Partida Rol por web

Miré un momento a la chica y le dediqué un - Gracias. - a penas audible, pero comprensible por el movimiento de mis labios. Enseguida extendí la mano al orondo jefe de enfermeras.

- Mucho gusto en conocerle, señor Bighouse, soy Max Bertoglio, del Tribune. Sé que están muy ocupados en estos momentos, pero le agradecería si pudiera responderme a unas preguntas, será rápido.

Suponía que me haría pasar a su despacho y no pretendería que zanjáramos la cuestión allí de pié, por tanto esperé su respuesta antes de continuar.

El señor estrechó tu mano, miró a sus trabajadoras y supuso que pasar a su despacho sería lo mejor, ya que habías llegado hasta aquí...

Entrasteis al despacho y cerró la puerta, curiosamente era similar al del Doctor Rogers, pero bueno, tampoco era tan extraño ya que eran despachos contiguos.

- Señor... Bertoglio. ¿Sobre que sería las cuestiones que desea preguntar? Pero ya le aviso que puede estar preguntando a la persona equivocada. Tenemos un departamento de comunicación que es el encargado de atender a la prensa. Es más, no me parece correcto por su parte que ande preguntando a los empleados sin preguntar antes por el departamento correspondiente. Alguien como usted debería de saber eso – Vaya, si este tipo era jefe era por algo y lo estaba demostrando.

Asentí a su afirmación, como si me esperase tal cosa.

- Tiene usted razón, pero verá, la información que da el departamento de comunicación está demasiado filtrada. Prácticamente, podría escribirla yo mismo sin necesidad de molestarme en venir. Si un buen periodista quiere pulsar la realidad de lo que pasa en cualquier lugar, debe ir al meollo de la cuestión, y en un hospital, sinceramente, el personal más importante es el de enfermería. - Le dejé ir tal cosa con la sana intención de henchir su ego, ya que las demás áreas del cuerpo parecían estar henchidas de sobra. -  Y digo esto porque las enfermeras son las que están en contacto permanente con la gente; mucho más que los médicos, que hacen sus visitas esporádicas y ven en cada paciente más un enigma que resolver y una enfermedad que tratar que a una persona en toda su dimensión. Eso es trabajo del personal de enfermería. Y, créame, me siento muy afortunado por haber conseguido una entrevista nada menos que con el jefe del departamento.

Sonreí satisfecho y observé unos segundos a mi interlocutor, para comprobar si se rendía a la adulación o si era completamente impermeable a la misma... o en qué grado entre esos dos extremos se encontraba su matiz.

- Quiero una entrevista sobre los sucesos que acaecen en el pueblo y cómo eso afecta al corazón funcional del mismo: el hospital. Lo dicho por las autoridades y los comunicados que hacen, son vagos y no tratan sobre lo que quieren leer nuestros lectores: las personas. Hay montones de gente aquí que se sienten atrapadas y seguramente, desde que el suceso aconteció, han recibido más visitas que de ordinario. De eso quiero saber. ¿Qué excepcionalidades se han encontrado desde que la Cúpula cubrió la ciudad? ¿Qué piensa la gente de ello? A parte de los accidentes que hemos visto en los extremos de las carreteras locales, ¿qué otros incidentes importantes ha habido? No nos consta que haya habido revueltas ni saqueos, en ese particular la gente se está comportando con la honradez que se espera de ellos, pero siempre hay sucesos aislados que son ilustrativos de la tensión contenida y liberada en un momento de tensión.

Hice una pausa. A cada respuesta que me iba dando*, hacía anotaciones en mi libreta.

- Perdón, me estoy extendiendo demasiado. No quería robarle mucho tiempo. Pero tengo otra cuestión. La relación del personal entre sí estos días. Por ejemplo, no he podido evitar fijarme que conviven pared con pared con el despacho de un doctor. ¿Cómo es la relación de SU personal con los doctores? ¿Y en concreto en este periodo de tensión? ¿Y en el ejemplo aleatorio del doctor del despacho contiguo? Entiendame, los detalles es lo que pulsan la verdad.

- Vamos a ver. Todo lo que dice está muy bien y es muy bonito. Se nota que usted es una persona muy avispada y comprometica con su trabajo. Pero entiendame también a mi. Lo que me pide no entra dentro de mis competencias. Y estoy dispuesto a colaborar, pero no saltándome al departamento de comunicación. Me podría meter en un lío y eso no lo queremos ¿verdad?

