Partida Rol por web

El ermitaño iba a contestar, pero Manta comenzó a explicarle su plan y decidió quedarse tranquilo y esperando, y cuando terminó, Keropis respiró profundamente y habló- Yo ssse essscrrribirrr -dijo mirando al K'hlata- asssí que no deberrría haberrr ningún prrroblema. Rrressspecto a lo de Piojillo, podemosss irrr a prrreguntarrrle.

Y sin más dilación, el ermitaño se acercó a Piojillo y lo escuchó dar su informe mira hacia Manta- Crrreo que ya ha hecho sssu trrrabajo, asssí que pongámonosss con el nuessstrrro ya.

Y se dirigió hacia la tienda de los heridos, donde estaba la mayoria del grupo y donde podrían hacer casi todo el trabajo en un momento. Entró y lanzó una pregunta a todos.

-¿Quiénesss de vosssotrrrosss sssaben montarrr a caballo?

-No me molestas, Asesina. Al contrario, me honras con tu petición, pero debo decirte lo mismo que a Chamán Rojo que previamente me pidió lo mismo. Debo rechazar tu demanda. La razón es sencilla y espero que la comprendas. Ahora soy líder de los Campamenteros. Convertirme en el hermano de capa de uno de vosotros sería un acto que privilegiaría al elegido frente al resto. Soy como un padre que no debe elegir entre sus hijos, que no debe establecer favoritismos. En otras circunstancias, cumpliría con lo que me pides de buen grado. Ahora y siendo tu líder, no puedo hacerlo. Tal y como dije, debo serviros a todos e incluso debo tomar decisiones que no son de mi agrado. Espero que lo entiendas -dijo Lengua Negra a Asesina.

Michou sonrió levemente a Asesina, eso era mejor que nada un gracias ocultado entre palabras para no decir la palabra indicada. Se detuvo unos segundos para mirar la tienda de heridos, la verdad es que hubieron muchos y demasiadas bajas, pero entonces la voz de Keropis le hizo girarse.

- Yo he estado practicando con Sicofante, aunque aún me queda algo por aprender, si tenéis algo urgente puedo ir a buscarlo- dijo al ermitaño.

Tenía que haber preguntado antes de emocionarme y creerme tan listo y útil. La escritura era un tabú fuertemente arraigado en la cultura k’hlata. Y él, aunque había crecido con los seguidores de campamento, rodeado de muchos oscuros, mestizos y k’hlatas atípicos, no había tenido a nadie que se la enseñara. Pero Keropis, bajo su armadura y sus vendas, no era un k'hlata, y Manta no sabía ni quién era, ni de dónde venía. Bajó la cabeza decepcionado y siguió al guerrero a la tienda de los heridos.

—Piojillo no ha terminado la lista —dijo antes de entrar—. Yo mismo tengo armas que no ha mencionado, y no le he escuchado mencionar a Lombriz. De todos modos,  ¿tienes de esa leche negra, papel y una pluma de pájaro que se utilizan para... para “escribir”?

Solo hacía unas horas que Piojillo había perdido su posición de segundo del pelotón, y ya mostraba el tipo de despreocupación que había conducido a la muerte de tantos de ellos. Fuera cual fuere el objetivo de Lengua negra al asignarles esas tareas, no tenía sentido llevarlas a cabo con tal ligereza.

Asiento ante las palabras de Lengua Negra. Si bien estas no me agradan estaba preparada para ello y sabía que era lo más probable que ocurriera. Aún así todavía me queda mucho por decir.

Me parece una decisión muy sensata, hermano. Y es por ello que os pido, como nos pediste, que me consideres como tu segunda al mando -le digo tratando de ser amable, aunque en el fondo de mi ser solo deseo arrancarle la lengua por la que me acaba de rechazar. Aunque he de reconocer que sabe usar las palabras -en la batalla fuimos rodeados al dar la alerta los enemigos pero logré matar a dos de ellos aún estando rodeada por más de ocho enemigos. Esquivé sus golpes una y otra vez, dando tiempo a mis hermanos de batalla. Soy una buena luchadora, Lengua de Serpiente, incluso podría deciros que soy una de las mejores del grupo. Creo que tu y yo podemos complementarnos bien. Como tu segunda al mando me lanzaré a la batalla cuando y como ordenes, dando muerte a nuestros enemigos y liderando las cargas mientras tu diriges el ejército. Creo que juntos podremos darle el honor que se merece a este pelotón.

Le doy varios segundos para que se lo piense, algo que no suelo hacer con nadie pues todos acaban muertos bajo mi arma al no responder afirmativamente con rapidez. Y, aunque rechaces mi propuesta, quiero que sepas que tienes mi lealtad y que trataré de esforzarme todo lo posible para que me veas digna para el puesto -aunque tenga que matar para ello, pienso para mí, sin distinguir en mi mente entre enemigos y aliados.

Lengua Negra ya había pasado previamente por las inmediaciones de la Tienda de Heridos y coincidido con Plumilla, la cual le había informado del estado de los Campamenteros. Una docena de ellos se encontraban en perfectas condiciones en aquella jornada, algo muy halagüeño ante la realidad de la noche anterior. 

