa!!- dejó escapar en un tono gracioso mientras alzaba la mirada hacia su parte más excelsa.- ¡¡Es... Es genial!!- tardó en añadir. A cada segundo, lo normal se convertía en una experiencia única para aquella niña de apenas deiciséis años.

Finalmente llegaron hasta la tumba. Ravic los había conducido con precisión entre las abigarradas calles de aquel lugar. Era un tipo taciturno, pero a pesar de su déficit verbal, a Nylwa le caía bastante bien... ¡¡Era atractivo!!

Los compañeros avanzaban por las calles atestadas de gente.
Poco a poco, llegaron a la necrópolis, y de ahí, al mausoleo que era su destino.
Nylwa se mostraba eufórica, y realmente no era para menos. Donde mirasen, sus ojos se encontraban con parte de construcciones de la antigüedad: desde cualquier fragmento pétreo hasta la imponente Aguja de Pharasma. El colosal obelisco logró su cometido: los visitantes se quedaron de modo irremediable con la boca abierta mientras seguían con la vista la magnífica silueta.

El grupo se quedó unos instantes parado ante las puertas de la tumba, que yacían rodeadas de arena, impertérritas ante el paso del tiempo.

Bajo un manto de arena y la implacable erosión del tiempo Alí contemplaba el esplendor de lo que fue 1500 años atrás el hogar de sus antepasados. Estaba impresionado puesto que él a pesar de haber pertenecido a este lugar por derecho se había criado en la más humilde austeridad como mercader viajando por todo el centro y norte de Golarion.

No obstante no era una persona que creyera en las prisas y sí lo hacía en el destino y la casualidad cósmica... lo que buscaba lo encontraría cuando debiese hacerlo, justo en su momento, no antes. Ahora debía concentrarse en en lo que acontecía al grupo y dejar de estar tan distraido.

Awib contempló maravillada aquella estructura construida por las gentes de osirion de hace siglos y bendecidas por la comunidad pharasmita, con quien compartía grandes vinculos y creencias. La paladina enana mantenía un rostro ferreo y serio en todo momento, no perdiendo de vista ni un solo detalle de aquel paramo ruinoso pues como moradora de las arenas Awib era bien consciente de que aquella expedición no estaría exenta de peligros y que aquella misión conllevaría riesgos, no en vano las tumbas y necropolis de Osiris habían sido construidas pensando en su seguridad, para alejas a posibles saqueadores indeseados que osaran profanar los restos allí despositados.

- Esto no es ninguna excursión - dijo con dureza Awib, mirando especialmente a Nylwa. - la misión conllevará peligros, así que no bajemos la guardia. - 

Nylwa agrió la mueca de su cara y no tardó en sacarle la lengua a Awib cuando ésta se dio media vuelta. A la muchacha le molestaban las malas formas y el mal humor. El pesimismo, el mal humor y las afiladas e hirientes réplicas, eran los ladrillos de una mala relación como más de una vez le había comentado su precptor... ¡Y la chiquilla no deseaba eso! Por eso su carácter alegre y jovial, su alegría contagiosa y su felicidad desbordante.

- ¡¡Kiwi!! ¡¡Cómo no le sonrías a la vida, te irás arrugando como una pasa de ciruela!! ¡¡Qué lo sepas!!...- Esa fue la mayor ofensiva que pasó por su inocente cabeza. Para la muchacha, las palabras que acababa de espetar eran durísimas, pero analizadas con calma y en el tono que habían sido dichas... Eran cuanto menos graciosas.

El momento había llegado. Allí estaba de vuelta, como si el destino lo hubiese traído para abrir la puerta de su oscuro pasado. Caminaba por las arenosas calles de la necrópolis como si a cada paso que daba lo acercase a su fin. El Obelisco de Pharasma atrajo su atención, como si de un bálsamo, la promesa de descanso e incluso agua, para el cansado viajero del desierto fuese.

Ravic se forzó a salir de su ensoñación. Estaban en una necrópolis por explorar, y los peligros podían ser inminentes.

La paladina se acercó hasta las puertas de la tumba de Akhentepi y paso la mano con sus manos enguantadas sobre su superficie, los enanos sabían apreciar la arquitectura y los materiales que provenían de la roca.

- Aunque esta parezca la entrada, de acceso tiene poco... parece construida para impedir que vuelva a abrirse de nuevo. ¿Cómo lograremos acceder? Tal vez haya otra manera...- se preguntó la enana con esa voz enérgica y seria que le caracterizaba.

Nylwa puso cara de circunstancias ante el comentario de la enana paladín. Allí estaban frente a las puertas de una tumba pretérita, abarrotada de secretos esperando que fueran revelados a la luz y ni tan siquiera podían cruzarlas...

¡¡Jope!! ¡¿Y ahora qué?...- volvió a sollozar con mueca de tristeza la chiquilla de piel bronceada. 

No habían hecho más que empezar, y ya se encontraban con el primer contratiempo...

Ibrahïm se acercó a la pesada puerta, el mortero estaba muy seco y era quebradizo. Con el bastón, dio varios golpes para terminar de desprender los restos de argamasa.
Girándose hacia sus compañeros dijo: - Quizá si conseguimos abrir un hueco entre las hojas, es posible que podamos tirar desde fuera. Alguien dijo que llevaba un garfio, ¿no? Podríamos introducirlo y tirar con la cuerda...

Yo, yo llevo un garfio, pero por mi experiencia diría que una puerta de este tipo quizás no está hecha para abrirse una vez cerrada... es decir, quizás la única forma de abrirla sea rompiéndola. Movió la cabeza dubitativo y miró a la enana no se si será lo políticamente más correcto, pero quizás si prometemos repararla de alguna forma podamos compensar la posible ofensa.

Desenrolló la cuerda equipada con el arpeo y lo mostró al grupo. Que me decís, probamos con esto o apremiamos rompiendo la puerta?

Awib siguió paseando la palma de su mano sobre la superfície de aquella entrada que ya poco tenía de entrada, cuando Ali sugirió tratar de destruirla para acceder.

- Las tres normas que el clero de Pharasma impuso fueron muy claras, y la segunda de ellas era precisamente tener presente que cada estructura dentro de la necrópolis es un testamento a la gente que vivió y murió en la ciudad... y por tanto no debemos profanar o destrozarlas, aún estando en ruinas. - señaló Awib negando con la cabeza. - Deberíamos valorar otras posibilidades antes... -

Mientras inspeccionaban las puertas minuciosamente tratando de encontrar la manera de abrirla, descubrieron unas marcas en el punto de unión de ambas puertas. Las marcas eran inequívocas y aunque desgastadas por el paso del tiempo indicaban que en aquel punto se había colocado una palanca o alguna herramienta similar. Quizás no fueran los primeros exploradores que accedían a la tumba de Akhentepi....

También descubrieron que la arena amontonada sobre las puertas impedirían su apertura, así que se dispusieron a retirarla. Les llevó una hora dejar limpia la zona. Ahora podrían intentar abrir las puertas....