Partida Rol por web

MAÑANA SIGUIENTE: SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Una sonrisa de emoción se formó rápidamente en el rostro de Campaña en cuanto oyó que le permitirían salir de la deprimente iglesia en ruinas para una expedición de exploración. La perspectiva de encontrar enemigos de la Compañía hizo que el infantiloide oscuro abriera y cerrara los macizos puños de pura exaltación. Pero su alegría duró muy poco. ¿Entregar su dinero? ¡Era suyo! La frente del gigante empezó a arrugarse como una loma durante un corrimiento de tierra: lenta pero inexorablemente. Su ceño se frunció y sus gruesos labios se torcieron en una mueca de enfado.

—Es el dinero de Campaña... —musitó con la voz trémula por la rabia contenida.

Las palabras de su amigo Ponzoña no consiguieron ablandar su disgusto, pero Campaña no pudo más que aceptar que, si eran su tío y su hermano los que se lo pedían, debía hacerlo. Con paso reticente, se acercó a Lengua Negra mientras hurgaba en el saquito que colgaba de su cinturón. Se plantó frente al nuevo Analista como un titán frente a un enano. Sus labios se movían en silencio mientras contaba trabajosamente las monedas que contenía la bolsa. Tardó lo que pareció una eternidad y en todo momento sus ojos no pararon de saltar de sus queridas riquezas al rostro del antiguo jefe de los Campamenteros. No había cariño en esa mirada.

—Cuarenta... cuarenta y dos platas... —declaró al fin, entregando el saco entero al recaudador. Cuando este lo tomó, Campaña no lo soltó—. Son las monedas de Campaña. Lengua Negra no debe juntarlas con las de otros. Las otras no son de Campaña y Campaña quiere las suyas...

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Matador esta animado por formar parte de la expedición, pero la sombra de su locura en combate le viene a la mente. Su sed de sangre y control es menor cuando ve a sus compañeros heridos y es por esa razón principalmente que se mantiene alejado de los exploradores que regresan. Se ha centrado tanto en preparar su equipo y no mirar a ninguno de sus compañeros heridos que prácticamente no se entera de que han pedido recoger el dinero para hacer fondo común.

Prepara sus cosas y se da cuenta que tan solo cuenta con su odre de agua. No tiene nada de comida.

Se acerca a Barril, pues no se ha enterado bien si además del dinero deben de poner todas las pertenencias en común.

Cabo, tengo mi odre de agua y nada de comida. ¿Hay que hacer fondo común de estas cosas también?

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

La decisión estaba tomada, habría una segunda expedición y la lista estaba confirmada.  Los expedicionarios se preparaban para partir, mientras Analista hacía acopio de la plata de la compañía con la esperanza de que le facilitará la negociación.  Sin duda era una decisión algo arriesgada ya que era poner todos los huevos en la misma cesta, pero era una orden al fin y al cabo.

Grito saco sus monedas para entregárselas a Analista cuando escucho a Matador, al parecer no disponía de comida por lo que Grito volvió a hurgar nuevamente en su mochila, tras un momento saco algunas raciones de carne en salazón, dándole una al infante y poniendo el resto a disposición de Analista para el recuento.

No tardarían en partir, pero Grito permanecía atento en espera de la reunión que Barril había solicitado, tras aquello quizá tocaría descansar.

En verdad, URO no había terminado de comprender que diablos había visto desde las alturas. Y en cierta medida, ni siquiera estaba seguro de que sus ojos realmente habían visto aquello. O si había sido nada más que un sueño. Precisamente por eso había procurado la presencia de un chamán o un mago, aunque despreciara a tales sujetos. De modo que, ante las preguntas del antiguo MATAGATOS, solo pudo responder negando con la cabeza y arrugando la nariz en un claro gesto de que algo le olía mal.

Así, el fornido sujeto finalmente se retiró sin dar mayores precisiones, tan circunspecto como había llegado y sumido en el mismo ominoso e inescrutable silencio que parecía acompañar cada paso que daba.