Colocado en el punto central de la que fuera la zona de reunión de la víspera, esperó a que uno tras otro, aquellos que estuvieran ilesos se acercaran para comunicarles sus planes de entrenamiento. Los dos heridos leves, Belleza y Sabandija, tal vez tuvieran una oportunidad. Los graves deberían descansar.

El sol ya comenzaba a asomar, y León Anciano despertó con cuidado. Creía ser el primero, aunque con lo que tardaría en levantarse, no por pereza sino por su edad, igual incluso acababa por quedarse en la cama para siempre. A León Anciano no le preocupaba morir, sabía que la gran parte de su vida ya había sido realizada. Pero no de esta forma. Si tenía que morir antes de que la compañía finalizase, que fuese en combate. Fuera cómo fuese, prefería no perecer aún.

Cuando se levantó, se asomó fugazmente al exterior desde la tienda. Sólo había alguien en pie: Lengua Negra, el nuevo "líder" de su Pelotón. Le parecía una buena oportunidad para hablar con él, así que salió sin pudor de la tienda, y saludó gentilmente a Lengua Negra.

-Hola Lengua Negra.- Sonrió, mostrando dos filas de gastados dientes -Veo que has madrugado bastante hoy ¿Sucede algo?

Quizás sólo quería hablar con alguien, quien sabe si con él. Pero su ancianidad le había enseñado a ponerse siempre en lo peor. Bueno, era un buen método para no llevarse chascos.

-León Anciano -dijo Lengua Negra a modo de saludo-. No, no ocurre nada especial. Tan solo aguardo a que el pelotón despierte y se concentre aquí para organizar los entrenamientos. Y de igual modo, me gustaría saber si las labores que os encomendé ya han sido realizadas. Demasiadas tareas y poco tiempo. Mucho por hacer, mucho por decir, mucho por escuchar. Nada nuevo bajo el sol.

Keropis se levantó y se dirigió hacia el punto de encuentro, donde encontró a Lengua Negra.

-Ssseñorrr -dijo a Lengua Negra- de momento sssolo me rrressspondió Michou, y dice que recibió algo de entrrrenamiento con Sssicofante. Dessspuésss del entrrrenamiento intentarrré que me rrressspondan más.

-Oh, bien si es así- En ese momento recuerda algo. Lengua Negra le mandó en la reunión de anoche que se informase sobre si alguno de nosotros tenía algún tipo de montura. Por desgracia no era así. -Por mi parte no, nuestro pelotón no tiene ningún tipo de monturas. A no ser que podamos considerar nuestro el camello del fallecido Mentiroso. No obstante, creo que se lo quedará el pelotón de los Exploradores, así que no, no tenemos monturas de ningún tipo. ¡Oh, Hola Keropis!

León Anciano no se sienta. Permanece a una distancia prudencial de Lengua Negra, buscando a su alrededor algo que poder desayunar. Vegetales probablemente.

Plumilla llegó donde se habían reunido los campamenteros y aguardó en silencio a que llegaran todos procurando no quedarse dormida de pie de nuevo.
La conversación con Lengua Negra no había sido tan inquietante como las reacciones del oscuro. Reacciones que bien podrían haberle helado la sangre a la K'Hlata que se obligaba a mantener a raya el rechazo instintivo que había sentido hacia su superior, quien se le antojaba siniestramente perturbador.
Él estaba ahí, con gesto frío y altivo en el centro, sabedor de ser el centro de atención de los campamenteros.

Plumilla suspiró por la nariz y cruzó los brazos bajo el pecho. No sabía qué repercusiones tendrían sus palabras y en ese momento intentaba pensar qué era lo peor que podría pasarle.
Podrían llamar a Sedoso.
Ese pensamiento solo hizo que la K'Hlata casi cayera al suelo. ¿Podrían hacer eso?
No, Plumilla, no seas tonta... no te llevarían con Sedoso por eso. Se calmó a sí misma.

Manta se acercó a Lengua Negra, que se encontraba ya esperando junto a los rescoldos de la hoguera de la noche anterior. Afortunadamente, la noche había sido larga y descansada, y se encontraba con ánimo de entrenar. Aún le faltaba bastante para completar el encargo del nuevo líder, pero confiaba en que, con todos, salvo los heridos, reunidos allí, no le llevaría mucho más tiempo.

—Los heridos no parecían anoche en condiciones de hablar mucho —respondió Manta—. Durante los descansos espero terminar de hacer el inventario de aparejos. Por lo demás, yo estoy ileso y puedo entrenar tanto como sea necesario.

- León Anciano encuentra algunas provisiones, principalmente rábanos y zanahorias, pertenecientes a las fuerzas derrotadas del Triplete.

-¡Eureka!- León Anciano esbozó una sonrisa de amplia satisfacción, mientras recoge de los alrededores a la zona del pelotón de los campamenteros todos los rábanos y zanahorias que encuentra. Desde luego, serán suficientes para desayunar.-¿Alguien quiere algo?

