Partida Rol por web

TRIGÉSIMO SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 5, DÍA DEL JURAMENTO (LUNA LLENA). - DÍA DE LOS HUESOS.

HORA: DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CLIMA: LLUVIA MODERADA. FRÍO LEVE.

- "Claro que los hay. Aumentad vuestra comisión a dos oros al mes, y también me ocuparé de conseguiros la mejor lana, o los mejores tejidos hechos de lana, para ser más concretos. No os arrepentiréis, y os ahorraréis muchas molestias." -

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Sopesó los pros y los contras. Se ahorraría tiempo y trabajo y Frontera contaría con un flujo regular de verduras y legumbres. Por otra parte, la Compañía estaba necesitada de prendas de abrigo, una demanda que cuando concluyera exigiría revisar el tema de la comisión. 

-Tenemos un trato, Maese Malagente. Dos oros de comisión mensuales por vuestros servicios como intermediario en la compraventa de verduras, frutas y legumbres, que serán de entrega semanal, más tejidos en lana. No obstante, cuando se cubran las necesidades de prendas de abrigo, revisaremos la comisión. No quiere decir que se vaya a reducir, sino que cabe la posibilidad de que acordemos algún otro tipo de compra o servicio. Todo se verá -dijo tendiéndole la mano para que el posadero se la estrechara en caso de acuerdo-. Dado que entiendo que hoy no será posible, espero tener mañana la posibilidad de adquirir esas verduras y demás. De igual forma, en cuanto al tema de las prendas, quisiera unas ropas de muestra y un listado claro de precios. No quiero cosas desproporcionadas. En tu comisión va incluido el adecuado regateo para un precio justo. ¿Te encargas tú de llevar la mercadería a nuestro Campamento o venimos nosotros en su busca? En el último caso, ¿cuál sería la mejor hora? Añado que pagaré sin demora en cuanto tengamos el producto en nuestras manos, en el mismo momento de la entrega. 

Miró en dirección a los varisios. Si Malagente aceptaba y daba por bueno el trato y las condiciones del mismo, quería hablar brevemente con los caravaneros. 

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- "Estupendo." - El hombre estrecha la mano de Analista, su mano floja y fría al tacto. - "Os guardaré las compras aquí en un almacén para que vengáis a recogerlas. Os enviaré un zagalillo como mensajero para avisaros cuando todo este listo. La mejor hora son habitualmente las primeras horas de la tarde, pues son un momento habitualmente tranquilo." -

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Frontera se mantuvo atento a la conversación, que fluyó de una forma muy educada y formal, mucho más de lo que estaba acostumbrado el explorador.

Aquel posadero había pedido una comisión desorbitada, pero Analista había sabido regatear con muy buen tino hacia unas condiciones mucho más favorables. A cambio del dinero, que si mantenían un ritmo estable de trabajos como mercenarios no sería un problema, se ahorraban mucho tiempo y trabajo, que probablemente habría recaído en Frontera una vez hubiera habido una especie de rutina que seguir. Además, minimizarían mucho el contacto con los habitantes de Carnonegro, lo cuál de momento parecía ser lo preferible.

En silencio, Frontera admiró la locuacidad y saber estar de Analista, e intentó aprender algo de aquel intercambio.

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Al menos aquella cuestión se había solventado en beneficio de ambas partes. Dos oros mensuales les proporcionarían facilidades y permitirían estrechar lazos con Malagente. Claramente era alguien interesado y que amaba el brillo de las monedas, a las que sería absolutamente leal. Ese oro facilitaría, igualmente, que su lengua fuera menos reacia a compartir información, rumores o cuanto se requiriera llegado el momento.

Asintió ante el posadero con una sonrisa y se alejó unos pasos.

-Bien, una cosa menos -le guiñó un ojo a Frontera-. Ahora conoces la faceta más letal de Analista. Su verborrea y su pasión por el regateo -añadió a ello una risa clara y agradable-. Es un buen trato y favorece a ambas partes. Y aunque dos oros parezcan mucho, en este mundo no son tanto.

Miró a los varisios. No quería perder tiempo y habían cosas que hacer, pero el encargo de Ponzoña exigía que hablara con ellos. Dudaba de que fuera a conseguir algo, pero lo que sabía era que si no lo intentaba, no obtendría respuestas ni afirmativas ni negativas.

-Frontera, ve afuera y diles a Keropis y Desastre que aún me demoraré unos minutos. Sube al carro y estáte listo para partir en cuanto salgamos de la posta -le dijo al Hostigador-. Palomita, acompáñame.

