Partida Rol por web

La edad oscura

Primer curso, capítulo I. La carta

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20/10/2014, 14:41
Director

Era una calurosa y húmeda tarde de julio en Tórshavn, la más calurosa de todo el verano hasta el momento. A través de las ventanas abiertas de la residencia de los Weir llegaban los gritos alegres de los más jóvenes de la ciudad bañándose en las frías aguas del atlántico, participando en los juegos que parecían anclados en la memoria histórica del municipio, pues llevaban repitiéndose cada verano con cada nueva generación. Los Weir lo sabían porque habían podido vislumbrarlos desde la ventana de su casa o dando algún ocasional paseo por el puerto cada año, pero nunca los habían invitado a participar.

Aquello no era del todo cierto, por supuesto, ya que la mayor de los Weir, Jessica, hacía años que estaba integrada en la cultura muggle del lugar y participaba en aquel tipo de insignificantes actividades con más entusiasmo que nadie, como si contra más altos fueran sus gritos de júbilo más pudiera desligarse de las raíces mágicas que tantas penurias le habían conllevado.

Esa tarde no había diferencia ninguna a las otras de aquella semana, incluso a las de todo el verano. Elizabeth Weir llevaba todo el día en el trabajo y Jessica había desaparecido nada más terminar de comer, sin molestarse en buscar una excusa que la llevara directa a casa de Jack, el atractivo e insulso patán de su clase del que la chica estaba evidentemente enamorada. Por su parte, Iraida había ocupado la mesa de la sala de estar con pergaminos y libros mientras se mordía el labio con expresión concentrada, pasando sin parar las páginas de su libro de pociones. A juzgar por la pila de arrugados pergaminos que había desechado no parecía demasiado exitosa en su tarea de hacer los deberes; ni siquiera parecía estar segura de dónde encontrar la respuesta.

De vez en cuando la cara de concentración de la chica se veía interrumpida por la mirada vigilante de madre que acudía a su rostro cada vez que elevaba la vista de la tarea buscando a Zora, quien en aquel momento lucía una expresión de inocencia que hubiera hecho sospechar a cualquiera. No así a Iraida, que pasó cinco minutos inmersa en su tarea antes de darse cuenta de que la pequeña de los Weir le había sustraído la varita y estaba comprobando su flexibilidad con pasmosa tranquilidad.

- ¡Zora! - se levantó entonces alarmada, interrumpiendo la silenciosa lectura en la que se hallaba centrado Alexander, que sabía que era mejor leer en el salón para evitar constantes interrupciones de su hermana en su habitación para comprobar que no hacía nada raro -. Zora, va devuélveme la varita, que con esto no se juega - probó con el tiento que le habían dado tantos años haciéndoles de niñera y que tan poco efecto acostumbraba a hacer en Zora, que con tal de llamar la atención de su hermana siempre caía en las peores niñerías.

- Pero si sólo es un palo, no me creo que tú sepas hacer magia con esto - la picó la niña, doblándola un poco más y obteniendo un satisfactorio crujido a cambio, logrando que la niña le dirigiera una mirada de súplica a su hermano.

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20/10/2014, 15:20
Director

Era una calurosa tarde de finales de julio y Caliope se hallaba confinada en la trastienda bañada de luz de "La Dríade y el Basilisco". Aunque realmente confinada era una forma de hablar puesto que llevaba todo el día dando vueltas por el Callejón Diagon, hablando con los transeúntes, comiendo helados que le regalaba el propio Florean Fortescue e incluso ayudando a sus padres en la tienda.

Ahora simplemente estaba en su "hora de relax", como le decía su padre, que quería decir una de las tres horas semanales que pasaba con la señora Gibbs, su psicóloga, su confidente e incluso su amiga. Las charlas con ella acostumbraban a ser distendidas y agradables, mucho más cercanas de lo que nunca habían sido con su madre. Además, su padre siempre la animaba a abrirse con ella.

Se hallaban ambas cómodamente instaladas en dos sillones en un ambiente cargado de polvo que en nada parecía una consulta: había una mesa al fondo con el libro de cuentas de su padre, una estantería con selectos libros que no estaban a la venta y un buen montón de cajas con productos para reponer cuando se acabaran en la tienda. También estaba el "rincón sin prejuicios" donde su padre y su madre hacían pruebas con algunos de los amuletos que vendían y en caso de éxito los comercializaban. Se podía apreciar alguna quemadura.

- ¿Has vuelto a ver a Ted últimamente? - aquella era la pregunta que mantenía a la señora Gibbs desde hacía varios segundos con la vista clavada en Caliope con paciente atención, esperando a que la niña le respondiera.

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20/10/2014, 15:42
Director

Era una calurosa tarde de mediados de julio en la residencia Gallaway pero por desgracia no silenciosa. Erika había traído a Fiona a casa para jugar con la obvia finalidad de intentar atraer a Erik a los clásicos entretenimientos de los niños de once años, que en aquel momento consistían en lanzarse la pelota entre alegres risas infantiles. Las dos niñas corrían por el jardín, con el rostro sudado y el cabello revoloteando alrededor de sus jubilosas caras intentando atrapar la pelota que se lanzaban la una a la otra a traición, consistiendo el juego en que nunca debía caer al suelo o la responsable de aquello tendría que pagar prenda.

