Partida Rol por web

La edad oscura

Primer curso, capítulo I. La carta

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13/11/2014, 00:26
Caliope Thonks

Nunca, jamás, en mi vida, habia estado tan ilusionada. Me sentía tan absolutamente feliz que mi pelo comenzó a reflejar absolutamente todos los colores en el preciso instante en el que mis dedos se cerraron en torno a la varita que Ollivander me tendia.

Noté una sacudida, un cosquilleo que nunca antes habia sentido. Antes incluso de coger aquella varita, ya tenía claro, como Ollivander, que se trataba de la mia. Podia notarla llamarme, intentar venir a mi encuentro. Sabia que estábamos predestinadas y que ella tenia tantas ganas de venir conmigo como yo de ir con ella. Sin embargo, escuchar aquellas palabras de boca del señor Ollivander, escucharlo hablar así de mi, de mi varita, saber que había pensado en mi, que se había acordado de mi, aun cuando no tendria por qué haberlo hecho... Escuchar aquellas ultimas palabras en las que decía lo que opinaba de mi... hizo que solo pudiera sentir ganas de hacer una cosa. Una sola cosa.

Y asi, en cuanto noté aquella conexion, en cuanto me uni con mi varita, para siempre, en cuanto supe que, efectivamente habiamos sido creadas la una para la otra, corretée en direccion a Ollivander, dando la vuelta al mostrador, sin importarme que aquella otra chica estuviera alli, incapaz de pronunciar alguna palabra en aquel momento. Y, sin previo aviso, sin que nadie pudiera pararme, abracé a aquel anciano, con mi pelo cambiando intermitentemente de color y una sonrisa en los labios. Una de pura felicidad.

-Gracias -fue lo unico que dije, cerrando los ojos, apretando ligeramente a aquel hombre que me habia visto crecer.

Y, tras algunos segundos, me gire hacia mi padre, y corri tambien hacia el, sonriente- ¡Mira, papa! ¡Mirala, es genial! - dije, reparando en que aquella otra chica me habia dirigido la palabra- ¡Muchas gracias... La verdad es que si, es super chula!- exclame, radiante, observando de nuevo mi varita.

Entonces busque a Ted con la mirada, dandome cuenta de que, de repente, habia vuelto a desaparecer- ¿Donde se ha metido Ted, papa? - dije, mirando a mi alrededor, confusa, aunque demasiado feliz aun como para que mi pelo lo reflejara.- Vamos a buscarlo, papa... - dije entonces, cogiendolo de la mano, esperando a que pagara para continuar- Muchisimas gracias, señor Ollivander, de verdad... -dije, sonriendole, absolutamente feliz- Le prometo que le traere algo antes de irme a Hogwarts para que se acuerde de mi. - le dijo entonces, alzando una mano, dispuesta a salir de alli en cuanto su padre estuviera listo.

Notas de juego

Marco a Maebh por alusion xD

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13/11/2014, 00:41
Megan Faulkner

Abrió los ojos como platos, sorprendida por el discurso interminable e incomprensible del chico, y con la boca semi abierta, dio un pequeño paso hacia atrás. ¿Por qué parecía enojado porque le preguntara como estaba? Quizás estaba de mal humor, o alguien le había dicho algo malo antes de que ella llegara. Pero por lo que había entendido, estaba bien. Solo no conocía a la gente y eso le molestaba. ¿Había sido ese el error?

Miró a su tío, confundida aún. No estaba muy segura de que hacer, pero sabía que preguntarle no era la respuesta.

Que no me conozca se puede cambiar - pensó en una epifanía infantil, dibujando una sonrisa amigable en su rostro y volviendo a mirar al rubio.

Yo estoy bien. De todas las maneras posibles. - dio un par de pasos para acercarse a él y extendió la mano en su dirección - Soy Megan Faulkner y él es mi tío James. ¿Y tú?

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13/11/2014, 01:19
Maebh Connolly

Entramos en la tienda de mascotas mientras hablábamos. Las palabras de mi abuelo me hacían sentir a la vez orgullosa y un poco abrumada. ¿Y si yo no conseguía estar a la altura? ¿Y si defraudaba a la familia, especialmente al abuelo? Aquellos pensamientos se me fueron nada más poner el pie en la tienda. No tenía una idea clara de qué animal escogería, por no decir que no sabía siquiera si escogería algún animal. No es que no me gustaran, que sí, pero yo prefería los animales grandes y los que vivían en libertad. Mis animales preferidos eran los lobos y los cuervos, también me gustaban los dragones y la águilas, pero sabía de sobra que no me dejarían llevar al colegio alguno de esos animales. ¿Dónde iba a meter un dragón? Y si llevaba un lobo seguro que acababa siendo considerada la rara del colegio.

