Partida Rol por web

El mismo heimin de antes vino para recoger todo lo empleado en tu baño y llevárselo de tu cuarto en el mínimo tiempo posible.

Mientras el sirviente salía de tu habitación, y antes de que pudiera cerrar la puerta, Doji Daiki, tu padre, entró en la estancia. Se sentó en el suelo y esperó en silencio a que el sirviente terminara de recogerlo todo y se marchara, dedicándole miradas de desprecio durante todo el proceso.

Cuando finalmente el heimin se marchó y cerró la puerta, dejándoos a solas, tu padre se dirigió a ti.

 -Naota, espero que estés listo para la cena de esta noche. Hace tiempo aprendí que no puedo pedirte que te comporte como el samurái que deberías ser, así que te pido que como mínimo muestres la mitad de lo que se espera de ti como samurái Doji. No toleraré que me avergüences.

Y tras dedicarte aquellas palabras, se levantó y se dirigió a la puerta.

 -Mandaré a un heimin a avisarte para que vayamos juntos. En la corte se sabe que eres mi hijo.

Y con estas palabras como despedida, se marchó, dejándote a solas en tu cuarto.

El sirviente te miró extrañado, pero no se atrevió a contradecirte.

 -Como gustéis, samurái-sama. Sus aposentos se encuentran en el ala este, en la zona de habitaciones de invitados. Si se dirige al ala este uno de los sirvientes le indicará dónde se encuentra su habitación, samurái-sama.

Y tras decir aquello, el sirviente empezó a organizar al resto de heimins para trasladar los equipajes de los otros samuráis y después guiarlos a sus cuartos.

Por tu parte, te quedaste a solas y con libertad de explorar los bellos jardines del palacio, como era tu deseo.

    El monje del Dragón parecía entretenido con el desconcierto del sirviente, pero no dijo nada. Sabía que había que respetar la etiqueta y no tenía intención de contrariar a sus anfitriones pero eso no significaba que fuese lo mismo que el resto. Se había quedado solo pero eso no le preocupaba, tomo nota mental de a donde debería dirigirse después y simplemente cruzo sus brazos tras la espalda de camino a los jardines, tenía demasiadas cosas de las que pensar y la vista del estanque seguramente le ayudase a relajarse.

-En verdad creo que el halagado soy yo, de gozar tan buena compañía durante este paseo-digo con naturalidad. La verdad es que viajé con la comitiva de nuestro clan durante todo el trayecto, pero eramos muchos, es normal perder un rostro entre la multitud-digo sonriente. El viaje fue tranquilo, y el baño que me acabo de tomar ha sido bastante revitalizante.

Pero no hablemos más del viaje, eso ya forma parte del pasado, hablemos del presente ¿Cómo pensáis pasar estos meses de frío invierno?

El cangrejo no guardaba un gran aprecio por el que había sido el líder de una misión fallida en la que había participado. Por culpa de aquel niño mimado había perdido un brazo y a su mejor amigo.

El escorpión parecía querer ignorarle. Kôkatsu apretó la mandíbula. No le daría esa satisfacción.

- Jotaro-sama - dijo al punto que se inclinaba levemente como se hace ante alguien de inferior categoría contrariamente al sufijo usado para referirse a él -. Por lo que veo se encuentra en plenas facultades. Me alegro de que se haya recuperado sin secuelas.

El bello jardín del palacio Seppun resultaba magnífico como siempre. Los jardineros se habían encargado de preparar la zona para que, a pesar del clima invernal, fuera un remanso de paz y belleza.

No se veía apenas gente caminando por allí. Algún que otro sirviente se apresuraba a cruzar el jardín con ganas de terminar sus tareas en el exterior cuanto antes y resguardarse en el cálido interior del palacio. Sin embargo, no se veía ningún samurái, ya fuera residente o invitado, por la zona.

Ocultó su sonrisa tras su abanico y miró de manera significativa a su compañera, la cual contestó con otra mirada muy similar. Después volvieron a centrar su atención en ti.

 -Hay muchas actividades que pueden realizarse en el Palacio Seppun si uno sabe dónde buscar. Se puede pasear por los jardines, escribir poesía en los balcones… O simplemente pasar un rato jugando a los acertijos relajadamente en las habitaciones.

 -Nosotras adoramos los acertijos, samurái-san. Tal vez después de la cena podáis encontrar un hueco para venir a jugar con nosotras.

Por sus gestos y sus miradas, te quedaba bastante claro que la invitación no era para pasar la noche jugando a las adivinanzas precisamente… Y eso implicaba tanto beneficios como riesgos. De ti dependía sopesar qué tenía más valor: mantener tu honra lejos de los escándalos o disfrutar de la compañía de esas dos bellezas. Claro, que siendo como eras un digno miembro de tu clan, tal vez pudieras apañártelas para ganarlo todo y no perder nada.