Hasta el momento la obvia diversión de ambas no había parecido calar en Erik, que las escuchaba desde la ventana de su habitación ensimismado en el juego de consola* que le habían regalado para su cumpleaños. O así estaba cuando la pantalla se quedó en negro. Durante un horrible momento de desconcierto se quedó contemplando el monitor con fijeza hasta que por fin vio a su abuela, su cuidadora mientras sus padres trabajaban, con una sonrisa cariñosa en el rostro y el cable en la mano.

- Erik Gallaway, ¿qué haces aquí? Me parece que hay dos bonitas jovencitas que quieren llamar tu atención y tú estás dejándote la vista en esa caja tonta. Además, ¿te has mirado al espejo últimamente? Estás demasiado paliducho, jovencito. Te conviene que te dé el sol.

Notas de juego

*Iba a poner de ordenador pero en 1970 y pico no sé qué juegos de ordenador había ni qué consolas xD

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20/10/2014, 15:58
Director

Era una calurosa tarde de julio pero la mansión Simon contaba con un hechizo climático, de modo que la temperatura tanto en el interior de la casa como en el jardín era agradable pero lo suficientemente cálida como para que todos disfrutaran de un granizado bajo las sombras del sicomoro. Al menos en el caso de los adultos, relajados al saber que sus hijos se mezclaban con la flor y nata de la sociedad inglesa.

Por supuesto que aquello no era lo único importante pues los adultos también parecían inmersos en algún tipo de interesante conversación que les había robado por completo la atención, descuidando a sus hijos. Se notaba en el modo en que Tanja, reclinada sobre la mesa con aquella mirada provocativa tan natural en ella, escuchaba las palabras que habían despertado el suficiente interés como para entrar en un debate por parte del señor Simon y el señor Dracons. La madre de Joy, Estella, parecía medio adormilada mientras un elfo doméstico la abanicaba con expresión profesional aunque con el miedo delatándose en sus ojos, que se movían de un lado a otro con nerviosismo. También se hallaban presentes los Abbot y los Duffield pero, como familias de un prestigio inferior, sabían dónde estaba su lugar en la mesa así que se embebían de las opiniones de aquellos hombres de poderío dispuestos a compartirlas en los menos selectos círculos en los que se moverían, donde el tráfico de dinero estaba a la orden del día y el de influencias no era más que una mera pretensión.

En un bosquecillo artificial, fuera de la vista de sus padres pero lo suficientemente cerca como para que les escucharan, se encontraban los hijos de aquellos que arreglaban el mundo con palabras y dinero: Joy Dracons, Jarek Cerny, Eugene Simon a quien Joy conocía como un niño afable y cortés, Roxanne Abbot, la poco agraciada hija del magnate John Abbot, y Burkely Duffield, hijo del dueño de los Tutshill Tornados.

Era este último, jovial e impetuoso, el que había logrado llevar la voz cantante de aquel pequeño grupo durante la última media hora, posiblemente puesto que, a pesar de tener su edad, según las leyes del mundo mágico era mayor con lo que ya había asistido un primer año a Hogwarts. Además, era su pasión por el quidditch lo que le había llevado a agenciarse un par de escobas y proponer hacer carreras.

- Nos podemos ir turnando - siguió con la explicación que había dado, con los ojos brillando de entusiasmo y alternando la mirada entre Jarek y Joy, que parecían ser los más dispuestos a opinar al respecto de aquella actividad -. Joy puedes subir conmigo si quieres, no dejaré que te pase nada.

El niño parecía insistir mucho en aquel punto, fuera porque sus padres le habían insistido en camelarse a la pequeña de los Dracons o porque él mismo consideraba que semejante preciosidad merecía una distinción especial, algo que a sus escasos doce años ya era capaz de apreciar.

Notas de juego

Os acabáis de conocer, aunque ambos habéis oído hablar de la familia del otro.

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20/10/2014, 16:21
Director

Era una calurosa tarde de julio que Lizbeth estaba aprovechando tostándose la nariz al sol, sentada bajo el porche que a aquellas horas apenas daba una fina línea de sombra. No es que su objetivo fuera que se le quemara la nariz sino que Chuck le había prometido que pasaría a por ella y la llevaría al centro comercial.

Ya hacía media hora que había pasado la hora de la cita, si a eso se le sumaba que su impaciencia la había llevado a salir de la casa media hora antes, llevaba una hora de más bajo el sol, esperando ver aparecer el coche de su hermano cada vez que escuchaba el ronroneo de un motor enfilar la avenida.

Últimamente había sido muy difícil ver a su hermano, quien estaba inmerso en su trabajo y por eso Lizbeth había estado esperando aquel día con genuina impaciencia, marcando incluso los días en el calendario. No era solo que tuviera ganas de ver a su hermano sino que además era su cumpleaños y estaba deseando darle el regalo. Pero eso no parecía importarle al chico, que llegaba tarde. ¿Se habría olvidado?