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Esperó a que Frontera hubiera salido para hablar con la infante.

-Palomita, debo hablar con los varisios. Son caravaneros y comerciantes. No solo de mercaderías sino también de información. El hombre y la mujer que ves ahí son los líderes de la caravana. Hermanos. Él es diplomático y aparentemente tranquilo. Ella es directamente peligrosa, muy vehemente en su comportamiento y diría que poco amiga de nadie. Estarás presente en la conversación y esta conversación es algo que no debes, bajo ningún concepto, comentar a ningún compañero, al menos hasta que yo lo diga. Es un asunto grave y ni siquiera sé si ellos podrán ayudarnos -Palomita era una oscura. Entendería perfectamente la necesidad de discreción y más cuando oyera el contenido de la conversación.

Analista se acercó a la mesa de los varisios.

-Buenas, Voctorina. Lucian -saludó con educación y una leve inclinación de cabeza. Aquel breve repaso a los nombres haría que Palomita los aprendiera-. ¿Tenéis unos minutos? Hay algo que me gustaría consultaros y quizá tengáis la respuesta que necesito.

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Frontera se rió con Analista de su pequeño chiste.

—Sí, señor —dijo dejándole con Palomita y los dos comerciantes varisios.

Dirigió sus pasos al exterior de la posta, mientras los ojos de los parroquianos le seguían. Le iba a costar acostumbrarse a sentirse tan observado.

Una vez fuera se acercó a Keropis y Desastre.

—Dice Analista que sale en unos minutos y nos vamos —les informó—. ¿Cómo llevas lo de estar de nuevo en aspirantes, amigo? —preguntó a Desastre con una sonrisa, mientras de reojo observaba al frío y silente Keropis. Decían que había sido poseído por un poder externo cuando le cortó el cuello a Chamán Rojo, pero eso no hacía que a Frontera le diera menos mal yuyu el guardián de los muertos.

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Palomita asistió a un regateo por parte de Analista que, como bien dijo él al acabar, había sido beneficioso para la compañía, había que valorar el dinero y no malgastarlo pero lo que más se tenía y menos se podía retener era el tiempo, todo minuto ahorrado, era una moneda bien invertida.

Se extrañó levemente cuando Analista envió a Frontera fuera, pero mucho más cuando las palabras de Analista la conminaban a guardar silencio. Adoptó entonces un gesto serio y asintió - Podéis darlo por hecho, Analista, no rebelaré nada de esta conversación, más seguro que Frontera acabará preguntando por la naturaleza de la misma. Si viene a mí, le contestaré que se meta en sus asuntos o directamente os pregunte a vos, de mis labios no saldrá nada.

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Las palabras entre Frontera y Desastre resonaron huecas a oídos del eremita. No muy lejos de la posta, Keropis había avistado a Capitán liderando a un reducido grupo de hermanos. Y portaban a un prisionero. Una mujer. ¿Me he perrrdido algo durrrante mi letarrrgo...?

—Essstad prrreparrradosss parrra parrrtirrr... —gruñó por lo bajo en dirección a los dos k'hlatas.

Abandonando su posición, el ermitaño dio media vuelta y se adentró en el edificio principal de la posta de diligencias. Los aldeanos habían demostrado ser más de lo que aparentaban y la Compañía Negra respondía apresando a una muchacha del pueblo. Tal vez un grupo armado de mercenarios, capitaneado por el líder de la Duodécima y el mastodonte acorazado que era el Cabo Barril fuera una presa difícil de digerir, pero si los lugareños quisieran reclamar sangre por el secuestro de uno de los suyos, la escasa comitiva del carro de las provisiones era una fruta mucho más apetitosa.

Keropis se detuvo al entrar en la posta y buscó con la mirada a Lengua Negra. Debía avisarle de las posibles complicaciones.

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Capitán se acercó a los soldados presentes allí, a la cabeza del grupo que había ido a por Enrietta, y dado que llevaban con ellos una muchacha atada y amordazada, aparentemente volvían con éxito. 

-¿De compras?-preguntó, una vez quedó lo suficientemente cerca. 

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Observó a los muchachos con su carro. Mantenía la ballesta montada y armada, y vigilaba la retaguardia del grupo, junto a Dolor.

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Frontera formó junto al carro, que aún estaba vacío.

—Sí, Capitán. Hemos salido a por víveres y esta era la primera parada, para conseguir algo de información. Analista está dentro hablando con unos comerciantes varisios, saldrá enseguida si desea hablar con él.

