Partida Rol por web

-El viaje con la comitiva del clan fue tranquilo y aburrido. No sucedió nada interesante. Pero lo que me sucedió de vuelta a tierras escorpión, unos días antes de unirme a la comitiva del clan si que merece la pena ser escuchado.

Volvía de tierras de la grulla, donde había estado visitando a un aliado de nuestro clan. Daidoji Masahito estaba viviendo sus últimos días, era anciano y estaba enfermo. Fui a presentar mis respetos a su heredero, su segundo hijo Daidoji Orihei, y asegurarme de que cumplía con un acuerdo que firmó con nuestro clan hace meses.

Al poco de llegar, Daidoji Masahito abandonó este mundo y un heraldo Miya apareció con el permiso imperial de sucesión, a favor de Orihei, pero su hermano mayor apareció de improviso y se puso a conspirar contra su hermano menor. Alegaba una serie de bobadas, pero al final llevó el asunto a un duelo. 

Orihei me pidió que defendiese su causa, mientras que su hermano, llamado Daidoji Keita, luchó el mismo. 

Fui más rápido que él y logré el primer golpe, asegurando la sucesión de Orihei.

La mañana siguiente emprendí camino hacia tierras del escorpión, y en la primera pausa de ese viaje me crucé con una compañía de actores. Afirmaban venir de tierras Yasuki, e iban camino de Ryoko Owari. Junto a ellos viajaban un Kakita, un Shinjo y una Mensajera Ide.

Como viajábamos en la misma dirección, decidí viajar con ellos. Y bueno, aunque los primeros días fueron tranquilos, y pude disfrutar de varias obras de teatro, todo se torció cuando entramos en las tierras de nuestro clan. Estaban vaciando los carros para preparar el espectáculo cuando, de repente, 30 asaltantes de la organización "los asaltantes del bosque" atacaron la aldea. 

Al ser una aldea pequeña, sin ningún samurái a su cargo, tomé el mando de la defensa.

Primero mande a los campesino a coger su equipo de ashigaru y formar, y luego mandé a los actores a cambiarse rápidamente y ponerse el traje de sombras* para, a continuación, subirlos a los tejados con cualquier cosa que pudiesen arrojar. Y junto a los demás samuráis allí presentes formamos el núcleo de la defensa.

El principio fue duro pues los ashigaru tardaron demasiado en llegar, poniéndonos las cosas difíciles, pues Ide, Shinjo, Kakita y yo tuvimos que hacer frente en solitario a la carga de los ronins. Por suerte estos atacaron desorganizados, facilitándonos la tarea.

En cuanto llegaron los ashigaru y nos quitaron presión de encima, pudimos pasar a la ofensiva. La lucha fue breve pero intensa. Intentaba llegar hasta el jefe de los bandidos, pero uno de sus lugartenientes se interpuso en mi camino, permitiendo a Kakita enfrentar al líder de estos.

Mas o menos al mismo tiempo, el lugarteniente que me enfrentaba y Kakita cayeron. En cuanto de me libré de mi oponente, di la orden a los sombras de aparecer en los tejados y avancé para hacer frente al líder de los asaltantes.

Aunque ese ronin logró herirme, pude acabar con él, y la pérdida de su líder, sumado al efecto que les causó ver a esos heimin de negro en los tejados, fueron demasiado para los bandidos, que huyeron como cobardes.

Una vez que el campo estaba libre de enemigos, auxilié al kakita herido, logrando salvar su vida, aunque sus heridas le obligaron a retrasar su viaje. Hasta donde yo se sigue en esa aldea recuperándose.

Pero la sorpresa me la llevé cuando me acerque a los carromatos de los actores. Por lo visto un grupo de los bandidos habían atacado los carros y los actores habían luchado hasta el último defendiendo sus pertenencias. Sorprendido por ese extraño gesto de valor por parte de esos heimin, inspeccioné los carros que con tanto ahínco habían defendido. ¡Cual fue mi sorpresa al ver que transportaban 4 cofres llenos de opio!

Paro en seco cuando la chica casi choca conmigo, realmente es bonita, seguro que encuentra marido pronto.

Hago otra reverencia yo también. -Discúlpeme a mi, si no hubiese estado tan inmerso en mis pensamientos no habría sucedido nada.-  Termino mi inclinación y espero a que ella también se levante. Quizás haya visto a Doji-san, eso me facilitaría la búsqueda. En cuanto se levante miraré de preguntarle.

La cortesana intercambió varias miradas con su compañera durante tu relato. Cuando finalizaste sonrió, tapando su bella sonrisa a medias con su abanico.

 -Sois un narrador excelente. Casi he podido verme en la estancia donde realizasteis el duelo contra aquel grulla ebrio de poder.