Al menos habías conseguido que el tipo te aguantara todo el rollo, ya había pasado tiempo más que suficiente como para que el doctor Rogers hubiese vuelto al comedor o a su despacho. Pero se negó a responder preguntas.

Asentí a lo dicho. - Entiendo su postura. Es una lástima, pues habría quedado muy bien en la contraportada del periódico. Si cambia de opinión, llámeme. - Le escribí en un papel un número de móvil. No me llamaría, además que era imposible dado la falta total de cobertura móvil con la Cúpula sobre nuestras cabezas, así que me inventé el número y escribí "Bertoglio" al lado.

- Ha sido un placer hablar con usted. No le robo más tiempo. - Le estreché la mano y me dispuse a salir del despacho del jefe de enfermeras y del de enfermería, no sin antes dedicarle un guiño y un 'Ciao' a la chica que me atendió cuando entré.

Entraste en el hall que ya te conocías de memoria y esperaste. Robin, la cual no te veía al estar medio de espaldas hizo una breve cola en información. La atendió la administrativa. Luego viste como Robin hacía una cara extraña.

Pronto averiguaste el porqué, sacó la documentación de su cartera y se la enseñó a la chica. Ummm no debía de ser casualidad, o pasaba algo o... era fruto de tu anterior intervención. Que soliciten la presencia de un medico y luego no se presenten no debe de ser algo agradable.

La secretaria anotó algo y Robin ya se dirigió hacia las escaleras para subir a la habitación de su familiar.

Observé el movimiento. Por lo menos la coartada de Robin era sólida. Tenía a su madre allí y motivos para hablar con Rogers. Entonces esperé a que la recepcionista encargase a alguien ir en busca del doctor, tal y como había sucedido en las anteriores ocasiones.

Todo ello desde un lugar suficientemente a cubierto de sospechas. Haciendo gala de las mejores habilidades que mi profesión había limado y esculpido en mi persona.

Al cabo de un poco la secretaria se puso en contacto con otra chica y fueron a buscar al doctor. Un poco más y el doctor enfiló las escaleras en dirección a la habitación del familiar de Robin.

Si había un momento para actuar, el momento era este. Cruzaste el pasillo de forma decidida y te metiste en el despacho, por segunda vez. Ya conocías la dispocición de las cosas, tocaba seguir un orden y especificar que tipo de cosa te interesaba.

Cerré la puerta tras de mí y eché el pestillo.

Pensé que el jarrón sería un buen lugar para esconder una llave o algún elemento por el estilo, en caso que surgiera la necesidad, pero sólo archivé este dato en mi cabeza, y comencé por los armarios del lado izquierdo. Más por conocer la disposición de éstos y su contenido que por la certeza de dar directamente con una pista. Pero en estos casos había que mantener la metódica profesional, máxime cuando el tiempo apremia.

Al acabar con los armarios, moví un poco el cuadro. Lo separé un poco de la pared y eché un ojo debajo. También era un buen sitio para esconder o una llave o un documento.

El ordenador¹. Moví el ratón para ver si la sesión estaba abierta o, si estaba bloqueada, si la contraseña era más compleja que un simple Intro. No le dediqué más tiempo, de momento. Pasé a la carpeta. Ahí podía haber algo interesante. La ojeé ávidamente. Luego pasé a la cajonera, para comprobar si estaba abierta. Habiendo sido llamado de repente, es fácil que se la dejase sin cerrar.

Si algo de lo que quise abrir lo encontré cerrado, metí la mano en el jarrón de las monedas y rebusqué por si daba con un pequeño llavero.

En el armario de la izquierda lo que encontraste fueron documentos de lo más aburridos. Estadisticas de pacientes, datos sobre proyectos informáticos... No parecía haber nada de interés.

Detrás de los cuatros tampoco encontraste nada. El ordenados estaba apagado, en el despacho tampoco había electricidad. Luego le tocó el turno a la carpeta, en ella había un informe sobre accidentes, suicidios, y fallecimientos recientes en el hospital. Algo así como la incidencia de la cúpula a nivel “médico”

La cajonera estaba cerrada con llave. Metiste la mano en el jarrón, pero nada, quizá la llave la llevaba encima el doctor.