Luego de ello, el k´hlata había regresado a su autoproclamada función de guardia y vigía de la puerta principal, arracimándose junto a los otros que compartían la fogata que se hallaba en las inmediaciones, pero sin participar de sus conversaciones. Y allí había permanecido durante un buen rato, dejando que el calor de la hoguera penetrara en sus ateridos músculos.

Cuando BALLESTERO dio la alarma, URO fue de los primeros en ir a por sus pertenencias, calzándose la armadura de cuero tachonado con toda la velocidad que otorgaba el ansia de sangre y batalla que empezaba a crecer en su corazón. Pronto llegó junto al resto de los Hostigadores y escuchó con una mueca inescrutable las novedades que traían los exploradores.

Mientras lo hacía, un brillo sanguinolento iluminaba sus pupilas, a la vez que sus dientes rechinaban ante la excitación por el combate que se avecinaba...

Tras escuchar las órdenes de los oficiales, URO regresó a su tienda para pertrecharse más adecuadamente. Se ajustó mejor la armadura, que con las prisas le había quedado bastante incómoda en varios lugares, y comenzó a calzarse todas sus armas. El cuchillo en la greba de su pierna derecha, el monstruoso machete enfundado en el cinto y su brutal hacha de batalla firmemente aferrada en su puño. También se ocupó de colgar al cinto un pellejo de agua, por si el viaje se prolongaba demasiado, y de cubrirse con la manta de abrigo, que se ajustó al cuello a modo de improvisada capa con el broche de la compañía.

Antes de abandonar el refugio, arrojó la bolsa que contenía todas sus riquezas a los pies de ANALISTA, sin molestarse siquiera en hacer la menor declaración al respecto. Cuando el macizo brazo del CABO BARRIL lo detuvo en seco, URO simplemente se detuvo largos momentos a escrutar las impenetrables hendijas del casco que portaba el oficial, sin hacer el menor movimiento ni pronunciar palabra alguna...

Tras lo que pareció una eternidad, el musculos k´hlata dejó su imponente hacha en el suelo y se inclinó para tomar su vieja bolsa. Luego de ello, se alzó cuan alto era y la sostuvo frente al rostro de ANALISTA, aguardando a que este la tomara.

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Preparemonos entonces - dijo la mujer tomando la mano extendida de Pelagatos - aunque supongo que bien podremos comer algo antes de salir a patrullar. Mientras los de la segunda expedición están todavia aqui con nosotros puede ser una excelente ocasión para hacerlo.

Miró la bolsa vacia y su estómago rugió con un sonido prolongado. No poseia ninguna ración y todas habian sido entregadas a Analista, por lo que hasta que él no las repartiera no podria comer nada.

Mejor pensado, vayamos ya....podremos dar una pequeña vuelta de reconocimiento antes de que ellos salgan, vendremos a comer cuando nos avisen. Quizá hasta encontraremos algo que pueda ser comestible

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La primera intervención de Barril relacionada con el propio Capitán hizo que éste asintiera levemente como muestra de agradecimiento. No era momento de ahondar en aquello del posible chantaje a los aldeanos, un asunto que prefería evitar, pero de nuevo la necesidad obligaba. La segunda, sin embargo, requería más respuesta que un somero gesto.

-Muy bien... Pero no quiero bajas-replicó, siendo consciente de que en esa situación tanto le valía pedir la luna-es prioritario que quedéis a salvo de las sombras cuando caiga la noche, así que apretad el paso hasta el pueblo. 

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—Claro, pero dame un momento creo que en mis pertenencias hay alguna cosa más que Analista seguramente necesitará en cuanto le entregue todo podemos marcharnos a vigilar el perímetro —dijo mientras tiraba del brazo de ella para ayudarla a ponerse en pie.