La cantidad de sonidos así como la mezcla de olores no me resultó del todo agradable, pero aún así avancé unos pasos observando la variedad de animales que había. Paseando por la tienda fue cuando me fijé que tanto Jarek como la niña con la que se había ido, estaban también allí. Me acerqué a ellos mientras escuchaba al abuelo saludar de nuevo a la señora Cerny y a una tal señora Dracons, aunque con esta última su tono de voz había cambiado. Luego, cuando fuéramos a comer un helado mientras esperábamos a Niall, le preguntaría quién era esa señora.

-Hola de nuevo Jarek. Hola... -Dejé la frase sin terminar dirigiendo la mirada a la niña que estaba con él-. Yo soy Maebh. ¿Váis a comprar algún animal? Yo aún no lo tengo muy claro.

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13/11/2014, 08:48

El comentario de la dependienta hizo que alzase una ceja, asombrada. Se suponía que tenía que ser educada con los clientes, pero nada más entrar, había increpado a mi madre. ¿Quién se creía? De buena gana habría salido de aquella tienda en aquel preciso instante, pero atrajo mi atención.

Un hermoso fénix. Mi mirada se clavó en él. Era triste que una criatura tan bella como aquel pájaro y tan noble tuviese que estar encerrado en aquel lugar con aquella maleducada dependienta. Me acerqué unos segundos a observarlo, nunca antes había visto uno. De cerca era aún más bonito. Es precioso. Susurré, para nadie en particular.

Oh, perdón. Dije, saliendo de mi ensimismamiento. Me llamo Joy Dracons. Es un placer. La inclinación de la cabeza fue casi imperceptible. Me pregunté porque su abuelo había usado ese tono con mi madre. Supongo que sí, aunque todavía no lo tengo claro.

Me habría encantado llevarme el fénix, pero aquello iría contra las indicaciones de mi padre. Nada demasiado caro como para parecer prepotente. Un fénix lo haría. ¿Podría enseñarme algún kneazles? Era un animal parecido a un gato, pero más vinculado a la magia, más inteligente, más bonito y más protector. Y más caro, claro.

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13/11/2014, 09:41
Jarek Cerny -Slytherin-

Nada mas entrar, Jarek se fijó en que los chicos que habían salido antes de la tienda de varitas se encontraban en una esquina ya con sus mascotas -Al menos ahora no tendremos que esperar-. La mezcla de ruidos y olores le resultó un poco molesta, él estaba acostumbrado al silencio y al olor a vegetación y, aunque los excrementos de algunos animales eran un material que se usaba con las plantas, para nada olía así en un invernadero.

Antes de llegar al mostrador se oyó la puerta de entrada, por un momeno el chico pensó que la elfina de Joy había sido especialmente rápida, pero un vistazo en esa dirección le reveló que quien acababa de entrar eran los Connolly. Con las primeras palabras de cortesía dichas por el abuelo de Maebh, aunque parecía que al dirigirse a la señora Dracons hubiese cambiado el tono, intervino de forma brusca la dependienta de la tienda. Jarek frunció el ceño -No está siendo nada educada, acabamos de llegar. Qué diferencia de cómo ha sido el señor Ollivanders- pensó pero se abstuvo de decirlo en voz alta, además la madre de Joy ya se encargó de decir lo que seguramente todos pensaban.

Maebh se acercó a ellos y por sus palabras Jarek comprendió que las dos chicas no se conocían, la punta superior de sus orejas se tiñó de un rojo pálido mientras se daba cuenta de lo mal que debía haber quedado frente a las chicas. Ambas se presentaron y Jarek se quedó un momento callado en espera de recuperar el valor de dirigirse a ellas después de su error.

- Hola de nuevo Maebh, ha sido mas bien pronto. - dijo haciendo alusión a su despedida anterior y recuperando su sonrisa - Eso quería, pero no sé.

Respondió a la pregunta y se puso a mirar los distintos animales. Había leído sobre todos ellos y había visto las ilustraciones, pero verlos vivos hacía que pudiese entender mejor algunas de las descripciones. Así pudo observar al moke, el lagarto verde plateado que puede encogerse a voluntad, pudo apreciar las diminutas escamas de su piel y cómo al acercarse un poco para verlo mejor éste se contraía ligeramente. Se alejó en otra dirección para dejar tranquilo al animal, no creía que fuese buena idea llevarlo al colegio pues se pasaría todo el tiempo retraído en algún rincón. Entonces un erizo llamó su atención, como no podía ser algo tan simple como un erizo supuso que sería un knarl y estuvo tentado de darle algo de comer para comprobarlo pero decidió que seguramente lo era y no quería montar jaleo, ya bastante rara era la dependienta como para encima alborotarle la tienda.

