Partida Rol por web

Podría darme la vuelta y pegar a uno de esos guardias un bastonazo en la cabeza, que seguro que le apañaba las ideas. Pero también podría correr y esconderme, y que lo resolviesen los guerreros. Al fin y al cabo, el campo de batalla no era mi territorio, y no pensaba desperdiciar más mis poderes si tenía que enfrentarme al Rey de estos.

Así, sopesando detenidamente ambas opciones, sólo me queda seguir corriendo y buscar un buen refugio hasta que Aetos y Néstor acaben con los enanos.

Aetos tiene una segunda oportunidad de acabar el combate, y parece que esta vez la lanza encuentra carne. El experimentado guerrero intenta atravesar el cuerpo del dáctilo antes de que este pueda reaccionar y golpear de vuelta.

Esta vez, la lanza de Aetos atraviesa de lado a lado el cuerpo de su enemigo, traspasando piedra y carne. El Guardia Real dactilo ha luchado de forma valerosa pero estúpida contra un número superior y más preparado de oponentes. Y eso ha acabado con su vida.

Sin más enemigos a la vista, se hace un silencio momentáneo.

Tras esperar un buen rato al acecho por si aparecían más dáctilos rezagados, Melanctha no vio que apareciera por allí ninguno. Parecía que aquellos que le seguían a Aristocles y a ella les habían perdido el rastro en el bosque de setas gigantes.

Viendo que no aparecía nadir por allí, se dirigió a la entrada del túnel, tras los pasos del salvaje, de Aristocles, y de los dos dactilos que les iban siguiendo.

La boca del túnel estaba levemente iluminada por la luz que ambiental llegaba de los líquenes fluoroscentes de la Gran Caverna, pero más allá no veía nada de nada. Estaba totalmente a oscuras.

Al ver como cae el dáctilo, y que por fin tenemos un respiro, sin perder el tiempo, corro hacia Aetos y Néstor, para decirles—. ¡No perdamos el tiempo! ¡Puede que Melanctha esté en peligro! ¡Búsquemosla y veamos qué hacer!

Melanctha se detuvo ante la entrada del túnel, atenta los posibles ruidos que provinieran del mismo. El túnel estaba oscuro como boca de lobo, así que miró a su alrededor para buscar materiales con los que improvisar una antorcha.

Había esperado que aquellas luces mágicas que se iluminaban al paso de Aristocles podrían ayudarla, pero quizá había esperado demasiado tiempo escondida. No había ni rastro del filósofo, y ahora tendría que arriesgarse a ser descubierta portando una luz propia.

PENEJOTIZADO

Néstor asiente ante las palabras de su maestro y le sigue de regreso hacia la gran caverna boscosa. Eso le lleva posiblemente a alejarse de la princesa, que era lo que estaba buscando, pero como héroe, no podía dejar atrás a su compañera sola.

PENEJOTIZADO

Aetos no puede por menos que seguir a sus compañeros, aunque no puede por menos mirar hacia atrás preguntándose que hubiera pasado si hubieran seguido otro camino.

El salvaje no duda un momento en seguirles.

A medida que los tres compañeros avanzan por la galería de regreso a la gran caverna, la galería se ilumina  con luz azulada debido a los cristales de las varas alargadas a los lados, que ahora sí, sin duda, parece claro que reaccionan a la presencia del anciano Aristocles.

Melactha se adentra en el túnel, y debe palpar pues no ve nada en al completa oscuridad.

Avanza unas decenas de metros. Y no tarda en toparse en la oscuridad con unos bultos en el suelo, y se asombra al descubrir a dos dáctilos en armadura. Uno inconsciente, tal vez muerto y el otro maniatado.

Al poco, ve una luz azulada acercarse iluminando el túnel en la eljanía, y se alegra al reconocer al poco las siluetas de sus compañeros Aetos, Nestor y Aristocles, acompañados del último salvaje vivo. El que entró corriendo junto al anciano.

Los tres héroes llevan recorrido casi todo el túnel cuando al llegar a la zona en al que se encontraban los dos dáctilos, el uno inconsciente y el otro maniatado, se encuentran con Melanctha, agazapada en al oscuridad.

Podía haber pasado desaparcibida, pero al verlos la chica sale de su escondite para recibirlos...

Aetos saluda con la mano a la cazadora, interrogándole con la mirada sobre si es seguro hablar o hay más soldados por los alrededores. Parece que los enanos salgan de entre las piedras, y realmente es sorprendente que hayan sido capaces de mantenerse libres y con vida en la vigilada fortaleza.

Melanctha habló en susurros, por si había más dáctilos en las cercanías.

- Por mi parte, he eliminado a uno de nuestro grupo. Hay otros tres por allí...- dijo, con un gesto vago hacia atrás.-... y dos más salieron en pos de Aristocles y nuestro amigo el salvaje. ¿Consiguisteis darles esquinazo?- le preguntó al filósofo, viendo que no se trataba de los dos dáctilos en el suelo.