Partida Rol por web

La Compañía Negra: El Dios del Dolor.

Pelotón de Campamenteros.

Cargando editor
02/04/2013, 22:40
Sabandija.

Sabandija escucha con atención a Lengua Negra. ¿Para eso le habían sacado de la tienda de los heridos? Sorprendentemente había campamenteros que levantaban la mano en ofrecimiento  para ser el segundo al mando. Sabandija se imagino siéndolo. Mandando a unos  y otros a combatir en su lugar. Así evitaría el dolor. No  quería volver a sentir ese dolor que le había desgarrado el vientre, ni por la Compañía ni por un hermano, ni por Ojopocho , su mentor. Pero no tenía valor ni para levantar la mano. De todas formas no le parecía mas que una estrategia de un nuevo lider del grupo de campamenteros para ver quiénes eras los gallos del corral, para una vez identificados, cortarles los espolones. Así que escucho con atención las palabras de Tarado, Lengua Negra, Plumilla y todos los demás, pero simulando estar cansado y abatido por sus heridas. De vez en cuando, cuando cambiaba de posición, dejaba escapar un lastimero quejido de dolor. Esperaba que la decisión no se alargara demasiado.

Cargando editor
02/04/2013, 23:02
Tarado.

Asesina se levantó y me escupió. Aquella mujer debía ser idiota. Debía ser que estaba dispuesta a obedecer como una máquina sin serlo. Debía ser que si un superior se equivocaba, estaba dispuesta a equivocarse con él. Si la Compañía entera se equivocaba, si, incluso, hasta los altos mandos se equivocaban en algo, aquella ilusa estaría dispuesta a morir por un error. Algo loable por una parte, pero estúpida por otra. Tan estúpido como suponer que un soldado, por el simple hecho de ser un soldado, parece que no puede pensar. Cuando pensar en el campo de batalla, es lo más importante. Cuando pensar, e incluso contravenir una orden que sabes que es perjudicial no solo para ti, si no que puede hacer que pierdas la batalla, o más allá, hacer que pierdas la guerra, puede ser la mejor habilidad de un guerrero. La Compañía Negra estaba llena de tarados que presuponían que el inteligente nunca se equivoca y hay que seguirlo ciegamente, cuando esto no es así. Que un soldado raso piense así, no tiene tanta importancia, al fin y al cabo habrá alguien a su lado que sea listo. Pero que todos pensasen así, que no hubiese nadie dispuesto a entender que siempre debe haber alguien que solucione el error que otro puede cometer, porque nadie es perfecto y todos podemos cometer errores... Eso era grave. Suponer que los soldados tienen que obedecer sin entender, todos y cada uno de ellos, era una estupidez como un templo. Cierto es que no hay que cuestionar todo lo que se ordena de forma pública, ni todo el mundo debe ser inteligente ni todo el mundo tiene que ponerse a pensar. Siempre tiene que haber alguien que ejecute sin pensar. Ese era el puesto de Asesina. La que mata. La que sigue al líder, lo había demostrado bastante bien escupiendo en el suelo, delante de mí. Pero el líder es líder porque lidera y piensa. Y si el líder se equivoca, tiene que haber alguien dispuesto a sacarlo del error, aunque sea un soldado de menor rango. Y no sólo un soldado, debería haber uno, y dos, y tres, gente de confianza que pueda aconsejarle. Suponer que un soldado raso no debe pensar ni aconsejar es estúpido. Cada quien vale para lo que vale. Algunos, los que no usan su cerebro, solo sus músculos, para ejecutar, otros, los que piensan y le dan vueltas a las cosas, para liderar, ya que una decisión de la que depende una guerra debe ser largamente meditada, y otros, los que usan músculos y cerebro, para ambas cosas. Dar por sentado que todo el mundo sirve para lo mismo era una estupidez de lo más grande, más digna del propio soldado raso, que no usa su cerebro y se traga lo que le digan, que de un líder que utiliza la cabeza, y que se supone que sabe para qué sirve cada uno de sus hombres.

