Partida Rol por web

Desde luego la mezcla que habían hecho para despertarles era potente. Troy aún no sabía lo que era una mandrágora, pero sí un fénix. Escuchó atentamente las palabras del medimago y las del profesor de DCAO. Les harían un análisis. Bueno, en realidad le pareció normal y quizás gracias a ello, decían, conseguirían recordar qué les pudo pasar.

Lizbeth tuvo una pregunta entonces. Tartamudeaba muchísimo, algo que a Troy le preocupaba bastante; si bien no hizo comentario alguno y se bajó de la cama, decidido a ser el primero en ser analizado.

- ¿Puedo ser el primero para que me hagan el análisis?- era la única pregunta se le antojaba útil para él en aquellos momentos.

Oír la voz de Calliope me tranquiliza. Por un momento me había entrado el pánico pensando que quizás era la única que se había quedado sola por ahí tirada, desatendida y quizás muerta. Otras voces familiares se abren paso entre otros pequeños ruidos de gente moviéndose y no puedo evitar sonreír aliviado. 

Entonces el médico vuelve a hablar y me confirma que no nos vamos a morir. Suelto un suspiro de alivio. Menos mal. ¿Qué habrían hecho mis padres si les llegaba la noticia de que había muerto? Sin embargo, los ingredientes que enumera a continuación me son todos desconocidos y me siento un poco tonto por primera vez por mi condición muggle. - ¿Y esas cosas raras nos van a curar? ¿No tenéis aspirinas o alguna cosa de esas?- Es que sonaban demasiado raras. Más parecían un veneno que un remedio. 

En ese momento caigo en la cuenta de que lo que estoy mirando no es el médico sino algo colgado en la pared, puesto que no produce movimiento alguno. Con las manos, tanteo a mi alrededor hasta localizar una mesilla (o al menos eso es lo que creo que es) en la que están mis gafas. Con cuidado de que no se me caigan, las llevo hasta mis ojos, donde se acomodan sobre mi nariz. 

- Mucho mejor. - Ahora que ya veo mejor, me doy cuenta de que no hay uno sino dos adultos en aquella sala. Y que no estamos en la enfermería sino en la clase de DCAO. De hecho, el segundo profesor es el responsable de esta asignatura. Alexander está junto a ellos pidiendo ir al lavabo y parece nervioso, al igual que la chica de Gryffindor. A decir verdad, yo también me encuentro un poco inquieto ante la idea de que nos vayan a hacer una prueba. Si las agujas de la gente sin magia ya dolían cuando te ponían las vacunas, las pruebas mágicas tenían que ser mucho más dolorosas.- ¿La prueba es obligatoria? ¿No basta con que se la hagan solo a uno? Se supone que a todos nos ha afectado el mismo virus, ataque o lo que sea, ¿no? Con coger a un chico y una chica...- por ejemplo a los valientes de Gryffindor. Se pueden sacrificar por el resto, ¿no?

A Jarek las palabras de sus compañeros y amigos le llegaban como desde muy lejos, como si él estuviese dentro del agua y todo le llegase de forma distorsionada, sentía presión en su cabeza y comenzaba a dolerle. Con pasos lentos, y apoyándose en las camillas que encontraba en su caminar, el niño fué acercándose hacia el medimago. Cada metro le costaba lo indecible, pero a base de apretar los dientes y continuar por pura fuerza de voluntad, cada minuto estaba más cerca de su objetivo.

Debido al esfuerzo, y al dolor de cabeza, sus oídos solo pudieron captar frases sueltas de lo que explicaba el medimago -Solo alumnos, muy específico... pluma de fénix y lágrimas de mandragora, ingredientes muy potentes...- El ruido de una puerta hizo que Jarek levantase la mirada de su arduo camino, la imponente figura del profesor de DCAO lo paralizó por unos instantes, oyendo casi perfectamente lo que dijo. Mientras otros chicos hacían sus preguntas él acabó de acercarse, aunque sus pasos le acabaron llevando hacia el señor Yourth y no al medimago, pues era el profesor quien claramente estaba al mando en la estancia.