Un súbito frío en su rostro la sacó de su ensimismamiento. Su madre se había acercado a ella, sujetando el teléfono por el que hablaba en italiano fluido con una mano y un vaso de limonada lleno de cubitos de hielo en la otra, el cuál había apoyado en el rostro enrojecido de su hija. Cuando la niña lo tomó, tapó el auricular con una mano.

- Seguro que llega enseguida, cariño.

Un nuevo ronroneo hizo que cualquier respuesta que fuera a dar Lizbeth desapareciera, pero la aparición de un descapotable apareciendo por el extremo de la calle devolvió su alicaída atención al refresco que sujetaba con ambas manos. O así fue hasta que el coche se detuvo frente a su casa y de él bajo ni más ni menos que Chuck, con una sonrisa radiante mientras se quitaba las gafas de sol.

- ¿Te gusta mi coche, enana? - se acercó a las dos con grandes zancadas, despeinando un poco a Lizbeth antes de inclinarse para darle un beso en la mejilla a su madre, que en aquel momento estaba cortando la comunicación sin perder la mirada sorprendida que le había arrancado la llegada de su hijo.

- ¿Y eso?

- Tengo un patrocinador. Uno muy rico - aclaró su hijo con una sonrisa -. Y he querido celebrar que he firmado un contrato en el que promete financiar mis investigaciones durante los próximos cinco años comprando esa preciosidad. Luego te cuento - le dirigió una sonrisa lobuna antes de extender la mano hacia su hermana para que la chocara -. ¿Quieres probarlo, enana?

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20/10/2014, 16:42
Director

Era una tarde calurosa de finales de julio pero aquel calor parecía eludir la mansión de gruesos muros que era la residencia de Tynam Connolly. La presencia de los niños Connolly ahí había sido fruto de una nueva discusión entre Liam y Sean que había hecho llorar a la pequeña Elish. "Discusión" entrecomillada que podría calificarse más entre un choque de culturas y finos desprecios por parte de Liam que habían logrado que Avelyse increpara a su hijo por la falta de interés por llevarse bien con su padrastro.

Aquello había llevado a que todos acabaran abandonando el lugar al no encontrar ningún interés en pacificar la situación, sobre todo con Darren el en trabajo, que acostumbraba a ser el elemento apaciguador y que, tras su ausencia en la casa familiar de los últimos días al tener que organizar un encuentro amistoso entre el equipo de quidditch inglés y el alemán, había dejado un hogar de asperezas que habían acabado surgiendo por algo de lo más absurdo: Sean quería poner un lavavajillas, un extraño ingenio muggle que en teoría quitaría trabajo a su madre y que Liam se negaba a aceptar en su casa.

Era aquello lo que ahora estaba explicando a su abuelo con más acaloramiento del que acostumbraban a apreciar en él, mientras este, sentado a una mesa servida por elfos domésticos junto a Niall y Maebh, tomaba el te, acariciando de forma distraída el hombro de su nieta.

- Cálmate, Liam, esa es la primera norma en los negocios. Nunca tomar decisiones movido por tus sentimientos. Cálmate, evalúa a tu enemigo y toma una decisión.

El joven asintió ante su abuelo, momento en que Niall le dirigió una mirada a Maebh y se encogió ligeramente de hombros. Era raro ver a su hermano "exaltado", aunque difícilmente podrían calificarlo así, y ambos sabían que era mejor permitir que su abuelo lo manejara. Además, Liam le tenía en alta estima y el silencio que había guardado mientras contemplaba su te demostraba que estaba haciendo caso de sus palabras.

Su abuelo, consciente de que debía darle al chico un momento para la reflexión, se volvió hacia su nieta.

- ¿Ya has recibido la carta a Hogwarts, Maebh? - le preguntó con evidente cariño que chocaban vivamente con el frío e implacable hombre de negocios que acostumbraban a conocer todas las personas ajenas a la familia.

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20/10/2014, 17:01
Director

Era una calurosa tarde de julio de esas en las que el calor se pega al cuerpo como una segunda piel, dificultando la consecución de cualquier tarea. Por suerte para Megan la terraza ampliada mágicamente por sus padres no solo había traído consigo más espacio sino una gran piscina que para días como aquel hacía sus delicias sobre el cuerpo torturado por el calor de cualquier inglés.

Megan chapoteaba en el agua tranquilamente, escuchando la melodía del piano que su tío arrancaba al instrumento que le había regalado a sus tres años y que ahora se hallaba en el salón. La música se veía interrumpida de forma constante debido al proceso creativo de James, que le llevaba a apuntar cada nueva nota en la partitura. Aquel día su tío, que le hacía de canguro mientras sus padres trabajaban en el hospital, parecía especialmente inspirado, creando aquella música que parecía surgir directa de su corazón, una hermosa y vibrante canción que contrastaba con el acto duro y oscuro que había tenido lugar entre ambos hacía apenas una hora.