De entre los papeles de la carpeta, busqué nombres conocidos o algún dato que pudiera resultar importante. Todo ello, leyendo por encima. Si me llevara la carpeta o su contenido, pondría sobre aviso a Rogers y no tenía con qué hacer copia de los documentos, así que recurrí al viejo estilo: buscar en el lugar y sólo sacar de allí aquello realmente importante.

Saqué las ganzúas que me sirvieron para abrir la puerta de acceso al departamento de seguridad y probé con la cerradura de la cajonera. Este tipo de cerraduras acostumbran a ser muy sencillas, así que pensé que sería un juego de niños abrirla.

Si lo conseguía, rebuscaría en su interior. Si Rogers la mantenía cerrada, era obvio que guardaría algo importante para él allí dentro.

En la hojas de la carpeta había unos gráficos muy bonitos y los datos eran interesantes, pero sólo a nivel de curiosidad. Nada de importancia.

Sacaste la ganzúa, efectivamente esas cerraduras no solían ser complicadas, pero había que actuar con los nervios calmados. Moviste a un lado, al otro y... ¡Click! La abriste.

Allí encontraste más documentos. Parecían informes de alta de urgencias. Estabas a punto de descartarlos cuando te percataste del nombre de la paciente: Andy Mckeavey

- ¡Bingo! - Pensé. Saqué los informes y me los guardé. Volví a cerrar la cajonera, dejé todo tal cual lo había encontrado, incluso la silla en la misma posición, y me dispuse a abandonar el despacho del doctor.

Una teoría comenzó a formarse en mi cabeza: el doctor hacía favores al padre de Robin, ocultando los informes de urgencias que serían prueba de malos tratos contra su mujer. El doctor se cobraba sus favores de alguna manera. Un día el difunto dice basta, por la razón que sea, se discuten, amenaza con decir todo lo que sabe del doctor y éste se lo carga.

De momento es una teoría con poco peso, pero ideas más torpes se han visto.

Por el momento, urgía salir de allí lo antes posible, no fuera a volver el loco de Rogers. Cada vez estoy más convencido que estamos tratando con un asesino sin escrúpulos. Instintivamente palpé mi fiel compañera, de apellidos Smith & Wesson.

Salías satisfecho, la incursión en el despacho de Rogers había dado sus resultados. Luego las teorías ya corrían de tu cuenta, pero lo que estaba claro era que si el doctor guardaba eso bajo llave algún motivo habría para ello.

Salías confiado, acariciando la S&W cuando...

- ¡Eh usted! - Desde la parte de recepción y de frente, a unos quince metros, llegaba el mismísimo Doctor Rogers, debía de haberte visto salir de su despacho.

- ¡Mierda! - Pensé. Por un instante me pasó por la cabeza salir corriendo y atravesar una puerta de emergencia para escapar, pero no podía estar seguro de si me había reconocido y eso sería exactamente igual que reconocer que estaba haciendo algo ilegal en su despacho, cuando la cosa podía disfrazarse de otra manera.

Miré al doctor, sonreí y le saludé con la mano. Caminé hacia él con la cara más afable que encontré en mi colección de máscaras hipócritas.

- Buenas tardes, doctor Rogers. Le estaba buscando. No quería importunarle con hacerle llamar y he pensado que quizá lo encontraría en su despacho. Lo lamento si me he saltado el protocolo, no era mi intención importunar, más bien al contrario.

Le tendí una mano que sabía que rechazaría.

Rogers frunció el ceño, sin duda no estaba convencido del todo. En todo caso tampoco llamó a seguridad.

- ¿No preguntaba usted por los Mckeavey? Quizá le interese saber que acaba de fallecer la madre – En su cara no viste alegría, más bien una extraña cara de confusión. - Ahora largo de aquí, no le quiero volver a ver rondando por mi despacho, a la próxima llamo a la policía, está usted avisado.

Recibí la noticia como un jarro de agua fría y mi rostro se endureció repentinamente, pues la idea de que precisamente quien me estaba dando la noticia era responsable directo de que la situación hubiera llegado a tal extremo me asaltó de inmediato.

No le dije nada. Ni asentí, ni negué, ni le lancé un puñetazo, ni si quiera le lancé alguna frase acusadora para intentar hacerle sentir culpable.

Simplemente me largué de allí en dirección a la habitación de la madre de Robibn. Ella estaría allí y seguramente estaría destrozada.