-¿Cómo romperá el bloqueo? Necesito hablar con mi madre urgentemente -el tono de su voz era una mezcla entre control férreo y agudez nerviosa, aunque una cosa quedaba clara: no pensaba hacer nada sin que se atendiese su petición.

Yo tengo una pregunta - dijo levantando la mano, sorprendida por el estado del profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras - ¿Qué le pasó a usted? ¿Está bien? 

En realidad, lo del análisis lo veía bastante normal, y confiaba en la medimagia y en sus métodos. Sus padres eran muy inteligentes, y si ambos creían que funcionaba, entonces ella lo hacía también. Siempre habían sabido exactamente que hacer para hacerla sentir mejor, así que no tenía razones para desconfiar. Y por lo mismo, veía bien que revisaran a Troy primero. Así se aseguraba de que su amigo estuviera bien.

A mi me gustaría hablar con mi tío si fuera posible... Al menos mandarle un carta, o algo. Debe estar preocupadísimo. - conociéndolo, de seguro estaría molestando a medio mundo mágico con tal de poder verla - Su nombre es James Faulkner, ¿no ha mandado nada? 

La cabeza seguia doliendome horrores y el hecho de que todo el mundo estuviera hablando no ayudaba demasiado. Ademas, habia otro problemas mas, otro añadido del que nadie se habia percatado, al parecer. ¿Donde estaba Ted? Desde que habia despertado no habia conseguido verlo. Y eso, obviamente, me preocupaba mas que nada en este mundo.

Asi pues, haciendo caso omiso a todo lo que se estaba diciendo, me lleve una mano a la sien, mirando a mi alrededor- ¿Ted? - pregunte entonces, intentando localizar al crio en alguna de las camillas, por si lo habia pasado por alto.- ¿Erik has visto a Ted? - pregunte entonces al Ravenclaw, cada vez mas preocupada. ¿Y si le habia sucedido algo?

Mi pelo se volvio de nuevo oscuro, practicamente negro, y mi mirada se devio hacia Alexander cuando pregunto si podia ir al baño- Alexander... ¿Puedes mirar cuando vayas si mi amigo Ted esta en el baño? No lo encuentro... - repeti de nuevo, desesperada, notando como un nudo se me formaba en la garganta ante la posibilidad de perderlo.

Entonces todos comenzaron a hablar sobre el hecho de que todo aquello fuera tan extraño y sobre la ausencia de recuerdos, y los adultos alli presentes nos hablaron de una especie de analisis o algo asi con la señora Gibbs. Precisamente la segunda adulta a la que mas me gustaria ver en aquel momento, aparte de mi padre, por supuesto.

-Yo puedo ir la primera a ese analisis, si quereis. - dije entonces, llena de valentia, deseando ver a mi amiga.- Y me gustaria hablar con mi ... padre. - dije, omitiendo a mi madre en todo aquello. Dudaba mucho que estuviera demasiado preocupada por lo que pudiera pasarme en aquel momento- Tiene que estar preocupadisimo y me gustaria decirle que estoy bien, por favor.. - acabe por decir, poniendome en pie, decidida a ir a ese analisis cuanto antes y que, de paso, me diera el aire. Toda aquella preocupacion y aquella incertidumbre me estaban volviendo loca.

Me senté en la cama, rodeando mis rodillas con los brazos mientras apoyaba la barbilla en ellas. Apenas presté atención a la tediosa explicación del medimago. Y, a pesar de que pociones era una de las asignaturas que más me gustaban, en aquellos momentos me importaba un comino los ingredientes que llevara lo que fuera que nos hubieran dado con tal de que nos curara. No era por falta de interés ni curiosidad, era simplemente que mi cabeza no estaba en condiciones de memorizar ni analizar aquel asunto.

Escuchaba los gritos de histeria, las preguntas insistentes y todo aquel revuelo que se había formado, igual que si oyera llover. No prestaba atención a nada ni a nadie, sólo quería acabar con todo aquello de una vez, volver a mi sala común y reiniciar nuestra vida cotidiana. No sin antes recibir una buena explicación, y convincente a poder ser, de todo lo que había sucedido.