—Tomé restos del bicho que mataron para desayunar, mucho menos sabroso que ayer pero supongo que con eso podré aguantar hasta que se consiga algo más de comida —respondió mientras poco a poco se encaminaba acompañado de Palomita hacia los caballos con su natural cojera—. No tardo mucho, lo prometo.

Tras decir eso se recogió algunas cosas que había ido guardando en su tiempo como soldado y se acercó a su primo Lengua Negra para entregarle todo lo que tenía para que pudiera seguir haciendo sus recuentos. En cuanto terminó de hacerlo volvió hacia su caballo para emprenderse en las siguientes tareas que le habían indicado. Se sentía fatigado y todavía no había salido a cabalgar pero deseaba alejarse un poco de aquella iglesia maldita y volver a sentirse un jinete.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Aún seguía temblando. Pero no de frío... o no solo de frío. Aún sentía sus garras. No, aún VEÍA sus garras. Temblando estaba acurrucada cerca del fuego, mientras vigilaba las garras.

El revuelo de arriba me hace reaccionar. Miro y suspiro, subiendo las escaleras. Una segunda patrulla... mmm... dinero entregado. Afirmo y voy a mi carro.

Tras un rato largo salgo de él y, con aire solemne, me acerco a Analista. Sé que no soy una hermana Juramentada, pero la Compañía siempre me ha protegido. Así pues, hago entrega de mi dinero que, espero, sea aceptado también y usado para el bien de todos añado, mirando de reojo a Campaña. 13 piezas de plata y 61 de cobre.

Me giro al resto de la Compañía y luego a los miembros del grupo de exploración. Tengo una predicción para vosotros: un desconocido os ayudará. No sé a que se refiere y no ha sido sencillo entresacar eso. Juraría que mi visión no funciona aquí, o no lo hace bien. Lamento no poder deciros más, recibid mi bendición.

Vuelvo a descender, intentando mantener la compostura.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

Pelagatos, Palomita digo, antes de que se vayan mientras me acerco, acariciando los caballos con una sonrisa y una mirada ensoñadora. Luego reacciono.

Por favor, cuando podáis, ¿podríais enseñarle a Reyezuelo como cuidar correctamente de ños caballos y mulas? Lo haría yo mismo, pero no sé si podría. Si veis que hace falta alguien más, coged otro campamentero.

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS

Tras escuchar los rumores de una posible aldea cercana, y con el apremio del cabo Ponzoña, me dirigí hacia el altar que Analista estaba usando como despacho improvisado.

- Señor. Puede añadir esto al fondo común. - Vacié ante él la bolsita donde guardaba en dinero, de la cual cayeron quince monedas de plata y dieciséis de cobre. - He escuchado que también estáis racionando la comida. Yo solo tengo ésto, - le enseñé la ración de queso y la de carne seca - y no he comido nada. 

Aún con el frío metido en los huesos, mis tripas quisieron dar veracidad a mis palabras, pidiendo atención, aunque no fuese evidente para el oscuro. 

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Reyezuelo observaba cómo algunos soldados comenzaban a comer haciendo tiempo antes de partir. Pensativo, intenta hacer recuento... pero desiste. Cuando Piojilo habla al momento presta oídos, y sonríe con una inclinación de cabeza hacia éste y los dos jinetes, mitad asentimiento confirmando su disponibilidad mitad gesto respetuoso. 

- Contad conmigo. 

Observa a los caballos. A pesar del cariño que parecían profesarles tantos en el campamento, su sentimiento hacia las bestias era otro. No te encariñas con lo que no conoces. Admiraba la fuerza y elegancia de aquellas bestias, pero era cierto que si alguna vez había llegado a aprender a tratarlas, lo había olvidado completamente. Aquel sería un reto interesante que no le desagradaba en absoluto, y además le ofrecía la oportunidad de hacer algo útil. - Cualquier cosa con tal de evitar la inmovilidad.

