Partida Rol por web

Con desilusión, dejas por el momento tus planes de venganza, que habías estado maquinando durante más de ocho años, para acercarte a la costa, vagando y sin saber muy bien qué hacer. Viste grandes navíos a ese lado de la costa, en las calles se oían rumores de la llegada de un grupo armado, y supusiste que la población temía, al igual que pasó en tu aldea, la llegada de los bárbaros. Sin embargo tu cara se iluminó al ver ante ti a un enorme navío de guerra, que estaba siendo desalojado por su tripulación.

Era un barco blanco de velas negras, que portaban el símbolo de la cruz carmesí. Un enorme navío, ante el cual se comenzaba a congregar un batallón de hombres acorazados y pertrechados, que se comenzaban a descender del barco. Te fijaste en uno de aquellos hombres, todos vestidos igual, con armadura completa y un peto blanco con una cruz negra.

Aquel era un tipo corpulento y acorazado, toda una máquina perfecta, preparada para la guerra. Se trata de un guerrero imponente, de una altura colosal, que supera los seis pies, acorazado y pertrechado para el combate con una armadura completa de gran calidad, cortesía de la orden de los insignes caballeros Rantanos. La armadura consta de una coraza de acero, tintada de dorado pálido y gravada con la cruz Rantana en el pecho, guanteletes de gran calidad, unas grebas del mejor acero enano y un yelmo que proporciona al guerrero, un aspecto terrible. Sobre la armadura, porta un chaleco de tela blanca, con la cruz negra Rantana sobre el pecho. A su espalda, un escudo de pesado acero, que le convierte en una verdadera fortaleza humana.

Las partes desprotegidas en los brazos sacan a la luz unos enormes brazos marcados por los músculos, entre los cuales quedan atrapados los rayos del sol, fruto del entrenamiento intensivo de los guerreros de la orden de los caballeros Rantanos.

Cuando todos estaban dispuestos, uno se colocó enfrente de ellos, y comienzo a soltar una arenga.

Un tipo, vestido igual que el resto de sus compañeros, se subió a una caja con mercancías y se dispuso a dar una arenga.

A este lado del mar, los bárbaros se han congregado, aquí atemorizan a las gentes, matan a hombres, mujeres y niños sin que nadie haga nada para detenerlos, impotentes ante la barbarie. Se que estamos lejos de Aam, y que estáis cansados de remar, yo también lo estoy, pero solo os pido que aguantéis, una noche más, y esta noche acabaremos con la lacra que atormenta estas tierras. Quizá hoy no afecte a nuestro reino, y quizá nunca se atrevieran a cruzar el mar, pero nosotros lo hemos echo, no para luchar por nuestra tierra o por nuestra gente, sino para luchar por la justicia, y por el bien ¿No jurasteis luchar para hacer respetar el bien, la paz y la justicia?, pues hoy os pido que le deis un cumplimiento. Caballeros Rantanos, esta noche la la sangre de los bárbaros llegará hasta el mar.

Ya atardecía, pero los guerreros marcharon, a buen ritmo, a pesar de su pesada armadura, hacia la posición donde anteriormente habías visto el campamento de los bárbaros. Conmocionado por los hechos, decidiste seguir al batallón, y de ser necesario, ayudarles a combatir. Eran unos veinte hombres, veinte hombres que marchaban en uno solo, a trote brioso, formando un cuadrado.

Muchos aventureros, que se habían enterado de la noticia, y sin recibir recompensa alguna, echaron a correr tras el batallón de los Rantanos, a fin de ayudarles, no por la riqueza, sino por un bien mayor, la libertad y la justicia.

Cuando amaneció, el humo volvía a ascender a los cielos, pero esta vez no era de los fuegos de las aldeas que asaltaban los bárbaros, sino que era el humo que los cadáveres y pertenencias menos valiosas de los bárbaros desprendían al ser quemados. La batalla había sido intensa, sin embargo, había pocos rantanos muertos, mientra que no había sobrevivido ningún bárbaro. En el campo de batalla, como mandaba la tradición, eran enterrados con honores los caballeros muertos, con espada, escudo y armadura, representando que ese caballero luchó hasta el final, y que nunca depuso sus armas, ni siquiera en la muerte.