Quería hablar con mi abuelo, pero al contrario que la mayoría de mis compañeros, no era para decirle que estaba bien. Suponía que a esas horas ya le habría llegado una lechuza con la noticia de que nos habíamos recuperado y que todos estábamos en perfectas condiciones. No, no era por eso. Lo que quería saber de su boca era las explicaciones que le habían dado sobre todo este desagradable tema. La seguridad de Hogwarts había fallado estrepitosamente, y las consecuencias de nuestro letargo de siete días podían haber sido desastrosas. Algo malo estaba sucediendo y quería saber qué era. Quizás mi abuelo supiera qué estaba pasando y si él sabía algo, seguramente me contaría una parte.

Sólo desvié la vista del punto fijo de la sábana que estaba mirando, cuando entró el profesor de Defensa y escuché la pregunta de Megan.

—¿No decían que sólo nos había pasado a los alumnos? Mmm... Raro. Los profesores parece que también han llevado su parte, aunque no nos lo quieran decir. —Musité para mí misma.

Me encogí de hombros ante la idea de los análisis. Me parecía bien, al fin una decisión acertada, de esa forma se asegurarían que lo sucedido no nos dejaran secuelas, no sólo físicas sino también mentales. Eso sería horrible... Deshice el nudo que formaban mis brazos en mis rodillas para sentarme al borde de la cama con los pies colgando.

—Yo también quiero ser de las primeras en hacerme esos análisis.

Cuanto primero los hiciera primero saldría de esta habitación que, por mucho que me fastidiara, tenía que compartir con toda clase de alumnos, algunos tan raritos que llegaban a asustar.

Las voces de los alumnos de primer año de Hogwarts se alzaron exigiendo una respuesta, un atisbo de verdad que les permitiera comprender o que les ayudara a paliar los nervios pero lo cierto es que los adultos o poco sabían o poco iban a contar.

Rett alzó las manos pidiendo calma, esperando a que el aluvión de preguntas cesara para retomar la palabra e intentar tranquilizar a los niños.

- Muy bien, señor Weir, pero tendrá que ir al baño de mi despacho, ahora mismo no tienen permiso para salir de aquí sin un acompañante y yo no puedo dejarles solo. Sus padres - respondió entonces al deseo generalizado de saber de ello - han sido informados de lo sucedido y en breves podrán visitarlos. Por supuesto que les han mandado correspondencia - sacó la varita y con un gesto un tanto rígido hizo aparecer un pequeño saco lleno de cartas. El nombre que más aparecía en ellas era el de Megan mientras que ni Alexander ni Roxane parecían tener correspondencia de ningún tipo -. El bloqueo se romperá con una compleja técnica llamada legeremancia, el profesor Dumbledore les dará más detalles al respecto. El señor Knight será el primero pues y cuando vuelva será el turno de la señorita Thonks y después de usted, señorita Connolly.

Tras aquellas palabras, le dirigió una mirada al medimago, a quién dirigió un asentimiento. Éste no tardó en colocar la mano en la espalda de Troy, guiándolo hacia la salida a la vez que el profesor de defensa le hacía una seña a Alexander hacia las escaleras y empezaba a andar hacia allí, sin la intención de dejar a su alumno solo no fuera a ser que le diera un desvanecimiento o algo.

No hizo intención alguna de responder respecto a su estado pero quedó la duda de si entre tanta pregunta se le había olvidado esa o, sencillamente, no había querido responder.

Bien. Habían aceptado su ofrecimiento de ser el primero. Prestó atención a lo que estuvieron diciendo sobre aquella técnica con la que intentarían romper el bloqueo en sus cabezas. 

Legeremancia.

No entendía nada. De hecho jamás había oído hablar sobre aquello. Esperaba que al menos no doliera. Sin comentar nada más al respecto ni preguntar, se fue por donde le ordenaron, sin miedo ni nervios. Quizás era verdad que pertenecía a Gryffindor por la valentía, o a lo mejor solo estaba demasiado cansado como para estar asustado.

