Partida Rol por web

Al principio, el antiguo Cazador de Cabezas se mostró algo reacio a aceptar el ceremonioso agasajo de sus anfitriones, manteniendo su gesto adusto y sombrío de siempre, mortalmente serio. Casi hasta llegar al límite de la descortesía. No tomó asiento cuando se lo cedieron educadamente, y ni siquiera pareció interesado en los apetitosos manjares con que poblaron rápidamente la mesa de recepción.

Por el contrario, se limitaba a permanecer cerca de LENGUA NEGRA en todo momento, vigilando siniestramente sus espaldas con devoción y profesionalismo, atento a todo cuanto ocurría a su alrededor. No pronunciaba una palabra, y no bajaba la guardia jamás.

A pesar de todo, URO no era idiota. Sabía bien que si los obsequiosos Hombres de la Arena pretendían realmente lastimarlos, su mera presencia no bastaría para disuadirlos por completo. Pero de todos modos, el guerrero confiaba en que al menos se lo pensarían dos veces.

Sin embargo, a medida que las ofrendas y atenciones se sucedían, LENGUA NEGRA parecía cada vez más cómodo con la situación. Incluso a gusto. Aceptaba con deleite cada invitación, y casi parecía inducir al circunspecto URO a unírsele en el extraño juego.

Desconfiado por naturaleza, y bastante poco acostumbrado a las confusas formas de la diplomacia, al bárbaro le costó un buen rato entender lo que su compañero intentaba transmitirle, y solo terminó por aceptar a regañadientes. Finalmente, utilizando toda su fuerza de voluntad para reprimir sus impulsos en contrario, se fue dejando enredar poco a poco por el misterioso trance.

Quizás fuera por su inexperiencia ante tanto refinamiento, o por la exquisita habilidad de sus anfitriones, lo cierto fue que URO se acostumbró bastante rápido al agasajo. Bebió y comió cuanto le ofrecieron, imponiéndose límites solo cuando LENGUA NEGRA se lo indicaba, y se dejó atender y acicalar con toda la docilidad de un cachorro. Incluso se permitió echar unas leves cabezaditas mientras le aplicaban aquellos extraños aceites en el cuerpo, rendido ante la arrebatadora combinación de relajantes masajes y agotamiento.

Así, aunque sus toscas manazas nunca se apartaron demasiado del amenazador machete, el recluta se permitió relajarse un poco. Después de todo, el Oscuro era el experto en aquellas cuestiones, y parecía haber entendido la situación desde un principio. No sería URO el que complicara los planes de la Compañía.

UNA HORA DESPUES DEL MEDIODIA.

TRIBU DE LOS HOMBRES DE ARENA:

- El poblado de los Hombres de Arena tiene una forma aproximadamente circular con un radio de unos doscientos metros.

- Esa circunferencia está marcada por una empalizada de troncos de unos dos a tres metros de altura, según las zonas. Hay una puerta en cada una de las cuatro direcciones cardinales, protegida por una especie de barbacana sencilla con parapeto donde se pueden apostar centinelas y arqueros.

- No hay foso con estacas ni parece haber otras defensas. Quizá la principal defensa de los Hombres de Arena es que conocen muy bien el terreno en un radio de varios días de marcha, y que es un terreno llano y especialmente árido y seco, casi desértico. Los Hombres de Arena conocen la posición exacta de cada pequeña fuente de agua en todo ese territorio, el bien más escaso.

- En el interior del poblado hay unas cincuenta viviendas, de las cuales aproximadamente treinta son chozas de madera y paja, y unas veinte son estructuras hechas con pieles curtidas y postes de madera.

- La población ronda las quinientas personas, de las cuales doscientos aproximadamente son niños. De los trescientos adultos restantes, unos cien son ancianos o personas físicamente impedidas por alguna lesión o enfermedad. De los doscientos adultos en edad comprendida entre los quince y los cuarenta y cinco años de edad, la mitad son mujeres no combatientes.

Eso deja unos cien hombres aptos físicamente, pero la mitad son mercaderes. Es posible que los mercaderes sepan defenderse, pero su apariencia es poco impresionante.

De los otros cincuenta unos veinte parecen competentes exploradores y arqueros capaces de disparar eficazmente desde un camello. Los otros treinta componen una fuerza de guerreros montados a camello que parecen competentes con lanzas largas.