- Quizás me quieran hablar de su cuidado cuando coincidamos en las guardias - Les invita, más que dispuesto.

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Un rugido gutural y gorgoteante interrumpió la intensa mirada que Campaña estaba dedicando a Lengua Negra. El inmenso oscuro soltó al fin la bolsa y posó una enorme manaza en su barriga. El ceño fruncido mudó rápidamente a una expresión de asombro infantil. Fue el cercano olor del pedazo de queso que mostraba Dedos lo que levantó en armas a las tripas del gigante.

—Campaña tiene hambre... —dijo sin dejar de mirar sin pudor alguno las escasas raciones que mostraba la k'hlata. Al escuchar lo que la muchacha decía a Analista, decidió probar por el mismo cauce:—. Campaña tampoco ha comido, Lengua Negra. ¿Es Lengua Negra quien tiene la comida?

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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.  - CIELO GRIS.

En cuando el Capitán consiguió que Guepardo estuviera estable, Plumilla se permitió inspirar profundamente y descansar durante unos breves segundos. Tenía la cabeza que le iba a estallar y el cuerpo adolorido por la enfermedad y la tensión causada de ayudar en la sanación. Observó a su alrededor y se fijó en el resto de los heridos, por suerte los demás parecían estar conscientes, con heridas graves pero no letales… o eso esperaba, pensó mientras se mesaba las sienes, el dolor de cabeza haciendo que le costara reaccionar y pensar con rapidez.

Sonrió a Indómito ante su ayuda, - Gracias, ahora lo importante es que todos los heridos y enfermos descansen lo posible para recuperarse. – respondió al joven soldado. Ante la confirmación del Capitán de bajar al sótano a los heridos, asintió e inspirando profundamente trató de ayudar a bajar a los heridos, pero estaba claro que en eso era más una molestia que una ayuda pues apenas tenía la fortaleza suficiente como para mantenerse ella de pie.

Aprovechó para acercarse a Analista antes de que este se fuera y le alargó la bolsita de monedas que portaba en el cinturón, no le importaba desprenderse de ellas si con ello podía ayudar a la Compañía, - Unas veinte monedas de plata y nueve de cobre si mi memoria no me falla, señ… Analista – se corrigió a tiempo con una pequeña sonrisa avergonzada. – No son muchas, pero espero que puedan ayudar. – se encogió de hombros, el dinero había sido útil cuando era necesario para comprar utilidades en el Campamento antiguo, pero ella aún estaba acostumbrada a la ancestral costumbre del intercambio de regalos… aun le costaba la idea del comercio, algo que no se veía en muchas de las tribus.

- Tengo algo de comida y agua abajo en mi mochila, trataré de repartirla entre los heridos y enfermos que haya en el sótano, aunque no creo que haya para todos, pues solo tengo cuatro trozos de carne seca en salazón y en el pellejo debe haber algo menos de dos litros de agua… - se detuvo durante un segundo para recuperar aire, hablar tanto le hacía difícil respirar, pero enseguida siguió, - ayer probé el agua de mi pellejo y tenía buen sabor, no parecía estar tocada por los malos espíritus.

Una vez dicho eso y viendo que había más gente que esperaba poder aportar sus monedas e información de comida y agua a Analista, siguió el resto de los heridos y enfermos hacia el sótano. Esperaba poder descansar durante un rato antes de que fuera su turno para atender a los heridos. Una vez abajo, sacó la carne seca y el pellejo y dejó tres raciones cerca de la hoguera para que cogiera quien necesitara mientras ella se comía lentamente la cuarta ración. – Si necesitáis algo de comer, - comentó a los heridos y enfermos, - he dejado aquí en la hoguera, - señaló unos trozos de carne envueltos en tela, - También tengo algo de agua, si tenéis sed avisadme, tengo yo el pellejo.