Fue por eso que ni me inmuté cuando Asesina me escupió, demostrándome que no estaba capacitada para el puesto. Un líder, incluso un segundo, debe pensar, y si es necesario, enfrentarse a quien da las órdenes y sacarlo de su error, si es que existe. Y el que está equivocado debe estar dispuesto a escuchar, aprender y considerar si la otra persona tiene razón, no tener la soberbia o la estupidez de creer que el resto de personas no pueden o no saben pensar. Ni Lengua Negra ni Asesina creían eso, por eso ninguno de los dos estaba capacitado para mandar u ordenar. Uno porque no sabía aprender de aquellos de menor rango, y los trataba como si fuesen máquinas, y la otra porque no sabía pensar.

"Pues vaya... con estos elementos vamos a ser la élite... seguro. El futuro del pelotón de Campamenteros es bien oscuro."

Cargando editor
02/04/2013, 23:37
Plumilla.

Plumilla cerró los ojos. Ella no era chamana ni sabia ni nada, sus manos no habían vertido sangre del enemigo pero sí habían salvado la vida a muchos de los que ahí se encontraban.

Tarado habla con nervio. Es cierto que la lealtad se gana con el respeto, no con el temor. Aquél que ejerce un yugo de terror a sus hombres está condenado a sufrir un destino fatal a sus manos. He tenido que atender a muchos de los que estáis aquí, y alguien que no valora su propia vida, no puede defender la de sus compañeros. No puede obrar en favor de su compañía. No necesito ser chamán para serlo. Los que lloran hoy mañana habrán olvidado y los castigos que recaigan esta noche, mañana no serán más que estorbos en la batalla. Pensó con resignación. Era probable que la ira fruto de la indignación nublara la razón y eso lo sufrirían todos.

Quizá no esa noche, quizá no mañana, pero lo sufrirían. No lo dudaba por un instante.

Cargando editor
02/04/2013, 23:45
Manta.

Manta abrió la boca, pero no tuvo tiempo de decir una sola palabra antes de que Tarado le interrumpiera con una afirmación de tal prepotencia, que creyó que la había entendido mal. Durante el discurso del campamentero, una miríada de sentimientos se sucedieron en su rostro, incredulidad, enfado, irritación, desprecio, consternación, y finalmente, compasión. Compasión por el pobre imbécil de lengua incontenible que estaba tratando de convencer a Lengua Negra para que lo ejecutara. “Todos tenemos dentro una bestia que debemos aprender a domar”, sin duda.

La respuesta de Lengua Negra fue tajante, afortunadamente, y Manta volvió a abrir la boca para formular su pregunta. Y volvió a cerrarla cuando el desazonador timbre de Tarado resonó de nuevo en el campamento, silenciando su segundo intento. El joven k’hlata suspiró y se frotó las sienes con los dedos índice y corazón de cada mano. La cháchara de su compañero parecía no acabar nunca. Y con cada palabra se hundía más en el fango. Derviche, Asesina, Odio... no era necesario que Lengua Negra ordenara la ejecución para que el futuro del bocazas fuera breve. O no, quizás sí existía una manera de contentarlos a todos sin necesidad de acabar con su vida. Contentarlos a todos, incluido él mismo. No se había dado cuenta, pero el rostro le ardía bajo las manos, y una rabia feroz le rebotaba de extremo a extremo de la espalda.

Manta se puso en pie y se acercó a Tarado. Las palabras del hombre habían transformado el ambiente de la reunión de la reunión de tal modo que no sintió ninguna vergüenza ni temor al hacerlo. Ni tuvo dudas en decir algo que, normalmente, se hubiera callado.

—Tarado —dijo, aprovechando el silencio tras las airadas palabras del guerrero—. Sería mejor para ti y para todos nosotros que no tuvieras esa lengua.

Cargando editor
02/04/2013, 23:48
Chamán Rojo.

Fruncí el ceño al escuchar a Tarado. Estaba faltando al respeto a un superior, otra vez. Y no sólo a un superior, si no a todos sus compañeros.

¿De verdad pretende que después todos le queramos como a un hermano? Ha dicho barbaridades sobre alguno de nosotros... Los espíritus no están con aquellos que no saben quién son sus superiores y tampoco con quien no los respetan. Los espíritus le harán caer de la manera más absurda posible. Y eso también será una lección para todos.