Parece haber ausencia de infantería en un sentido convencional. También es posible que, pese a su aspecto inofensivo, la tribu entera luchase si el poblado fuese atacado, cosa que no ha ocurrido en las dos últimas décadas al menos.

URO:

- No distingues gran cosa sobre los aspectos logísticos del pueblo, como fuentes de agua, camellerías, almacenes de suministros y comida y demás.

- En cuanto a rutas de escape, quizá una sería escapar por una de las puertas robando un camello (aunque eso te expondría a los arqueros de las barbacanas).

Otra opción es intentar usar el sigilo ocultándose de choza en choza hasta llegar a un punto donde la empalizada mida sólo dos metros, trepar por ella y saltar al otro lado, para escapar a pie desde ahí.

- Los aspectos militares están encuadrados en el post anterior.

- El centro del pueblo es un espacio circular bastante amplio y despejado donde se establece el mercado. En el centro exacto hay un ancestral monumento en ruinas, parte de lo que quizá siglos o milenios atrás fuera alguna especie de templo de piedra. Entre los relieves se repite el motivo de un reloj de arena (Lengua Negra sabe lo que es eso, Uro no).

En la parte norte del mercado, algo distanciada, está la choza del caudillo Shakara.

Las viandas y el masaje habían sosegado el cuerpo de Lengua Negra, pero su mente seguía dispuesta, pese a su molesta dolencia para continuar con su misión. La presencia de Uro le tranquilizaba. Era consciente de sus propias limitaciones y de su debilidad física comparadas ambas con las de aquel gigante. Y su silencio era lo que más apreciaba. No le había pasado desapercibido su estado de alerta casi constante, su actitud casi hostil ante los hombres del poblado, aunque finalmente se hubiera rendido a su hospitalidad.

Se vistió con tranquilidad, tras agradecer a las mujeres su trabajo, mientras su mente analítica repasaba algunos detalles de cuanto vio en el poblado. Su empalizada era casi lo único digno de elogio, no así sus viviendas. Sin duda, el terreno llano les confería una ventaja frente a enemigos que intentaran atacarles. Sin embargo, un enemigo astuto no debería optar por algo tan suicida. No. Sería estúpido. Sin embargo, alguien que estuviera dentro... Sí, esa sería la clave para vencer a los hombres de Arena. Sus viviendas de madera y paja, sus chozas de pieles, resecas por el inclemente clima local, arderían como la yesca bajo el poder de una única antorcha.

Ya vestido, aguardó a ser llamado por el caudillo. Aún no habían empezado a hablar. Y el tiempo corría. Compuso un gesto de paciencia en su rostro y esperó.

DOS HORAS DESPUES DEL MEDIODIA, PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.

Ha pasado un largo rato en que ambos hombres se han aseado, alimentado y relajado.

Finalmente, las esposas del caudillo llegan para llevarles ante Shakara.

- "Ah, bienvenidos, Soldados de Piedra. Veo que ya os habéis limpiado el polvo del camino.

Es curioso que un grupo de hombres y mujeres de la Compañía Negra estén atravesando nuestras tierras en estos momentos, ¿no os parece?

Por lo que se ve, escoltan un carro, o eso es lo que parece por su modo de avanzar. Llevan muchos enfermos y sus exploradores no están demasiado atentos.

Además, han perdido recientemente algunos animales y parece que no han sido capaces de aprovechar bien la carne." -

MEDIA TARDE.

Lengua Negra llegó junto a Uro ante el caudillo de los Hombres de Arena. Su nueva bienvenida estaba acompañada de nuevas palabras, que sutiles como el filo de una daga, trataban de indagar, de buscar una verdad. Sí, habían perdido demasiado tiempo accediendo a los agasajos ofrecidos. Un tiempo que había corrido en su contra y que ahora los dejaba en una situación precaria. Pero las malas noticias acerca de la enfermedad del grupo y la muerte de animales, algo nuevo, facilitaban ciertas medias verdades. La debilidad del grupo era más que evidente. Nadie pensaría que era un grupo incursor destinado a la batalla.

