Partida Rol por web

No tardé en encontrar a Aalis, y al verla apoyada en aquel peñasco a la orilla del río un ligero suspiro escapó entre mis labios. Mis ojos se entrecerraron, observando a la paladina en toda su luminosa gloria, a buen seguro mortificándose por lo acontecido.

Podrías haberte ido más lejos... -Me quejé en voz baja, sin saber si llegaría a oír lo que decía mientras me acercaba.

Sin separar la mano de mi muslo, donde de mi sangre negruzca surgían pequeñas bocanadas de humo negro, me sujeté a duras penas a mi guadaña a modo de báculo de apoyo hasta lograr dejarme caer en el suelo, con la espalda apoyada en el peñasco. No fue un movimiento fluido, no fue delicado, y desde luego no estuvo carente de dolor. Así lo atestiguó el gemido de dolor que emití al dar con mis posaderas en el suelo, dejando caer mi arma y apoyando la cabeza en la roca con los ojos cerrados.

Dicen... que a veces, para que el mal triunfe, todo lo necesario es que los hombres buenos no hagan nada. -Aquella era una afirmación bien conocida, que había oído varias veces desde que abandonase la Colmena- Sin embargo, otras veces, hacer algo es aún peor. -Añadí, abriendo los ojos mientras contemplaba el infinito- Este mundo es un lugar complicado, ¿verdad? -Sentencié con un regusto irónico- No todo es blanco, ni negro. Hay demasiados matices, demasiados colores. De lo contrario... -Torcí mi rostro para encarar el suyo, dedicándole una cómplice mirada- ...tú y yo jamás podríamos ser amigas, ¿no es cierto? -Afirmé poniéndome seria- Lo que ha pasado ahí dentro no ha sido culpa tuya. Has hecho lo que has podido. Lo sabes, ¿no?

Ignoro completamente al drow. Sus preguntitas me tienen cansada. No sé si lo hace por joder o realmente es que no entiende el mundo de la superficie. En todo caso, no estaba de humor.

Salgo tras ellas y me acerco a la paladina.

-¿Que tal Aalis? Yo...-no puedo decir nada para confortarla, dado que yo también necesito ser confortada.  Así que opto por mirar sus heridas. Déjame que te cure.

Lanzo el conjuro sobre la Paladín y espero a ver si quiere hablar o si soy un estorbo. al fin y al cabo, ellas tienen algo en lo que yo no entro.

Me aparto un par de pasos para ver como está.

Gire mi rostro al escuchar un murmullo, dándome cuenta de que se trataba de Elsbeth, acercándose a mí a duras penas. Estaba herida, y con una mano en su muslo y la otra en su guadaña, la cual usaba de bastón, se acercó hasta mí. Me había dejado sin palabras. No entendía qué hacía allí, cuando debía encontrarse dentro, descansando y recuperándose; ella más que nadie necesitaba tiempo para volver a encontrarse bien.

A punto estuve de levantarme en su ayuda cuando se dejó caer, pero verla soltar su arma y cerrar los ojos hizo que me detuviera. Desde arriba, observaba su pálido rostro mientras me dedicaba palabras que no comprendía, o que más bien, no comprendía cómo podían ayudarme.

“Otras veces, hacer algo es aún peor.” Como esta vez.

Me erguí al ver que abría los ojos, reflexionando en voz alta sobre lo complicadas que podían llegar a ser las cosas, la de matices que podían contener… Lo cual creía imprescindible para que dos personas tan distintas como nosotras pudiéramos ser amigas. Así me lo hizo saber, con una cómplice mirada que se tornó en un serio gesto para afirmar que lo sucedido no había sido culpa mía.

Aparté mi rostro, escuchándole preguntarme si sabía que aquello era así. No me vi capaz de responder de inmediato a sus palabras, bajando del peñasco para sentarme apoyada en este, junto a ella, antes de hacerlo. Me giré ligeramente, enfrentando su rostro, ese que con la piel como la nieve me miraba con la oscuridad de dos abismos.

