Partida Rol por web

- McKeavey... - Se te quedó observando un momento de arriba a abajo – Bien, deme un momento, ahora estoy con usted.

Miró a la chica que la acompañaba y fueron hasta el inicio del pasillo, allí hablaron un momento con la otra mujer, que se había detenido en aquel punto. Apenas unos segundos después ya volvió contigo. Las dos mujeres se fueron juntas y quedasteis los dos solos en aquel pulcro pasillo.

- Ya estoy aquí, aunque no dispongo de mucho tiempo, el hospital comienza a ser un caos. Dígame que desea.

Asentí a su petición de apremio y no anduve con ambages. De hecho, comencé a hablar rápido, justo al límite de lo inteligible, para evitar darle tiempo a pensar mucho más allá.

- Como supongo ya sabrá, ayer asesinaron a McKeavey. - Observé su reacción, su mirada me diría si estaba al corriente de aquello o si, por el contrario, era una novedad. - Y, por alguna razón, acusaron de tal hecho a su hija. - Volví a intentar leer su rostro. - No quiero entretenerle más de lo justo y necesario, así que le haré las preguntas, usted las responderá y podrá volver a sus quehaceres: ¿Habló ayer con la señorita McKeavey? ¿De qué hablaron? ¿Alguna cosa que le llamara la atención y que pudiera tener relación con el caso? ¿Y qué me dice de su relación con su padre? Usted lo conocía ¿Qué relación tenían ustedes dos? ¿Sabe quién podría estar interesado en quitarlo en en medio? - Le hice las preguntas, sin dejarle mucho tiempo a pensar, sólo a responder y saltaba directamente a la siguiente pregunta. No quería darle tiempo a que se preguntase si yo era realmente un policía y porqué no le había enseñado mi placa. Por lo menos, que sólo llegase a pensar en ello cuando viera mi espalda perderse por el pasillo.

El doctor suspiró cuando comentaste lo del asesinato, te dio la sensación de que si era conocedor de la cuestión. Enarcó una ceja cuando hablaste de su hija. Frunció el ceño cuando le dijiste lo de que le harías preguntas. Y ahí te paró.

- Disculpe ¿Y usted es...? Y no me refiero sólo a su nombre sino, además de eso, no sé porqué he de responder a sus preguntas.

Y es ese momento te diste cuenta que no era el tipo de persona al que se le podía embaucar fácilmente.

Era un tipo sereno e inteligente el tal doctor Rogers. Las artimañas que servían para enredar a la mayoría de personas no iban a funcionar con aquel tipo. No dejé de mirar a sus ojos, mostrando determinación, pero por dentro tuve que rearmar mi estrategia intentando que no se mostrara mi contrariedad por fuera.

A un tipo como ése, si le mentía diciendo que era inspector de policía no iba a colar. Me pediría ver la placa. Era ese tipo de personas metódicas y concienzudas. Por tanto, para lidiar con él debería ir con la verdad por delante. O por lo menos una verdad suficientemente consistente.

- Tiene usted razón, Doctor Rogers, le ruego me disculpe. Soy el detective Mason, contratado por la familia McKeavey para, juntamente con su abogado, esclarecer este asunto y buscar pruebas sobre la inocencia de la señorita McKeavey. - Le mostré mi licencia. - Como comprenderá, debemos indagar la cuestión con suma urgencia, pues cada hora que pasa las citadas pruebas e indicios podrían desaparecer a manos de las terceras personas que pudieran estar involucradas en todo esto. Ahora, si me permite que le haga unas preguntas, acabaremos rápido y podrá volver a sus quehaceres.

Si se mostraba favorable y, en cuanto me diera pié, le lanzaría las preguntas que quería hacerle en ese momento.

Teniendo en cuenta que el doctor era un hombre con carrera, tampoco era de extrañar que no se dejara llevar exactamente por donde querías.

En cuanto comenzaste a hablar el doctor sonrió, aunque fue una sonrisa socarrona, que no te daba buenas vibraciones. Se cruzó de brazos y escuchó pacientemente.

