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SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

El tiempo pasaba y lo único en mente que tenía el guerrero en esos momentos era saber como le iría a sus compañeros exploradores y que volvieran a tiempo con buenas noticias. Aquel lugar no era el más indicado para seguir siendo un refugio seguro. 

Aburrido y sin mucho que hacer en estos momentos, Romo seguía cerca del fuego, esperando que así su estado mejorase. Tarde o temprano le tocaría hacer guardia, la cual por lo que parecía estaba siendo bastante tranquila en estos momentos. Y esperaba que siguiera así. 

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Grito asintió amablemente a las palabras de Derviche mientras daba unos lentos pasos junto a ella.  Algo me dice que esta tierra todavía tiene muchas sorpresas que mostrarnos.  Mi padre solía decir que no hay que temer a los espíritus, pues para hacerte daño deben salir de la sombra y hacerse materiales, Grito hizo un gesto cerrando su puño con fuerza, es en ese momento cuando son tan vulnerables como cualquiera.

Mientras acababa sus palabras pudo escuchar a Tarado preocupándose por su salud al cual respondió:

Gracias Tarado, mis heridas son grandes, pero aún puedo dar pequeños pasos sin lastimarme... pero si hay que salir corriendo mejor que nos dejen a ti y a mi junto al fuego dijo el infante con una suave sonrisa. Ha sido un placer sangrar a tu lado.

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Miro a mi alrededor. El estado de todos es lamentable en el mejor de los casos. Entre heridos y enfermos...

Tomo un odre del agua verdosa y me voy junto a la hoguera del piso superior. Entonces vierto agua en la vasija, la remuevo y la vierto fuera de la iglesia. Luego empiezo a frotar la vasija por dentro con el jabón y la aclaro, repitiendo el proceso hasta que el agua salga manchada solo de jabón. Una vez conseguido, enjuago la vasija una vez más y la entrego al Capitán.

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

El tiempo avanzaba lentamente. Pese al cielo cubierto de nubes, algunos rayos de sol atravesaban la bruma para llegar a impactar sobre la superficie del agua cubierta de musgo.

El silencio ponía de los nervios a los miembros de la Compañía que permanecían de guardia. Donde debieran escucharse insectos, aves o ranas no se escuchaba absolutamente nada. La sensación de que si uno movía las piedras, algo oscuro y tenebroso surgiría de la nada para absorberles la vida a los Soldados era permanente. Era como si algo malvado estuviera agazapado acumulando fuerzas durante el día. Y a medida que se acercaba la noche, ese ente o entes cogían cada vez más fuerza.

Era algo tóxico. La hojarasca se agitaba. Los matorrales parecían enfermizos y resultaban quebradizos. Un viento apenas audible movía algunas de las ramas y balanceaba las hojas muertas que ya habían caído al suelo.

Una sensación de un frío intenso recorría la nuca de todos los que habían quedado atrás, de los que no habían acompañado al grupo de exploradores. Una sensación sobrecogedora de que algo iba a ir terriblemente mal.

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Había terminado de hablar con el Capitán. Mostraba un rostro serio, como el de un facóquero concentrado en hozar el barro. Echó una mirada a aquel siniestro paisaje, escupió a un lado, formuló unas palabras contra el mal de ojo y se encaminó decidido hacia Grito.

-Grito, hermano, voy a recoger el equipo de los que partieron en la expedición y guardarlo en el carro de Khadesa, incluidas sus tiendas. Tanto da infantes como Hostigadores o Campamenteros. Me mantendré ocupado y ahorraré trabajo para cuando salgamos de este pútrido lugar. Me siento como el buitre hurgando en las podridas entrañas de un búfalo. Si ves a Piojillo, coméntaselo.

Dicho aquello, se dirigió hacia donde estaban los equipos de los Hostigadores. Fue plegando las tiendas y apilándolas en el carro de su esposa para, después, colocar allí el resto de su equipo. Cuando acabó con aquella primera parte, se sentía desentumecido y su piel brillaba con una fina capa de sudor. Satisfecho, se estiró en toda su estatura y sonrió ampliamente, si bien aquella sonrisa poco tenía de amable. Los dientes, blancos como la leche, parecían retar al templo. Pero no perdió tiempo y siguió recogiendo el resto de los equipos.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

El tiempo estaba cambiando, no, el tiempo no, todo el ambiente, y para mal. Los oscuros acontecimientos de la noche anterior iban cogiendo fuerza de nuevo, empezando a crear aquella atmósfera opresiva y malsana que tanto les había alterado el día pasado. 

Era como una bestia oscura y hambrienta, que mientras los rayos del sol iban muriendo, su hambre crecía lentamente, fagocitando cada vez con más intensidad la misma esencia vital de todo a su alrededor, ya fuesen animales o plantas, los cuales parecían resignados a morirse sin poner oposición.