- Podría haber hecho más. Quizás podría hacer más. Elsbeth, tú… ¿Qué te parecería si…? – comencé a preguntar, dejando que mi mano volviera a apartar uno de sus azabaches cabellos de su rostro, cuando Valentine comenzó a aproximarse.

Esta no tardó en darnos alcance, haciendo que retirara mi mano de la nigromante mientras forzaba una sonrisa para la clérigo.

- Estoy herida, pero no es gran cosa. – le hice saber, antes de recibir otra de sus curaciones. – Gracias, Valentine. ¿Cómo están las cosas dentro? ¿Habéis decidido qué queréis hacer? – pregunté mirando también a Elsbeth, pues no sabía qué habían hablado en mi ausencia.

Torcí la mirada hacia Aalis en cuanto me llegaron sus primeras palabras. Podría, podría, quizás, bla, bla, bla. La muy santurrona siempre iba a buscar la forma de mortificarse por todo lo malo que sucediera en el mundo, como si todo fuese responsabilidad suya. Odiaba verla así, sufriendo de aquella manera. No tenía por que cargar con ese peso.

Sin embargo, enarqué una ceja con curiosidad, al ver que pretendía preguntarme algo mientras apartaba un mechón de cabello de mi rostro. Tan sólo para poner los ojos en blanco al ser interrumpidas por la llegada de Valentine.

Para algunos, ser tan oportunos debía ser un don.

La clérigo estaba aquejada de la misma enfermedad. Se veía el abatimiento en su mirada mientras se ofrecía a ayudar a Aalis con su herida, y guardé silencio mientras arrojaba su conjuro sobre la pierna de la paladina. Me hizo sentir incómoda, tanto que aparté la mirada y me alejé ligeramente ante la proximidad de aquella energía mágica positiva, torciendo el gesto con molestia.

Aún es pronto, al día le queda demasiado tiempo de luz. -Indiqué, sin mirarlas aún- Es una estupidez quedarnos más de lo necesario para recuperar fuerzas y, como mucho... -Me encogí de hombros, lanzándolas una furtiva y breve mirada- ...dar sepultura al muerto, si eso os place. -Concluí con un resoplido, apartando el cabello de mi rostro antes de mirarlas- Habrá que retirar el cuerpo, de momento. No creo que seáis capaces de comer con un cadáver delante. -No como yo. Ya tenía el estómago más que habituado a convivir con la muerte, para mí era lo más natural del mundo- Y vais a comer, no os quepa duda. -Les advertí con una dura y severa mirada- Al menos un plato de ese potaje que tenía al fuego nuestro "anfitrión". Los vivos precisan sustento, y quisiera estar esta noche en Pembrose sin tener que cargar con ninguna de vosotras famélica y desfallecida. Ya os azotaréis la una a la otra para sentir pagadas vuestras presuntas faltas... -Añadí con picardía- ...y puede que os pida que me permitáis mirar... -Sonreí, de medio lado, mirándolas de arriba a abajo de forma provocativa, sólo por el placer de incomodarlas.

Aunque al principio las palabras de Elsbeth me molestaron, encerraban una comprensión de nuestro pesar bastante mayor que la que podría llegar a tener el Drow jamás. Y pensar en jugar con la bella Aalis.. mmm una pena, no creo que Elsbeth lo permitiera, realmente. No me importaría pasar una divertida noche con ellas.

Cuando me doy cuenta, estoy sonriendo de oreja a oreja. Rápidamente me giro, disimulando, y me dirijo adentro.

-Voy a sacar el cuerpo. Tendréis cosas de las que hablar. No te preocupes por mí, yo comeré. El mal ya está hecho, no vale de nada mortificarse.

Entro en la cabaña.

Abro la puerta y entro de nuevo. Me dirijo hacia el cadáver y lo registro, creo que a nadie se le había ocurrido. Total, está muerto. Ya no podemos hacer nada por él, al menos no con mi nivel de poder.