Sólo pude negar lentamente con la cabeza. Había perdido la razón al atacar a los demás. No merecía ser el segundo de nada.

Cargando editor
03/04/2013, 01:54
Tarado.

Al parecer, en mi afán por motivar al grupo, solo había conseguido ponerlo en contra mía, a juzgar por las miradas de odio de la mayor parte de mis compañeros. No parecían entender que mi intención no era ofender. Manta decidió entonces hacerme ver mi defecto. Tenía absoluta razón. Era un idiota pensando que todo el mundo aceptaría igual que yo una crítica. Estaban en su perfecto derecho de no hacerlo.

- No era mi intención ofender ni atacar a nadie, Manta. Al contrario, haceros ver vuestros errores y motivaros para que os liberéis de ellos. Desde ti hasta Lengua Negra. Realmente pensé que si sois capaces de soportar el hecho de que la muerte puede llegaros en cualquier momento, también podrías soportar escuchar lo que pienso de vosotros. Sin duda ha sido un error. Ese es mi mayor error, por otra parte; mi lengua, mi sinceridad, que me costó un castigo y sé perfectamente que me va a costar otro. Pero puedo garantizarte que me hace reflexionar más sobre ello e impulsar a cambiarlo el haberos ofendido que ningún castigo que se me pueda imponer, aunque supongo que merezco uno, y sigo esperando impaciente a que Lengua Negra lo dicte y estoy dispuesto a ser esclavo de las palabras que he pronunciado. Por otro lado, he fallado en lo que pretendía, que era motivaros y hablaros con franqueza. En su lugar os he ofendido, demostrando así que no sirvo para ser segundo de nadie. Si no consigo motivaros como compañero, ¿cómo voy a lograrlo si además tengo otras responsabilidades añadidas? Retiro mi candidatura. Os ruego a todos que me disculpéis por mi torpeza social. O mejor, no lo hagáis... El haberos ofendido y haberme ganado vuestro odio es el peor castigo que puedo tener, a decir verdad.

Acto seguido, me dediqué a mirar al fuego. Era curioso como todos los que estaban allí eran capaces de superar su miedo para entrar de lleno en una batalla, y sin embargo, si alguien le resaltaba sus defectos de la forma más amigable posible, se revolvían contra él y le intentaban morder el cuello. Supongo que yo simplemente era un Tarado, por pacifista, y por creer que un guerrero que se supone que es capaz de aceptar la muerte en cualquier momento que le llegue, era incapaz de aceptar una crítica. Y ahora sería castigado por mi torpeza al intentar ayudar a alguien, porque al parecer había faltado al respeto a la gente sin enterarme de que lo estaba haciendo. Todo aquello me parecía un mal chiste.

Cargando editor
03/04/2013, 12:44
Lengua Negra.

La sonrisa de Lengua Negra desapareció con la segunda interrupción de Tarado. Sus facciones se endurecieron y su mirada adquirió el brillo de una daga afilada. Guardó silencio durante un largo tiempo, sin interrumpir al Campamentero, cuya lengua exigía Manta. Una tercera intervención pareció ser suficiente para que Tarado considerara haber vomitado la suficiente bilis. Y para que el líder de aquel pelotón hubiera adoptado una serie de decisiones.

-Recluta, eres esclavo de tu soberbia -dijo con una voz que no revelaba pasión alguna-, no de tus palabras y muy poco consciente de tu posición. Levántate y vete de aquí, con la clara consciencia de que no hay acto sin consecuencia. Y hazlo en silencio. Manta, aguardo tu pregunta.

Cargando editor
03/04/2013, 16:03
Manta.

Tarado volvió a responder, sin darse cuenta de que, en su afán por decir y decir, no se había molestado en escuchar nada de lo que le habían dicho. La opinión de lengua negra, a tenor de sus últimas palabras, parecía bastante evidente, y la rabia de Manta se evaporó al instante, al contemplar el escaso futuro que auguraba para el campamentero bocazas.

