Partida Rol por web

Por lo pronto habíamos empezado el combate con ventaja gracias al factor sorpresa de Rhasgar. Así que con el amuleto de mi dios aferrado con fuerza, me adelanto unos pasos y señalo con mi dedo índice a Golash. - No confíes más en tus armas, hombre-rata, se romperán en pedazos cuando menos te lo esperes. La voluntad divina así lo ordena. Tras concentrarme unos segundos mi plegaria comienza a dar sus frutos y en la superficie del arma de Golash empiezan a aparecer las primeras grietas.

La pantera se mueve con grácil gracia y salta sin problemas las brasas. Su forma felina busca una buena posición y comienza a poliformar volviendo a ser un elfo de aspecto salvaje. Extrae su totem y apunta a las dos grotescas criaturas, de ella mana una energía mística.
- Em lamish osh Khauntea

Rhasgar se dedica a bajar de su posición, en ella es demasiado vulnerable y prefiere afianzar sus pies en el suelo.

El sonido de placas metálicas envuelve la sala como si fuera un ejército entero moviéndose...  Goinar se mueve a lo largo de la sala, situándose al otro lado de las brasas, listo para atacar a su enemigo.

Podría parecer cómico si no fuera por el martillo en la mano del enano y la cara enrojecida de rabia de su portador:

POR LOS CALZONCILLOS METÁLICOS DE MORADÍN, OS VOY A MACHACAR

El acero del escamoso de mi grupo y de nuestro rival impactaron, y el sonido producido viajo hasta mi, haciendo que mi atención se posara sobre ellos a tiempo de ver como los cortes aparecían sobre mi compañero, que fue justo antes de sentir la ráfaga que debilitada movió mis ropas y cabello. Tal vez me equivocara, pero en ese momento me pareció que mis compañeros habían desoído las advertencias que le había lanzado sobre la extraña “aura” que había visto en nuestro rival.

Tras perder esos escasos segundos, caí en la cuenta, el combate estaba llegando a mayores y el ruido comenzaría a extenderse por la cueva como la peste. Tenia que buscar un medio de hacer que todo el sequito de nuestro rival se quedara fuera, o al menos entretenerlos un rato. Mire a mi alrededor, y fue cuando vi al otro hombre lagarto mover aquella pesada estantería. Corrí hacia el lugar, la tome y la lleve a la puerta, donde la use para atrancarla poniendo el estante a modo de cuña.

La enorme criatura se ha lanzado contra él con tanta fuerza que sólo el escudo ha evitado daños mayores. Aún así, tiene varios cortes por todo el cuerpo y la sangre ha comenzado a manar lentamente.

- Joder, pero qué mierda ha sido eso?

Todavía dolorido, aprieta la mandíbula y con decisión se coloca junto a su rival.

- Te voy a meter esa espada por el culo, rata asquerosa

Levantando la cimitarra sobre su cabeza, la deja caer con todas sus fuerzas intentando alcanzar la de Golash.

El ataque de Heskan no falló por mucho. Paró el golpe con su espada, pero la fuerza del licantropo se veía disminuida por la difícil postura a la que se vio obligado y al final la cimitarra apartó el espadón y a punto estuvo de hendir la carne. 

Lo que se encontró, en cambio, fue una barrera mágica de aire. Tan fuerte fue la corriente que desvió el golpe, dejando indemne a Golash y frustrando el ataque de Heskan.

La expresión de Golash era de frustración hasta que la barrera entró en acción, cuando la sustituyó por una de sorna. Levantó el espadón y después de envolverlo en un nuevo resplandor rojizo lanzó un ataque sobre el dracónido.

Este fue capaz de redirigir lejos de su cuerpo la trayectoria del espadón, evitando totalmente el ataque. 

Golash gruñó y rugió lleno de rabia. El dracónido le estaba frustrando y distrayendo del resto, pero el hecho de que escapara constantemente de sus ataques le ponía frenético. Tumbaría primero a esa muralla andante y luego el resto caerían como moscas.

