Partida Rol por web

Después de examinar la estatua, Alfio niega con la cabeza.

-¡Por Corij! Resulta que la ráfaga no sale de la efigie en sí, según parece. Y otro asunto es la tonelada que la figura debe pesar... ¡Mmm!

Moviendo la mano como atrayendo los objetos Déjame ver.

Umm, parece que el anillo y la daga tienen propiedades mágicas moderadas, sin embargo el colgante no es mágico, ni veo nada por debajo de la trampilla, aunque si es de un cierto grosor mi visión no puede atravesarla.

Cuando una vez examinados los objetos, muevo la cabeza hacia el norte, moviendola de izquierda a derecha señalo la zona Es extraño, pero de las paredes laterales, ahí, al norte, emana magia.

Gnart encuentra dos puertas, una a cada lado. No demasiado ocultas, pero sí que se os habían pasado por alto por estar algo camufladas con el muro.

Mientras alguno de sus compañeros examina otros recodos de la estancia, Amílcar trata de abrir la trampilla.

Gnart resiste ayudado por Gnart la fuerza del viento. Abre la trampilla y descubre unas escaleras de mármol que descienden.

Gnart examina el suelo con minuciosidad, retrociendo un par de veces por el embite del viento, pero no encuentra trampas.

Las escaleras bajan hasta una habitación más pequeña que hay debajo del santuario, una habitación que parece ocupada por una presencia de otro mundo. La sala no es grande, quizás con no más de quince pies de ancho y el doble de esta distancia de largo, pero casi parece como si fuera mucho más grande de lo que es, como si contuviera tanta energía que su existencia rebasase las simples fronteras de las paredes y el suelo. Es como si, en vez de encontrarte bajo tierra, estuvieras en los cielos.

El suelo está hecho de mármol muy pulido debido al paso de incontables pisadas y limpio del polvo que parece omnipresente por toda la parte superior del templo. A ambos lados de la habitación hay tres estatuas: Solinari, Kiri-Jolith y Mishakal a la derecha, y Branchala, Majere y Habbakuk a la izquierda. En la parte más alejada de la habitación, al otro lado de las escaleras, se levanta una estatua de diez pies parecida a la estatua de Paladine de arriba, aunque gastada y agrietada. El tiempo ha hecho que su cara muestre una aparente tristeza y tiene los brazos extendidos, como si ofreciera algo a alguien, aunque sus manos estén vacías.

Veis como Gnart desciende, todavía con la cuerda atada a su cintura.

Una inmensa sensación de respeto y pequeñez invade a Gnart. Le da miedo pisar en terreno sagrado siendo los dioses del bien y siendo él la simiente de la raza de los dioses del mal...

No obstante intenta percibir si hay algo extraño en la sala para que sus compañeros se adentren.