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La esperanza renació en mi interior al ver y oír a Frontera. 

No había problemas.

Aunque principalmente la sensación se situaba a la altura de mi estómago. Era el tipo de persona que cuando las cosas se ponían tensas recurría a la comida. Mi suerte era que me preocupaba tanto que nunca me detenía y de esa guisa era imposible que la grasa se acumulase. Además, allí solo teníamos gachas. Así no había de que preocuparse salvo de tener las letrinas bien despejadas. Pero el día que sentase la cabeza me convertiría en un segundo Barril.

- Frontera amigo, hermano. Me alegra verte. Si estás aquí, esta noche no tendremos migas, ¿no? No me entiendas mal. Adoro tus migas. ¡Todo el mundo adora tus migas! - le dije recorriendo con la mirada el grupo para buscar apoyo por si Frontera se ofendía al referirme a sus gachas 

- Pero creo que mataríamos por tener un trozo de carne para llevar a la boca. -    

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A medida que la marcha avanzaba, Reyezuelo se percató de que el otro grupo no estaba en lo del ranchero Du Matte cómo había pensadl, sino en una posta de diligencias.

Al llegar con la joven Enrietta escondida entre su capa a lomos de Bastión, escuchaba las palabras de Frontera.

El hostigador que se había establecido como cocinero oficial de la compañía pasaba parte a Capitán, y aunque no pudo distinguir su estado de ánimo al hacerlo, el aprendiz de analista no tenía dudas de que el nube dispersa estaría contento por dentro. Por fín tendrás mayor variedad de víveres querido amigo. Cuando cruzaron miradas lo saludó con un asentimiento.

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Frontera asintió contestando a Preocupado y sonrió a este y a Reyezuelo.

—Eso pretendo. Créeme Preocupado que soy el primero que desea llevarse un buen filete a la boca jaja.

Por el momento tendría que ser carne sin guarnición, ya que las verduras no las tendrían hasta el día siguiente como pronto, pero sabía que todos estaban deseosos de comer algo más sustancioso que los platos de subsistencia que la necesidad había hecho costumbre.

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Analista pudo comprobar la llegada de Keropis al interior de la posta y cómo parecía buscarlos con la mirada, algo que no hubiera ocurrido de no ser importante. Pero no quería interrumpir la breve conversación que estaba manteniendo con los varisios. Había demasiado en juego.

-Palomita, ve a ver qué quiere Keropis e infórmame. 

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Allí estaban, los soldados que deberían guardar silencio, hablando de carne. Razón por la que la víbora, hasta entonces preocupada de otros menesteres, comenzó a sentir un enorme vacío en su extenso estómago.

Se retorció en el cuello de Capitán para hacer descender su cabeza hasta por debajo del pecho. Su lengua olfateó el aire buscando el característico olor del alimento, o al menor de uno que no pusiera excesivos reparos en ser devorado cuando el veneno lo hubiera paralizado por completo.

Lo notó, lo percibió. A varios. Y casi creyó escuchar sus agudos chillidos y, sobre su vientre escamado, la vibración inquieta de sus patas. Pero a pesar de ello, a pesar de la renovada excitación por la caza, la pobre serpiente sabía que debía quedarse con las ganas. No obstante sabía muy bien que tan pronto regresara al campamento la espera le sería premiada y que sus ansias se verían perfectamente colmadas.

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Una vez se estabilizaron en un lugar, aunque fuera por unos momentos, sin dejar de vigilar, se dirigió a Verdugo, que parecía saber algo de herrería.

―¿Aceptarías un encargo si te lo hiciera, Verdugo?

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Sonreí por primera vez ese día. Era una pequeña buena noticia entre una tormenta de malas nuevas. Notaba el renovado peso de mis saquillos, pensando para mí lo raro que se me hacía todavía tener dineros que gastar. Me sentiría mucho mejor con algún tipo de trueque. 

Pero mucho me temía que aquel lugar no iba a ser muy receptivo a gran cosa de ahora en adelante. 

Me preocupaba irnos de Carnonegro con más enemigos y menos información. Miré al Cabo y al Capitán. Me acerqué levemente al primero para conferenciar en K´hlata.

- Cabo, señor. Me preguntaba si no sería buena idea tener más información sobre esa muchacha. - le dije pensando en las preocupaciones que habían planteado sobre el mal yuyu. -  Me preocupa no saber nada de nada. En este sitio puede que saquemos algo. Tal vez el Analista pueda, Cabo. Señor. - le sugerí.