La pregunta, cierto. Prácticamente la había olvidado. Quizás era una pregunta estúpida, o ingenua, pero después de todo, no quería perder la oportunidad de conocer la opinión de Lengua Negra, quizás el hombre más cercano a los altos mandos. Aunque no por ello su opinión, por mucho que lo dijera, tenía que ser la oficial de la Compañía. Por qué, si no, lo habían apartado de su familia, de los hombres y mujeres que había liderado tiempo atrás, para ponerlo al frente de los campamenteros.

—Nos ha preguntado directamente quiénes creen estar capacitados para ser su segundo, y nos ha dicho que de lo que se trata es de servir a nuestros compañeros, pero —dijo, apartando las dudas que le asaltaban— un oficial, o un mando, aunque sea del rango más bajo, ¿cómo sirve a sus hombres?

Cargando editor
03/04/2013, 16:16
Lengua Negra.

-Velando por ellos, respetándoles, procurándoles lo mejor, renunciando a los propios deseos, logrando que den lo mejor de sí mismos, haciendo incluso cosas que podrías odiar pero que son necesarias para el grupo. Estableciendo un orden, porque el caos es el enemigo del guerrero y el camino a la derrota, un orden que será el límite a todo lo que he enumerado antes. Y distanciándote en cierta medida de aquellos a quienes sirves y te servirán, porque mandar exigirá poner sus vidas en peligro. Eso y mucho más es servir a quienes lideras.

La voz de Lengua Negra había adoptado el tono de quien narra una vieja leyenda.

Cargando editor
03/04/2013, 16:27
Tarado.

Consciente de que había escamado al grupo, y había tomado el camino incorrecto, sabía que Lengua Negra tenía razón. Fue por eso que cuando me dio la orden me levanté e hice una reverencia al grupo a modo de disculpa, y me fui pensando en todo lo que él había dicho. Realmente hubiese querido decirle cuanto lo sentía, que no pretendía desafiarle, sino recordarle que antes que soldados éramos personas, que no éramos máquinas a las que pudiese tratar de forma impersonal, que para ser líder tenía que involucrarse en el grupo. Pero hacerlo, o al menos en público cuando me había ordenado recogerme en silencio, constituiría otra falta de respeto y otra desobediencia, y no quería tentar a la suerte y, sobre todo, no quería decepcionar más al que a partir de ahora sería mi líder. Es más, no quería decepcionar más al que a partir de mañana, cuando jurase, fuese mi hermano. Me daba más miedo el decepcionar a la gente, que el castigo que pudiese recibir de ella. Nadie se siente bien cuando otra persona lo molesta o lo decepciona, y yo no quería hacerle daño a nadie. Así pues recogí mis cosas y me fui pensando en las palabras de Lengua Negra.

No sabía si yo mismo era soberbio o no, no era quien para juzgarme a mí mismo, desde luego, igual que Lengua Negra no era quien de juzgarse a sí mismo, porque nunca seríamos objetivos con nosotros mismos. Desde luego no me parecía que fuese soberbio, estaba dispuesto a tener en cuenta mi posición hasta cierto punto, y cuando hablaba, sabía que no debía hacerlo, que quizá no me correspondiese decir según que cosas, porque no era lo que se esperaba de mí. Pero también sabía que si no las decía yo, nadie lo haría. Y no entendía por qué tenía que ser como el resto.

