Partida Rol por web

-¿E dónde está vuestro señor e porqué deja aquí tan distinguídas y apuestas señoras?-

-¿Es acaso un sultán que tenga a sus expensas un harén para  osar dejarlas tan solas?, pues semejante olvido no es propio de alguien que guarde un tesoro, y si de metal se trata, tengo aquí unas monedas, que tal vez pudieran ayudar a aliviar semejante olvido.

-Digánme señoras quien es vuestro señor, si un plebeyo a un hacendado señor .  Que a fee mía  debe ser lo segundo, pues sólo un rey podría dejar sola  semejante joyería...

De pronto oís un grito desgarrador:

- ¡ Aaaaahhhhh !

La gente en el salón enmudece, el grito provenía de la planta baja. Se oye como alguien sube las escaleras a toda prisa, y aparece por la arcada de entrada al salón una joven criada con una expresión de horror en su rostro.

- ¡Un hombre muerto! ¡Un hombre muerto en la letrina!

- ¿Que dices? ¿Que ha pasado? - Grita el conde contrariado, mientras se apresura en salir del salón y bajar por las escaleras. Otros hombres le siguen detrás. La gente murmura cariacontecida.

Una de las chicas respondió a tus preguntas:

- Fue el conde quien nos pidió que "acompañáramos" a Don Isaac, de él no sabemos más que su nombre, no lo habiamos visto antes.

Después se oyó el grito, y ellas, como el resto de la gente que se encontraba en el salón, prestaron toda su atención al extraño suceso.

Sigo al grupo para ver la sórdida escena. Cuando llego le cierro los ojos al muerto, hago la señal de la cruz sobre el cuerpo et digo:

  Requiem aeternam dona ei  Domine.
Et lux perpetua luceat ei .
Requiescat in pace

Intento ver si tiene muestras de violencia el cuerpo, si parece muerte natural, cosa que dudo o si podría tratarse de un envenenamiento, aunque creo que Roberto sea mejor faczendo esta función.  Pregunto al Conde intentando no ser demasiado brusco :

¿quién era?

 Así mesmo intento fazer memoria por si lo hubiese visto antes.

Me asusté sobremanera al oir aquel grito de horror. Se suponía que aquello era una fiesta o celebración, et aquella una casa de descanso. Empero que algo hubo mal, et que en breves sabíamoslo y lo veríamos. Seguí tras Alfonso, sin mostrar un ápice de desconcierto, pues quería mantenerme cauto. Una vez allí, quedéme callado observando si Alfonso lograba discernir algo entre las sus heridas. ¿Acaso habríase atragantado con un hueso que intentaba echar por su boca, o su vejiba había reventado?

- Voy raudo y veloz al lugar de donde procede el grito

Una vez allí hago una primera evaluación del cadaver. ¿lo reconozco?.

Creo que Manecho se ha dado cuanta de que está con sus compañeros porque le llaman por su nombre.. pero percibir , lo que se decin percibir, no mucho más...

El cadaver yace boca abajo. Alfonso se acerca, le da la vuelta, le cierra los ojos y recita una plegaria. El difunto no es otro que aquel hombre de la túnica marrón. El Conde al reconocerlo se echa las manos a la cabeza y dice:

- ¡Por todos los demonios!, muerto el recaudador real en mi propia casa. ¿Como explicárselo al Rey?, soy hombre muerto.

Del cuerpo inerte brota sangre, formando un charco en el suelo.

Descubres que la túnica tiene un tajo abierto de medio palmo de largo, y en ese lugar una fea herida que emana sangre sin cesar.

Confirmas que el hombre está muerto, ya que no respira.

Tranquilo, don Jaime -le dije intentando tranquilizare-; que alberga en aquesta celebración mucha gente en el suyo hogar, et que de buena tinta todos sabemos que estuvo vuaced atendiendo a cuanto invitado llegaba y comía. Lo primero que ha de hacer, si me permite darle consejo necesario como alcalde de castillo que soy et hombres que suelo tener a mi cargo, es no dejar a nadie salir de la suya casa, et patrullar los alrededores en busca de los que ya se hayan ido. Si le place mi consejo, puedo darle más para encontrar a quien haya hecho esta aberración...