Oyó como Joy preguntaba por un kneazles y se acercó rápidamente para verlo, un gato mágico, listo y con poderes era sin duda una buena elección -Quizás tenga una camada y podamos quedarnos con un par- pensó recordando la conversación anterior con la chica y suponiendo que si los gatos eran hermanos se llevarían mejor.

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13/11/2014, 13:08
Arcturus Nohansen Wüstenfuchs

Cabe decir, que de todas las posibles respuestas a dar, Megan no solo dio la correcta, sino que además se presentó. Alexander pareció sorprendido y contrariado al mismo tiempo de que la chica no contestara a su pregunta exactamente pero si contestara a todas las preguntas exactamente que vendrían a continuación. - Me alegro, supongo. - Contestó. La ironía de todo aquello es que Alexander no parecía "decirlo a malas", sino más bien que carecía de toda habilidad social, y que, probablemente, desconociera realmente si debía alegrarse o no del buen estado de la chica.

Y cabe decir que aunque no lo demostrara -pues su rostro ni había variado, ni mutado en expresión en ningún momento- aquellos dos chavales se habían ganado su beneplácito. Eso los situaba lejos de que les cayera bien -si es que Alexander tenía la capacidad para que alguien le cayera bien o mal- pero al menos no los situaba en "gente odiosa a quien esquivar y corregir por tontos sin cerebro" como era el caso de la niña del helado.

Por desgracia, Megan, para lo bien que iba por para la actitud de Alexander, había cometido un "pequeño" error al acercarse a chaval. El niño, que no lo hacía con maldad, se retiró exactamente los dos pasos que la niña avanzó hacia él, acobardado por la acción de la chica, hasta que vio que solo quería presentarse. Y miró su mano.

Y allí estaba el segundo problema. Le estaba ofreciendo su mano. Conocía el protocolo social, por supuesto, y comprendía que aquel gesto era una señal para entablar una relación cordial. Cosa que tampoco acababa de comprender, por que no sabían uno del otro -aunque ahora si se conocían para los cánones del crío.- Pero volviendo al tema principal, la niña quería tocarle. Tocarle sin guantes.

¿Se habrá lavado las manos? 

Dejó a la cría con la mano colgando, mientras él la miraba fijamente. Y era evidente que el chaval parecía nervioso, meditando que hacer, mientras miraba compulsivamente la mano de la niña, al tío James, a la cara de la niña, a la abuela de Erik, al mismo Erik, a la niña que lloraba -que aun no sabía por qué estaba llorando- y volvió a iniciar el ciclo, mirando la mano de la cría.

Sonrió de una forma forzada, un tanto extraña, como si fuera un gesto poco practicado y totalmente antinatural. Se notaba que no estaba acostumbrado a las interacciones sociales, y aun menos a sonreír a alguien. Entonces, encontró una solución plausible al problema. Por supuesto, otro no lo habría encontrado tan rápido ni de una forma acertada. Sacó sus guantes, poniéndoselos y dándole la mano -de una forma excéntrica, llena de dudas, de forma incorrecta y rápidamente.- y apartó la mano, nervioso y pasando un mal momento.

- Le he dado la mano a alguien. - Interrumpió a su hermana, como si aquello hubiera sido un evento de talla mundial, digno de conocimiento y anuncio. Después volvió a girarse hacia Megan. - Yo me llamo Alexander. Alexander Weir. De Tórshavn, Feroe. Y ella es Iraida. Iraida Weir. De Tórshavn, Feroe. - Explicó, haciendo mención a su hermana, presentándola por ella.

Por desgracia, aquello seguía sin gustarle lo más mínimo por un simple motivo. Todavía había una o más personas allí que no conocía. Y aquello no le gustaba.

En cuanto escuchó las preguntas de Erik, la cara de Alexander fue un poema. ¿Pero cómo podía preguntar aquello? ¿Cómo? ¡Imposible! Apretó los labios, temblándole incluso la mejilla al tener que callarse y no contestar a sus preguntas por que sería "meterse en conversaciones ajenas". Y la yaya le daba igual, podría volver a explicarle lo equivocada que estaba, pero no soportaría que su hermana volviera a taparle la boca, con las manos sucias. Porque eso tampoco le gustaba.