Al finalizar... Parecía a punto de echarse a reír – La señorita McKeavey recurriendo a mi, en búsque de pruebas para su inocencia, que irónico. Lo tiene crudo para demostrar que no es culpable, ya le anticipo eso – Una afirmación que resultó tan contundente como demoledora – Desgraciadamente no me está permitido hablar sobre las pruebas, estas se hallan en manos de la policía, donde deben de estar.

- Bueno, adelante con esas preguntas, a ver que puedo responder – Miró de nuevo su reloj.

- Si, ayer hablé con la acusada. Hablamos sobre el estado de salud de su madre principalmente. Si hay cosas que me llamaron la atención y están en manos de la policía – Amplió su sonrisa - ¿Con su padre? Se llevaba muy mal, y con ello aún estoy siendo suave. A ver, no es que el difunto señor McKeavey fuese un santo, todos somos personas pero... En fin, lo de esa chica no se como llamarlo. Si, conocía al difunto, nuestra relación era cordial, buena – Sonrió de nuevo – Su hija, sin duda

Sopesó si dejarlo ahí o añadir algo más – Volvió de África hecha una fiera, acusaba a su padre de todo lo malo que le había ocurrido a su madre – Te miró fijamente a tus ojos – Robin McKeavey fue jurado, juez y verdugo y hay pruebas que lo avalan.

- Ahora si me lo permite he de marcharme, tengo cuestiones que atender – Y sin esperar a más comenzó a caminar por el pasillo

- Gracias por su tiempo. - Vertí la manida frase a la espalda del doctor Rogers.

Un tipo engreído y desagradable. Estaba convencido de la culpabilidad de Robin. Diría que demasiado convencido. Además, había dicho que su relación con el padre de Robin era buena. Todo eso olía a mierda.

- Este tipo calla más de lo que habla y tiene cara de un jugador de poker con una buena mano. - Pensé al verle marchar por el pasillo. Mi instinto me decía que andaba cerca de algo gordo.

No podía dejar las cosas así. En aquel momento era cuestión de aprovechar la mezcla de laxa seguridad del hospital con el exceso de trabajo del personal para colarme en el despacho del doctor Rogers a husmear un poco.

No te dio muy buenas vibraciones aquello. Al menos el tipo no respondía de forma imparcial, los motivos que tuviese ya era otro cantar difícil de adivinar.

Te hubieses metido en su despacho, pero resultó que fue a donde él se dirigió. Además miraste la hora y no faltaba mucho para aquella “reunión” en el ayuntamiento. Tendrías que elegir entre esperar a ver si salía el doctor para colarte en su despacho y perderte el inicio de la reunión. O dejarlo para otro momento. La decisión era tuya.

Al ver que la hora de la reunión se acercaba, resolví ir hacia allá y dejar el asunto del hospital para más tarde.

En mi deambular, intenté fijarme en la distribución del edificio, deteniendo mi avance durante un minuto ante un plano del edificio donde indica las salidas de emergencia en caso de incendio. Tener una buena perspectiva espacial del lugar era primordial si luego uno pretendía volver y colarse a investigar, sin pedir permiso de nadie.

Observé al personal, agobiado de trabajo, mientras me disponía a salir del edificio en dirección al aparcamiento. Otra cosa que no debía dejar escapar es ver si, como en la mayoría de hospitales, los médicos tienen plaza de aparcamiento con su nombre inscrito en una placa ante el área destinada a su vehículo. En tal caso, buscaría el aparcamiento del doctor Rogers, para ubicarlo mentalmente y, sobretodo le echaría un vistazo a su coche.

Luego, marcharía de allí hacia la reunión de marras.

Aunque las salidas de emergencia solían estar conectadas a un sistema electrónico de seguridad. Trataste de fijarte en cosas que podrían resultarte de utilidad en el futuro. Nunca se sabe.