El hombre-rata seguía obcecado en acabar con nuestro compañero dracónido, así que aprovechando el momento entono una plegaria a mi señor Amaunator para que queme al dichoso infiel. Una columna de fuego sagrado desciende de los cielos para abrasarlo. Mientras Golash sufre daño por el fuego, una luz reconfortante rodea a Heskan y le da fuerzas para aguantar más tiempo.

Chaedri, aunque falla su ataque no ceja en su empeño y agarrando con fuerza su tótem vuelve a entonar una plegaria. - Emme suma mme da siba mum, Khantea. Sus palabras son un leve murmullo y sus ojos entrecerrados se dirigen a su objetivo, Golash. El cántico aumenta en intensidad y de sus manos surge un destello de escarcha que se dirige al enenmigo que lucha cuerpo a cuerpo contra el dracónico.

Un río de fuego y dolor cayó sobre el gigantesco hombre rata, que no tuvo oportunidad alguna de defenderse. EL torrente de llamas chocó en un principio con una barrera esférica alrededor de su objetivo, lanzando chispas por doquier conforme esta giraba, pero casi inmediatamente la atravesó como si no fuese mas que una mera molestia, y Golash gritó a pleno pulmón al volverse su mundo un mar de llamas y llenarse sus pulmones de aire demasiado caliente. Mientras tanto, el calor y la luz del fuego llenó el espíritu y el cuerpo de Heskan, consiguiendo que se olvidase por completo de algunas de sus heridas.

Después llegó el ataque de Chaedri, de una naturaleza total y absolutamente opuesta, brillando con gélida luz. El helado orbe impactó con la barrera, como hiciera la columna de llamas, pero al contrario que esta no pudo superarla. La barrera, que daba vueltas sin cesar, fue erosionando poco a poco el orbe de hielo hasta que pasados unos instantes, solo unas cuantas chispas azuladas flotando en el aire eran prueba de que había ocurrido.

Rhasgar se acerca al dúo de oponentes y suelta una bocanada de hielo que cubre a ambos seguida de un chorro que llena de escarcha y hielo a Golash.

Las placas vuelven a resonar otra vez en la sala, cuando Goinar se mueve a través de ella, esquivando las brasas y a su compañero dracónico.

¡Apártate piel de pescado! Te voy a enseñar lo que es tener la piel dura...

Dicho esto, Goinar se coloca entre los dos enemigos y hace estallar su ataque de piel pétrea, atacando a sus adversarios. 

Las sucesivas andanadas de hielo llovieron sobre Golash y traspasaron su burbuja protectora con facilidad, congelando hasta los huesos al zoántropo. Pero ni un segundo de descanso tuvo porque justo después llegó el demoledor ataque de Goinar, que dejó malherido a Golash.

Una vez sentí la retaguardia protegida, al menos temporalmente, pose mi vista de nuevo en nuestro enorme rival, Golash. Recorrí a duras penas unos metros hacia adelante ignorando cualquier distracción, y en el mismo momento en el que frene dispare dos flechas nuevamente, intentando aprovechar que parecía ya debilitado.

La primera flecha de Dalrien parecía que iba a dar en el blanco hasta que entró en contacto con la ya más que desvelada barrera protectora que cubría a Golash. La flecha se zarandeó y perdió su objetivo, pero tal era su velocidad que simplemente acabó clavándose en una zona distinta del licántropo a la que Dalrien había apuntado, desplazándose meramente unos centímetros a la izquierda.

La segunda flecha iba con un poco menos de velocidad y la barrera la desplazó todavía mas, pero en ese caso jugó en detrimento de su protegido, porquela flecha iba a dar en el hombro derecho, donde le protegía una armadura, y acabó impactando en la clavícula izquierda.

Su último ataque ha fallado, pero vuelve a intentarlo ayudado por la maniobra de despiste de Goinar. Tiene todo a su favor, por lo que vuelve a lanzar su cimitarra contra la barrera del hombre rata, esperando que esta vez sí consiga atravesarla. Lamentablemente, el golpe es incluso menos certero que el anterior.

- Mierda, pero qué coño me pasa?