Y ahora que lo recordaba, necesitaba lavarse las manos otra vez. Y la cara. Pero en casa, quien sabe quien se había lavad las manos en aquel callejón. Que poco higiénico. Necesitaba volver a casa.

Pronto.

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13/11/2014, 18:11
Director

- Los Kneazle requieren de licencia especial y me temo que sin ella no puedo venderte ninguno - la mujer parecía haber relajado un poco el gesto al ver que realmente habían ido hasta ahí para comprar y no para estar de cháchara. Aunque parecía suspicaz al respecto -. Aunque si quieres podemos mirar una mezcla entre gato y kneazle, como el que lleva aquella niña - aclaró, señalando con un gesto de cabeza a Lizbeth.

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13/11/2014, 18:15
Jules Thonks

Hubiera ido a donde hubiera ido Ted, tampoco lo vio por el callejón, pero tampoco resultaba tan extraño teniendo en cuenta la cantidad de gente que transitaba por la calle a aquella hora. Incluso su propia tienda se veía abarrotada desde el exterior.

- Habrá ido a terminar sus compras, como tendríamos que hacer nosotros, ¿no te parece? Antes de que mamá se vuelva loca con toda esa clientela - Jules hizo una mueca divertida, sacando la lengua y poniendo los ojos en blanco con el fin de hacer reír a Caliope -. Así que ahora eres una niña mayor con una varita genial, ¿eh? 

No esperó a que su hija hiciera ninguna sugerencia puesto que tenía claro dónde quería ir la niña: al Emporio de la lechuza.

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13/11/2014, 18:19
Director

La puerta de la tienda se abrió de nuevo dejando pasar a Caliope junto a su padre. La niña pudo advertir como en un rincón se encontraban hablando Lizbeth con un gatito, Violet con un puffskein azul, Troy con una preciosa lechuza blanca de ojos azules y Jason, aparentemente con las manos vacías. Sus respectivas familias estaban cerca, hablando. Frente al mostrador estaban Joy, Jarek y Maebh, también con sus acompañantes.

- Ves mirando y me dices qué quieres, Caliope - le dijo la vendedora de aspecto ratonil antes de volver a centrarse en los niños que tenía delante.

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13/11/2014, 18:22
Iraida Weir

- Por favor, Alexander, no me avergüences más - murmuró Iraida, roja como un tomate, cuando se acercó de nuevo a ellos cargada con los libros en una alta pila que sobrepasaba su cabeza -. Toma los tuyos, yo no puedo con todos - no le dio tiempo a protestar, como sabía que iba a hacer, antes de poner unos cuantos entre las manos del niño -. No, no, no, por favor, no empieces. Los he limpiado, están limpios, de verdad, te lo juro - empezaba a sonar suplicante ante cada palabra que decía. Ni siquiera se había dado cuenta de que su hermano pequeño la había presentado a la niña nueva que había llegado o del gran avance que suponía que hubiera estrechado una mano -. Tenemos que marcharnos ya a por la varita o llegaremos muy tarde a casa - le dijo, con la mala pata que al consultar el reloj se le cayeron todos sus libros al suelo con lo que tuvo que recogerlos a toda prisa, sin salir de su azoramiento.

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13/11/2014, 18:37
Maebh Connolly

Después de los saludos y sin hacer demasiado caso al mal genio que debía tener la dueña de la tienda, yo también me puse a mirar los animales. No tenía claro si quería alguno y, en caso de querer, cuál elegiría. Pasé de la zona donde estaban sapos, ratas, lagartos y demás animales un tanto desagradables, las únicas que me llamaron la atención eran las serpientes, pero seguro que llevar una a Hogwarts era impensable.

Me acerqué a la zona donde había gran variedad de gatos, kneazles, mestizos y demás felinos. Los había muy bonitos y, por un instante, dudé si elegir uno de aquellos. Sobre todo me había fijado en uno negro que, con total desidia, parecía seguirme con la mirada. Era un gato normal y corriente pero en sus ojos me pareció ver una inteligencia superior al resto, y esoy ya era mucho decir sabiendo lo listos que eran los gatos. Inteligentes e independientes. Pero las dudas de si sería capaz de dedicarle tiempo y estar pendiente de lo que necesitara, me hicieron seguir de largo centrándome en los pájaros.