En cuanto al parking, no era tan elaborado como supusiste, si que habían ciertas plazas reservadas, pero en ellas no estaba indicado ni el nombre ni la matrícula. Por lo que o no debía de haber mucho personal “vip” o cada uno pillaba la plaza que quería o había alguna especie de acuerdo cordial no escrito.

De todos modos decidiste dirigirte ya hacia aquella reunión. Llegaste a la zona de la plaza y te diste cuenta que tendrías que aparcar un poco más lejos, la zona comenzaba a estar concurrida. Tras hacerlo volviste de nuevo a pie.

La reunión sería en la sala de actos, pero comenzabas a pensar que no habría suficiente sitio para todos, como llegaste a tiempo, aun te daba tiempo de ocupar una butaca o simplemente permanecer de pié, a tu elección.

Cuando entré en la sala de actos me dirigí a un lateral de la misma, desde donde pudiera observar a todo el mundo con un simple giro de cuello, y apoyé la espalda en la pared. Miré el reloj y me relajé divagando un poco.

El encuentro con el doctor Rogers me dejó un gusto pastoso en la boca, la clase de sensación que tengo cuando me cruzo con un verdadero hijodeputa que sabe que lo es y está orgulloso de serlo. Debía volver al hospital más tarde. Estaba seguro que el doctor no sólo sabía algo, tenía que estar en el ajo.

No es que estuviera convencido que Robin no podría haberse cargado a su viejo, pues la conocía poco y, joder, si tuviera esa clase de relación con mi padre y el muy malnacido le mete una paliza a mi madre, yo mismo no andaría muy lejos de hacer lo mismo. No era eso. Era más bien esa muestra de depravación mal controlada que pude sentir en las palabras del médico.

Sacudí la cabeza. Quizá estaba sacando las cosas de quicio. Mi instinto a veces me sorprendía gratamente, otras la sorpresa no era de las buenas.

Sea como fuere, allí estaba, devanándome los sesos por alguien a quien a penas conocía y por un caso del que no iba a ver un centavo. - Jack... te estás haciendo viejo o gilipollas... Posiblemente, las dos cosas. - Pensé y eché de menos un cigarro, pero en la sala de actos no se permitía fumar.

Pasé luego el rato mirando la gente que entraba, practicando esa descarada afición de juzgar a la gente por su aspecto, maneras y frases sueltas que llegasen a mis oídos.

Pasaste un rato con la mente totalmente ocupada con aquel doctor. Repasaste mentalmente sus reacciones y sus palabras. Difícil saber hasta que punto lo que dijo era cierto o no, o en que porcentaje, o en si ocultaba algo.

Era un buen motivo como otro en el que estar entretenido mientras la sala le iba llenando. Habían varias caras conocidas, pero es que te daba la impresión de que aquí se debía de encontrar casi todo el pueblo.

Se ocuparon las butacas, la gente ocupó los pasillos y al fondo también había gente en pie. La reunión se retrasó unos minutos a la espera de que bajara un poco el murmullo de fondo.

Luego apareció un técnico e hizo unas pruebas de sonido, tras él ya apareció el Alcalde. Portaba unos papeles en la mano con el discurso o al menos con los temas a tratar.

Carraspeó – Ciudadanos, ciudadanas y gente en general que se ha visto atrapada aquí en Chester's Mills. Buenos días a todos. Cómo ya sabréis ayer por la mañana nuestros pueblo se ha visto aislado del exterior. Nos encontramos solos e incomunicados. En primer lugar quiero hacer un llamamiento a la calma. El cuerpo policial se encargará de velar por la seguridad de los ciudadanos. No se permitirán los actos delictivos ni la violencia.

Eso debió de ser el primer punto ya que hizo una pausa – Me informan que han habido actos de vandalismo en algunas tiendas. Para evitar males mayores de dado orden de que se cierren – Un rumor se levantó entre la multitud - El ayuntamiento creará un banco de alimentos para poder repartir los recursos disponibles con equidad.