Aún podía sentir el dolor que le había producido la invasión, por otro lado cariñosa de su tío, que la había hecho suya con palabras de amor de aquel modo que ella tanto odiaba, algo que había tenido un efecto contrario en ambos, pues él parecía repleto de dicha cuando se había separado de ella con caricias.

- ¡Megan! - su voz la sacó de su ensimismamiento mientras le veía acercarse con una sonrisa, la camisa entreabierta y los pantalones arremangados -. ¿Te gusta cómo está quedando? - le preguntó con entusiasmo casi infantil mientras se sentaba cerca de ella, en el borde de la piscina, y hundía las piernas en el agua -. Creo que se llamará "Ella".

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20/10/2014, 17:21
Director

Era una calurosa tarde de julio la que había llevado a Troy y a Henry a refugiarse en el interior de la casa del primero con dos cocacolas y con intenciones nada inocentes. Lo habían sido al principio, mientras hablaban de participar en la carrera de bólidos que tendría lugar a principios de agosto, pero estas se habían evaporado cuando Henry había escuchado las risitas en la habitación de Agnes, de quien el chico se anunciaba locamente enamorado hasta el punto de haberle regalado una rosa por San Valentín a lo que su hermana había respondido con un "Qué mono, muchas gracias Charlie".

Al niño no se le había ocurrido nada mejor que hacer un agujero en la pared en un trozo oculto por uno de los posters de Troy con el taladro de su padre, ignorando cualquier posible "pero" que hubiera podido plantear Troy. El desagrado de él por la idea de su amigo no se limitaba al simple hecho de espiar a su hermana, algo por lo que podría transigir puesto que él también lo había hecho muchas veces sino el saber que Agnes estaba con una amiga del colegio supuestamente para hacer deberes y que eso implicaba que si Henry espiaba podía quedar al descubierto el secreto que su madre siempre le había hecho jurar que debía guardar: que eran magos.

Sin embargo eso no había evitado que, tras acabar y limpiar de un soplido el agujero, Henry hubiera corrido raudo y veloz a aplicar el ojo.

- Joder tío, qué buena está tu hermana... - musitó el chico, con la voz ahogada por la fuerte música que inundaba la habitación de Troy, cuyo único objetivo había sido el de anular el ruido del taladro.

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20/10/2014, 20:40
Sólo para el director

La urgencia por no querer que Henry viera nada de lo que podría salir una bomba nuclear, provocó que Troy se subiera encima de la cama, agarrase a su amigo por la cintura y tirase de él hacia atrás con fuerza, apartándolo de la pared y del peligroso agujero.

- ¡Tío, apártate de ahí! Sé un hombre y deja de espiar a las tías- intentó ponerse encima de él para evitar que regresara a la pared. ¡Estaba obsesionado con su hermana! No lo entendía. Y no es que Troy estuviera defendiendo a su hermana, ni protegiéndola. Él sabía que Agnes bien podría ocuparse de ese problema y de cualquier otro sin la ayuda del chico. Pero el riesgo a que descubriera la magia era demasiado peligroso para dejárselo a ella. Les incumbía a todos, y Troy debía hacer caso.- ¿Por qué no pruebas a escribirle un poema y dárselo después? Llamando a la puerta como un caballero.

Dudaba que le fuera a convencer, pero al menos debía intentarlo. Si no funcionaba entonces probaría con un plan bastante más escandaloso y arriesgado. Aunque Troy estaba bastante intrigado por saber qué estaría haciendo Agnes con su amiga, ganaba el hecho de proteger el secreto de la familia.

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20/10/2014, 22:33
Lizbeth Moore

¿¿¿Dónde está Chuck????

Esa era la pregunta que aparecía una y otra vez en la cabeza de Lizbeth, importunando cada segundo que pasaba bajo ese maravilloso sol. Hacía varias semanas que había cogido la costumbre. Según una revista de su madre, las famosas lo hacían cada dos por tres para conseguir un 'dorado de ensueño'. No entendía esa expresión pero estaba segura de que tenía que ser algo muy bueno. Con un poco de suerte le ayudaría a parecerse un poquito más a su madre.

Mantenía los ojos cerrados y la barbilla alzada mientras sus dedos tamborileaban sobre la caja que mantenía entre sus manos. Sus pies marcaban el contratiempo al chocar contra el suelo. Estaba de lo más graciosa. Sus labios mostraban esa sonrisita que siempre aparecía cuando pensaba en Chuck. ¡Tenía tantas ganas de verlo! Si no hubiese sido por Jason ese último mes se hubiese muerto del aburrimiento. Aunque pensándolo bien, hasta eso hubiese sido mejor que no seguir con el curso académico...