Mis ojos fueron directos a un par de cuervos que parecían estar hablando entre ellos. Me encantaban aquellos pájaros, eran inteligentes, muy inteligentes, pero los descarté también. No pasé de largo cuando vi al fénix, desde luego aquel animal imponía con su presencia y su belleza, pero no veía esa ave como una mascota apropiada para mí, aparte de que estaría entre los animales que no nos permitirían llevar. Miré las lechuzas, búhos y mochuelos pero me pareció una tontería coger una, sólo la usaría para enviar cartas y para eso ya estaban las lechuzas del colegio.

Volví sobre mis pasos hacia el gato negro y, con un gesto de duda, me giré para hablar con mi abuelo.

-No sé... No estoy muy convencida de ser capaz de cuidar de una mascota. Aunque... ¿qué te parece este gato?

Justo en ese momento la puerta se abrió para dar paso a la niña del pelo cambiante y, después de comprobar cómo la dueña de la tienda la saludaba con total confianza, igual que lo había hecho el señor Ollivander, me quedé pensando que quizás se pasaba mucho por el callejón ya que todos parecían conocerla muy bien y la trataban con total familiaridad.

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13/11/2014, 18:43
Tynam Connolly

Tynam estaba hablando en términos amistosos con Tanja y ésta a su vez ejercía una especie de rol mediador entre Estella y el hombre. Estaban sumidos en aquella conversación cordial que ocultaba mucho más que decía cuando Maebh le inquirió aquello. Tynam no pareció molesto por la interrupción, aunque hubiera podido ser distinto si la niña estuviera interrumpiendo una conversación de negocios.

- ¿Qué gato? Ah - añadió cuando por fin vio el que le señalaba su nieta -. ¿De verdad lo quieres, Maebh? - le inquirió el hombre -. Si es así te lo compraré pero no compres porque puedes hacerlo y para no salir con las manos vacías - aquello no era una advertencia ni una riña insinuada, era una de las clásicas llamadas a la reflexión de su abuelo.

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13/11/2014, 18:57
Maebh Connolly

Seguía con la atención puesta en aquel gato negro, había algo en él que me llamaba poderosamente la atención y me atraía mucho. Pero las palabras de mi abuelo me trajeron de vuelta a la realidad y, tras meditar unos instantes y evaluar la conveniencia de tener o no tener mascota, tuve que rendirme a lo más evidente. Me gustaba el gato, por algún motivo me recordaba a mí, pero sabía que no sería capaz de mantener toda la atención que pudiera necesitar una mascota mientras estuviera en el colegio. Quizás si fuera para tenerlo en casa... Pero claro, en casa estaba la mocosa y no se me ocurriría dejar a mi gato con ella, y en casa del abuelo ya había bastantes animales.

Suspiré con cierta resignación ante las palabras de mi abuelo, como siempre él tenía razón. Me acerqué al gato para rascarle detrás de las orejas.

-Otra vez será muchacho...

Con cierta sensación de pena me acerqué a mi abuelo y a las dos señoras.

-Tienes razón abuelo, será mejor que no compre nada. Las lechuzas del colegio pueden llevar las cartas así que... No, no necesito mascota.

No le dije nada de que ya nos podíamos ir, eso hubiera sido una falta de educación y respeto terrible ya que seguía hablando con las señoras, así que esperé pacientemente mirando a mi alrededor, observando qué animales escogían el resto de los niños, a que mi abuelo terminara y pudiéramos salir de allí directos a comernos un helado y a reencontrarnos con Niall. ¿Seguiría con Agnes?

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13/11/2014, 20:57
Megan Faulkner

Con la sonrisa aún en el rostro, observó con confusión los pasos que el niño daba en retroceso. Ella había sido tímida antes, así que sabía como aquel chico podría sentirse al encontrarse con gente extraña. Ella misma tenía sus dudas sobre como hacer estas cosas e incluso de que tan buena era haciéndolas, pero creía que valía el riesgo. Si no, ¿Cómo conocería a sus futuros compañeros? Por eso persistió con la mano estirada, en vez de retirarla como cualquier persona hubiese hecho. Lejos de sentirse ofendida, ella hasta sentía cierta empatía.

Le mantuvo la mirada, dejando la confusión de lado e intentando parecer tan amable como pudiera. Ella se consideraba amable y alegre, así que no debía tener problemas con aquello... Seguro que el chico no tardaría en verlo. Por nervioso que estuviera, eventualmente entendería que ella no era una amenaza ni para un insecto. Cuando él miro a James, ella hizo lo mismo, pensando en que quizás James habría hecho una mueca o algo. Al ver que no había nada de que preocuparse, volvió sus ojos al chico indeciso.

