Partida Rol por web

-Mierda-. Protestó al ser consciente de la que había preparado, aún se encontraba embotado, tal vez por el sueño y no por el abrazo que había dado al dios eolo hacía apenas unos instantes.

Aquellas bestias peludas eran peligrosas máxime cuando se pillaba a la manda al completo. Se tumbó y aguardó esperando pasar desapercibido mientras con su mano palpaba en torno a los fardos esperando encontrar a su fiel Enriquetta.

Miro y vuelvo a mirar, y de nuevo adelante y hacia atrás, pero no distingo nada. Sigo buscando pero tengo que rendirme a la evidencia, hemos perdido el rastro, me miran con la esperanza de que yo haya podido seguir el rastro, pero mi rostro los saca de la duda, no era capaz de encontrar el camino que habían seguido.

Escucho las palabras de los compañeros, tan apenados como yo por dejar a la muchacha en manos de los indios, pero no podíamos hacer nada más por ella pese a los esfuerzos que dedicásemos. Tocaba regresar con los ánimos por los suelos, ya empezaban a deshacer el camino hecho y tomar el de vuelta a la diligencia, imaginaba a Peter reprochándonos que fuéramos a por la chica, pero había que hacerlo.

-Regresemos entonces compañeros, por ella no podemos hacer nada más, quizás el ejército pueda mandar a una batida de rescate.

El coyote que se había girado hacia tu dirección decide dar unos pocos y cautelosos pasos hacia la diligencia. Si en la que estaban sus compañeros comiendo había cadáveres en esta también podría haberlos. Poco a poco se va acercando hasta tu posición. Los demás no le hacen ningún caso y siguen devorando lo cadáveres frescos que tienen ante ellos.

-Vete... Vete... -Susurró para sus adentros el viejo mientras veía como la criatura se iba acercando paulatinamente. Tal vez le había oído, tal vez algo de la diligencia le estaba atrayendo.

En cuanto sintió que estaba demasiado cerca disparó el fusil que ya tenía en posición. El mismo escupió una ráfaga de fuego y cortó el silencio que reinaba en el valle.

Como siempre Enriquetta hizo su trabajo con sobriedad. Un disparo, un muerto.

Esperaste con el corazón latiendo cada vez más deprisa hasta que el animal se encontrara en el lugar idóneo para matarlo. El coyote con cautela se acercó a la diligencia levantando el hocico casi a cada paso, sin duda oliéndote. Cuando ya estaba a uno pocos pasos de la diligencia disparaste. El tiro dio de lleno en la cabeza del animal y abrió un agujero por el se le escapan los sesos.

El sonido del disparo atravesó la pradera como un trueno. Los otros tres coyotes miraron al unísono en la dirección de la diligencia, dieron un pequeño brinco e iniciaron la carrera en busca de refugio o al menos para dejar suficiente distancia con la diligencia. En lo sucesivo se lo pensarán antes de acercarse a un humano. Vivo o muerto.

Regresáis hacia la diligencia con un gran pesar por no poder haber hecho nada por la vida de la pobre Rosaline. La roca se imponía al barro y al polvo y no hubo manera de poder seguir el rastro de sus captores. Que Dios la tenga en su gloria. Ciertamente era bella.

El resto del camino de vuelta lo recorristeis casi sin hablar aunque también hay que decir que sin ningún contratiempo, lo que dadas las circunstancias era una especie de novedad.

Hasta que os encontrabais a menos de una milla de la diligencia. De repente un disparo sonó como un trueno recorriendo todo lo largo de la pradera. Si, provenía de la zona donde habíais dejado la diligencia.   

Roy escuchó el disparo y se detuvo. Miró a sus compañeros alarmado, diciendo en su mirada todo lo que su boca no podía articular. Pero al final le salió una única palabra.

- ¡Pete!- y sin decir más salió corriendo hacia la diligencia.

El viejo Pete resopló al comprobar que la reacción del resto de las bestias no podía haber mejor ni en sus más placenteros sueños. No había alcohol pues hace un tiempo que el elixir de los dioses se secó, sin embargo había comida para pasar la espera, comida y ese veneno insípido que llamaban agua.

Tras comprobar unos segundos que nadie más llegaba se incorporó en la diligencia y se encaminó a su presa, fue entonces cuando dejó a un lado a su fiel 'Enriquetta' y tomó su cuchillo de cazador que portaba próximo a su cintura. Lo primero que hizo fue abrir en canal a la pobre bestia cuya curiosidad supuso su final para extraer sus tripas. Lo primero que se pudría.

A continuación retiró su piel dejando únicamente la carne, con un poquito de sal aguantaría perfectamente un día.

Joder!, vamos!, digo espoleando el caballo acercándome a todo galope hacia el lugar del disparo mientras saco el revolver.