"En breves podrán visitarlos" Jarek abrió la boca para protestar, él necesitaba que fuese ya, no en unos días o el fin de semana, tenía que ver a su madre de inmediato. Saber que estaba bien. La aparición de la saca con las cartas hizo que cerrase la boca y se abalanzarse sobre ella, no le importaron las siguientes palabras que dijo el profesor, de haberlo oido se hubiese preguntado que era eso de la Legeremancia y hubiese felicitado a Maebh por su valor. En vez de ello sus manos ya estaban buscando su nombre en los sobres, el corazón acelerado y la boca seca.

Jarek tenía un solo sobre dentro del cuál había una hoja de pergamino y un pequeño roto que casi le pasó desapercibido. La carta en sí, de pocas palabras, rezaba así:

"Querido Jarek,

He sido informada de los sucesos en Hogwarts, no tengas miedo, todo irá bien. Pronto nos reuniremos y hablaremos largo y tendido sobre lo que ha pasado. Recupérate pronto, yo estaré esperando.

TC"

El segundo, apenas unas palabras garabateadas a prisas en el papel decían:

"No escribas nada, hablaremos cara a cara. Cuidado con todo el mundo y guárdate mucho de dar tu opinión. Esto no ha sido una chiquillada."

Los pasos del médico guiaron a Troy hasta el exterior del aula, donde todo estaba anormalmente vacío y silencioso. Podía ver el sol del atardecer colándose por las ventanas y aportando un aura de soledad al castillo que parecía filtrarse hasta su alma.

- El profesor Dumbledore se encarga personalmente del proceso con todos los alumnos - aquellas fueron las primeras palabras del medimago mientras bajaba las escaleras hacia la segunda planta y seguía caminando por el pasillo. Curiosamente, su voz sin entonación había adoptado un cariz de admiración al hablar del director -. No se preocupe, joven. Todo irá bien - tras lo que parecían ser las palabras más tranquilizadoras que podían salir de aquel hombre, continuaron en silencio por espacio de un minuto hasta detenerse ante una gárgola de piedra que guardabanel despacho del director -. Plumas de azúcar.

Momentos después las fea estatua se apartó para dar paso a una escalera de caracol que, como descubrió Troy momentos después, parecía tener la finalidad de marear al visitante, algo casi se podría decir típico en la extraña arquitectura mágica.

Por suerte tras un ascenso que le costó un gran esfuerzo debido a su estado físico actual, se halló ante un despacho de forma circular con el aspecto más extraño que había visto nunca. Quizás, dejando al margen los extraños artilugios que lo decoraban y los cuatros de personas dormidas que rodeaban la mesa, ignorando los estantes cubiertos de libros que llegaban hasta el techo, lo más raro que allí había era el propio director y el fénix que, sobre su percha, éste acariciaba.

- Ah, señor Knight. Me temo que no tuvieron el mejor Halloween de los que Hogwarts acostumbra a regalar a sus inquilinos, pero, debo decir que por suerte tampoco el peor - Dumbledore le hizo una indicación con la mano para que tomara asiento ante su mesa, hacia la cuál él mismo echó a andar, rodeándola y sentándose tras el escritorio -. Sólo un momento. El señor Jamison le hará un análisis rutinario.

Como si aquellas palabras hubieran sido claves para desencadenar las acciones del medimago que hasta entonces le había acompañado, éste empezó a tomarle el pulso a Troy, probar sus reflejos, observar la dilatación de sus pupilas, la pigmentación de su piel, la de su lengua...; incluso le hizo tomar un par de pociones que le hicieron soltar pompas de jabón por la boca y sentir un curioso cosquilleo en los pies.

- Todo en orden - anunció tras un proceso que se alargó más de cinco minutos.

- Gracias, Carl - y, de nuevo, como si las palabras afables del director conllevaran el pistoletazo de salida, Carl Jamison se dirigió hacia la puerta, quizás en busca de otro de los niños de la torre. Cuando la mirada de Troy regresó de la espalda del medimago se encontró los brillantes ojos azules del director mirándolo por encima de sus gafas de medialuna -. Señor Knight, tengo que confesarle que no sabemos exactamente qué aconteció la noche de Halloween y aunque puedo hacerme una idea aproximada creo que los recuerdos de todos ustedes son importantes y vitales para que esos vagos pensamientos se conviertan en hechos. Por eso voy a usar con usted legeremancia y, perdóneme si presupongo demasiado, imagino que usted no sabe qué es - una leve sonrisa se extendió por las facciones del anciano antes de proseguir -. La legeremancia es un tipo de magia avanzada que permite leer los pensamientos del objetivo. Éste puede intentar protegerse aunque, si me permite decirlo, yo soy muy bueno. De todos modos no es mi intención hacer una intrusión a su intimidad así que buscaré el bloqueo y lo eliminaré. Si está de acuerdo, puede negarse por supuesto, empezaremos.

