Partida Rol por web

—¿Algo interesante? —Preguntó Peter tras arrojar un par de ramitas con la intención de avivar el fuego. Estaban en medio de la mierda, en ninguna parte y aquel aliento de Prometeo era lo más parecido a un entretenimiento.

Entonces arrancó un puñado de paja del suelo y volvió a alimentar el fuego, esta vez la paja se vaporizó antes de acercarse a las lenguas que titilaban bajo la suave brisa que acompañaba a la noche.

—Esto ha estado cerca... Diablos, debería jubilarme después de esto. Mandar todo a tomar por el culo y comprar un par de cabezas de ganado para ir tirando durante el invierno.

Estaba agotado, dolorido y con muchos agujeros en el cuerpo. Con esfuerzo llegamos a reparar la rueda mientras Roy buscaba entre los caídos. Igual encontraba un rifle del 38 para reponer el que había perdido, seguro que llevaban varias armas.
- Si que hemos estado cerca de no contarlo. No creo que sea buena idea quedarnos por aquí mucho, podrían volver los amigos de éstos aunque sea sólo para enterrarlos. Si nos movemos unas millas estaremos algo más seguros, creo. Dije pensando en lo que yo haría y en lo que teníamos por delante. En estos momentos el sueldo cobrado no parecía mucho y deseaba llegar cuanto antes para no recibir más agujeros en el cuerpo.

Roy volvió cargado con bastante cosas "útiles" y  con los caballos de los caídos, que seguramente servirán de refresco para los que llevaban en la diligencia.

Al llegar soltó todo lo que había conseguido, incluido dinero, aunque este escaseaba, por algo les habían asaltado.

-Chicos no creáis que es nuestro día de suerte...y menos viendo el precio que hemos pagado, pero algo es algo.

Delante de sus compañeros había una pequeña montaña de cosas útiles. Pero sin duda lo que más les valía era las provisiones en agua y comida y, por supuesto, la botella de whisky.

-Esto nos mantendrá con vida durante la noche -dijo el cazarrecompensas sonriendo.

Luego miró a sus compañeros  y negó con la cabeza., para, de seguido, quitarse el sombre y rascarse la cabeza. Sus compañeros estaban muy malheridos y no era bueno salir de ahí aquella noche pero algo le decía que si no se movían de ahí los supervivientes volverían, o si no alguien que hubiera oído tanto disparo, o si no alguna alimaña con funestas intenciones.

-Creo que Jack tiene razón. Deberíamos movernos de aquí, pues seguramente vengan los que sobrevivieron al ataque, a ver si alguno de sus compañeros sigue con vida...o para robar lo que tenían...que llegan tarde jajajaja -rió de buena gana Roy-. A lo que voy. Debemos salir de aquí. Pero es algo que debemos consensuarlo entre todos, pues...chicos, estáis muy jodidos -dijo con una sinceridad brutal.

Roy volvió cargado con los pertrechos que encontró entre los cadáveres de los pistoleros que les habían atacado. Los amontonó delante de la diligencia con una sonrisa en la cara.

Los tres estuvieron un rato mirando aquel montón hasta que decidieron recogerlo todo y volver a ponerse en marcha. Había que abandonar aquel lugar por si acaso volvían los pistoleros que aún quedaban vivos. Recorrieron unas dos millas y encontraron un lugar que podría ser bueno para descansar lo que quedaba de día.

La noche transcurrió sin incidentes ni rastro de los pistoleros del día anterior y los heridos recuperaron una parte importante de la vitalidad que habían perdido el día anterior.

Al amanecer reanudaron la marcha y pasaron el día sin sobresaltos, ya había sido bastante el día anterior. Al atardecer llegaron a Cedar City.

Cedar City es una ciudad en desarrollo. Lugar de paso de ganaderos y con un comercio en auge. Uno de los primeros edificios que encontráis al entrar en la ciudad es la parada de postas.

Aún está Peter deteniendo la diligencia cuando sale del edificio un señor con gafas y unas gruesas patillas saludando con la mano. "- Por fin. Habéis llegado.  ¿Como ha ido el viaje?" -Pregunta con un sonrisa amable.