El intento de sonrisa de él amplió la suya, y aunque el que se pusiera un guante para darle la mano le parecía ligeramente ofensivo, se dio el lujo de pensarlo poco usual antes que maleducado. Ni él se veía muy convencido de lo que hacía, y para la mala intención hacía falta de un poco más de determinación. Animada cuando por fin se acercó, estrechó su mano y en cuanto el quiso lo soltó, conforme por el avance. 

Un gusto conocerlos, Alexander e Iraida...Weir... De Tórshavn, Feroe. - repitió tal cual había escuchado, aunque no tenía idea de donde salía Tórshavn, Feroe. 

Miró a James de nuevo, orgullosa de su nueva interacción con otros niños. ¡Ya se hacía una experta! Ahora solo debía esperar su turno para comprar los libros y ya podrían buscar algún amigo peludo en la tienda. Y a juzgar por los comentarios de Iraida, no eran los únicos que estaban apurados. 

¡Vamos a buscarlos, James! ¡Así nos apuramos! - dijo mientras partió con él en búsqueda de los libros de la lista. La verdad, ella no era de leer por gusto.

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13/11/2014, 21:56
Arcturus Nohansen Wüstenfuchs

- ¿Yo? - Preguntó a su hermana, girándose hacia ella, mirando a su hermana y después la pila de libros. No solo el asunto de cargar libros no le gustaba por el asunto de no haberlos limpiado previamente con desinfectante, y haberse asegurado que no había ningún tipo de bicho, ni mancha en el interior de los mismos. Además, estaba el asunto de que a él, no le gustaba cargar peso.

- No. - Se negó, cuando le ofreció los libros. - No me gusta cargar libros. - Intentó explicarle, con poco o ningún éxito. Pues la rubia parecía que se había vuelto totalmente loca, incapaz de atender a la voz del conocimiento y la razón, incapaz de escucharlo a él, su hermano, quien le había demostrado durante los últimos años de su corta vida que siempre tenía razón.

Al menos para él.

Pero su hermana avanzó con una mirada asesina y desquiciada hacia él. O al menos eso era lo que Alexander percibía, claro estaba. Y cualquiera que lo conociera un mínimo -o que hubiera cruzado más de dos palabras con él- no le costaría imaginar que la percepción de la realidad del chaval quizás no se ajustaba con exactitud a la que percibían el resto de seres humanos "normales" -y por lo tanto, a ojos de Alexander, inferiores intelectualmente-. Claro estaba, no lo pensaba con malicia. Simplemente, no todo el mundo podía ser listo. ¿Si no quien cargaría los libros, cuidaría de los animales, haría la comida y haría las tareas en el ministerio de las cuales su madre se encargaba? Sería el final. No, era mejor que no hubiera tanta gente lista, o al menos, tan lista como él.

O al menos, eso es lo que el pensaba en su singular realidad.

- No, no, no, no, no.... ¡NOOOooo.....! - Acabó ahogando el gritito, uno que empezó con puro terror y acabó mutando hasta parecer un grito de descontento resignado. - No dices la verdad. No veo ningún trapo ni producto con el cual has podido limpiar los libros. No deberías mentir. A mama no le gusta. A mí tampoco me gusta. - Acabó por decir, negando con la cabeza, ligeramente encogido de hombros, cohibido por los mismos libros que estaba sujetando. Seguro que estaban sucios.

- La prisa que nos demos ahora mismo ya da igual. Ya llegaremos tarde ¿No ves que en casa es más tarde que aquí? Es la diferencia horaria. Deberías darte cuenta de estas cosas, cualquiera lo haría. La próxima vez yo planificaré esta visita. Este caos no puede repetirse. - comentó con tranquilidad a su hermana, como si estuviera haciéndole un favor sincero.

Miró a Megan. No comprendía porque era un gusto. Si solo le había dicho su nombre. Entonces cayó en la cuenta, el nombre le había gustado. Aquello sí le gustó, a él también le gustaba su nombre. Era una pena que a él el nombre de Megan no le gustara. Pero cabía romper una lanza a favor de la niña, y es que había pronunciado muy bien el nombre de su ciudad natal.

Mejorable, pero por encima de la media.

- Adiós Megan. Adiós Niño que no se ha presentado pero que se que se llama Erik. Adiós niña que llora que tampoco se presentó pero que se que se llama Érika. - Se despidió de los críos, forzando una vez más esa sonrisa grotesca y mal practicada, totalmente antinatural, pero carente de mala intención o burla.