Lombriz lo sentía, su pie le latía cada vez con más potencia a cada hora que pasaba, anunciando impasible los horrores que se avecinaban en la noche. En su tienda, se arrebujó en la manta a conciencia, con su lanza cerca por si acaso, pues si las sombras conseguían entrar en aquella iglesia para arrancarles la calidez de la vida, él moriría combatiendo como un buen soldado.

Con la necesidad de distraer su mente de aquellos oscuros pensamientos, sacó el trozo de cecina seca que le habían entregado con anterioridad, aguantando su hambre hasta antes de dormir.

Seguramente comería y cerraría los ojos para dormir, con miedo por aquellas sombras malsanas que les aguardarían en las afueras, pero con la esperanza de volver a ver un nuevo día.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Tarado no pudo más que agitarse tras un escalofrío, no era de frío pues estaba calentito frente al fuego, sino una sensación extraña y nada agradable. Movió un poco el estómago y se revisó la pierna. Parecían haber cerrado las heridas pues no derramaban su sangre hacía ya un tiempo. - Me tengo que mover algo, si no me pasaré todo el día aquí entumecido. - Decidido a activar un poco el cuerpo se levantó con cuidado y apoyado en la lanza se mantuvo de pie. Cuando se hubo estabilizado decidió ser un poco útil. Se colocó la manta sobre los hombros y se dispuso a subir. - Voy a intentar ayudar, voy a vigilar un poco ahí arriba por si a alguien le viene bien descansar un rato. No creo que sea capaz de aguantar la noche al frío por lo que mejor hago ahora lo que mi cuerpo lo permita. - Comentando a los compañeros que estaban junto al fuego se marchó hacia arriba. 

Las escaleras las subió con mucho cuidado, cada movimiento podría abrir una herida y no quería arriesgarse. Una vez hubo llegado arriba buscó un buen punto sobre el que apoyarse y se mantuvo ahí un poco recuperando el aliento - No podré moverme pero sé gritar si algo viene de ahí fuera. Me tengo que mover, eso seguro. - Intentó poner algo de humor al tema. Decidido a reactivar el cuerpo dio pasos pequeños apoyado sobre el pomo de la lanza para evitar cualquier tropiezo. Aguantaría hasta que el frío le recordara que debía volver junto al fuego. 

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MÁS DE MEDIA TARDE. - CIELO GRIS. - FALTA UNA HORA PARA EL OCASO.

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

MÁS DE MEDIA TARDE. - CIELO GRIS. - FALTA UNA HORA PARA EL OCASO.

Había acabado de recoger lo de la partida de exploración cuando el Capitán le dio la orden. Sonrió. Se acercó al centro del templo y gritó. 
-El Capitán ordena recoger el campamento. No perdáis tiempo. Plegad tiendas y recoger equipos. Lo que pertenezca a los más heridos y que no puedan andar, al carro de Khadesa o a las monturas que queden libres. Rápido. Grito, Piojillo, azuzad a vuestros pelotones. Hostigadores, ya habéis oído. Os quiero en movimiento YA. 

Dicho aquello, se dispuso a hacer lo propio con su propio equipo y a supervisar el trabajo de los demás. 

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MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

El tiempo pasaba y el sol seguía su camino hacia el ocaso, no tardaría más de una hora en ponerse cuando Grito creyó ver a Desastre de vuelta.  Las novedades no tardarían en llegar, fue el cabo Ponzoña quien dio la noticia de marcha y quien sabiamente se había anticipado a las ordenes del capitán.  ¡De acuerdo! contestó Grito, indicando así que había recibido el aviso sobre la orden del marcha.

El infante se acerco al resto de sus compañeros, Todos preparados, nos ponemos en marcha, cargar en el carruaje lo que no podáis transportar y ayudar al resto.

Tras poner en alerta y sobre aviso al resto de infantes Grito se acercó a Ponzoña .  Me ha parecido ver a Desastre de vuelta, parece que ha traído buenas noticias,  ¿esta muy lejos?.  No falta mucho para la puesta de sol, si la noche nos cubre en el camino seremos un blanco fácil. 

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MÁS DE MEDIA TARDE. - CIELO GRIS. - FALTA UNA HORA PARA EL OCASO.

Actuó con la misma rapidez que un resorte al escuchar las órdenes de Ponzoña, el hostigador se puso en pie y fue a recoger sus cosas para cargarlas en los caballos. Si recogían significaba que se largaban de allí y poca gente tenía tantas ganas como él de marcharse de esa iglesia maldita. 