Pensar en el colegio le provocó un escalofrío e hizo que en su pecho se formara un incómodo nudo. Incluso se quedó quieta y en silencio. Quedaban poco más de dos meses para comenzar el siguiente curso. Hacía apenas unas horas que había hablado de aquello con su padre. Iban a mandarla a un instituto donde se asegurarían de que no habría nadie conocido. Podría conocer a sus compañeros y empezar de cero. Sin pasado, sin malos recuerdos. Pero no serviría de nada. Lo sabía. Le ponía tan triste como saber que todos las molestias de sus padres quedarían en vano...

El contacto con el frío húmedo del vaso le sobresaltó. Solo esa jugosa bebida era capaz de subirle el ánimo en ese momento. Su madre era la mejor.

- Gracias mami - con una sonrisa cogió el vaso con las dos manos, preguntándose si su madre habría notado algo. Esperaba que no. Ni siquiera le dio el primer sorbo. Le devolvió a su madre de manera precipitada la bebida en el preciso momento en el que se dio cuenta de quien era el conductor del descapotable.

- ¡¡¡Es IN-CRE-Í-BLE!!! - había echado a correr hacia su hermano con los brazos abiertos por lo que no tardó ni cinco segundos en lanzarse a sus brazos. Como ya era habitual, frunció el ceño al notar la mano de su hermano en su pelo. No le gustaba que hiciera eso, le hacía parecer una niña pequeña. Y ella ya era una mujer.

- ¿Qué es un patrocinador? - miró con curiosidad a su madre, expectante por su respuesta. Fuese lo que fuese, algo había hecho que no le gustara la compra de Chuck. Perdió el interés enseguida en ese detalle cuando le ofreció dar una vuelta. - ¡Por supuesto! - chocó los cinco con todas sus fuerzas, algo que apenas podía haber hecho cosquillas al primogénito Moore. Agarró al chico de la mano y echó a correr hacia el coche. Una vez dentro le miró con una sonrisa tan tímida como divertida.- ¿Puedo conducir yo?

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20/10/2014, 22:45
Jarek Cerny -Slytherin-

Jarek había vuelto a acompañar a su madre a una de las reuniones con la alta sociedad inglesa, en esta ocasión habían ido a la mansión de los Simon. El viaje había sido un parpadeo, como siempre, había cogido la mano de su madre y de repente se encontraban en el recibidor del caserío con apenas un leve mareo, ya se había habituado a desplazarse así pues su casa no estaba conectada a la red flu.

Para alegría del chico a la reunión acudieron los Abbot y los Duffield, también estaban los Dracons, una familia a la que todavía no habían conocido pero que era altamente famosa e influyente. Jarek se acercó y saludó cortesmente a todos los reunidos, haciendo una inclinación ante cada uno de ellos tal y como había aprendido desde pequeño. Después llegó el momento en el que dejaron a solas a los niños y los mayores se pusieron a hablar de los asuntos importantes, él se alejó con todos pero no pudo dejar de echar una última ojeada atrás antes de internarse entre los árboles, siempre vigilante.

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20/10/2014, 23:32
Jarek Cerny -Slytherin-

Jarek escuchó la propuesta de Duff mientras miraba sin mucho convencimiento las escobas que empuñaba. No le apetecía la idea. Él tenía ganas de hacerlo, de probarlo, pero no sabía si era apropiado. La verdad es que en su familía decían que no era digno de personas de la clase alta practicar ese tipo de deportes y acabar sudorosos. Además tampoco quería quedar mal delante de todos. Le hizo gracia ver cómo el otro chico invitaba a la nueva a montar con él y se decidió por una respuesta que a lo mejor le podía permitir salir airoso de la situación.

- No sé Duff..ield. - miró a su alrededor y añadió rápidamente - Quizás las señoritas quieran llevar a cabo la primera carrera o prefieran hacer otra actividad.

Él no tenía intención de ser el primero en montar, aunque sino le quedaba otro remedio lo haría tan bien como pudiera.

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20/10/2014, 23:42
Caliope Thonks

Me hallaba comodamente sentada en aquel enorme sillon -para mi, al menos- con las piernas cruzadas, como los indios, mostrando dos zapatillas de lona salpicadas por gotas de pintura de colores, que los cordones desabrochados y de dos colores diferentes, en los que llevaba un rato enrollando mis dedos, de forma distraida, como entretenimiento.

Aquella era una de mis "tardes preferidas". Es decir, a grandes rasgos, cualquier tarde que incluyera a la señora Gibbs. Me encantaba estar con ella, pasar tiempo en su compañía. Siempre tenía algo interesante que enseñar, algo útil que hacer o que decir. Siempre estaba dispuesta a ir más allá, dónde el resto no llegaba. Y eso, sin duda, me gustaba.

Llevabamos un rato hablando de nuestras cosas, de cómo estaba yendo la semana, y de las cosas que había visto aquel dia en el callejón Diagon. Me sentia comoda y relajada, como siempre me sentia con ella, mientras mascaba uno de esos enormes chicles de bola que vendían en "Sugarplum"* y que tanto me gustaban.