En el momento en el que le hablaste, el bushi escorpión fue plenamente consciente de tu presencia. O eso o ya no le quedó más remedio que dejar de fingir que no existías. Fuera como fuese, Jotaro te miró y sonrió, saludándote con una reverencia normal.

 -Me honra que nos encontremos de nuevo, Kôkatsu-san. Pero me sorprende ver a un miembro de vuestro clan inmerso en la corte del emperador. Después de todo, la labor del clan del Cangrejo es, y siempre será, proteger la muralla.

Contento de que todo fuese tal y como él había deseado, apenas pudo contener una sonrisa debajo de la máscara. Sin lograr del todo tapar la sensación de triunfo, les digo:

-Me alegra saber que tenemos intereses parecidos, primas, me apasionan los acertijos. Será un placer poder disfrutar de tan agradable juego. Por favor, enseñarme el lugar para que pueda encontrarlo tras la cena.

    El hombre tatuado logró al fin su momento de paz, se encontraba alejado de la mayor parte de invitados disfrutando de un hermoso paisaje por el que podía pasear hasta que decidió detenerse en un sitio apartado a meditar. Qué habría sido del furibundo Hiroshi o de la desafortunada Sachiko, había pasado más de un año desde la última vez que tuvieron ocasión de encontrarse, quizás en un futuro las fortunas volvieran a juntar sus caminos. De pronto algo pareció captar su atención, Origumo no estaba seguro de lo que se trataba.

Le doy las gracias a ambos sirvientes, el que me guía y la chica que trae mi refrigerio.

Cojo uno de los pastelitos y me paseo por los aposentos observándolos detenidamente, era una habitación agradable y bastante amplia, lógico en un castillo de la familia imperial. Me asomo por la ventana para admirar la hermosa vista a los jardines y ubicar mi posición en ellos.

Tras un rato, me quito las ropas del viaje y me pongo un kimono más cómodo, pero no por ello menos hermoso, una hermosa grulla bordada en color azul marino sobre mis ropajes de seda azul celeste, combinaban a la perfección con mis ojos. Ahora que ya estaba algo más decente decido dar una vuelta por el pasillo de los Doji, con suerte puedo preguntarle a alguien si ha visto a Doji Naota.

Sonrió y miró a su amiga antes de contestarte.

 -No debéis preocuparos, samurái-san. Os haremos llegar las indicaciones pertinentes tras la cena.

 -Exacto. Así que por ahora, ¿qué tal si nos contáis cómo os ha ido el viaje? Nosotras llegamos al palacio hará unos diez días y desde entonces no hemos encontrado a nadie capaz de relatarnos una historia que como mínimo nos entretenga un rato.

Mientras caminabas por el jardín en aparente soledad, unas voces que parecían estar participando en una animada conversación interrumpieron tus pensamientos. Eran las voces de dos hombres, eso estaba claro. Incluso pudiste captar algunas palabras de lo que estaban conversando.

 -¿Y decís que está circulando por el palacio? ¿A sus anchas?

La primera voz correspondía a un hombre joven, el cual hablaba con un claro tono preocupado.

 -Dicho así sé que suena un poco preocupante, pero no es nada con lo que no podamos lidiar. Sólo ha sido un pequeño cálculo que salió mal. Puede que ahora esté libre, pero sé cómo atraparlo de nuevo.

La segunda voz pertenecía a un hombre mayor que el primero, el cual sabía mantener la calma mejor que su compañero.

Al salir a los pasillos para empezar a recorrer el palacio, lo primero que llamó tu atención fue encontrarlos prácticamente vacíos. Sólo se veía a algún que otro sirviente yendo de un lado para otro enfrascado en sus tareas palaciegas o algún cortesano de los grandes clanes, que al igual que tú, habían decidido salir a estirar las piernas.

No te habías alejado mucho de la puerta de tu cuarto, buscando a algún heimin que pudiera decirte la localización de la habitación de Doji Naota. Siendo lógicos, lo más probable era que su cuarto estuviera en la misma área que el tuyo, ya que no era cosa infrecuente que los invitados estuvieran alojados en base al clan al que pertenecían.

Al pasar cerca de la puerta de una de las habitaciones de los huéspedes, ésta se abrió y del interior del aposento salió una joven muchacha perteneciente a tu clan. En cuanto se dio cuenta de que casi te había atropellado, sus mejillas se ruborizaron y se inclinó en una respetuosa reverencia, hablando después en tono azorado.

 -Mis disculpas, samurái-sama. Espero no haberos importunado.

La doncella era hermosa y por sus rasgos dedujiste que no podía tener más de 15 años. Seguramente esta fuera su primer invierno en la corte, tal vez incluso tuviera el gempukku de lo más reciente y su familia hubiera decidido traerla para presentarla en sociedad. Al menos eso era lo que solía hacerse con las hijas hermosas en las familias nobles.

La joven cortesana se quedó con la cabeza inclinada hacia abajo esperando a que le dijeras algo.