Con toda la celeridad que le permitió su cojera bajó al piso inferior y recogió la tienda que había montado malamente la noche anterior, sus pertrechos de acampada y los llevó hasta el piso superior para repartirlos entre Orgullo y Jerifalte, pues no quería sobrecargar a ninguno de los dos animales por si les hiciera falta salir a la carrera. Nunca estaba de más ser precavido en la Compañía Negra, era algo que había aprendido a base de cicatrices.

Una vez hubo acabado con sus pertenencias habló en alto para que cualquiera que pudiera darle una respuesta correcta lo hiciera.

—¿Qué heridos no pueden caminar y necesitarán que los lleve en mis caballos? —dijo esperando que alguien, a poder ser algún mando, recogiera la pregunta y le brindara una información concreta y correcta.

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MÁS DE MEDIA TARDE. - CIELO GRIS. - FALTA UNA HORA PARA EL OCASO.

Escucho el grito de Ponzoña y me levanto, saliendo de la tienda.

¡Campamenteros, en marcha! Recoged todo, y quien antes termine que recoja también lo de Tarado y Lombriz.

Tras las órdenes me giro de inmediato. Meto todo en la mochila menos la capa con el broche que llevo puesta y la manta pir encima. Ebtonces escucho a Pelagatos.

Si, como imagino, Guepardo viajará en el carro de Khadesa, tanto Tarado como Lombriz tienen heridas que dificultan su movimiento. Te agradecería que les dejaras ir en tus caballos.

Tras eso, termino de recoger mi tienda.

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MÁS DE MEDIA TARDE. - CIELO GRIS. - FALTA UNA HORA PARA EL OCASO.

El sol se acercaba al final de su recorrido, y de algún modo sé que las sombras no quieren a la Compañía. En realidad me quieren a mí, ansían mi carme, mi sangre, mi poder. Por escaso que sea, lo angelan.

Miro la ballesta y por el rabillo del ojo las veo moverse, acechándome.

La voz de Ponzoña me saca de mis pensamientos. Hala, otra vez a convertir mi carro en un cajón desastre. Cargad todo en el carro, qué importa que luego me tenga que pasar dos horas para arreglar todo.

Me acerco a mi marido, temblando pero no sé si de frío o de miedo. Cariño le llamo, ¿sabes qué contó Desastre? Es muy tarde, y si vamos lejos y esto está plagado de somvras... y cosas peores... termino en un susurro.

Kuego ayudo a empacar todo lo que pueda, intentando apartar las visiones que sigo teniendo por un rato. Tenemos que irnos y rápido.

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Volvió a haber escándalo en el campamento, pero cuando Lombriz sacó la cabeza de debajo de la manta, se alegró en sobremanera. Se marchaban de allí. 

No había tiempo que perder, así que comenzó a guardarlo todo muy aprisa, mientras escuchaba de pasada como Piojillo lo nombraba para montar a caballo.

Era de agradecer, pues su pie izquierdo seguía hinchado y amoratado, quizás con alguna fractura. Aunque por otro lado, no quería que lo vieran como un debilucho.

-Jefe Piojillo, puedo caminar si es necesario, no me importará, pero haré lo que usted decida- Le comentó lacónicamente mientras metía todas sus pertenencias rápidamente en su mochila.

Miró al cielo por última vez. Quedaba muy poco para el anochecer, si no se daban prisa, estaban todos muertos.

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Tarado estaba paseando muy despacio apoyado en su lanza cuando recibieron la orden de recoger para salir de allí. Era una molestia que hubiera subido para nada, más que una sencilla hora y le hacían bajar de nuevo las escaleras. - Maldito el espíritu de mi cuerpo que me pidiera moverme. - Traqueteando volvió a bajar agarrado a la lanza y la barandilla. Una vez abajo comenzó a recoger su petate, organizar la mochila y volver a meter tanto el odre de agua como la comida seca en su lugar. Tocaba andar y eso no iba a ser fácil. - Señor - Dice acercándose a Piojillo. - Yo puedo andar, a paso lento no me pidan que corra, pero puedo andar.- Le comenta por si no hubiera caballos para todos - Si hay otros compañeros en peor situación que vayan ellos, Grito debe ser la prioridad.

Una vez hubo terminado esperó junto al fuego, aprovecharía el máximo aquel calor y aquellas llamas. Pues no sabía cuando volverían a tener un sitio caliente sobre el que recostarse. No quería salir cuando fuera noche cerrada, aquella zona no era buena para pasear bajo las lunas, pues aquellas sombras que tanto recordaba Lombriz seguían acechándoles. 

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- El tiempo no juega a nuestro favor -  Comenta más para si que para nadie en concreto, mientras terminaba de guardar las provisiones en su mochila y empacaba tienda y esterilla junto a todo lo demás, siguiendo las órdenes.