¡Por fin! ¡Podría lavarse la cara, las manos y si el tiempo le daba una tregua, hasta la ropa! Por que solo de pensar que llevaba una semana con la misma ropa le hacía perder fuerzas, sentir cierto pitidito en el oido y que todo se volviera extrañamente acolchado como preambulo a la perdida de consciencia. Después enviaría una carta quejandose a todas las autoridades pertinentes de haber tenido a una manada de crios sin lavar ni cambiar. ¡Pero que tipo de sucio antro era este!

- ¿Esta limpio? - Preguntó sobre el estado del baño de él. A esas alturas ya no podía correr más riesgos, era una cuestión de sanidad mágica nacional. Todos estaban en peligro. ¡Todos estaban sucios! - Porque si no esta limpio quiero ir a otro. - Añadió, insistiendo en esto mientras se ponía en marcha hacia el lavabo a paso lento.

Estaba pensando en algo. ¿Qué les empujaría a los demás a querer hacer algo tan estúpido como dejar que otro le mirara la cabeza por dentro? Porque según había calculado en los 15 pasos que había dado, solo existían dos posibilidades: El autosacrificio en pro de los demás, considerando así su vida menos valiosa en el hipotético caso de que saliera algo mal. En estos casos siempre salía algo mal, claro. La otra posibilidad era la insensatez producida por el largo sueño, la corta experiencia y la temprana edad. Fuera como fuera, a los tres primeros enviados a filas serían recordados como héroes si no volvían. Eso sí, nada de inclusiones post mortem a la Liga de la Justicia Magica.

- No es necesario que me acompañe. Tengo problemas de continencia si alguien esta mirando cuando estoy orinando. Además, no es la única tarea que deseo realizar en el lavabo. También quiero lavarme. Hace 2563 días que no requiero la ayuda de nadie para mis tareas dentro de un servicio. - Le dijo al profesor mientras caminaba, al darse cuenta que lo seguía.

- Megan Faulkner de Londres, Inglaterra, le realizó una pregunta que no ha contestado en referencia a que le ha pasado y cual es su estado. Que debo añadir no es bueno. Debería ser más eficiente en términos de curas e higiene. Además, esos pantalones no van a juego con la chaqueta. - Clarificó.

¡Aquel lugar era alucinante! Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no distraerse con la cantidad de cosas increíbles que se alojaban en aquella sala. Se centró, aunque a veces se le iban los ojos, en Dumbledore y sus palabras. 

Estaba en lo cierto en que no tenía ni idea de qué era la Legeremancia. ¡Vaya! Saber hacer eso debía de ser increíble. El chico esperaba que en un futuro pudiera ser capaz de lograrlo. Estuvo callado, de forma educada tal y como su madre siempre le había enseñado a comportarse, hasta que el profesor le pidió su consentimiento.

- Estoy listo.

No podía decir que no estuviera un poco temeroso, pero la intriga y las ganas de ayudar en todo lo posible le impulsaban. ¿Debía sentarse? ¿Permanecer de pie? ¿Cerrar los ojos? ¿O todo eso daría igual?

- ¿Debo... hacer algo especial?

Apretó las manos contra el colchón, tensa. Escuchar las voces de sus compañeros amontonándose a su alrededor le ponía un poco nerviosa. Escuchó en silencio al profesor, relajándose en el momento en el que no escuchó mencionar su apellido. Más tranquila, permitió centrar toda su atención en el saco de las cartas.