-Venerable Shakara. Te agradezco nuevamente la hospitalidad dispensada y lamento no haber hablado antes. No deseaba insultar a tu casa rechazando cuanto nos ofrecías, y me temo haber acabado haciéndolo por no hablar a tiempo -dijo humildemente-. Ese grupo del que hablas es el mío, el grupo que lidero, formado por los nuevos reclutas de la última promoción. Debemos cumplimentar una misión de supervivencia que como tus informadores han podido comunicarte, estamos en vías de fracasar. Dicha misión nos llevaba a atravesar vuestras tierras y viendo el estado precario en el que nos hallábamos, no quise arriesgarme a que la enfermedad que afecta a muchos de los nuestros se propagara por tu pueblo, cruzando tu poblado. Además, las órdenes nos impedían recibir ayuda de otros, debiéndonos valer de nuestros propios medios. Alcanzar este oasis -un vago gesto circular señalaba al poblado entero más allá de los límites de la casa en la que se hallaban-, aunque agradable y sanador, hubiera sido incumplir con lo que se nos ordenó. Por ello, en compañía solamente de mi fiel Uro, me dispuse a venir para solicitaros permiso de paso para cruzar vuestras tierras, extremo al que me encontraba obligado fruto de la cortesía y de la alianza que nos une. Como ya te han comentado tus exploradores, es un grupo inexperto y sin curtir. Lamentable pero cierto -dijo con algo parecido a la decepción en su voz-. Y mucho me temo que mi labor diplomática no es mejor, pues he sucumbido a los placeres de la carne antes de respetar mis deberes.

Las mujeres del Caudillo sirven leche de camella fermentada en recipientes de barro cocido para los tres hombres.

TIRADA DE DIPLOMACIA.

- Uro puede elegir tirar Intimidar en vez de Diplomacia.

Hasta el momento, el imponente URO se había mantenido completamente al margen de la conversación, sin esbozar siquiera el más leve sonido ni hacer el menor movimiento. Simplemente, se contentaba con ocupar un discreto segundo plano, incluso varios pasos por detrás de los dos diplomáticos, y hacía todo lo posible para que su presencia pasara desapercibida para todos.

A pesar de ello, sus extraños ojos verdes escrutaban detenidamente los alrededores, atentos a cualquier detalle que pudiera alertarlo sobre alguna potencial amenaza. No es que desconfiara de los “Hombres de Arena”, que se habían mostrado tan solícitos hasta el momento. Sencillamente, a eso había venido.

En verdad, el Cazador de Cabezas tenía bien en claro cual era su misión en aquel lugar, y no tenía ningún interés en asumir funciones que no le correspondían. Menos aún si sus destrezas en ellas eran tan poco refinadas.

Así que, al entrar en la tienda de Shakara, URO se había acomodado en un rincón cercano a la puerta de ingreso, más a la manera de un guardia que de un verdadero diplomático. De hecho, su inconmovible e imperturbable figura parecía uno más de los sencillos adornos que amueblaban la habitación. O quizás, para ser más exacto, otro de los recios parantes de madera que sostenían la choza.

Incluso había rechazado, con toda la educación que le fue posible, cada uno de los ofrecimientos que le habían extendido, ya sea para tomar asiento o para deleitarse con alguno de los exquisitos néctares que aquel pueblo sabía preparar. Su agotamiento le había hecho bajar la guardia en el pasado, pero ya no tenía ningún justificativo para comportarse de manera tan indigna.

Sin embargo, a medida que el tiempo transcurría, e incluso a pesar de su férrea y disciplinada voluntad, el bárbaro no pudo evitar que las palabras de aquellos dos hombres se fueran abriendo camino hasta su mente, nublando sus propios pensamientos.

El caudillo de los “Hombres de Arena” parecía ser un hombre sabio. O astuto, cuanto menos. Pero URO creyó notar un leve dejo de orgullo en sus palabras, como si el mero hecho de relatar tan pormenorizadamente las penurias del pelotón de “Hostigadores” le produjera un oscuro y desafiante deleite.

Los comentarios tocaron una fibra íntima del guerrero, que los tomó casi como una ofensa. Incluso a pesar del tono dulce y paternal que había utilizado el líder aliado.

Para peor, las palabras de LENGUA NEGRA no consiguieron aplacar este amargo malestar que empezaba arder en el pecho de URO, sino que, en cierto punto, hasta incluso sirvieron para profundizar la herida.