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Tras el incidente con el Ungido, Cabo Barril sacó algo de tasajo de su mochila y empezó a masticar lo mientras lo introducía por la parte de abajo de su casco de manera mecánica. Tardó unos minutos en acabar con la ración, tras lo cual le dio un buen trago a su odre de agua. Luego miró el vacío que había quedado en su mochila, y se dirigió a Analista.

— Analista, necesitaré una ración al menos de lo que has estado fiscalizando; la única que tenía es la que he comido para el día de hoy. Es menester que los que vamos en la partida de exploración llevemos al menos una ración. Si consideras que puedes prescindir de otra según el cálculo total, aceptaré dos. —

El Cabo esperó pacientemente a qué Analista decidiera sobre el asunto, tras lo cual señala el asunto de la plata.

— Según mis cuentas, sólo faltan de entregar su plata el Mago Serpiente y que se tome la bolsa de Guepardo. Si no me necesitas para nada, tengo que dar instrucciones a mis muchachos. —

Tras ser dispensado por Analista, Cabo Barril se dirige hacia la Escuadra de Infantería para darles instrucciones en su asuencia.​​​

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Analista suspiró y se frotó el entrecejo. Estaba cansado y aunque la mayoría había facilitado su trabajo, estaban los que hacían que todo se demorase. Bien sin intención alguna, bien por el mero afán de protagonismo. Y sin duda, la presencia de Brril era el aceite que había engrasado la maquinaria. 

-Primo, estate tranquilo. Todo el dinero será devuelto a su debido momento. Esto solo es un préstamo y cuando al Compañía vuelva a tener dinero, restituirá vuestra plata y cobre -dijo con paciencia al inocente gigante-. Mientras tanto, mantendré tu dinero separado del resto -no dijo más. La simple mente de Campaña no podría procesar más y Analista no podía prometer no invertir sus monedas-. ¿De acuerdo?

Entonces, llegó la voz de Barril, retumbando como la tormenta lejana, advirtiendo a Uro. Tras lo que pareció un tiempo demasiado largo, llegó su reacción, obedeciendo solo en parte lo que se le había ordenado. 

La bolsa pendía ante el rostro de Analista, esperando ser recogida. Pero aquella no era la actitud. Lengua Negra, no movió un solo músculo, permaneciendo a la espera. 

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A Ponzoña no le pasó desapercibida la intervención del Cabo Barril, llamando la atención a Uro. Su rostro se endureció. El viejo búfalo extiende la corona de sus cuernos más allá de los infantes, pensó. No le faltaba razón en su amonestación pero su actuación le desautorizaba consciente o inconscientemente. La reacción de Uro no fue la esperada y Analista permanecía como un águila en su rama, imperturbable e inmóvil. 

-Uro, deja la bolsa sobre la mesa y di en voz alta la cantidad de platas y cobres que aportas -dijo fríamente a su ancestral enemigo y subordinado suyo-. Repetir dos veces una misma orden nunca es bueno.

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Lengua Negra se puso en pie. Hasta que Uro no hiciera lo que se le pedía, aquello se eternizaría y no tenían tiempo. 

-Miembros de la Compañía. Hecho un recuento aproximado de los víveres con los que contamos, cuando se repartan las raciones, llegará a una por persona más o menos, sobrando algo. Muy poco la verdad. Aquellos que ya contáis con una ración para la expedición que se va a llevar a cabo, absteneos de tomar otra. Los que carezcáis de raciones, id pasando y os daré una. El resto permanecerá aquí. Reyezuelo, de los Campamenteros, y aprendiz mío, se encargará una vez hayamos partido de repartir entre los que permanezcan aquí las raciones restantes. Una por cabeza. Confío en que esta expedición tenga éxito y que podamos regresar rápidamente y con comida -dijo antes de volver a sentarse. 

Durante un tiempo que a todos se les antojó desmesurado, URO permaneció imperturbable con el brazo en alto, sosteniendo su bolsa en un puño justo a la altura del delicado rostro de ANALISTA, con la paciencia infinita de aquellas mentes simples, que jamás se detienen a cuestionarse sus propios actos.