—No preguntes... Hemos llegado pero hemos perdido mucho por el camino. Buenos hombres y devotos de nuestro señor. —Contestó Peter bajándose del pescante y soltando a los caballos los cuales agradecerían el descanso al igual que sus posaderas que ya le dolían como si le hubieran dado una patada en la rabadilla.

—Perdonad que os pregunte quién sois pero no os recuerdo. La última vez que anduve por aquí esto estaba bastante más verde y menos construido. ¿No seréis por un casual el señor Kirby?

Roy no se lo creía, por fin habían llegado a algún lugar que se pareciera a una ciudad, habían llegado a Cedar City. Tras parar la carreta un tipo animoso y sonriente les preguntó por el viaje. Roy, que iba al lado del Pete en el pescante de la diligencia para ayudarle a llevar la misma, bajó también de la misma diligencia y dejó que Pete hablara primero con aquel tipo, aunque él también dijo algo, muy poco.

-No muy bien -dijo con poco ánimo de hablar-. Me puede decir dónde está el sheriff, creo que no tenemos buenas noticias.

Dicho esto Roy se acercó a la parte de atrás y de uno de los caballos que habían requisado a los atacantes que habían abatido, desató el cuerpo de su compañero Tyler O'Bannon, el sheriff que les acompañaba y que había perecido en la refriega.

También desató el cadáver de los atacantes que colgaban en las grupas de sus caballos*.

-Me temo que esto no le va a gustar a vuestro sheriff -dijo señalando a los malhechores.

El hombre miró a Peter con una sonrisa en la cara.  – Oh, no. Me temo que no. Yo soy Mathew Spinner. Soy el encargado de la casa de postas de esta ciudad. El señor Kirby debe encontrarse en Las Vegas. – Contesta a Peter antes de mirar a Roy y lo que éste le enseña. - Eso amigo, mejor se lo entrega al sheriff. -  Aconseja a Roy señalando a los cadáveres del sheriff y de los pistoleros.   
El señor Spinner se giró buscando a uno de sus ayudantes y que ordenó que soltara los caballos y los llevara a la cuadra.  - Podéis  descansar hasta mañana. Los caballos estarán bien cuidados en la cuadra de la compañía. En el edificio de al lado  tendréis os darán alojamiento como trabajadores de la compañía. Podréis comer y dormir gratis. Supongo que mañana por la mañana retoméis el viaje. Solo os quedan tres jornadas hasta Las Vegas. Voy a encargarme de vuestras cosas. – Dijo dándole media vuelta y entrando en la cuadra.

Cedar City no es más que una gran receta con edificios a los lados de la calle. A la entrada del pueblo está la casa de postas con sus dependencias y las cuadras. Unas casas más abajo esta el “George’s Hotel" y justo en frente, un burdel y una barbería. El pueblo también tiene una herrería, una sastrería, una panadería y una carnicería. Casi al final del pueblo por el otro lado está una armería y la oficina del sheriff.  
Tenéis el resto del día y la noche para hacer lo que queráis.

—Agradezco la oferta señor Spinner. Una buena cepillada les sentará tambien, han vivido demasiadas cosas... Como todos—Respondió sinceramente Peter antes de permanecer unos segundos con la mirada perdida. Entonces volvió a hablar indicando los sencillos planes que tenía para terminar de reponerse.

—Es una buena oportunidad para descansar y recuperarme de las heridas. Eso sí, me llevaré una buena botella para desinfectar y para ayudarme a conciliar el sueño.

-Toma -dijo Roy a Pete lanzándole la bolsa de dinero que había requisado a los asaltantes-. Iros los dos a curaros las heridas y descansar. Yo iré a hablar con el sheriff para ver si conoce a estos tipos. Cógeme una habitación a mí también, que hoy también quiero dormir bien -pidió mientras se alejaba.

Sin decir nada más se encaminó a la oficina del sheriff tirando de los caballos que portaban los cuerpos muertos. Seguramente parecía algo macabro, pero a estas alturas al cazarrecompensas le daba igual lo que pensaran.