- También informaros que la radio local sigue en funcionamiento. Intentaremos usarla como instrumento de información. Por lo demás intentaremos funcionar con normalidad hasta que pase el fenómeno y todo vuelva a la normalidad.

- Se que no es mucha información pero entre todos conseguiremos superar esto. Creo que lo más importante de esta reunión viene ahora. Se abre un periodo de ruegos y preguntas, eso si, os rogaría un poco de orden.

Permanecí en silencio en mi rincón. Se abría la veda de las preguntas y, teniendo en cuenta la cantidad de gente que había y la importancia de todo aquello, estaba seguro que anegarían los oídos del alcalde a preguntas varias. Así que, como mandan los cánones y la costumbre profesional, lo primero que debía hacer era escuchar y observar. Si, más adelante, viera que alguna duda no quedaba resuelta, entonces quizá hablase.

Por el momento, deslicé la mirada sobre la gente que agolpaba la sala.

Una mujer preguntó, no la veías muy bien, pero desde atrás ese peinado te resultaba familiar: - ¿Qué se sabe del "fenómeno", como usted lo ha llamado? ¿Que es esa cosa que impide que nada entre o salga del pueblo? ¿Y por qué no hace nada el eljército? Yo los vi rodeando Chester's Mill.

Alcalde: - Bueno, pues... - Casi se notó como tragaba saliva – No mucho, realmente parece inexpugnable – Una descripción tan vaga como avergonzante. Con respecto a la otra cuestión - Si pudiera descolgar mi teléfono y hablar con ellos créame que ya lo habría hecho, señora. Pero no es tan sencillo. Como dije, no hay comunicación con el exterior y todo intento por comunicarnos con el ejército o con cualquier autoridad externa, sencillamente no han funcionado.

Desconocido: - ¿Entonces estamos dejados de la mano de Dios? ¿Ya no formamos parte de los Estados Unidos?

Alcalde: - Va, eso es una estupidez, seguro que se consigue arreglar esto, sólo es cuestión de tiempo.

Chico: - Yo tengo una pregunta, ¿ya hay alguien investigando de donde ha venido y alguna solución? Como por ejemplo ¿un grupo formado que se encarge de eso?

Alcalde – Emmm no, pero me parece una buena cuestión. Cuando termine esta reunión el que quiera que se pase por la mesa de mi secretaria y apuntaremos su nombre. Sobretodo gente con ganas y que crea que puede aportar algo en esta crisis.

La cosa iba por camino de convertirse en una olla de grillos. Toda esta gente había acudido aquí en busca de respuestas y sólo se les daban evasivas y un mensaje contraproducente: "No tenemos ni puta idea de qué pasa ni de cómo solucionarlo."

No pude permanecer más en silencio y dí alcé la mano e, inmediatamente, mi voz.

- ¿Qué quiere decir que no se han podido comunicar? ¿Que los de fuera no quieren comunicarse con nosotros o que a nadie se le ha ocurrido usar pizarras para mantener una conversación con el exterior? Porque si algo tiene la Cúpula esa es que es transparente.

La mujer que ya había hablado antes comentó:

- Disculpe, sugiero que se haga un censo real de las personas que se encuentran en Chester's Mill en la actualidad, como base para racionar los alimentos y recursos disponibles.

A lo que el alcalde contestó - Si... bueno, tenemos el censo oficial. Suponemos que hay gente que se ha quedado fuera y gente que se ha quedado dentro pero que no son de aquí. Creo que con una estimación será suficiente, gracias.

A continuación intervino un señor mayor - ¿Qué demonios es eso de la equidad? ¿Acaso nos hemos vuelto comunistas? ¡No sé en el suyo, pero en mi país compra el que más tiene! ¡Es un derecho constitucional!

Se levantó un rumor entre la gente y el alcalde trató de salir del paso – Emm... Estamos abiertos a otras propuestas, pero esta es la que nos parece la más sensata ¿Otras cuestiones?