Cinco lápidas se levantarían, dos días después, con los nombres de aquellos cinco caballeros...

Durante el combate, te habías unido a los aventureros, que sobre todo, se habían esforzado en acabar con aquellos que huían, dejando atrás a sus compañeros.

Cuando volviste, con la intención de preguntar por tu hermana a los Rantanos, te la encontraste junto a ellos, preparando la mercancía para subir al barco, como pago por su rescate. Tras ocho años, tu hermana se había convertido en una mujer madura. Aún tenía cara de niña, su larga melena rizada llegaba más allá de sus hombros, y bajo su ropa asomaban dos prominentes pechos. La encontraste con un peto de los rantanos cubriendo su desnudez, seguramente prestado por alguno de aquellos guerreros tras la batalla.

No puedo creerlo. Ocho años de combates, escaramuzas, huidas, odio y persecuciones, entrenamiento y venganza... han acabado en una sola noche de destrucción y desquite. No es posible. Lo que otrora fuera una horda de bárbaros desbocados yace ahora entre el barro y la suciedad. Mi hermana, mi querida y pequeña hermana es por fin libre. En mi corazon se encuentran dos sentimientos, uno de alegría por haber salvado a mi hermana y uno de pesar por no haber matado a los bárbaros con mis propias manos. Me siento como si me hubieran robado la presa. En ese instante veo a Chandra entre la multitud.

 -¡Chandra!.-Grito desde mi posición.-¡CHANDRA! 

Al instante echo a correr hacia ella.

-Hermana, soy yo, Dovahkiin, tu hermano. Llevo ocho interminables años siguiendo a esta horda a través de aldeas devastadas, y espesos bosques. ¿Me reconoces?

Los caballeros estuvieron a punto de ponerse ante ti al seguir ese extraño comportamiento, y bloquearte el paso, pero al escuchar que hablabas de que era tu hermana, decidieron no hacer nada. La muchacha se giró, al escuchar su nombre, su verdadero nombre, y no el que le habían dado los bárbaros, para encontrarse con una figura más madura de lo que había sido su hermano.

¡Dovahkiin, estás vivo! - La muchacha echó a correr hacia ti, para abrazarte de nuevo, tras ocho años como reclusa con la horda - Os daba a todos por muertos... ¿Dónde están papá, mamá, y el resto de nuestros hermanos? - La cara de júbilo de la muchacha se tornó seria cuando observó la punta de flecha colgando de tu cuello - Entiendo... -dijo al fin.

Abrazo a mi hermana con fuerza. No llego a creerme del todo que por fin nos hayamos reunido, pero es así.

-Murieron.-Respondo con tristeza.-La misma noche que fuiste apresada. Los mató una mole de músculos cubierto de pieles de oso. Fuí el único que pudo salvarse saltando por la ventana y escondiéndome entre la espesura. No pude hacer nada más que enterrarles lo mejor que supe. Lo siento. Desde entonces llevo ocho interminables años siguiendo a la horda y tratando de buscar el modo de rescatarte. ¿Has sufrido mucho, hermana? ¿Qué te hicieron esos indeseables?

Sin decir más, examino su reacción y espero su respuesta.

Su rostro no expresó tristeza, sino desilusión, ya se había echo a la idea de la muerte de toda tu familia y esto no le hizo derramar una lágrima más de sangre. No tardó en levantar la mirada y sonreir, ante la visión de su hermano mayor - Bueno, por lo menos ahora nos tenemos el uno al otro. Ven conmigo a Nightshade, yo me voy con los Rantanos hasta su hogar, para empezar de nuevo.

Sus ojos estaban expectantes, aguardando a tu respuesta.

-Creí que volveríamos a casa.-Respondo con cierta duda.-Aunque, bien pensado, no hay mucho a donde volver. Será mejor que te acompañe. Tienes costumbre de meterte en lios, según recuerdo.- Digo tratando de quitarle hierro al asunto.- ¿Hay que hablar con alguien para que nos permita unirnos o podemos acompañarles sin más?