Una vez hecho esto, me giro hacia el drow observo que hace y cuando acaba de comer le pido ayuda.

-¿Serías tan amable de ayudarme a mover a este tipo fuera?

-Te sería más un estorbo que una ayuda, no estoy hecho para cargar peso pero gracias por el ofrecimiento.-con calma siguió tumbado en el camastro ojeando los libros que se acababa de agenciar. 

Miro al drow. Ni si quiera pongo cara de desprecio. Aunque sea poco, podría hacer el gesto de ayudarme. En fin...

Una vez despojado de las cosas de valor, que he apilado en la mesa, veo como el drow ya se apropia de algunas, miro al cielo y agarro al bruto de las manos y lo saco a rastras por la puerta. Espero que las chicas hayan acabado de hablar, porque no aguanto más ver este cuerpo aquí. Una vez fuera, lo dejo en el suelo, oteo buscando un buen lugar para darle sepultura. Entonces entro en la casa, me pareció haber visto una pala. La cojo y salgo de nuevo, me dirijo al lugar elegido, al pie de un árbol, y empiezo a cavar.

Fue Elsbeth quien dio respuesta a mis preguntas, hablando de manera muy acertada sobre lo que debíamos hacer, al menos hasta que empezó a exigir que comiéramos. Mi estómago se encontraba más que encogido, y hablar de que terminaríamos famélicas y desfallecidas por saltarnos aquella comida me pareció un tanto exagerado. Aun así, no protesté, sino que esbocé una cansada sonrisa; pues sabía que era la preocupación de la nigromante la que hablaba, por mucho que quisiera camuflar sus palabras. Y aquello trajo de nuevo a mi mente aquella pregunta que había dejado en el aire.

Salí de mi ensimismamiento cuando Elsbeth hizo aquella broma sobre que Valentine y yo nos azotáramos mutuamente, uniéndose ella como espectadora; dedicándonos además aquella mirada. La miré sorprendida, para pasar en seguida al sonrojo absoluto, mientras la clérigo esbozaba una sonrisa que en seguida ocultó; para acto seguido excusarse y regresar a la cabaña.

Sin mediar palabra, comencé a ponerme en pie, aún avergonzada; para al erguirme del todo tender mis manos a Elsbeth, ayudándola a levantarse. Tomé nuestras cosas, incluida su guadaña, y dejé que se agarrara a mí en lugar de a esta, dispuesta a llevarla al interior para que terminara de recuperarse.

- Puedo dejar que me fustigueis si eso os place, mi señora… - le susurré de camino, mirándola de soslayo con una pícara sonrisa, tratando de captar su reacción a mi broma.

Valentine se ofreció a encargarse del cuerpo, accediendo a comer algo con cierta resignación. Mientras se alejaba hacia la cabaña, Aalis se puso en pie en total silencio. Pude ver su rostro sonrojado aún por mi broma, ofreciendo a sus mejillas un tono sumamente hermoso. Incluso el rostro de Aalis era totalmente opuesto al mío. Donde su piel se encontraba decorada por graciosas pecas, la mía era uniforme en su palidez. Me pregunté si mis mejillas adquirirían alguna vez un color sonrosado como el que ella mostraba.

Entonces me ofreció sus manos para ayudar a levantarme. A punto estuve de sujetarme a ellas con las mías, pero me detuve al ver cómo una de ellas estaba cubierta por mi sangre, negruzca por efecto de la energía negativa que estaba empleando en reparar mi cuerpo. Le ofrecí solamente mi otra mano, y me vi alzada con su gran fuerza mientras se ofrecía su apoyo para el camino.

¿De veras? -Murmuré ante su pícaro ofrecimiento, sonriéndole a su vez de medio lado tan sólo brevemente- ¿Crees que me place verte sufrir...?

Sabía que tan sólo era una broma, pero no pude evitar arrancar la vida de aquella conversación, convertir lo que debía ser divertido y feliz en un tema serio, demasiado quizás para ese instante.