Quizá luego quisiese hablar con Lengua Negra, quizá pedirle una disculpa no estaría mal. Pero desde luego sabía que aunque no me correspondiese a mí decirlo, había una gran porción de verdad en mis palabras, y desde luego de eso si estaba seguro, al igual de que sabía que nadie me haría cambiar de opinión. Que todos debemos aprender de todos, no era mi verdad. Era un hecho. A mí me lo habían inculcado desde pequeño en mi tribu. Pero no solo debían aprender los demás, también yo. Considerar que lo había hecho todo, absolutamente todo bien, era absurdo, más cuando se había probado todo lo contrario. Por más que me fastidiase, Lengua Negra tenía razón. Pero esas palabras no eran solo aplicables a mí, también a él mismo. Y a veces me daba la sensación de que quería aplicárselas a los demás pero no a él mismo. Quizá ocurría que no se trataba solo de como deba de ser un líder, también de como puede permitirse ser. Quizá él era soberbio con nosotros porque sabía que podía serlo, aunque también supiese que le daría más resultado ser más humilde. Lo que sí era cierto es que él era consciente de su posición y yo no del todo. Y debía aprender a ser consciente de ella. Más que de mi posición, de la cual sí era consciente, debía ser consciente de que, antes que un padre o un hermano para mí, era el líder del grupo, y si lo desafiaba públicamente, el se vería obligado a defender su mandato ante mi rebelión. Si no lo hacía todos se le subirían a las barbas en algún momento dado, pensarían que podían faltarle al respeto públicamente, e incluso desobedecerle en el campo de batalla. Si realmente, como había dicho antes, lo que quería era que la compañía funcionase ahí fuera, debía ser consciente de lo importante que era la cadena de mando, tanto o más que el ser buena persona con tus hombres. No era que yo no tuviese razón, si no que él también la tenía. No más ni menos. Era sencillamente que había existido cierto malentendido. Pero ya habría tiempo para solucionarlo.

Ocurría también que tenía tanta prisa por decir tantas cosas, porque sabía que si no luego la mitad las olvidaba, que en ocasiones perdía la paciencia, y quería decirlo todo de golpe, y resultaba confuso y abrumador. También debía aprender a controlar aquello, o no se me tomaría en serio. A pesar de todo, había sacado una lección de aquello. Supongo que eso contentaría a Lengua Negra y al resto de mis compañeros, si supiesen que había aprendido algo. Aquello me hizo sentir mejor, y una sonrisa se esbozó en mi rostro. Estaba tranquilo, si me comportaba, las cosas no podrían si no mejorar. Y ya hablaría con Lengua Negra en privado. Y le explicaría que estaba arrepentido, no por lo que había dicho, si no por como y cuando se lo había dicho. La sinceridad no debe ser excusa para perder las formas.

 Luego llegó la pregunta de Manta, que de algún modo ya había formulado yo antes. Lengua Negra, al fin y al cabo, había dicho finalmente lo que yo quería oír. Y Manta había sido inteligente haciendo una pregunta que obligase al oscuro a hablar y dar la respuesta que todo el grupo quería escuchar, en vez de ser tan idiota como yo, y hablar sin darle al otro oportunidad de expresarse. Me dieron ganas de aplaudir al Campamentero. Había logrado hacer salir de la boca de nuestro futuro líder las palabras que yo quería escuchar, sencillamente con una pregunta. Era más inteligente que yo, lo que demostraba que merecía mucho más ser segundo. Yo era impulsivo, algo que podía venir bien dentro del campo de batalla, pero nada bien cuando tienes que pensar con la cabeza fría. Definitivamente, mi puesto no era ser segundo de nadie, aunque tuviese valores, me faltaba la inteligencia necesaria para ello.

Cargando editor
03/04/2013, 16:39
León Anciano.

León Anciano no se postuló. Sería un suicidio hacerlo. Él, con la poca fuerza que le quedaba, solo servía para cuidar equinos y para apoyar al resto con el arco. Él solo tenía sabiduría, y ¿acaso sirve eso para algo en el campo de batalla?

-Cualquiera de los aquí presentes está mucho mejor capacitado que yo para ser el Segundo al Mando, y por ello no me postularé para ello- Habla con voz mermante el anciano, agotado -Pero Lengua Negra, si no consigues un Segundo decente y crees que un viejo puede serte de ayuda, cuenta conmigo.

Cargando editor
04/04/2013, 02:47
Manta.

Lengua Negra enumeró las formas en las que un líder servía a sus hombres. El codo de Manta se pegó a su costado, y el brazo descendió hasta formar una paralela con el suelo. Se quedó mirando la mano con ojos brillantes.

“Velando por ellos, respetándoles, procurándoles lo mejor, renunciando a los propios deseos, logrando que den lo mejor de sí mismos, haciendo incluso cosas que podrías odiar pero que son necesarias para el grupo”.