Una vez los dos chicos hubieran salido de la clase, se hizo el silencio. Mordiéndose ligeramente el labio miró a su alrededor, esperando que alguien hiciera algo. Tenía tantas ganas de mirar a ver si tenía alguna carta pero... ¿de verdad tenía que hacerlo? ¿Levantarse y acercarse al saco delante de todo el mundo? ¿Y si se tropezaba o se le caían las cartas? ¿Qué pasa si leía mal el nombre y habría alguna que no fuera suya? Demasiado arriesgado. Eligió la opción fácil, girándose hacia Jason.

-Oye... ¿vamos a por las ca..rtas?

Al poco el niño encontró lo que buscaba, sacó un sobre del saco y se alejó unos pasos, para dejar sitio a otros y para tener privacidad en su lectura. Rasgó el papel ávido de leer el contenido del pergamino y sus ojos resiguieron las escuetas líneas mientras lanzaba fugaces miradas alrededor. Cuando acabó su ceño se frunció y volvió a leer, después de la segunda lectura guardó la carta en el bolsillo interior de su túnica y se cercioró que su varita estaba en su lugar. Metió una mano en el bolsillo del pantalón y se quedó apoyado en la pared, mirando a sus compañeros y a las puertas por donde habían salido los adultos.

No entendía las prisas, él no tenía ninguna para que le metieran una aguja del tamaño del colmillo de un mamut por el brazo. O peor, que le pincharan en el culo. Vale, no era cuestión de valentía o no, era cuestión de inteligencia. A nadie le gustaba que le hicieran daño, ¿por qué ofrecerse voluntariamente?

Aquella era la línea de pensamiento que seguía Jason y como reflejo de la misma, miró a todos lados menos al medimago y al profesor, esperando que no le escogieran para ir primero. Con un poco de suerte descartarían lo que fuera con la sangre de sus compañeros y a él no le pincharían.

- Claro, Liz. Buf, nuestros padres se van a poner histéricos. Podrían haberse callado un rato... ¿Crees que tu hermano podría convencer a tus padres y a los míos de que no nos saquen del cole? - pensándolo bien, aquella parecía una posibilidad muy real para los nacidos de muggles. Enfermedad o ataque, daba igual cuál fuera el motivo, pero lo que estaba claro era que algo se cocía y no parecía el ambiente ideal para educar a un puñado de niños pequeños que nada sabían.

Mientras hablaba se había levantado de un salto y se había puesto a caminar a saltitos, esbozando muecas de dolor, hasta llegar a la saca, donde empezó a rebuscar, ni corto ni perezoso, para sacar tres cartas, una a su nombre y dos con el de Lizbeth.

Violet no tardó en acercarse también y sacar una carta con el nombre de su hermano y suyo, lo mismo que fueron haciendo los demás.

Me senti frustrada, muy frustrada. Nadie habia contestado a mis preguntas sobre Ted, y por si fuera poco tenia que esperar mi turno, detras de Troy, para llevar a cabo aquel chequeo o como se llamara. Y aquel lugar comenzaba a caer sobre mi, agobiada como estaba ante la posibilidad de que mi amigo estuviera herido y nadie quisiera decirme nada al respecto.

Y asi, cansada como estaba de estar en aquella camilla, me baje de ella de un bote, algo tambaleante por la rapidez, y me acerque a aquella saca donde todo el mundo parecia tener una carta, preguntandome si yo tambien estaria entre los afortunados. Esperaba que si. La verdad era que necesitaba tener noticias de mi padre, y saber algo mas sobre el, y sobre como estaban despues de saber lo que habia pasado.

Y asi fue como, resoplando, comence a buscar en la saca, pensativa, mientras buscaba no solo mi correspondencia, sino tambien la de Erik, a quien le acerque lo suyo mientras, por el camino, mi pelo comenzaba a teñirse de un verde esperanza.

-Toma Erik, esto es para ti... Parece que se han acordado de nosotros.. - dije, algo mas positiva, al ver aquellas cartas con nuestros nombres, buscando un hueco para sentarme a los pies de la cama del chico- Venga, vamos a ver que pone. - intente parecer mas animada, aunque lo cierto era que aquellos mechones de pelo rubio entre tanto verde dejaban mas que patente mi incertidumbre.