Giré el rostro, esperando que alguien (algún criado) recogiera el cuerpo y el charco, pues el espectáculo estaba allí asegurado.

...y si lo hace -continué-, yo puedo hacerle "hablar". Me froté las manos, pensando si el asesino del recaudador seguía allí, expectante, alrededor de nosotros.

Escuché a Uloxio et asentí a lo que el descía. El Conde nos fabía acogido et estábamos obligados a ayudarle. A fe mía que capturaríamos al culpable et haríamoselo pagar.Pensé con el ceño fruncido.

 Los obscuros motivos del que fabía echo aquesto los desconocía, pero alguien quería perjudicar al Conde estaba claro, o eso o el recaudador se fabía granjeado enemigos mientras aquí estaba.

 Fabía estando vigilando a los caballeros de la cota de malla toda la noche, mas cuando el Conde vino a saludarnos les perdí ojo,non podíamos descartar a nadie, non teníamos ninguna pista. Miré de nuevo el cuerpo intentando encontrar alguna respuesta, quedeme pensando en aquesto et aquello mirando la herida sangrar.

Siguiendo el consejo de Uloxio, el conde se acerca a los centinelas del vestíbulo y les pregunta.

- ¿Salió alguien de la casa?
- No señor, nadie salió por esta puerta en toda la tarde y noche.- Responde uno de los centinelas.
- Pues que siga así, prohíbo que salga nadie de esta casa sin mi permiso.- dice el conde, zanjando la conversación.

El Conde alza su voz para dirigirse a toda la gente que aguardaba noticias en el pasillo:

- Ahora cada cual que se recluya en su habitación, estos señores y yo mismo nos ocuparemos del asunto.

La gente comienza a desfilar hacia sus habitaciones en silencio. Os quedáis a solas con el Conde, quien os pide ayuda para trasladar el cadáver del urinario a la capilla que está justo al lado.

- Dejaremos a don Isaac en la capilla, será un buen lugar para él hasta que podamos darle sepultura.

Entre todos cargáis su pesado cuerpo hasta la habitación contigua, la capilla, donde lo acomodáis en el suelo. El conde os habla en confianza:

- Ya que se ofrecen, les agradezco que me ayuden a dilucidar este entuerto. Quien mató al recaudador, debe encontrarse entre nosotros ya que nadie abandonó la casa. Tienen ustedes total libertad para moverse por esta casa en busca de alguna pista que nos pueda conducir al asesino. Si tienen cualquier idea, o cuestión les ruego que me lo digan. Verán me encuentro en una situación comprometida con el Rey, y creo que sólo podré salvar la situación, si le entrego al asesino.

Lo cierto es que sí, don Jaime, que bien parece vos en mala posición -le quise poner contra las cuerdas, haciéndole ver que ahora éramos una buena baza para atrapar al asesino-. Empero que antes de proseguir con las pesquisas, ¿qué hacía el señor recaudador comiendo et bebiendo tan a la ligera? Permítame el atrevimiento que es necesario de saber para este menster, empero... ¿debíale vos algún cargo al rey personal de vasallaje aún no pagado?

El conde:

-Estimado Uloxio. Como tal vez vos sabréis, el Rey financia sus campañas militares y otras lides, con préstamos de la comunidad judía, que son gente que tiene el oro por castigo, pero esa deuda no la devuelve el Rey, sino que entrega al prestamista derechos de cobro de dicha deuda sobre la nobleza, a fin de que esta la pague en cuantías y plazos determinados. Tanto mi buen amigo el Conde de Tolosa, como yo, estamos acuciados por unas deudas pendientes con el recaudador, por ello habíamos convidado a don Isaac, para parlamentar y hallar el modo de convenir con él un aplazamiento del pago de la deuda. Lo del buen comer y el buen beber, no era más que una treta para ganarnos su simpatía.

Por supuesto, don Jaime -hice una pequeña reverencia, pues no quería impacientarle demasiado-. Carraspeé un poco y esperé a que se fuera, para que nos dejara a los viajeros últimos que habíamos llegados el poder hablar y debatir acerca del tema (pese al cansacio tenido encima por el viaje). Quizá habría que planear bien qué hacer antes de investigar sin pensar mucho...