Me encontraba haciendo una enorme pompa, mientras seguia enredando mis dedos en los cordones de las zapatillas, ligeramente inclinada hacia adelante, cuando, de repente, la señora Gibbs me sorprendio con aquella pregunta que hizo que, de repente, mi cabello cambiara de color, volviendose ligeramente rosa, a medida que afloraba mi curiosidad- ¿Qué? - dije en un primer lugar, sin esperarme aquella pregunta, despues de que aquella enorme pompa de chicle explotara repentinamente, manchandome ligeramente los labios.

Inmediatamente comence a qutiarme aquellos trozos de chicle con los dedos, tomandome mi tiempo para contestar, haciendolo a medida que hablaba, sin importarme estar mascando aquel chicle para contestar- ¿A Ted? Si, claro... Esta mañana, sin ir mas lejos hemos estado jugando. Mamá se ha cabreado un poco conmigo, porque hemos llegado tarde, y le dije que habia sido porque Ted se habia empeñado en pararse en el escaparate de Ollivander´s. ¿Sabes que dice que está deseando saber qué varita me tocara? - le explique, con total tranquilidad, sonriendole abiertamente, divertida-  Pero mamá no se lo creyo, y comenzo a decirme que me invento las cosas y que no hay ningun Ted... Yo no tengo culpa de que ella nunca esté ahi para verlo, señora Gibbs. ¿De verdad piensa usted que yo iba a irme por ahi con alguien inventado? Ni que estuviera chalada...

Hice una pausa entonces, mirándola, con cierto aire indignado. Queria a mi madre, pero tenia claro que si alguien tenia un problema, era ella. Se comportaba de forma muy rara a veces, incluso parecia enfadada conmigo en ocasiones sin venir a cuento. Era ella quien tenia el problema, no yo. Y ya estaba cansada de tener que estar siempre aguantando que me llamara mentirosa.

Yo nunca mentia. Eso lo sabia todo el mundo.

Notas de juego

*Busque tiendas de golosinas en el callejón y me salio esa. Si es una cagada, cambio el nombre y listo xD

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20/10/2014, 23:39

Conocer gente importante siempre me había gustado. Las amistades en las altas esferas convertían a las personas en influyentes, a veces incluso más que el dinero bruto. Solo Jarek estaba a mi nivel, por supuesto. Sospechaba que mi presencia allí era para precisamente aquello, que entablase amistad con él. Pero todos ellos ocupaban un importante lugar en la sociedad o tenían una herencia considerable. Era buena gente de la que rodearse, desde luego.

El otro chico, Burkely, parecía ser el que llevaba la conversación. Tal vez fuese el más desinhibido o tal vez el menos cauto, probablemente fuese una mezcla de ambas, pero en aquel momento lo agradecía. Había hecho que no desentonase demasiado bien con sus comentarios corteses, aunque tampoco es que necesitase su ayuda.

Cuando escuché la propuesta de Burkely no pude evitar pensar que aquello no era del todo apropiado. Alguien como yo no podía echar una carrera con unos chicos. No en aquel lugar al menos, delante de mis padres. Sin embargo, cuando Jarek hizo su comentario, poniendo como excusa las señoritas, mi mente trabajó rápido. Tuve que reprimir una sonrisa.

Creo que no voy a poder subir a una escoba con esta ropa. Era cierto, llevaba un vestido abultado de época. Elegante y, sobre todo, muy caro. Me encantaría, pero me temo que debo rechazar la oferta. Le puse cara de disculpa fingida a Burkely. Pero me gustaría mucho ver la carrera entre vosotros. Dije, con un brillo divertido en la mirada. A ver quien gana. Será divertido, ¿verdad Roxanne? Dije, mirando a la pobre y desfavorecida niña, para después centrarla en el chico de las escobas.

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21/10/2014, 00:05
Maebh Connolly
Sólo para el director

Como venía siendo habitual en los últimos tiempos, nos habíamos largado a casa del abuelo hartos de las continuas discusiones y sinsentidos por parte de Sean y mi madre contra cualquiera de nosotros. ¿Acaso ese hombre siempre tenía que montar follón? Y lo peor de todo era que mi madre siempre, siempre, le defendía. Esta vez fue Liam el que perdió por completo la paciencia. Un lavavajillas, pero ¿qué era eso de un lavavajillas? ¿Acaso mi madre estaba perdiendo facultades para mover la varita y que los platos se fregaran solos? Era horrible, pero cada vez había más aparatos muggles en casa, lo único que estaba consiguiendo mi madre era que nos convirtiéramos en la vergüenza de todo el mundo mágico. ¿Por qué mi padre había tenido que casarse con una mujuer amante de todos esos extraños aparatos que no servían para nada?

Esta vez no había sido yo la que había comenzado la discusión, aunque no podía negar que apoyaría a Liam por encima de todo. ¿Cómo no lo iba a hacer si tenía razón para enfadarse? Hartos de aguantar una nueva bronca nos fuimos a casa del abuelo, allí por lo menos disfrutábamos de paz y del amor de una auténtica familia. El único que faltaba era Darren aunque, si él hubiera estado, con toda probabilidad se hubiera quedado con mamá y con Sean.