¿Ya habéis recopilado todo lo útil y aprovechable? -Pregunté al alcanzar la entrada de la cabaña- Olplyn, no se si podrás con tanto peso... -Bromeé, asumiendo que se habría adjudicado unas cuantas cosas en nuestra ausencia.

Olplyn sonrió extrañado pero complacido ante la broma de Elsbeth, era raro verla jocosa pero eso indicaba que todo marchaba según la esperado.-Bueno, no será para tanto pero una vez lo lavemos todo unas seis o siete veces algo podremos sacar. Necesitaré tiempo y descanso para examinarlo todo en profundidad pero me atrevo a conjeturar que la espada tiene mucho que ver en este estado frenesí absoluto.

Por cierto, la próxima vez que te bese, aunque sea en un mejilla espero que me agredas o empezaré a pensar que incluso tú has sucumbido ante mis irresistibles encantos.-correspondiendo así la broma de su compañera guarda lo poco que faltaba de los útiles aprovechables en aquella choza de mala muerte. La mayoría lo vendería en Pembrose para aprovisionarse antes de su siguiente movimiento,supuéstamente el castillo de los grandes trasgos.

Había intentado seguir con la chanza de la nigromante, tratando de alejar de mi aquel desagradable sentimiento de culpabilidad que había anidado en mi pecho, pero de pronto parecieron írsele las ganas de bromear; o al menos conmigo.

La miré con el ceño fruncido cuando me lanzó aquella pregunta tan fuera de lugar. ¿A qué venía eso? Tan sólo estaba bromeando, jamás pensaría algo así de ella, cosa que Elsbeth debería ya saber.

Pero antes de darme lugar a réplica siquiera, ya se encontraba bromeando con el drow, con quien sí parecía tener ganas de compartir bromas; devolviéndosela pronto este. Tenía la sensación de estar interrumpiendo algo, así que acompañé a la nigromante hasta una silla, permitiéndole acomodarse en esta y posando su guadaña contra la mesa.

- No quisiera interrumpir. – dije apenas en un hilo de voz, mirándoles. – Iré a descansar un rato. – les hice saber, cogiendo un cuenco de comida que llevarme a la habitación de quien ahora no era más que un cadáver. - ¿Cuándo partiremos?

Sudorosa, entro de nuevo en la Cabaña.

-Bueno, el buen hombre descansa en paz.- Digo. Olisqueo el aire. El ejercicio me ha abierto el apetito.

-¿Aalis?-Pregunto sirviéndome un plato de estofado y dirigiéndome a la mesa donde están las pertenencias de cabañeitor.

-Dado que ha muerto, deberíamos repartir todo esto. Incluido lo que falta-Miro al drow y empiezo a comer.-cuando acabemos, y estés recuperada, deberíamos partir si queremos llegar a Pembrose antes de que anochezca.

Una vez acabo de comer, me levanto, cojo el saco de dormir del fallecido y con sumo cuidado de no tocarla, envuelvo la espada, dejándola dentro del saco.

Empiezo a inventariar lo que tenemos ante nosotros. Creo que la mayoría lo podremos vender.

-Deberíamos ir a ver a un mago en Pembrose para que identificase los objetos mágicos, a no ser que alguno de vosotros pueda. Especialmente la espada.