 -Y la batalla… ¡Cuánta valentía demostró, samurái-san! Guiando a aquellos ashigaru como si fueran samuráis auténticos…

Si las cortesanas te estaban regalando los oídos gratuitamente o siendo sinceras se te escapaba, pero lo que sí sabías era que aquellas encantadoras muchachas no iban a dejarte ir muy lejos, al menos no de momento.

Con tanta conversación e historias, al final el trayecto hacia el comedor se os pasó más rápido de lo que cabría esperar. La estancia a la que llegasteis era amplia y lujosa, con una decoración sencilla y elegante, justo como cabría esperar del palacio de una de las familias imperiales. Sin embargo, a pesar del tamaño de la habitación, no hacía falta ser un ingeniero Kaiu para saber que allí no podían caber todos los invitados a la corte. Las mesas de madera bellamente lacada estaban dispuestas formando un óvalo y se encontraban ya casi todas ocupadas.

 -Venid samurái-san. Seguro que tras un viaje tan largo estaréis muy hambriento.

Las jóvenes cortesanas fueron contigo hacia el único lugar en el que había tres mesas vacías una al lado de la otra. En cada mesa había vajilla y palillos finamente elaborados para uso de los invitados y en cuanto tomasteis asiento, los sirvientes os dejaron el primer entrante sobre vuestras mesas y os sirvieron agua fresca para beber.

 -Itadakimasu.

Dicho esto, las cortesanas comenzaron a comer.

Levantó la cabeza y te dedicó una dulce sonrisa.

 -Sois muy amable, samurái-sama. También yo me encontraba distraída, por lo que no toda la culpa es vuestra.

Rápidamente, como si hubiera recordado algo importante, la joven cogió su abanico y lo desplegó para taparse pudorosamente la cara dejando sólo los ojos al descubierto.

 -Disculpad mis malos modales, samurái-sama. Ni siquiera me he presentado. Soy Asahina Hanuko, hija de Asahina Tamako y Asahina Yosuke. Hemos llegado hace cuatro días al palacio Seppun.

La chica te miró rápidamente, como intentando reconocerte.

 -Es la primera vez que os veo por aquí. Sois un recién llegado, deduzco.

-Disculpad mi rudeza, soy Daidoji Daisuke hijo de Daidoji Ryonosuke y Doji Ai- Le hago una reverencia. O una de dos, o es una chica a la que le han enseñado muy bien ser ingenua o lo es de por sí, pero es adorable.  -Y sí, soy nuevo en la corte, acabo de llegar conjunto con toda la comitiva Grulla. Andaba buscando a un compañero mio, tal vez podríais ayudarme, su nombre es Doji Naota, es un samurai joven con un parche en el ojo.- 

Mientras nos acercamos al corredor y escucho como las dos escorpión halagan mi historia, voy respondiendo a algunos de sus comentarios y preguntas.

Al entrar, mientras me acerco a la mesa en compañía de ambas, antes de empezar a comer, escudriño la instancia, tratando de reconocer a alguno de los presentes o hacerme una idea de cuantos de cada clan hay presentes.

Cuando nos sirven la comida y escucho a Bayushi Akemi desear buen provecho, respondo:

-Itadakimasu

    Aquellas palabras provocaron que Origumo levantara una ceja intrigado, aquello no era de su incumbencia, pero igualmente había llegado a sus oídos y ya era ridículo negarlo, por ello paso a ponerse de pie y dirigirse hacia donde se encontraban aquellos hombres con gesto despreocupado pero tratando de evitar saltarse la etiqueta.

    -Buenos días samuris-san, no era mi intención interrumpirlos, pero me encontraba por aquí apreciando la belleza de los jardines y no pude evitar captar parte de su conversación mientras meditaba. Si me disculpan y no puedo ayudarles en nada más marchare hacia otro lugar para evitar molestarlos y que puedan seguir tratando sus asuntos en soledad.- El monje habló con naturalidad, manteniendo un pulso firme, evito presentarse por el momento, solo ser sincero para actuar en consecuencia y poder valorar la reacción de los otros hombres, la conversación parecía ser importante pero ser indiscreto podría resultar problemático y el no era una líbelula con la habilidad para tratar aquellas situaciones.

Se quedó pensativa un momento antes de contestar:

 -Desconozco si se trata de Doji Naota, pero sí he visto a un joven samurái que responde a su descripción.

Señaló un pasillo gentilmente con su abanico en un gesto ensayado para darle más elegancia.

 -Se dirigía hacia allí junto con los sirvientes que llevaban su equipaje y sus compañeros de viaje.

Luego hizo otra educada reverencia.

 -Espero haberos sido de ayuda Daidoji Daisuke-sama.

Mientras disfrutabas del entrante compuesto por una deliciosa sopa de miso y unos rollos de carne y verduras de sabor delicado, echaste varios vistazos a la gente con la que compartías comedor. Los colores de los ropajes y los mones bordados en los elegantes kimonos te revelaron que tus acompañantes eran en su mayoría de los clanes de la grulla y del fénix. También había algún escorpión aparte de ti y tus bellas acompañantes, pero nadie a quien pudieras reconocer.