Hacía tiempo que no veía a Liam tan enfadado, pero el abuelo, que lo conocía muy bien, sabía cómo calmarlo sin que la cosa fuera a peor. Aún seguía sin entender porqué, si trabajaba con él, no se había ido a vivir a la gran casa. Todos lo deseábamos en el fondo, bueno... todos, todos no. Darren seguro que se negaría, pero nosotros tres era lo que más queríamos, abandonar esa casa de locos en la que se había convertido nuestro hogar desde que papá murió. Y para colmo había que aguantar las continuas rabietas de Elish.

Pero en casa del abuelo todo era distinto. Siempre había cosas interesantes para hacer allí, eso sin contar con las cosas tan ricas que siempre teníamos para comer y no las porquerías que le daba por cocinar a Sean. Y ahí estábamos, en la mesa delante de un rico té escuchando las quejas de Liam.

Ahora que todo había pasado, miré a Niall con un gesto cómico mientras mordisqueaba una pasta. Sabíamos que el abuelo calmaría a nuestro hermano, siempre lo hacía, así que sólo hacía falta esperar el momento en que eso ocurriera. Dejé la pasta en el platillo donde descansaba mi taza de té al escuchar a mi abuelo hablar conmigo.

-No abuelo, aún no. Estoy preocupada porque aún no la he recibido. Tengo miedo... ¿y si no llega? ¿y si no me quieren en Hogwarts?

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20/10/2014, 23:57
Erik Gallaway

Todavía no podía creérmelo. La Magnavox Odissey. La primera consola del mercado. Y era mía. El día uno de junio, cuando vi aparecer a mis padres con ese enorme paquete casi me da un infarto de la emoción. No podía creerme que me la hubieran comprado, después de un año viéndola anunciada por la diminuta tele del cuarto de estar, por fin había llegado a mis manos. Y desde entonces, llevaba más de un mes pegado a la pantalla casi 24 horas al día, exceptuando las veces que mi padre me obligaba a dejar libre la tele para que pudieran ver el telediario. Si incluso me había olvidado de los documentales. Hasta que no se me pasara la fiebre del juego, mi vida no sería otra cosa más que la Magnavox. Sencillamente, me maravillaba el hecho de poder estar jugando en la tele. Era increíble. Además hacía poco había estado desmontando algunos aparatejos y había encontrado placas. Mi padre afirmaba que en esos pequeños "chips" estaban las órdenes para que todo funcionara. Pero, ¿cómo? Seguro que la Magnavox también tenía chips de esos. Pero no iba a destrozarla ahora, recién estrenada. No quería que dejase de funcionar. 

Escucho de fondo los gritos de mi hermana y la tonta de Fiona. Ahora resultaba que la niña a quien tanta gracia le hacían mis "cosas", como ella las llamaba, se había hecho también amiga de mi hermana. 

Erika no sabe lo que hace. Esa chica es tonta.- le dije a Cian, que me observaba jugar desde el sillón del fondo. Últimamente estaba muy callado. Pero de repente una voz llega a mis oídos. Me doy la vuelta extrañado. Muy en el fondo de mi ser sabía que Cian no era real y, por lo tanto, no hablaba. Pero aquello voz no es la voz de un niño si no de una mujer mayor. Mujer que en esos momentos se encuentra en la puerta con el cable de la tele en la mano. Miro la pantalla con la boca abierta. Está negra.

Abuelaa- protesto.- No había guardado.- Ahora tendría que volver a empezar desde el primer nivel y ya casi había llegado al 25. - No es una caja tonta. Seguro que es mucho más inteligente que Erika y Fiona juntas.- refunfuño, molesto porque me habían sacado de mi burbuja.- Además, tengo alergia al sol.- No era cierto. Pero sí que era verdad que como me daba tan poco, me quemaba enseguida. Así que había empezado a utilizar esa frase como excusa cuando no quería salir con los otros niños. 

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21/10/2014, 12:57
Megan Faulkner

Las ondas de la piscina le resultaban tranquilizantes e hipnóticas mientras su mente divagaba en los recuerdos recientes de un fortuito y desagradable encuentro con su tío. Si no fuese quizás por esta misma hipnosis auto-inflingida y la música regocijante que resonaba en el piano, el dolor que sentía en el corazón se haría tan intenso como el de entre medio de sus piernas. Solo la consolaba el que sabía que con lo inspirado y ocupado que estaba, no estaría dispuesto a repetir sus acciones en un buen rato.

Está quedando hermosa, James. - solo lo llamaba por su nombre cuando estaban solos, por insistencia de él y a riesgo de la desaprobación de sus padres si se enteraban - Realmente hermosa - contestó automáticamente con una sonrisa, sin mirarlo a pesar de su cercanía.

¿Esta vez le pondrás letra? - preguntó antes de arrancar de su lado, usando como excusa el repentino deseo de dar un par de vueltas a la piscina.