El comandante de éste contingente es un tal Garl Tum, un hombre de pelo largo...  según he oído, es un tipo importante en la orden, me lo contó el muchacho que me rescató, y  me dijo que hablara con el para tomar el barco hasta el otro lado del mar. - Chandra buscaba de un lado para otro buscando a aquél tipo - yo ya hablé con él y me dió su permiso- su mirada buscaba entre los soldados - ah, ahí - Señaló a un hombre entre los soldados, sin yelmo, que hablaba con tres hombres con el yelmo puesto.

Dice que tomaremos este barco hasta el otro lado del Mar de la Luna, y luego, en no se que ciudad, cogeremos un barco volador hasta Nightshade, imagina Dovahkiin, ¡un barco volador!.

Ve a hablar con él, no creo que te ponga ninguna pega...

-Sea.-Respondo alejándome de mi hermana en dirección al desconocido.-Vamos a hablar con él.

Avanzo con paso dubitativo volviéndome hacia ella cada pocos pasos hasta que llego junto al comandante.

-Buenos días, comandante.-Saludo al llegar junto a él.-Me gustaría hablaros si tenéis un momento. Veréis, mi hermana Chandra, esa joven de ahí,-Digo señalando hacia ella- estaba entre los prisioneros de los bárbaros. Llevo ocho largos años siguiendo a esta horda de indeseables y matando a los que podía cuando los encontraba solos o en grupos pequeños... me gustaría antes de nada daros las gracias por cuanto habéis hecho hoy por mí y por mi familia.

Por otro lado, mi hermana me ha dicho que iba a partir con vos y vuestros hombres de regreso a vuestra patria para empezar de nuevo allí y me preguntaba si podía acompañaros. Es la única familia que me queda y no tengo adonde volver. Lo unico que me queda son mi hermana-Digo señalándola de nuevo.- mis armas-Digo alzando un poco mi escudo de mithril que sigue en mi brazo izquierdo para dejar ver mi espada.- y las escasas pertenencias que llevo encima, y me gustaría seguir con mi hermana y cuidar de ella si me lo permitís.

Claro, un momento caballeros, dejemos los asuntos oficiales para el barco, que tendremos tiempo de sobra. - El humano hace ademán con las manos para que sus compañeros se apartaran para dejar paso a Dovahkiin - si bien, es lógico que tendréis que colaborar con las tareas habituales y pagar vuestro propio sustento hasta Nightshade, en el navío hay hueco de sobra para cincuenta personas y nosotros no llegamos a veinte, por lo que no tengo problema en alojarte. No tendríais más que remar cuando os toque y limpiar cuando os toque, y siendo diez días de camino los que hay hasta el otro lado, seguramente remaréis y limpiaréis poco.

-Entonces trato hecho.-Respondo al comandante.-Si aceptáis tenerme como pasajero haré cuanto pueda por no estorbar. Ahora si me lo permitís debo comunicárselo a mi hermana. ¿Cuándo partiremos? Me gustaría ver si puedo encontrar algo que me sirva entre los restos del campo de batalla antes de partir, metal para forjar sobre todo. Me dedico a la forja, ¿Sabe?

Marcharemos cuanto antes, mañana al amanecer, luego te sugiero que si quieres explorar el campo de batalla, lo hagas cuanto antes, y descanses, pues los viajes en barco son especialmente cansados. - El hombre te tiende la mano - Bienvenido a bordo señor... no me habéis dicho cómo os llamabais...

-Dovahkiin.-Respondo estrechando su mano.-Vengo de las aldeas del este, no muy lejos de aquí. O al menos solían estarlo.

Te registraste para el embarco, y dejaste a tu hermana con las tropas de Rantanos, mientras volviste a lo que la noche anterior había sido una carnicería, en la que se levantaban los humos de la quema de los residuos de los bárbaros. Los aventureros ya habían echo lo suyo con las pertenencias de valor, pero aún encontraste, entre las cenizas, un par de cabezas de hachas de guerra,  y una de un gran hacha de dos manos, que pensaste poder utilizar para forjar otras cosas, así como una cota de cuero tachonado, desgarrada, olvidada entre los árboles, que encontraste por casualidad. No encontraste ropas ni metales preciados allí, pues otros, no habían perdido el tiempo y habían arramplado con todo lo de valor.