Manta pensó en su sueño de esa tarde, en el que se transformaba en ave multicolor que sobrevolaba el mundo que había conocido, desde la Gran Sabana hasta Cho’n Delor. Se imaginó al líder que ilustraba Lengua Negra también como un enorme pájaro que planeaba sobre sus hombres, resguardándolos con sus alas extendidas en toda su envergadura. Un pájaro capaz de rozar los cielos, pero que se mantenía siempre cercano al suelo porque era lo que esperaba de sí mismo.

“Estableciendo un orden, porque el caos es el enemigo del guerrero y el camino a la derrota, un orden que será el límite a todo lo que he enumerado antes”.

En su sombra, los hombres caminaban en filas alineadas, en posiciones equidistantes, cada paso un solo golpe en la tierra.

“Y distanciándote en cierta medida de aquellos a quienes sirves y te servirán, porque mandar exigirá poner sus vidas en peligro”.

Esa parte la he comprendido desde el principio, por desgracia. ¿Es por eso que le envían con nosotros, Lengua Negra? ¿No por castigo, sino porque está demasiado cerca de su familia?

Las palabras del oscuro, en lugar de disipar sus dudas, añadieron nuevos interrogantes. Manta los saboreó todos durante unos instantes, consignándolos en su memoria para dilucidarlos algún día. Quizás.

Manta levantó, al cabo, de nuevo, la mano. No sabía si era apto, ni si compartía las apreciaciones de Lengua Negra, ni si las deseaba siquiera, pero sentía más que comprendía, porque no era un hombre de rápido intelecto, que podía tratarse de la respuesta que estaba buscando. Si es que finalmente era una respuesta.

Cargando editor
04/04/2013, 16:54
Lengua Negra.

-Todos sois importantes en la Compañía y más en este pelotón, León Anciano. Hay mucho trabajo por delante y escaso tiempo. E ignoro mucho de vuestra realidad. Es por ello que en este momento repartiré ciertas funciones entre vosotros y deberéis cumplirlas. Plumilla, necesito que para mañana lo más tardar me proporciones un listado con el estado de salud de los miembros de este grupo. Ilesos, heridos y graves. Y tus necesidades materiales para cumplir con tu labor de sanadora -dijo a la joven curandera-. Piojillo, por tu parte, quiero que me informes acerca de los pertrechos de los Campamenteros. Armas, escudos y armaduras. Personalizado. Qué tiene cada uno solamente. Manta, por tu parte, te encargarás de hacerme saber quiénes tienen tienda, manta y estera así como odres de agua. León Anciano, tu labor será hacerme saber si el pelotón dispone de carros y monturas así como su número. Y quiero saber las habilidades de todos y cada uno de vosotros. Arco, espada, maza... lo que sea. Y si no disponéis de aquello que os hará más útiles para la pelea deberéis decirlo. Comentádselo a Keropis. Keropis, averigua también si entre los nuestros hay un potencial jinete -concluyó-. Y una última cosa antes de dar por finalizada esta reunión. Mañana iniciaremos una jornada de entrenamiento. Solo para aquellos que estén ilesos. Todo aquel que esté herido deberá descansar. Os quiero recuperados en la medida de lo posible antes de partir. Eso es todo. Ayudad a los heridos a regresar a la tienda y el resto, preparaos para la despedida que oficiará en breve Rastrojo.

Notas de juego

Sacando a Tarado de destinatarios.

Cargando editor
04/04/2013, 22:21
Chamán Rojo.

Lengua Negra había tomado una buena decisión al interesarse por lo que sabía hacer cada uno. Un buen jefe tenía que saber el fuerte de cada miembro de su grupo para poder potenciarlo al máximo. Tomé una decisión y me acerqué a él.

Lengua Negra, señor, ¿podemos hablar en privado, por favor? pregunté manteniéndome firme, sin agarrarme las manos, aunque era lo que estaba deseando.

Cargando editor
04/04/2013, 23:29
Lengua Negra.

Lengua Negra miró a Chamán Rojo y asintió.

-Sí, desde luego. ¿Es urgente o puede esperar al traslado de los heridos?