Roy se acercó a la oficina del sheriff y ató los caballos antes de entrar a la misma. Llamó y entró.

-Sheriff, me llamo Roy O´Sulliban -se presentó quitándose el sombrero como acto de respeto a la autoridad-. Soy cazarrecompensas en el este, pero no he venido por causa de mi oficio.

-Ayer, a la diligencia en la que viajábamos, nos asaltaron diez tipos sin darnos explicación alguna ni pedir cuentas por nada ni nadie. Conseguimos acabar con seis de ellos y nosotros logramos sobrevivir tres de las cuatro personas que viajábamos en ella, aunque dos de ellos están malheridos. El cuatro, el el sheriff Tyler O´Bannon, quien se dirigía a Las Vegas a ejercer su cargo.

Roy hizo una pausa para ver la reacción del sheriff al contarle aquello.

-Tengo los cuerpos ahí fuera. Si me hace el favor de acompañarme se los mostraré -pidió amablemente.

El sheriff es un tipo normal que no destaca por ninguna cualidad física. No es alto ni bajo, ni muy apuesto ni incomodo de ver. Está sentado con las botas recostada en la mesa de su oficina leyendo unos papeles cuando se percata de tu entrada. Aparta un momento la mirada de ellos y, al ver que eres un desconocido, se sienta de forma más correcta y te escucha con atención. Va asintiendo a tus palabras y cuando terminas de hablar se levanta para acompañarte a ver los muertos.  – Seguro que han sido los de la banda de Mardigan. – Dice señalando a los carteles de “se busca” que tiene pinchados en la pared.  

Ambos salís y nada más ver los cuerpos asiente nuevamente con la cabeza.  – No hay duda. Son parte de ellos. Este es Liao Po. – Dice señalando a uno de los pistoleros que tiene rasgos asiáticos. – Y este es Tom Gordon, no hay duda. El resto son desgraciados que ha ido reclutando Bob Mardigan. Chico bien mereces la recompensa. Vamos adentro. – Te sonríe el sheriff dándote un manotazo en el hombro.

Una vez adentro, el sheriff abre la caja fuerte y coge dos sacos de monedas. – Ahí  hay setenta dólares. Treinta y cinco por cada uno. Cuéntalo si quieres. Voy a avisar a mi ayudante para hacernos cargo del cuerpo del sheriff. – Después llama a sus ayudante que recoge los restos de Tyler y los mete dentro de la oficina. – Nosotros nos encargaremos de él. – Te dice a modo de despedida.

Roy sorprendido por la recompensa se rasca el cogote y luego mira el dinero. De Ahí saca diez dólares y se los deja en la mesa del sheriff. 

-Esto es para que el sherriff  Tyler O`Bannon reciba una sepultura digna, con un buen ataúd de madera y con una lápida  en piedra donde ponga su nombre y apellidos, su profesión de sheriff y la fecha de su muerte. ¿Se encarga usted o se lo digo yo al sepulturero? -pregunta sin soltar el dinero aun, por si tenía que recogerlo y encargarse el mismo.

Luego tras pensar en muertos, recordó el incidente de la diligencia atacada por los indios.

-Una cosa más. Esto es importante -dijo dejando el dinero encima de la mesa y poniéndose serio nuevamente.

-De camino aquí, hará una semana o dos, encontramos una diligencia atacada por los indios. Cuatro de ellos estaban acribillados por flechas. Sin duda eran un matrimonio de personas ricas por las ropas que llevaban y los otros dos eran el conductor y una persona que les escoltaba. Lo bueno es que el rico no estaba del todo muerto y nos contó que se llamaba Tobías Anderson. Pero lo peor es que los indios se habían llevado a su hija Roseline. Tras hablar se murió por las heridas, pero miramos si llevaba su cartera y...¡bingo! llevaba aun su documentación, que no se habían llevado los indios...y por eso sé que realmente eran indios y no impostores -dijo mientras sacaba la misma y se la enseñaba al sheriff.

-Como puede ver y el señor Anderson era el interventor del Banco Pacific en Las Vegas. Además, mire, tenía dos fotografías, una del matrimonio y otra de la hija -dijo Roy sacando las fotos y también enseñándoselas al sheriff.