El drow recibió a Aalis con una sonrisa que ni ella misma esperaba. Intentaba imaginar como se sentiría aquella mujer por dentro, al menos sus principios eran mucho más férreos que los de Valentine, más disciplinada y por tanto se solía tomar los tropiezos de una forma mucha más personal, pero para eso estaba él. Quien sino iba a quitarle hierro al asunto a todos y cada una de las situaciones que encontraran.- No interrumpes nada, el cocida no es gran cosa pero al menos está caliente. El cuenco grande es el tuyo, el pequeño el de Valentine jijiji. Descansemos un poco, dejemos que las heridas de Elsbeth se cierren del todo y luego nos podemos poner en marcha cuando queráis, reconozco que me ha venido bien poderme quitar un rato las botas. llevo todo el camino con una maldita piedrecita en una de ella y no había manera de sacarla.-junto cuando terminaba de hablar entraba Valentine sudada por la puerta y al poco esa bocaza que tenía volvía a poner en entredicho su sabiduría.-Ejem, ejem señorita voy a apelar a mi absoluta falta de sensibilidad para hacer todavía más que patente la tuya Valentin, no sabía que el sudor pudiera afectar tanto a la mente y a los principios de una persona. Para los asuntos más mundanos ya habrá tiempo en Pembrose con calma ¿no creéis? de las nimiedades ya me ocupo yo.-miro con gesto serio a Elsbeth buscando su apoyo, mientras reprobaba con la mirada a Valentin haciendo un leve gesto con la cabeza hacía Aalis. Alguien con un mínimo de sentido comprendería que el horno no estaba para bollos y eso que ni siquiera estaba utilizando el lengua de signos drow.-De todos modos visto los visto mientras Elsbeth se recupera y Aalis descansa veo más que oportuno que vuelvas a recoger aquellos cadáveres que tanto te interesaban, eso mantendrá tú mente un rato distraída y ten por seguro que reforzará tú fe enormemente. Oh y por cierto te deseo toda la suerte del mundo en Pembrose para identificar los objetos, espero que pagues esos caros servicios con tu propio dinero por que ESTE mago no creo que los vaya a realizar por ti querida.-era sabido que si algo se tomaba enserio Olplyn era su reputación y prestigio como mago. Tal vez con esas desacertadas palabras Valentine había ido muchísimo más allá de lo que ninguna podía concebir, pero si algo tenía el maquiavélico drow era paciencia. Hay del día en que aquella mujer necesitara de su magia.

Olplyn no tardó en exponer la situación respecto al "botín". Me abstendría de llamar de tal modo a las cosas que podíamos recolectar de aquel desgraciado tras el desafortunado incidente, pues estaba más cerca del pillaje descarado que de una justa recompensa, y aquello no me importaba demasiado dado cómo había sucedido todo, pero a Aalis y Valentine podía afectarles aún más.

Enarqué una ceja tras su cambio de tercio, pues exponía su gesto durante el interrogatorio al salvaje de un modo sin demasiado sentido para mí. Y además, arrojaba al aire una incertidumbre que se me antojaba en guante que anunciaba un desafío. ¿Acaso probaba suerte? ¿O tanteaba el terreno en otro sentido?

Oh, esa opción era aún más divertida...

Aalis me ayudó a aposentarme frente a la mesa, donde me acomodé como pude sin perder la sonrisa, que se volvió sarcástica y fría como mi mirada rasgada y oscura. La paladina se mostró más afectada de lo que la había visto durante el trayecto, y sus palabras se me clavaron como puñales oxidados mientras la veía alejándose hacia la otra estancia. ¿Interrumpir? ¿En serio? No aparté la mirada de aquella puerta mientras Valentine y Olplyn se enzarzaban en su particular batalla dialéctica. La clérigo tuvo el descaro de proponer buscar un mago, delante del nuestro, y éste no tuvo problema en responder a tal ofensa con reproches varios tanto a las prácticas de su fe como a la ya negada posibilidad de ofrecerle sus servicios.

Tales servicios... -Comencé a hablar, atrayendo con mi mano libre el plato de potaje y un cucharón para comenzar a comer- ...no son para ella. Hasta que se identifiquen esos objetos no podemos venderlos, y hasta que los vendamos son de todos. -Expuse sin mirarle, centrada mi vista en el plato- Si te niegas a hacerlo, nos lo niegas a todos. Me lo niegas a mí. Y empezaré a plantearme tu utilidad en esta pequeña compañía. -Dije con frialdad- Respecto al... presunto... beso, supongo que no entendí tus intenciones. No nos conocemos hace tanto como para estar tan compenetrados, habrá que practicar más. -Ahora sí, alcé la mirada mientras acercaba mi mano a la guadaña, tras soltar el cucharón, y acercarla más a mí- ¿Quieres que practiquemos, Olplyn? -Le dije en tono sensual, inclinándome ligeramente sobre la mesa- ¿Quieres besarme... a ver si lo he entendido? -Pregunté, acariciando mis labios con la punta de mi lengua.