Cargando editor
05/04/2013, 00:01
Chamán Rojo.

No señor, puede esperar al traslado de los heridos añadí con seguridad. Me acerqué hasta Plumilla. Ella era la que les había estado curando, así que lo mejor era acudir a ella.

Plumilla, puedo ayudar a trasladar a los heridos. ¿Quién crees que debemos llevar primero?

Cargando editor
05/04/2013, 00:20
Lombriz.

Lombriz asistió a la reunión en cuerpo más que en mente. Su consciencia parpadeaba, y la negrura lo absorbía unos instantes cada vez, antes de escupirlo de nuevo a un lugar en el que la voz de Tarado sonaba y sonaba, y nunca, nunca, llegaba a decir nada. Pocas de las taras que le había dejado su vida como esclavo del Profanador de Mentes le dolían tanto como la que le impedía expresarse y pensar de la forma que deseaba en la lengua de los suyos, pero al escuchar esa incontenible marea de palabras, casi podía agradecer sus limitaciones.

La reunión llegó a su fin, y Lengua Negra dio órdenes a varios de los campamenteros que no había sufrido heridas. Para él no, para él solo había mortificante descanso en esa tienda de muerte. Hubiera preferido quedarse allí, bajo las estrellas y junto al fuego, y observar las llamas hasta que su sensual baile lo adormeciera, pero no era su decisión. No se olvidarían de él, alguno de los campamenteros se acercaría, le ayudaría a ponerse en pie y haría el trabajo de sus agarrotadas piernas.

Cargando editor
05/04/2013, 00:23
Manta.

Lengua negra no eligió a su segundo en esa reunión, pero sí comenzó a repartir órdenes con veloz eficacia. El tipo de órdenes que Cochinillo no repartía, quizás porque no eran necesarias para alguien que conocía tan bien a sus compañeros, quizás porque no tenía la formación del hijo de Capitán. De cualquier modo, eran órdenes necesarias, especialmente tras la desgraciada pérdida de un tercio del pelotón.

Las órdenes de Manta eran sencillas, y no le debería costar demasiado llevarlas a cabo. Simplemente, informar a Lengua Negra de los pertrechos más básicos de cada uno de sus compañeros, pertrechos de los que algunos carecían. Se le escapó una mirada de reojo a Derviche, a quien recordó temblando, sin esterilla ni manta, en las primeras jornadas de camino.

Aun así, la tarea revestía un problema, no confiaba en su capacidad para memorizar los pertrechos concretos de cada uno de los campamenteros con la precisión que requería la petición de Lengua Negra. El oscuro, además de ser hijo de Capitán, era conocido como aprendiz de Analista. Conocía el arte de guardar las palabras en papeles y libros, para recordarlas y utilizarlas más adelante. Podría haber escuchado a cada uno de ellos y guardado sus palabras, no más que un momento con cada uno. Si había asignado la tarea a ellos, que lo harían con menor rapidez y mayor dificultad, debía tener una buena razón. Lo que debía hacer Manta era averiguar una forma de guardar las palabras, tal y como hacían los oscuros, pero sin utilizar palabras. Y, sonrió al pensarlo, creía que disponía del método adecuado.

—Keropis —Manta se acercó al blindado campamentero. No le gustaba el extraño hombre, pero también era su compañero, y no era conflictivo ni bocazas—, tenemos que hablar con todos los demás para hacer las listas. Será más rápido si las hacemos juntos, y además tengo una idea para que no se nos olvide nada. Si te parece bien, podemos hablarlo cuando los heridos estén en su tienda.

A continuación, se acercó a sus compañeros heridos. Eran unos cuantos, y varios de ellos, como el pobre Lombriz, no serían capaces de llegar a la tienda por sí solos. Sin embargo, antes de encargarse del antiguo líder del tercer escuadrón, tenía palabras pendientes con Derviche. Llegó junto a la mujer, se agachó junto a ella y se acuclilló a su lado.