-Intentamos seguir el rastro, pero al final no pudimos encontrarlo y no tuvimos más remedio que volver a la diligencia y seguir nuestro camino. 

-No sé si tiene usted potestad de hacer algo o no. Yo llevaré esta documentación a Las Vegas para que reúnan un grupo y busquen a Roseline. Pero si alguien hace el trabajo de rastreo previo, quizás se gane una buena recompensa de parte del banco.

Roy vuelve a sacar el dinero y pone otros quince dólares sobre la mesa.

-Contrate a dos o tres indios, o mestizos, o alguien que sepa rastrear. Que busquen la diligencia y alguna pista. ¿Puede ser? -dijo mirando al sheriff a quien le había metido en dos follones con lo tranquilo que estaba cuando había entrado.

El sheriff escucha con atención lo que le cuentas del ataque indio a la diligencia del señor Anderson. Parece impresionado con tus palabras y asiente con un movimiento claro de cabeza a tu sugerencia de hacer un rastreo de la zona. – De acuerdo. Enviaré unos muchachos en busca de el rastro que hayan dejado esos indios del demonio. Hacia tiempo que no atacaban a nadie. Supongo que todo tiene un final. – Dice con cierto pesar en el semblante. – En cuanto al sheriff  O’Bannon… Nosotros nos encargaremos de darle sepultura aquí, en el cementerio del pueblo. Y guárdese el dinero, no hace falta que pague nada.

Roy asintió.  Miró el dinero que había encima de la mesa y lo recogió. Entendía que todo aquello era labor de las autoridades, que para eso cobraban pues era su trabajo, incluso podría entenderse como un insulto el hecho de ofrecerle aquel dinero, así que no insistió. 

- Gracias sheriff, es usted un buen ciudadano. Me voy a dar un baño y comprar alguna cosa y mañana seguiremos camino. Adios.

Roy se colocó el sombrero y tocándose el ala del mismo por delante como ssímbolo de despedida, se marchó.

Al salir vio como varias personas se habían acercado a los cuerpos de los asaltantes y del sheriff. Roy les dedicó una última mirada y luego desató los caballos y los llevó a donde se habían quedado sus compañeros. 

—Perfecto. —Contestó el viejo Pete como única despedida mientras se encaminaba hacia el edificio de al lado, parecía ser a aquellas alturas el único alojamiento en aquel lugar.

Se trataba de una construcción que contaba con un par de plantas sobre la propia planta de acceso, de madera labrada sin demasiadas pretensiones y en cuyas ventanas se apreciaban varios cortinajes que daban intimidad al interior. Tal vez era demasiado para los estándares a los que acostumbraba el viejo conductor, pero un colchón mullido era todo lo que necesitaba en aquel momento.

Una vez cruzó el umbral que separaba el interior del edificio del camino de tierra por el que habían llegado, dedicó un par de segundos a otear la zona con desconfianza. Demasiados peligros había vivido hasta aquel momento y era ya demasiado perro viejo para no desconfiar de cuando en cuando.

Entonces tocó un par de veces el timbre que reposaba sobre el mostrador.

—Venía a reservar tres habitaciones para tres trabajadores, de parte del señor Spinner.

Roy llega hasta donde se encuentran sus copañeros y entregándole un dolar al muchacho de la cuadra le dice.- Quitale la silla a los caballos y cepillalos bien. Dales buen forraje y tenlos preparados para un par de horas- dijo Roy mientras se alejaba.

Luego cogió un par de bolsas y se metio en la casa de la compañía donde había dejado a sus compañeros. Al verles se acercó a ellos y puso las bolsas encima de una de las mesas y las abrió. Allí había todo loq ue le había requisado a los asaltantes.

-Coged lo que queráis, luego iré a venderlo todo a la tienda de armas que hay cerca.

Luego sacó su cartera y le separó dos montones iguales de dinero.

-Estos son 30 dólares para cada uno. Resulta que eran una banda buscada y varios de ellos tenían recompensa. Cogedlos y agstadlos o no, pero son buestros. Y más tendremos cuando vendamos los caballos y las armas.