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21/10/2014, 10:17
Jarek Cerny -Slytherin-

La respuesta de la hija de los Dracons empezó a llenar de alivio al joven Cerny, la verdad es que el vestido que llevaba le sentaba muy bien, hacía resaltar sus bonitos ojos azules. Pero el alivio empezó a transformarse en zozobra cuando propuso la carrera entre ellos dos, el chico tragó saliba y sonrió con fingida alegría. Faltaba la opinión de Rox pero, en presencia de alguien como Joy, Jarek no depositaba muchas esperanzas en que ella lo sacase del apuro.

Se acercó lentamente al rubio, con la sonrisa aún en los labios, y extendió la mano para sopesar la escoba al tiempo que le susurraba para que solo él lo escuchase.

- Ya te vale, no te pavonees demasiado.

Esperaba que no lo dejase demasiado mal, aún quedaba la posibilidad que Simon quisiese tener el honor de participar en la primera carrera, al fin y al cabo estaban en su casa, por lo que lo miró y se lo propuso.

- ¿Quieres probar tú primero Simon?

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21/10/2014, 13:55
Jarek Cerny -Slytherin-

La respuesta de la hija de los Dracons empezó a llenar de alivio al joven Cerny, pero eso se evaporó cuando propuso la carrera entre ellos dos. El chico sonrió. Faltaba la opinión de Rox pero, en presencia de alguien como Joy, Jarek no esperaba que dijese nada en contra de la propuesta.

Se acercó lentamente al rubio, con la sonrisa aún en los labios, y extendió la mano para sopesar la escoba. Esperaba que no lo dejase demasiado mal, Duff parecía haber nacido con una escoba entre las piernas. Aún quedaba la posibilidad que Simon quisiese tener el honor de participar en la primera carrera, al fin y al cabo estaban en su casa, por lo que lo miró y se lo propuso.

- ¿Quieres probar tú primero Simon?

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21/10/2014, 16:16
Arcturus Nohansen Wüstenfuchs

Había una clara diferencia entre el resto de la habitación y la suma del lugar donde estaba Alexander más el entorno directo que le rodeaba. No solo la silla estaba en perpendicular a la mesa, a dos palmos desde el respaldo de la silla hasta la mesa, con el perfectamente sentado, recto y tieso como un palo. La vista fija en un libro y las manos bajo la mesa, sobre las rodillas.

Sobre la mesa, la parte que correspondía a los objetos de Alexander estaba perfectamente ordenado, con el mismo espacio de un libro a otro, ordenados estos de izquierda a derecha por su tamaño y en caso de haber dos iguales, por su cercanía cromática al color negro.

El chaval llevaba algo más de dos horas sin moverse un ápice, únicamente para pasar las páginas de su libro, totalmente aislado de su alrededor. Los lápices, perfectamente afilados seguían junto al libro más a la derecha, uno en el que rezaba "Hechizos y otras formas de facilitar la vida".

Y aquel día, no era más que un día más de aquel verano, de aquel año, de aquella vida. Donde se levantaba, buscando el mejor lugar para poder leer y mantener su espacio personal tranquilo y perfectamente ordenado sin que nadie a su alrededor lo moleste o interfiera en sus quehaceres.

Por ello, cuando su hermana alzó la voz, Alexander no pudo evitar alzar la mirada, clavándola en ella con cierto gesto inquisidor. No le gustaban los ruidos fuertes, los veía totalmente innecesarios. Sobre todo si había gente que estaba estudiando o leyendo.

Pasó las manos por el lomo del libro, antes justo de cerrarlo con un largo suspiro, molesto por lo que estaba sucediendo. Si te ha quitado la varita es porque no estaba en su sitio. Pensó, sin decir una palabra antes de llevar su mirada hasta su hermana pequeña.

Le resultó irónico que dijera que con aquello no se jugaba, porque lo que era hacer conjuros tampoco parecía que fuera su objetivo final. Al menos, a manos de su hermana Iraida. Le fastidió que su hermana le mirara pidiéndole ayuda. Ese no era su problema, si no el de ella, su varita y Zora. El estaba por encima de aquellas chiquilladas.

Pero.

Pero Zora había cometido un error, y no solo eso, además si terminaba aquella estúpida discusión podría volver a leer tranquilamente, aislándose nuevamente del mundo. - No. - Contestó, con un tono de voz seco y mecánico.

- No es un palo, es una varita. Los palos son trozos de madera más alargados que gruesos. Las varitas son trozos de madera tratada cuyo interior ha sido sustituido por un catalizador de otro material, generalmente de origen animal. - Explicó, técnico y exacto. Posiblemente leído de algún libro de los que tenía allí encima.

- Aunque es un error común entre gente como tú. - Dijo las palabras sin ningún tipo de sarcasmo o mala intención. Simplemente como las pensaba. - Así que si le devuelves su varita, quizás ella te demostré tu error. - Dijo, sin pelos en la lengua y con significativa dureza que, por su tono, no parecía darse cuenta.

Y tras decir esto, con total tranquilidad se volvió hacia la mesa, comprobando que todo siguiera en su exacto y preciso orden, abriendo el libro que estaba leyendo y buscando la pagina por la cual había dejado su lectura.