Sea cómo sea, León Anciano agarró con contundencia una de las zanahorias, de un tamaño mas o menos generoso, y deja junto a la pila, donde ayer había una hoguera, el resto de las hortalizas.

-¿Cómo avanzan los heridos, Plumilla?

Me presenté en el lugar indicado puntual y dispuesto a tener un día tranquilo. No quería más discusiones con nadie de allí. El mosqueo de la noche anterior se me había pasado, pero no por ello estaba de mucho mejor humor. Solamente estaba más tranquilo. Aún sentía cierta aprehensión hacia Lengua Negra y mis compañeros en general, no me sentía como el resto, en ningún sentido. Era sincero hasta llegar al punto de hiriente, aunque sin serlo a propósito, indisciplinado, y muchas otras cosas que quizá en algún otro lugar fuesen una ventaja, pero en la Compañía eran un estorbo. Tendría que aprender a comportarse.

Así que una vez llegó a la reunión de campamenteros se mantuvo en silencio, a un lado, esperando a que le ordenasen algo.

Plumilla miró a León Anciano y sonrió con dulzura, dejando que la calidez de la sonrisa ascendiera a los ojos color miel mientras avanzaba hasta la pila de hortalizas halladas pero sin tomar ninguna hasta que no se diera permiso.

-Necesitan descanso, algunos si hubieran obedecido estarían hoy lo suficientemente bien como para entrenar-sacudió la cabeza haciendo bailar las largas rastas que le llegaban hasta las caderas-Aun así se encuentran fuera de peligro-inclinó la cabeza como muestra de respeto-gracias por preguntar por ellos, León. ¿Necesitas algo de lo que tenemos en la tienda?, con el descanso seguramente la mitad de las hierbas para ungüentos no se usen y si se marchitan perderán sus propiedades.

No se necesitaba ser muy listo para ver como todos los campamenteros en mayor o menor medida mantenían las distancias con Lengua Negra y no podía culparles pese a que el oscuro seguramente les castigaría de alguna forma por ello.

¿Y si no lo hace?

-Está bien, Manta. Este es un buen momento para hacerlo si nos apresuramos. Quiero comentaros que la Compañía ha accedido a cedernos un carro con sus mulas, de los cuales tú te harás cargo, León Anciano. He oído decir que eres hábil con los animales -dijo Lengua Negra al tiempo que cogía una zanahoria, la espetaba en un palo y la acercaba al fuego-. Asimismo contaremos con una tienda de heridos para seis personas y que podremos usar para otros fines también. Y Plumilla, nos dan igualmente material de cura para que puedas ejercer más tu labor como sanadora.

Lengua Negra vio llegar a Tarado, momento que aprovechó para comentar unas últimas cosas.

-Debo deciros que Piojillo ha renunciado al juramento de capa, demorando este a una próxima ocasión. Y Tarado ha sido sancionado y no jurará, siguiendo como recluta hasta demostrar ser digno de tal privilegio. Estará en período de prueba durante estos días y de su comportamiento y actitud dependerá de que siga en el seno de los Campamenteros o sea trasladado al pelotón de reservas -giró la zanahoria sobre el fuego-. Respecto al entrenamiento de hoy, nos dedicaremos al ejercicio físico exhaustivo, ocultación, sigilo... Nada de combate. Este lo dejaremos para mañana y será sin verdadero contacto físico. Fintas, ataque, defensa, monta, cargas... Pero nadie golpeará a su compañero. En ningún caso. No quiero heridos. Ni uno solo. Y Asesina, Derviche, Niña de Oro y Odio no entrenarán hoy. Aún no se han restablecido completamente y no quiero que nada perturbe su recuperación. Bien, esto ya está -comentó sacando la zanahoria del fuego, cocinada y humeante-. Os aconsejo comer y que todo aquel que tenga un odre de agua, lo lleve consigo. Entrenaremos en el exterior del campamento, en pequeños grupos. ¿Alguna duda o pregunta?

Me adelanté y respetuosamente le expuse mi duda a Lengua Negra.

- Señor, yo necesitaría, además del entrenamiento que haga con el grupo, seguir entrenando después, en solitario o acompañado, ya que quisiera afirmar y practicar mis conocimientos con la lanza para la batalla de mañana. Me siento más ágil últimamente con ella, pero desearía afianzar estas habilidades para la batalla que nos espera, y para ello necesitaré hacer algo de entrenamiento extra en lugar de descansar, y descansar menos horas... Espero que no haya ningún problema con ello.

Cuando finalmente terminé de exponer mi duda, me volví a mi posición, esperando una respuesta por parte del líder de los Campamenteros.

Piojillo permaneció atento a las explicaiones. Se había pertrechado para el combate y aunque no fuese a haber tal, decidió cargar con todo su equipo para acostumbrarse a él en la batalla. Se esforzaría tanto como diera de si su cuerpo, por lo menos intentaría prepararse para lo que les venía encima.

Cuando Lengua Negra hizo mención a su decisión, ni si quiera pestañeó, era algo meditado. Cogió algunos vegetales y se los comió con ganas. No abundaba la verdura fresca.

No tenía dudas ni preguntas, llenó sus dos odres de agua y esperó a que le dieran una orden.