El gesto podía parecer amenazante, pues la tremenda manaza del k´hlata casi tenía el mismo diámetro de el cráneo de su camarada, y se hallaban a menos de un palmo una de otra. Sin embargo, nada en las sombrías facciones del antiguo Cazador de Cabezas o en su lenguaje corporal parecía transmitir otra cosa que una calma mortal.

En alguna medida, bien podía entenderse aquello como la forma más evidente de cumplir la orden que le habían indicado. Simplemente ofreciendo su bolsa en el lugar más visible hasta que el Oscuro se dignara a tomarla, cuando mejor lo creyera conveniente.

Sin embargo, por algún motivo que escapaba a la comprensión de URO, la situación se continuaba demorando inexplicablemente. Retrasando así su cada vez más ferviente deseo de entrar en combate.

Por fortuna, cuando el fornido k´hlata ya empezaba a perder la paciencia, las certeras palabras de PONZOÑA surgieron repentinamente de algún lado para distender la tensa atmósfera que había comenzado a crearse en el lugar.

El pueblo de URO había despreciado desde siempre a los taimados HIENA, cuyas mezquinas y cobardes acciones eran conocidas en toda la Gran Sabana. Por supuesto, no al punto de considerarlos unos verdaderos enemigos de los orgullosos Cazadores de Cabezas. Pues tal cosa simplemente no existía, ya que ninguna de las tribus k´hlatas estaba a la altura de tan gloriosos guerreros. Pero si lo bastante como para tantear sus armas cada vez que se hallaban en presencia de uno.

Sin embargo, e incluso pesar de todo ello, con el tiempo PONZOÑA se había ido ganado de alguna manera el respeto del hosco Hostigador. Al menos, todo el respeto que alguien como URO podía profesar por alguien más. Y tal parecía que el astuto HIENA continuaba afirmando día a día esta inusitada relación con su viejo camarada.

Sin pronunciar palabra, pero dedicando una torva mirada, mezcla de confusión y desagrado al imperturbable ANALISTA, URO finalmente se dirigió hasta la mesa que le indicaba PONZOÑA para depositar allí su pequeña bolsa de cuero.

- URO dejar todo. - sentenció lacónico el sombrío personaje, con aquel vozarrón que parecía provenir desde la profundidades de alguna cueva insondable. - También tienda. Y eso.

- URO solo querer esto... - bramó finalmente, mientras volvía a aferrar con firmeza su grotesca hacha de batalla para alzarla con inocultable y blasfema satisfacción sobre su cabeza.

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A punto de partir hacia el lago para reabastecerse de Agua tal y como habia sugerido Capitan, Palomita escuchó la voz de Analista ofreciendo raciones de comida a aquellos que no disponian de ninguna.

Aguardó la cola, con cierta impaciencia y la tripa aullando, en silencio y en cuanto hubiera comido se pondria en marcha. Le llegó el turno más pronto de lo que esperaba y tomó una de las raciones con cierta reverencia mientras musitaba un "gracias" antes de dirigirse a un lugar tranquilo donde poder comer. Cada bocado le supo a gloria, obviamente, sobre todo teniendo en cuenta que lo ultimo que habia digerido habia sido carne de escarabajo.

La comida no le duró nada de tiempo, y en seguida, con cierta pena, se levantó de nuevo y se preparó para partir hacia el lago.

Capitan nos ha encomendado sacar a los caballos a estirar las patas y aprovechar este camino para rellenar en el lago los odres de agua. Analista, ¿tienes el recuento de cuántos odres dispone la Compañia? Cualquiera que desee que le rellenemos el suyo que nos lo dé, teneis de tiempo en lo que acabamos de preparar las monturas para salir. Dicho esto, sin mas, Palomita mira a Pelagatos y se encamina hacia las monturas.