- Quiero cenar comida china. Me gusta la comida china. - Afirmó a su hermana, mirándola y saliendo a la calle para ir a Ollivanders.

Notas de juego

¡A Ollivander!

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13/11/2014, 23:40
Caliope Thonks

-¡SI! Es genial... Estoy deseando enseñársela a la señora Gibb. Seguro que le encanta. - dije, con el pelo aún cambiando de color cada dos por tres. Y, al ver que nos dirigiamos hacia el emporio de la lechuza, di un salto de alegria, radiante de felicidad- ¡Oh, si, papa! ¡Quiero ir ahi! ¡Quiero mi camaleon! ¿Crees que me dejaran tener un camaleon? Yo creo que si, verdad. Si lo pido por favor, seguro que acceden. - dije, tironeando de mi padre, olvidandome momentaneamente incluso de que Ted aun no habia aparecido.

Y asi fue como llegamos al emporio de la lechuza, donde volvian a estar todos los niños que habian ido a Ollivander... o casi.

Sonrei, mientras mi pelo se tornaba rosa de nuevo, demasiado emocionada como estaba como para que recuperar su habitual rubio- ¡Hola otra vez! - exclame, sonriendo a todos, alzando una mano a modo de saludo.

Y entonces, sin mas preambulos, corri hacia  el mostrador, abrazandome a la pierna de la vendedora, a quien sin duda conocia- ¡Ya estamos aqui! ¡Mire que varita tan chula! ¡Quiero un camaleon! ¿Podria llevarme un camaleon aunque no salga en la lista? Se parece un poco a un sapo, ¿no? Son rugositos, y verdes, y tienen lenguas largas y viven en el bosque y se parecen mucho... Y en la carta pone "o similar", ¿no? Y similares son...

Llevaba semana ensayando mi alegato por si acaso alguien intentaba hacerme desistir de mi idea. No queria otra mascota: queria un camaleon, la criatura que quizas más se parecia a mi en toda la naturaleza. Correteé por la tienda, buscando de jaula en jaula, en busca de aquella maravillosa criatura y, cuando di con ella, mi pelo volvio a refulgir, radiante- ¡Aqui esta! Mira que bonito es, papá... ¿Podemos llevarnoslo? Porfa, porfa, porfaaaa....

Y le mostré a aquella adorable criaturita, con mi mejor cara de pena, una de esas infalibles.

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14/11/2014, 00:10
Jarek Cerny -Slytherin-

Al escuchar las palabras de la mujer avinagrada la expresión de Jarek se tornó seria -¿Licenia especial? ¿qué es eso, que para tener un animal mágico debo demostrar algo? Pues no sé si me queda tiempo- Miró a su madre y se encogió de hombros, todavía les quedaba medio mes por delante a lo mejor podían conseguir esa licencia, o a lo mejor era una señal de que no debía comprar mascota. Él no entendía de esas cosas pero su tío decía que se debía hacer caso de los pálpitos y de las señales, que eran indicaciones y que aunque no se supiesen interpretar bien por no tener el don, eran inequívocas. Así pues deshechó la sugerencia de la mujer con un ligero chasqueo de la lengua.

La puerta volvió a abrirse, Jarek se giró y por ella entró la chica del pelo rosa -Caliope- recordó su nombre al instante, hizo un gesto de saludo con la cabeza y volvió a girarse rápidamente, no quería que la dependienta le llamase la atención por "estar en un club de campo".

- No he visto ninguno que quiera, gracias.

Aclaró a la mujer antes de volverse a girar y alejarse hacia donde su madre conversaba con el señor Connolly y la señora Dracons. Esperó a que hubiese un momento de silencio y se dirigió a su madre para informarle de su decisión.

- Me temo que no he encontrado mascota madre.

Y esperó a que ella acabase su conversación para dirigirse, por fin, al cielo del Callejón: a Flourish y Blotts. Allí si que no le importaba pasar toda la mañana.

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14/11/2014, 00:15
Iraida Weir

Alexander e Iraida salieron de Flourish y Blotts, cada uno cargado con sus propios libros a pesar de las reticencias del niño.

- Los he limpiado con el pañuelo que llevo en mi túnica. Está limpio - se apresuró a añadir antes de que le preguntara con horror si se había sonado los mocos en él. No, había aprendido a viajar precavida cuando Alexander era su acompañante, y eso incluía un pañuelo y un botellín de agua para emergencias. Últimamente había estado meditando la opción de añadir una bolsa se papel por si su hermano empezaba con ataques de ansiedad. O por si empezaba ella -. Alex...ander, está bien, el año que viene lo organizas tú y vendremos con Zora, serás el responsable - por algún extraño motivo en lugar de contrariar a su hermana aquello parecía ser un alivio para ella.