Golash cayó de rodillas con un alarido justo al tiempo que su espada volvía a relucir como si estuviese al rojo vivo. La barrera que le rodeaba, que hasta entonces había sido sutil y casi invisible se convirtió en una esfera perfecta de una delgada película de luz carmesí, mientras que el sutil movimiento de aire a su alrededor se convertía en una tormenta que levantaba el polvo de toda la habitación.

- ¡No! - rugió el zoántropo desde dentro de la esfera - ¡Aún no estoy acabado!

El espadón, con un brillo que dañaba a la vista si uno la miraba fijamente, empezó a extenderse por el brazo de Golash con zarcillos de luz que brotaban de toda ella, cubriéndolo completamente en cuestión de segundos y empezando a extenderse por todo su cuerpo mientras el licántropo intentaba apartar la cabeza y arrancarse los tentáculos con la mano libre. Luego el brillo dentro de la esfera fue tan intenso que no se podía mirar dentro igual que uno no podía mirar al interior del sol.

Flotsam chilló durante un mísero instante, pero cayó muerto al suelo incluso antes de que acabara el grito, aplastándose contra él como si no tuviera volumen y fuera tan plano como el papel. De él emergió una esfera de luz, a la par que otra que atravesó el cuerpo de Jetsam dejándolo igual de liso. Ambas entraron en la esfera de Golash.

Instantes después rugiente bola de luz se teletransportó. No se movió ni rápido ni lento, simplemente donde antes estaba ya no había nada, y apareció en el centro de la sala con un gran estallido. Todo se llenó de ceniza y brasas que se mantenían en el aire por el remolino que creaba la esfera a su alrededor, tan espesa y molesta era que no podían ver prácticamente lo que tenían delante y respirarla les hacía arder los pulmones.

La luz, por lo que podían ver los extraños compañeros de aventuras, cesó con dos leves golpes. Entre el polvo y la ceniza, durante unos instantes, vieron en lo que se había convertido Golash:

Tenía dos piernas, dos brazos y una cola, pero ahí acababan las comparaciones con lo que era hacía unos segundos. Su postura era mucho más encorvada, más monstruosa, su cuerpo estaba cubierto de una armadura blanca y verde, como el metal del espadón que antes llevaba. Sus extremidades que ya antes parecían zarpas, ahora lo eran y el monstruoso casco solo dejaba ver dos relucientes ojos rojos, como si fueran dos faroles. Las dos esferas de luz que habían emergido de sus secuaces daban vueltas aleatoriamente a su alrededor, y ahora no cargaba arma alguna.

Luego la tormenta volvió a levantar la ceniza y las brasas, y la visión desapareció, aunque quizá aquel punto rojo y brillante era su ojo... O solo más brasas.

T^oM_O e^L c_ONt^roL

Se escuchó venir del centro de la nube a aquella voz doble, en la que en algún lugar dentro de ese sonido estaba el timbre de Golash, pero estaba engullido por una estridencia, como el rechinar de dos espadas trabadas en combate, frotando sus filos continuamente, o el sonido de la mola contra el metal.

Cielo santo y bendito! digo para mis adentros al observar horrorizado cómo Golash se transforma en una especie de monstruo metálico. Casi sin tiempo de reaccionar, el enemigo se teleporta hasta el centro de la habitación, lanzando las brasas al aire. Trato de taparme los ojos y la nariz para que no me perjudiquen las brasas en exceso, pero el simple echo de respirar ya supone un ardor interno.

- ¡Señor, protege a tu siervo y a su rebaño de este mal! - entono en voz baja una plegaria al lord del alba mientras trato de buscar entre el polvo y las cenizas a Golash. Me fijo en el punto rojo de en medio de la sala, donde segundos antes había aparecido la metálica abominación. ¡Criatura infernal, yo censuro tus actos crueles! ¡Por la voluntad de Amaunator!

Aproximadamente desde el lugar en el que le vísteis por última vez, se oye a Jullian gritar:

- ¡Criatura infernal, yo censuro tus actos crueles! ¡Por la voluntad de Amaunator!

Después de la exclamación del humano, sientes como la magia procedente del mismo cubre tu cuerpo, generando una película protectora entre este y cualquier mal.