—Derviche —dijo, en voz lo bastante baja como para que no sobresaliera entre los murmullos, los gruñidos y el ruido de pies—, piensa en lo que has dicho sobre Plumilla. Es tu compañera, no tu enemiga. Ha pasado todo el día cuidando de vosotros, sin descansar. Mañana no va a poder jurar con todos los demás, pero va a seguir curando por una escudilla de comida diaria. Cuando vuelvas a ser herida, aunque hoy no haya sabido tratar bien tus heridas, agradecerás que ella sea uno de nosotros.

»Y ahora —dijo, pasándole una mano por debajo de los hombros—, déjame ayudarte a llegar a la tienda.

Cargando editor
05/04/2013, 00:49
Reyezuelo.

Cuando Lengua Negra parecía que iba a terminar la reunión, una vez aclarada la pregunta a Manta, Reyezuelo se levantó. La respuesta de su superior le había hecho recordar antiguas leyendas e historias de su tribu. "Contaban que antaño a los nobles, a los dirigentes de la tribu, les llamaban de una forma muy especial "Sacrificios", pues eso es lo que eran. No estaban ahí para ser servidos, sino para servir, para dar su vida a sus congéneres y sacrificarse por ellos si fuera necesario, por su bienestar, por su seguridad." 

Siempre había creído que eso eran historias de viejas, cuentos de aldeanos que soñaban con un mañana mejor, donde no rendirían tributo a los nobles superiores a ellos... Parece ser que en la Compañía es igual, que realmente puede ser que el castigo y la disciplina sean necesarios, como en todo grupo. La anarquía y el descontrol no pueden crecer o se estaría abocado al fracaso. Pero los superiores, los mandos no están para llevar un mandato de miedo, como muy bien había dicho Lengua Negra, sino para servir a la tropa, imponer la disciplina necesaria para el buen funcionamiento y el orden en el pelotón, tomar decisiones que otros no se atreverían a tomar. Sacrificar la vida de uno para salvar la del resto, incluso sacrificar su vida por el bien de todos...

Miraba fijamente a Lengua Negra, miró a su alrededor viendo a cada uno de sus compañeros, futuros hermanos de capa la mayoría otros no, pero daba igual, había decidido dar ese paso adelante. Sacrificarse por todos y cada uno de ellos, en su nueva vida como portador de la capa dejaría atrás todo su pasado y en su futuro habría trazas de esas leyendas de su pueblo en las que la sangre de sus antepasados era la que se vertía como sacrificio de sus hermanos. Un antes y un después, siendo su futuro una vuelta al pasado que jamás conoció. El debía de ser el Segundo...

"Yo... seré el sacrificio." - Dijo aún algo ausente. - "Señor, me presento como candidato a ocupar el puesto de Segundo."

Aguantó la mirada alta mostrando su porte regio. Imponiendo, tal vez, su presencia a los demás, como tantas otras veces hizo en su aldea al organizar las batidas de caza y de guerra a su mando. Espero una leve señal de Lengua Negra y le pareció percibir un leve asentimiento o tal vez fue alguna de las sombras ritmicas que el fuego proyectaba en el rostro del superior. Fuese lo que fuese Reyezuelo volvió a ocupar su puesto. Ya habría tiempo de demostrar su valía, este no era el momento.

Cargando editor
05/04/2013, 09:27
Keropis.

Keropis miraba la reunión y, cada vez más, pensaba que Tarado aunque le parecía un buen compañero, tenía que aprender a contener la lengua, pues lo único que hacía era empeorar las cosas. Cuando Lengua Negra comenzó a dar órdenes se sintió algo incómodo, pues sabía que así era como funcionaba la Compañía; pero el ermitaño aún tenía una fuerte independencia.

Cuando Manta se le acercó y le propuso hacer el trabajo juntos, asintió:

- Me parrrece bien. Te esperrrarrré aquí fuerrra -dijo mientras seguía mirando el campamento. Iba a tener que hablar con todos los miembros del pelotón; pero si era parte del trabajo, podrían hacerlo en unas horas, aunque su labor fuera escasa: - Dime si sabes montar, ¿sí o no? -y al siguiente.

Fuera lo que fuera lo que se les venía encima, no iba a ser agradable. La batalla que había presenciado sería simplemente un aperitivo. De eso estaba seguro.