Se detuvieron ante la puerta de Ollivanders, Iraida esperando a que su hermano, considerablemente menos cargado que ella, abriera la puerta, y él, por supuesto, negándose a tocar aquello que habría pasado por cientos de manos aquel mismo día. La niña tardó cerca de un minuto en darse cuenta que su hermano no abriría así que con un pesado sus piro se acercó a la puerta, se apoyó en ella con todo su peso y giró la manija con el codo.

Trastabilló varios pasos hacia el interior de la tienda, haciendo un precario equilibrio que terminó con una silla en el suelo y las manos del que debía ser Ollivander deteniendo lo que tenía pinta de terminar en caída.

- Señorita Weir, tiene un modo peculiar de irrumpir en mi tienda - comentó el hombre con una sonrisa mientras la dejaba en su sitio para inclinarse sobre la silla y ponerla de nuevo en pie, colocando sobre ella una pluma y un ovillo de lana rojo, objetos que presumiblemente se habían encontrado en el asiento antes de que esta cayera.

- Lo lamento tanto, señor Ollivander - Iraida siguió deshaciéndose en disculpas un rato más pero el hombre no pareció darle importancia alguna.

Aquel fue el tiempo que Alexander aprovechó para examinar la tienda, un lugar vacío en aquel momento, pero por contra lleno de polvo y de cajas amontonadas de modo irregular apoyadas contra la pared o cubriendo estanterías que llegaban al techo. Aquel era el panorama que predominaba la estancia, restando importancia a la extraña silla que se hallaba en mitad de la tienda y al diminuto mostrados tras el cual se había situado tras socorrer a Iraida el anciano.

- Deduzco pues que este es su hermano y que han venido ustedes a por su varita - Iraida se apresuró a asentir, dejando claro que a su varita no le había sucedido nada -. Bien, bien, empezamos cuando quiera.

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14/11/2014, 00:33
Director

La mujer miró con curiosidad a Caliope.

- ¿Estás segura de que quieres a un camaleón? - Jules carraspeó, al parecer presa de un picor en la garganta -. Son de lo más vulgares, no tienen ningún tipo de... - un nuevo carraspeó del padre de Caliope, esta vez más sonoro, hizo que la dependienta de la tienda le observara para encontrarse con que el propio Jules la miraba con los ojos más abiertos que de costumbre y la cabeza ligeramente inclinada, como si quisiera darle a entender algo con aquello. O hacerle caer en la cuenta, algo que obviamente sucedió cuando la vendedora puso cara de haber sido pillada y cortó su propio razonamiento -. Pero sí, ningún problema, no son difíciles de cuidar, no se mueven demasiado ni tienen una gran actividad. Les gusta mucho la luz del sol y pueden pasar horas sin moverse - explicó la mujer mientras colocaba al camaleón con su terrario en brazos de Jules, que parecía mucho más capaz de sostenerlo que la pequeña Caliope.

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14/11/2014, 00:52
Caliope Thonks

-¡Si, claro que lo quiero!- exclame, cogiendo al animalito entre mis manos, con una sonrisa radiante. Mi pelo, de repente se volvio de un intenso color rojo, muestra del sentimiento que desperaba en mi aquel animal, de aquella ternura. Y, en cuanto aquello sucedio, el animal tambien cambio de color conmigo, adaptándose al nuevo color de mi pelo- ¿Ves? ¡Mira que guay, papa! El tambien se alegra de estar conmigo... -dije contentisima, tendiendoselo a la dependienta.

-Muchisismas gracias, en serio. A usted tambien le traere otro regalo antes de marcharme, para que se acuerde de mi. - dije, abrazando a la desagradable dependienta, a pesar de todo, con algunas mechas azuladas en mi cabello. Iba a echar de menos el Callejón y a todas aquellas personas que me habia visto crecer.

Miré entonces a mi padre, que ya tenia al Camaleón entre sus manos y sonrei- Copérnico. Se llamará Copérnico. - dije, satisfecha, teniendo claro que nombre ponerle. - Hola Copérnico. ¿Vamos a comprar lo que nos falta? - dije entonces, dispuesta a salir de la tienda y terminar todas aquellas compras para poder volver a la tienda cuanto antes.

 -¡Hasta pronto! ¡Y gracias! - acabe despidiendome, justo antes de salir.

Papá llevaba razón. Mamá estaría enfadada cuando volviéramos.