Volviste al barco, donde tenías un lugar para el descanso, y hablaste con tu hermana sobre los últimos años, en lo que descubriste que tu hermana, había sido entrenada por el jefe de la tribu, para enfrentarse a los bárbaros del clan, con manos que llegaban más allá de lo que el miedo al jefe debería; había aprendido a entrar en furia como los bárbaros, de modo que pudiera enfrentarse a una situación extrema.

Finalmente llegaste al otro lado del mar, a Gwydion, pero no tuviste tiempo para ver nada de la ciudad, pues los Rantanos estaban realmente deseosos de volver a sus casas, para ver el deshielo de Nightshade. A buena marcha, llegasteis al Puerto de los cielos, donde aguardaba un hombre, de larga barba blanca y una túnica gris ajada, cochambrosa, al lado de una enorme mole con alas, que no creías que pudiera llegar a volar. Aquel hombre se dirigió directamente a Garl Tum, bajo el título de Gran maestre, mientras que éste le habló bajo el título de Señor de los Magos.

Subisteis al barco, sin que se os cobrara nada y el barco, sorprendentemente, despegó...

Durante todo el viaje intento conocer lo más deprisa posible las costumbres de los Rantanos y los motivos que les han llevado a un reino tan apartado. Al llegar junto a mi hermana le enseño lo que he encontrado y le doy la armadura de cuero. Es posible que no sea gran cosa, pero al menos le servirá como atuendo y protección.

-¿Sabes usar algún arma?-Pregunto. Si su respuesta es afirmativa, calculo si tengo material suficiente para forjársela. Si no, intento enseñarle a manejar alguna en los ratos libres que tenemos en el barco.

Durante la excursión por la ciudad, apenas si tengo tiempo de nada, así que me voy fijando en los parajes de la zona para ver cómo son.

Al llegar al barco volador no puedo reprimir la curiosidad. ¿Realmente vuela?-Sólo hay una forma de saberlo.-Pienso mientras subo a bordo.

Una vez que el barco ha despegado, me dedico a explorarlo junto a mi hermana para ver las dependencias que tiene y averiguar lo que pueda sobre su funcionamiento.

Me enseñaron a utilizar hachas de guerra y espadas, no estoy familiarizada con armas mucho más allá de lo normal, aunque no tengo intención de utilizarlas mucho cuando lleguemos a Nightshade. Quizá busque un trabajo en alguna caballeriza o en alguna posada, quiero alejarme de la vida que me inculcaron los bárbaros y seguir un vida tranquila, supongo que lo entiendes. Las palabras de tu hermana eran tajantes en cuanto a lo que se refería a portar armas o la vida de aventurero. Se asomó a por la borda del barco para ver como la ciudad iba desapareciendo bajo vosotros.

Parecen gente importante esos dos. Señaló a Garl y al otro tipo. Me gustaría hablar luego con Garl, para agradecerle lo que ha echo por mí contra esos bárbaros.

-Podemos ir a darle las gracias si quieres.-Respondo con cierta tranquilidad.-De todas formas, no me refería a que vinieras conmigo... A mi me espera aún un largo camino que recorrer y no tienes por qué acompañarme. Te pregunté porque, aunque trabajes en una taberna o en una granja o en una caballeriza, siempre viene bien tener un arma cerca. No quiero que te pase nada malo, hermana.

En cuanto tenga acceso a una forja medianamente decente te forjaré un camisote de mallas y un hacha de guerra. Úsalos solo si es necesario, pero prométeme que te cuidarás. ¿De acuerdo? También tengo algo de oro que conseguí de mi maestro. No es mucho, pero te ayudará a asentarte y empezar de nuevo. Pasaré a verte cuando tenga un segundo. ¿De acuerdo?

Muchas gracias, te las devolveré algún día - dice con voz tímida - Quédate por aquí, me gustaría hablar con Garl, a solas, seguro que encuentras algo entretenido que hacer, estamos en un barco volador. Aceptaré con gusto el arma que me ofreces, hermano. - Chandra caminó hacia Garl, que había acabado de hablar con el mago, y le dijo algo, tras lo cual ambos se dirigieron hacia cubierta, a continuar hablando.

-Así sea.-Respondo.-Si ocurre cualquier cosa, avisame.

Dicho esto, empiezo a deambular por la zona mientras busco algo interesante que ver durante el viaje.