Partida Rol por web

CIUDAD DE CHO'N DELOR:

- Unas horas más tarde, ya es claramente visible la puerta de la ciudad.

- En el exterior hay mucha gente: mercaderes, campesinos, tropas regulares, mercenarios independientes y guardias de la ciudad.

- Quizá lo más chocante de todo es la estatua de un enorme demonio encadenado en un risco frente a la ciudad. ¿O no es una estatua?

GUARDIAS DE LA CIUDAD:

- Por ninguna parte se ve a nadie de la Compañía, sin embargo, conforme os acercáis, los guardias de las puertas os hacen señas de que os acerquéis, mientras obligan a apartarse a toda la multitud que obstruye el paso.

Esta ciudad era totalmente distinta a todas las que había visto hasta ahora. La arquitectura, tan extraña y sobrecogedora, las formidables armaduras de los guardias...

-Mirad eso. No creo que puedan usar esas armaduras tan pesadas en el calor de la Gran Sabana, y menos mal, porque dudo de que nuestras lanzas pudieran atravesarlas... -reflexionó en voz alta de forma que los que hubiera cerca de él pudieran escucharle.

Abrumadora, aterradora. Así le parecía a la joven exploradora la parte de la Ciudad que se iba mostrando. El extraño demonio encadenado parecía tener demasiada vida, y los guardias que les salieron al paso no desentonaban nada con la diabólica figura.

R'Gaa apretó la mano con la que sujetaba su lanza, hasta que los nudillos se volvieron tan blancos que la mano de la muchacha pareció la de una escultura de piedra. Andaba en silencio, la mirada oblicua, malfiándose...

TIRADA OPCIONAL:

- Tirada secreta y oculta de Profesión Soldado, dificultad 20, para evaluar a los guardias de la ciudad, peligrosidad y equipamiento.

Matagatos observó con atención todo lo que sucedía a su alrededor. El exterior de la ciudad parecía un barrio más, lleno de mercaderes, soldados y mercenarios. Al parecer la Compañía no eran los únicos que buscaban su fortuna en Cho'n Delor.
Por mucho que mira no ve a nadie de la Compañía por allí, ni tampoco ningún campamento a las afueras.

¿Donde estarán? Creí que esta sería nuestra última parada.

A medida que se acercan los soldados que se encuentran de guardia en la puerta les hacen señas para que se acerquen mientras les dejan libre el camino de gente y obstáculos. Con un gesto indicó a Ponzoña que se adelantara junto a él y también llamó a su primo Lengua Negra. Sabía que en Cho'n Delor hablaban un idioma propio y no conocía a nadie más versado en idiomas que su primo. Esperó para ver la reacción de los Cabos Cortaplumas y Barril y se acercó hasta la puerta.

MATAGATOS:

- Los guardias de la ciudad te parecen bien entrenados y alimentados. Probablemente no hayan pasado necesidad en su vida. Deben ser hijos segundos y terceros de las clases medias artesanas y comerciantes de la ciudad.

- Sin duda son una impresionante fuerza policial, y para tareas rutinarias de guarnición, pero apostarías tu paga de un año a que en su mayoría apenas han visto un combate real a vida o muerte. Sus armaduras son sin duda caras y de calidad, aunque ostentosas. Herrero lo sabría corroborar, pero dirías que pese a lo espectacular de su apariencia, no protegen más o mejor que una armadura pesada normal. Lo mismo ocurre con sus armas y equipamiento, tienen un aspecto soberbio, pero no crees que superen mucho en funcionalidad a las armas de calidad normal que pueda forjar cualquier herrero competente.

- "Matagatos, diles quienes somos y que nos indiquen en qué dirección está el campamento de la Compañía." -

Campaña seguía contento porque pronto se reunirían con el resto de la Compañía, además ya estaba cansado de tantos viajes y lo que más le apetecía era poner su tienda y no moverla durante un tiempo. El prisionero parecía tremendamente cansado aunque no había ofrecido casi resistencia y no parecía que su vida corriese ningún riesgo... todavía.

La ciudad tenía un matiz siniestro que se acrecentaba con el aspecto de los guardias de la entrada, pero aún así a Campaña le resultó más agradable aquella visión que la de otras ciudades como Dadiz o Idón, aunque puede que eso tuviera que ver con los ataques que recibieron sus compañeros al adentrarse en la ciudad.

En cualquier caso, no parecía que hubiera nada ni nadie capaz de echar por tierra el buen humor de Campaña.