Luego vino tu intervención y te responde:

- Ambas cosas, ni hemos podido ni se han querido comunicar, no sabemos el motivo... Pero seguiremos intentándolo, creo que es una de las cuestiones de las que se puede ir encargando el grupo que se cree. Por cierto, las novedades que haya las iremos colgando en el tablón de anuncios y además lo informaremos por la radio.

Carraspeó – Bien, doy por finalizada la rueda de preguntas. Los interesados ya saben por donde pasar, al resto... vayan con Dios.

La gente comenzó a levantarse de sus asientos y el rumor de las charlas aumentó súbitamente.

- Así que somos ratones de laboratorio. - Pensé. - Si de fuera no han querido comunicarse con nosotros eso quiere decir que esto no ha pillado desprevenidos a quien esté organizando las cosas al otro lado de la barrera invisible. No sé si eso será bueno o no, pero es un dato. Quizá si han podido colocar la barrera con tanta tranquilidad, sabrán como quitarla cuando la situación se haga insostenible... o prefieran esperar a que muramos todos para no tener denuncias ni publicidad negativa.

Mientras estaba en estas divagaciones, la reunión comenzó a disolverse. Cambié entonces de posición, dirigiéndome a la salida, e intenté observar a la mujer que había intervenido un par de veces y que me resultaba familiar. Por pura curiosidad y porque me gusta seguir mi instinto cuando algo me llama la atención. Aunque sea para descartarlo.

La gente salía de la sala, había bastante por lo que se formó un pequeño tapón junto a la puerta, pero poco a poco había cada vez menos gente.

Decidiste pararte a observar a aquella mujer, cuando salió viste que se trataba de la que estaba en el hospital, apuntándose para ayudar allí, simplemente se trataba de eso. La mujer tomó el camino del despacho de la secretaria, seguramente también con la intención de apuntarse.

Ya te tocaba decidir si ibas a hacer algo al respecto o seguir con alguno de los muchos temas que aún tenías pendientes.

El gentío se desparramaba. Aquello no había servido de nada, a mi parecer. Sólo para saber que estábamos realmente jodidos. Quizá ya era algo. Sabiendo aquello, me costó decidir si realmente tenía mucho sentido continuar con mis investigaciones y demás, pues parecían simples nimiedades en comparación de lo que estábamos viviendo entre todos.

Todo aparentaba que no éramos más que ratones de laboratorio recorriendo un laberinto imposible.

De cualquier forma, la pantomima allí representada no tenía futuro así que decidí marcharme de allí. 

Pensaba regresar al hospital. Aquel médico me había hecho hervir la sangre y, además, le dije a Robin que haría una visita a su madre. - Las cuentas pendientes hay que saldarlas. - Pensé de repente, recordando la frase que un mafioso de la droga me dijo una vez, con los dientes apretados, en uno de los muchos momentos de tensión que había vivido como policía infiltrado.

Decidiste dejar atrás el tema de la reunión, total parecía que no tenían mucho que aportar. Saliste a la calle agradeciendo un poco de aire... Aunque no fresco ni olía especialmente bien.

Pensaste es que era un buen momento para regresar al hospital, tenías alguna tarea pendiente allí. Contraída con Robin. Robin. ¿Robin? O el cerebro te estaba haciendo una mala pasada o a unos 20 metros de la puerta, había una chica que jurarías que se trataba de Robin. Parecía un poco acalorada y estaba preguntándole algo a un chico. Ahora su atuendo era distinto, lucía vaqueros y ropa más cómoda que la última vez que la viste en la cárcel, aún con el vestido de noche.

Sorprendido de repente por verla por allí, me acerqué con paso calmado, dejando que fuera ella quien notara mi presencia y escuchando, de paso, la conversación que estaba manteniendo con aquel chico. No por cotillear, por deformación profesional, más bien.

Si ella ya estaba fuera, eso quería decir que su abogado había hecho su trabajo. Eso estaba bien. - De todas maneras, no hay riesgo de fuga. - Me sonreí para mis adentros, con mi propio chiste.