Quizás por ello, tal vez como un acto reflejo del que apenas si tuvo conciencia, el bárbaro se cuadró de hombros, adoptando una postura ligeramente más marcial y decidida, aunque sin llegar a ser abiertamente agresiva. Sus mandíbulas crujieron por la tensión contenida, y sus profundos ojos verdes atravesaron como dardos la escasa distancia, yendo a clavarse con fiereza en las pupilas del caudillo.

Y no fue lo único que atravesó el salón. Pues el fornido guerrero avanzó en silencio un par de pasos, hasta situarse casi a las espaldas de LENGUA NEGRA.

Los “Hostigadores” podían haber tenido algunos problemas. Pero si aquel sujeto albergaba alguna duda acerca del auténtico poder que podía desencadenar la Compañía Negra, URO estaría encantando de brindarle una demostración en aquel preciso instante.
 

Los ojos de Shakara se clavan en Uro.

- "Al menos veo que tu guardaespaldas no es un recluta débil y enfermo, sino un miembro de la tribu de los Cazadores de Cabezas. Son famosos en toda la Sabana, por la ferocidad de sus guerreros, y porque matan por una recompensa. También son temidos por todos, excepto tal vez por los Hiena, que más de una vez han pagado por su temeridad.

Resulta extraño ver a un Cazador de Cabezas ejerciendo de protector y más uno que, a juzgar por sus tatuajes, es uno de los guerreros elegidos por su pueblo.

Lengua Negra, el arte de la dialéctica es uno lleno de sutileza. Es cierto que tus reclutas están enfermos y que no parecen una gran amenaza, ni siquiera para este poblado poco defendido. Pero no me creo ni por un segundo de las Arenas del Tiempo que tu misión sea un simple ejercicio de supervivencia. No cuando tus hombres se dirigen directamente a territorio de los Castores intentando eludir la hospitalidad de sus aliados.

Quieres mantener el secreto, no importa. Mi tribu honra los tratados y nuestra alianza comercial. Los Castores deben caer, y lo harán pronto. Pero por favor, no insultes mi inteligencia..." -

AVANZADA LA TARDE.

Lengua Negra entrecerró los ojos por un instante antes de replicar fríamente.

-Fue un miembro de los Cazadores de Cabezas. Esa es su herencia, su pasado. A día de hoy, es un miembro de la Compañía Negra. Renunció a su anterior vida por un futuro entre nuestras filas. Ahora es un recluta y pronto, un hermano -dijo-. Sí, sutil y peligroso -señaló tras una breve pausa en la que la frialdad desapareció-. Proclive a los errores, incluso inadvertidos. No era mi intención insultar tu inteligencia, como crees que he hecho y por lo cual te ofrezco mis excusas, de igual modo que no creo que tu intención fuera insultarme al afirmar que miento. ¿Qué sentido tendría traer la falsedad a tu casa, cuando mil ojos vigilan nuestros pasos por tus tierras? Dime, venerable Shakara, ¿no hubiera sido más sencillo para nosotros abusar de vuestra hospitalidad, solicitando cura para los enfermos, comida para nuestros estómagos y cama para nuestros cansados cuerpos? ¿Crees que me hubiera expuesto a tu ira e incluso a una ruptura de nuestra alianza con una mentira tan estúpida? Ciertamente lo lamento. Lamento que mis palabras no te sean de confianza, que mi persona no haya hecho justicia a cuanto esperabas, que el Cuervo sea ahora un Buitre oportunista y falso.

El Analista calló, entrecruzando ambas manos. Su mente bullía. Volvió a mirar a Shakara.

-Somos la última remesa de reclutas. Inexpertos, a duras penas formados en las lides de grupo. Yo mismo como líder soy un simple brote verde, lejos de la época en la que madure. ¿Confiarías en nosotros para una misión o buscarías fortalecernos? Te lo pegunto como Caudillo que eres y de cuyo gobierno dependen las vidas de todo un pueblo.

El Caudillo sonríe, aunque por un instante su sonrisa es ladina.

- "Bien jugado, Chico Cuervo, y bien hablado.

Ni que decir tiene que tus tropas pueden cruzar con mi permiso nuestro territorio, el territorio de los Hombres de Arena.

Además, te he ofrecido mi hospitalidad a ti y a tu escolta, de la cual puedes disfrutar tanto tiempo como desees." -

Unas mujeres sirven entonces tres grandes platos. En cada plato hay una gran rebanada de pan y encima del pan algo que los Hombres de Arena consideran un manjar suculento: chuletas de cordero fritas.