CAMPAÑA:

- No logras discernir la calidad como combatientes de los guardias de la ciudad, ni siquiera la calidad de su equipo.

- De hecho, no logras que el asunto te interese lo bastante como para esforzarte en fijarte bien.

Una mercenaria os mira despreciativa y sonríe con desdén ante el aparente titubeo de Matagatos.

Attar observó distraídamente aquella ciudad. Verdaderamente, allí había algo que no estaba bien. Le recordaba demasiado a Serpiente... O peor aún, a los tortuosos recuerdos de su niñez y la guerra contra el Profanador de Mentes. 

Un escalofrío involuntario recorrió el cuerpo del mestizo, pero no había motivos.

"Tranquilo Attar, al fin y al cabo, ellos han contratado a la Compañía, ¿no?"

Desde luego, si el camino era tenebroso, la ciudad no se quedaba atrás. No  había adjetivos para describirla. Y, ¿era una estatuta o un demonio real lo que estaba encadenado al frente de la ciudad? simplemente, el tagliano no quería saberlo.

Si de dos ciudades hemos salido tan mal parados de esta no quiero ni pensarlo- piensa Sicofante. Acaricia el lomo de su animal, algo intranquilo por la presencia de los imponentes soldados que estaban por la zona. Desde luego, eran guerreros que imponían bastante.

Si sigues sujetando así la lanza, la vas a romper- le dijo a R´Gaa. Podía notar cierto nerviosismo en la muchacha, pero lo aguantaba bien- desde luego, esta ciudad no es como las que hemos visto anteriormente, pero no creo que tengamos problemas- dice, no muy convencido.

Matagatos asintió antes las órdenes del Cabo Barril y avanzó junto a Ponzoña y Lengua Negra hacia la puerta. A medida que se acercaba pudo observar mejor a los soldados que custodiaban la entrada. Por la forma en la que se movían y sujetaban sus armas pudo apreciar que eran soldados bien entrenados y no parecía que hubieran pasado hambre o necesidad nunca, lo más probable era que fueran los hijos segundos o terceros de las clases medias, a los que por derecho no les correspondía heredar y veían en servir a la guardia una buena salida para sus vidas.
Como fuerza para mantener el orden dentro de una ciudad o hacer de tareas guarnición estarían sobradamente capacitados pero Matagatos apostaría su paga de un año a que la mayoría no había estado en un combate a vida o muerte en su vida. Sus armaduras eran sin duda caras y de una calidad bastante aceptable pero demasiado ostentosas, lo que hacía que parecieran más de lo que eran. Igual pasaba con sus armas, de aspecto soberbio, pero seguramente no serían mejores de las que pudiera forjar cualquier herrero competente.
No le pasó desapercibida la mirada de desprecio de la mercenaria. Tenía un aspecto impresionante a la vista, todo músculos, aunque al igual que los guardias de la ciudad se temía que era más fachada que otra cosa. Le devolvió la mirada puesto que no tenía nada de lo que avergonzarse, pertenecía a la Compañía Negra y no había mejores mercenarios que ellos.

-Somos de la Compañía Negra. Dijo al llegar a la puerta. Buscamos al resto de nuestros compañeros.

Esperaba que el guardia le entendiera, y el mensaje, aunque escueto, tenía toda la información necesaria para el guardia.

Jabalí estaba de mal humor. Aquel camino no le gustaba, le insinuaba malas cosas, le ponía nervioso. No estaba acostumbrado a ver ciertas cosas al borde del camino y, aunque era un guerrero fiero, le incomodaba no saber a donde les llevaba realmente su camino, que les esperaba a todos al final. Y tenía la constante sensación de que se avecinaba una tormenta, de esas fuertes y peligrosas. Y aunque realmente no veía nubes en el cielo, la sensación de intranquilidad era la misma que portaban las nubes de tormenta.

Por fin, un grito les alertó de que ya se veían las puertas y Matagato ordenó que formaran. Le tocó cerca del carro y junto a él caminó en dirección a su destino. No le pasó desapercibida la sensación de que la Quinta estaba igualmente inquieta, y la entendió. Ni se quería imaginar como se sentiría la mujer.

-Quinta, no te preocupes, no debe pasar nada -Ni el mismo estaba seguro de sus palabras- Por cierto, conseguí las cuentas, pero el destino no ha dejado que hablasemos y no se cuando dejará que lo hagamos. Pero intentaré buscar pronto un momento. Necesito terminar con... -en ese momento, ante su vista aparecieron los Guardias de la Ciudad, custodiando la puerta-... creo que ya hemos llegado.