Al que sí que pudiste reconocer, ya que su reputación le precedía, era un shugenja del clan de la grulla, Doji Duke. Duke era famoso por haberse enfrentado a uno de los más terribles y poderosos Akutenshi del enemigo sombrío y haber sobrevivido sano y salvo. Cosa que no podía decirse de su bella esposa, una ishiken-do del Fénix, la cual había muerto durante el parto de su primogénito, a los pocos meses de contraer matrimonio con el shugenja Grulla.

Viendo dónde te le habías encontrado, todo parecía indicar que, tras haber guardado el luto correspondiente a su esposa, el samurái había regresado a la corte del emperador. Y no parecía estar para nada a disgusto, ya que las personas que lo rodeaban eran cortesanas grulla y fénix de gran belleza a las que dedicó alguna que otra sonrisa encantadora antes de ponerse a comer.

Cuando ambos hombres se vieron descubiertos por el Ise-zumi, intercambiaron una mirada algo nerviosa (más evidente en el caso del joven) y luego se pusieron a examinar al recién llegado.

 -Nosotros también comentábamos la belleza de los jardines, ¿no es así Taberu-san?

 -Eh, sí, así es. Es refrescante para el alma ver cómo los jardineros se han esmerado en sacar toda la belleza de este lugar.

 -Disfrutad del paseo, samurái-san. No seremos nosotros los que interrumpamos vuestras meditaciones.

Era evidente que, a pesar de que les habías dicho que les habías oído, ambos fénix se estaban esforzando en hacer como si ninguna conversación trascendental hubiera tenido lugar entre ellos. Y eso era, como mínimo, sospechoso.

Sin poder evitarlo una expresión de felicidad aparece en mi rostro, finalmente podría encontrarme con el de nuevo, después de este tiempo, tenía muchas cosas que contarle.

-Arigato gosai masu!!!- Le digo con un poco de emoción, sin querer y le hago una reverencia. -Me ha sido de mucha ayuda Asahina-sama!!!- Ya que no conozco su rango pues mejor prevenir que curar. -Ahora si me lo permite me retiro a buscar a mi compañero- Le debo una... tras despedirme de ella voy por el pasillo que me dijo para ir a buscar a Naota.

Al ver entrar a su progenitor trató de evadir su mirada todo lo que le era posible dentro del falso respeto que trataba de mostrarle cuando alguien se encontraba en presencia de ambos. Sintió algo de alivio cuando el heimin desapareció de la estancia, pero no tardó en tensarse de nuevo cuando la voz grave de él llegó a sus oídos. No necesitaba un sermón de alguien como él, y no estaba seguro de que esperaba porque desde luego su actitud como shugenja era intachable, aunque no a sus ojos al parecer.
-Creo que es complicado ofenderos, padre- nunca le llamaba así salvo que hubiese alguien delante, pero esta vez iba cargado de inquina e insinuaciones que no pasaban desapercibidas por él. Y sabía por qué lo decía.

Tras su última mirada de desprecio se quedó solo en la habitación. Trató de calmarse durante unos segundos y decidió salir a dar un paseo y reconocer el territorio con curiosidad.

¿Una carta? ¿Tan pronto? No estaba seguro de cuántas personas podían haberse enterado de que iba a acudir pero muchas menos se le ocurrían que pudieran tener tanto interés en comunicarse con él con semejante presteza. Tenía una especie de mal presentimiento y nada le gustaría tanto como estar equivocado. Podía ser sólo un considerado mensaje de bienvenida enviado a todos los invitados...

Hirachi agradeció sus servicios al sirviente y sólo se puso a leer la carta cuando se quedó a solas de nuevo.

Tras recorrer de un vistazo rápido toda la sala, mis ojos se posaron en la única figura que fui capaz de reconocer. El grulla, Doji Duke seguía gozando de una gran popularidad, especialmente entre las damas. 

Tras limpiarme los labios con mi servilleta, y beber un poco de agua. Dejo con suavidad la taza en la mesa y le digo a mis primas:

- Queridas primas, que podéis contarme de los samuráis que nos acompañan en esta apacible comida. Allí puedo ver a Doji Duke, famoso por sus hazañas, pero no logró ver a nadie más que pueda reconocer.

Kôkatsu deseó con todas sus fuerzas no haberlo salvado. Murasama seguiría vivo y él conservaría su brazo izquierdo.

- He venido a echar una mano. - tras una breve y elocuente elipsis, añadió - Espero que mi nuevo superior haga mejor uso de esta que de la anterior.

No estaba interesado en un enfrentamiento verbal con un escorpión y menos con uno tan rastrero como éste.

La muchacha se despidió de ti con una reverencia respetuosa y, en cuanto te alejaste, se fue por el pasillo caminando con gracia.