Tú sigue por así, pensé, y veremos cómo acaba esto...

Cuenco en mano, esperaba una respuesta antes de retirarme a la habitación. Sin embargo, lo que hubiera requerido unas simples palabras se alargó demasiado. Primero apareció Valentine, comunicando que el hombre ya estaba enterrado y exponiendo la necesidad de repartirnos sus pertenencias. Aquello me hizo apretar los labios, desagradada con la idea. No éramos buitres que se alimentaban de carroña. En un sentido practico, sería necesario tomar lo que pudiera servirnos, ¿Pero era mucho esperar a que el cadáver se enfriara?

No me pronuncié, a pesar de la extrañeza ante que Valentine preguntara por acudir a un mago habiendo uno entre nosotros. Supuse que Olplyn le respondería, y así fue, pero mucho más vehemente de lo que me esperaba; y hablando de cosas que estaban fuera de lugar, como que no haría identificaciones que eran en beneficio de todos.

Continuaba en pie, llevándome una cucharada a la boca, cuando Elsbeth se pronunció a aquel respecto, para después retomar el tema de lo que ella misma había denominado “presunto beso”; provocando que casi me atragantara. No tenía claro qué se traían aquellos dos, pero fuera lo que fuese, parecía poder acabar en tragedia tras las últimas palabras de Elsbeth, desafiando claramente al drow.

- ¡Basta ya! – grité, posando el cuenco en la mesa con demasiada fuerza. – Acabamos de cometer un error monumental, ¿Y lo único que hacemos es pelearnos entre nosotros? Deberíamos trabajar en coordinarnos mejor, concentrarnos en tener claras nuestras metas y nuestra forma de alcanzarlas. Nadie va a besar a nadie, y nadie se va a negar a cumplir con su función en este grupo. Parecéis niños, joder… - terminé por decir, resultándome extraño a mi misma incluso el soltar aquel improperio, sentándome para continuar comiendo visiblemente enfadada.

Olplyn no pudo contener la risa por unos intentes, parecía que nada de todo aquello podía hacer mella en el drow.-Tienes toda la razón Aalis, pero a veces la infancia es taaaan divertida. Por mi parte no me estaba peleado con nadie, si eso sirve para serenar los ambientes.-miro a Elsbeth con una sonrisa algo más maliciosa.-Ves precisamente esa es la reacción que esperaba ante mi tentativa anterior o incluso un puñetazo, en mi cultura son la mujeres quienes deciden como cuando y manda sobre los machos. Al besarte tan solo pretendí incomodarte levemente para que me golpearas, a ese mono de feria le hubiera hecho gracia y se hubiera relajado, yo habría dejado de ser una amenaza al ser humillado, por tanto tú posición de poder y el miedo que te tenía se hubiera acrecentado más aún.Simple y sencillo.

Todos colaboramos para encontrar el cubil de Larin y esa es nuestra única meta, acepto la invitación de Elsbeth de quedarme mientras sea útil puesto que estoy tan seguro de mis capacidades que se que no encontrareis a ningún mago mejor. Prefiero seguir avanzando que no explicándome, pero estoy abierto a todo tipo de proposiciones.-giñó el ojo a Elsbeth sabedor de que Aalis no iba a permitir que aquello desencadenase en violencia física y le ofreció la mano en el gesto de etiqueta para besar su mano con aire exagerado y simpatico. Charlar con Elsbeth era como volver a estar en casa, esa peligrosa sensualidad le excitaba a la par que le daba miedo. El juego de seducción en Menzoberrazán era letal, como el apareamiento de la mantis pero aquí en al superficie todo era mucho más laxo por eso mismo le atraía de tanto en tanto el revivir las partes de su cultura que le eran convenientes.