El cielo no tenía buen aspecto. ¿Cuanto tiempo tendrían para llegar a donde quiera que habían llegado? ¿A cuanta distancia estaba? ¿A qué velocidad podían avanzar?

Mira a los más heridos con una idea rondándole la mente, pero la descarta. No podían perder tiempo.

Una vez acaba con sus bártulos, se vuelca en los más heridos y enfermos de su propio grupo - Vamos - Trata de animarlos. El tiempo apremiaba como para estar pidiendo permiso. Ayuda a recoger a quien le hiciera falta y carga con su parte. El carro ya estaba suficientemente cargado, y Guepardo y otros lo necesitaban más que él mismo.

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La buena nueva era que se iban todos de allí, había que ayudar a recoger tiendas y en el caso de Indómito ayudaría con las de infantería. No le hacia mucha gracia tener que hacer un trabajo tan mundano propio de Campamenteros, pero allí estaban diezmados como grupo y quién más quién menos estaba enfermo o peor herido.

La llegada de Desastre alteró los planes donde todos parecían preparados, hechos a la idea de pasar una noche más allí. Primero Ponzoña y después Grito habían dado órdenes claras así que era momento de recogerlo todo y partir de allí con Desastre.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

-Primera noticia -le dijo a grito respecto a la aparición de Desastre. Sintió un vuelco en el estómago. Su presenci apodía indicar dos cosas. La primera, que la partida había tenido éxito y que la decisión de recogerlo todo no había sido apresurada. La segunda, que no habían tenido éxito y que, por lo tanto, estaban apresurándose-. No sé nada acerca de Desastre y lo que le haya podido decir al Capitán si es que se ha presentado ante él. La decisión de recoger los equipos ha sido previa. Ojalá que las noticias sean buenas. Ahora, a trabajar. No hay tiempo que perder -señaló.

Se movió por el campamento, azuzando a unos y a otros y llegó hasta Khadesa, cuya ayuda agradeció.

-No sé qué ha podido decirle. Sí, el ocaso está cerca y habrá sombras, pero no debes temer por nada. Si nso apresuramos y la distancia a recorrer no es mucha, llegaremos a tiempo a donde sea que haya que llegar. Y yo siempre te protegeré, hembra mía -dijo al tiempo que su enorme mano acariciaba su rostro con ternura y una suavidad aparentemente imposibles.

Escuchó a Pelagatos.

-Guepardo y Lombriz no están como para andar y creo que se les podrá acomodar en el carro de Khadesa. Las monturas podríamos dejarlas para los que no estando tan mal, no tengan la suficiente fuerza como para aforntar una caminata -dijo.

Aquello le recordó que el equipo de Guepardo debería ser recogido ante la imposibilidad del mismo de hacerlo así que se dispuso a ello.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Desastre llegaba en el caballo en el que había partido Analista pero se detuvo unos metros antes, en las letrinas. Necesitaba descargar su propia vejiga. Tras aquellos momentos de puro placer salió más relajado y más tranquilo, más dispuesto a poder afrontar cualquier cosa que se pudiese poner frente a él.

Así, Desastre entró en el lugar y vio a unos y a otros moverse con prisa, algunos parecían llevar cosas, otros recoger. Desastre no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando ¿acaso Desastre había llegado antes que el propio Desastre? ¿O habían visto una amenaza que no podían derrotar pero sí retener? ¿O él se estaba confundiendo?

Se encaminó hasta cruzarse con el primer compañero que vio, Lombriz, aunque cualquiera que estuviese cerca podía escucharlo.

Tengo que hablar con el Capitán. Es urgente. ¿Dónde está?

Le pidió, mientras se rascaba la cabeza. Se sentía bastante mejor pero eso no quitaba la urgencia del mensaje y la posibilidad de perder su cabeza si la liaba demasiado.

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A MEDIA TARDE. - CIELO GRIS.

Finalmente, a regañadientes, Capitán había accedido ante la sugerencia de Ponzoña. No quería pasar allí más tiempo del que fuese estrictamente necesario, y si podían evitar derramar sangre para aquella monstruosidad una segunda vez, valía la pena hacer el esfuerzo de tener todo recogido. Sin embargo el tiempo pasaba... El maldito tiempo. Corría en su contra, y parecía hacerlo cada vez más rápido. Ya casi no quedaba luz en el cielo, y eso apuntaba a que sería necesario un nuevo sacrificio. 

Entonces, mientras estaban ocupados recogiendo, apareció Desastre. Y con él, quizás, la posibilidad de escapar.

-Soldado Desastre, informe-dijo, acercándose a él. Iban tan justos de tiempo que no podían permitirse muchas formalidades.