Miraba taciturno el suelo, pensando en la pobre chica y en nuestra impotencia. Maldita sea no haber podido salvar a ese ángel que ahora estará atemorizada cuanto menos en manos de esos salvajes.

De pronto ruido de disparos, estaba tan ensimismado que no he notado el número, podría haber sido sólo uno como la descarga de todo un regimiento y yo no lo habría distinguido. Los compañeros corren pensando en el pobre Pete que ha quedado en la diligencia, ligeras motas de polvo se levantan con la veloz carrera de los caballos, espoleo al mío para no quedarme atrás y seguir al resto.

No tardasteis casi nada en llegar a la zona donde habíais dejado a Pete al cuidado de la diligencia. Pero esta no estaba en el mismo lugar. Peter había movido la diligencia unos metros a resguardo de unas rocas. De pronto tres coyotes pasan cerca vuestro como centellas pero no os atacan, al contrario, llevan el rabo entre las patas y corren con todas sus fuerzas.

Al lado de la diligencia veis al Peter agachado, descuartizando lo que parece un animal.

Roy se acerca mirando en todas direcciones como esperando que le atacaran desde cualquier lado. Al llegar a la altura de su compañero el cazarrecompensas le habló bajo.

- Pete, ¿ha pasado algo?...hemos oído un disparo- comentó mirando lo que hacía el viejo carretero y alternando la vigilancia por el perímetro.

El viejo conductor de diligencias enseñó la pieza la cual había empezado a trabajar abriéndola en canal para evitar que las tripas empezasen a descomponerse estropeando así la pieza.

-Había una manada de coyotes que se acercó demasiado al carro, tal vez por el olor a comida. Hubo que espantarla-. Se dispuso a justificarse. –Con esto tenemos la cena , sin embargo debemos ponernos en marcha. Estoy seco y el ruido habrá atraído a las bestias. No quiero perder mi cabellera.

Entonces miró en derredor esperando encontrar al grupo en compañía de la joven que había provocado aquel retraso:

-¿Qué tal os fue? ¿Dónde está la joven?- Preguntó

- Me alegro de verte bien. La muchacha................ Perdimos el rastro de esos malnacidos, creo que esa chica lo va a pasar muy mal. De momento no podemos hacer nada por ella.

Pienso con amargura los trances por los que puede pasar la joven a manos de los indios, sin duda que esta noche festejarán su presencia como no quiero imaginarme.

- Nos pondremos en marcha cuando digas.

-Mal asunto ese. -Contestó con en escupitajo al suelo buscando subrayar sus palabras-. Debemos ponernos en marcha cuanto antes. Si llegamos pronto puede que avisando al ejército consigamos algo. De momento debemos intentar salir con vida aquí.

Se retiró el sombrero brevemente mientras se volvió a pasar la mano por el pelo retirando canas y sudor a partes iguales al tiempo que dedicaba una mirada al camino por donde habían venido.

-¡En marcha!

Las montañas rocosas no son más que una lejana línea en el horizonte, lleváis un gran ritmo y eso hace que recorráis unas cuarenta millas diarias. Continuáis con vuestra  rutina diaria, veis búfalos y más búfalos mientras cruzáis pequeños riachuelos a la carrera, de vez en cuando paráis en alguno para aprovisionaros de agua y dar de beber a los caballos. Al frente, los pastos dan a parar a una zona boscosa donde aparecen de nuevo algunas montañas de perfil ondulado, calculáis que a este ritmo llegaréis al bosque en un par de días.

Al atardecer llegáis a un cruce de caminos, un cartel indicativo os indica las direcciones. Al norte señala Salt Lake City y al suroeste indica Nevada – Las Vegas. No indica distancia en millas.

-Creo que la cosa está clara, a nuestro destino final… Las Vegas, Nevada. –Aunció exultante el conductor al tiempo que pegó un leve azote a los caballos con la brida. –Creo que esto es lo más al oeste que he estado. No sé cuanta distancia nos queda y quienquiera que pusiera esto no tuvo la amabilidad de informarnos.

- Esto está lejos de todo como para que alguien se moleste en poner distancias- contestó Roy a Pete mientras miraba el horizonte.

- Bueno, ya falta menos- comentó sonriente mientras se volvía a meter en la diligencia.

Continuáis vuestra ruta en dirección a Las Vegas. El viejo Pete no azuzaba excesivamente a los caballos y el traquetear de la diligencia no era tan brusco como al paso por los caminos de piedra de las Rocosas. Eso hacía que el sheriff durmiese apoyado a la pared lateral de la diligencia como un niño.

El ritmo es bueno y las millas van pasando cuando el atardecer se os comienza a echar encima.

Tyler dormía como un bendito al ser acunado constantemente por el traqueteo de la diligencia.