Partida Rol por web

Alfrik comienzo el descenso. Sus cortas piernas le hacen ser más cauto y progresar con mayor cautela. Una enorme escalopendra aprovecha cuando el enano apoya uno de sus pies en la pared para subir por su pìerna. Alfrik no puede hacer nada para evitar que se introduzca por el interior de sus pantalones... Si se suelta se caerá; si no se suelta el asqueroso artrópodo campará a sus anchas por terreno íntimo... Sus compañeros le esperan abajo pero él ya tiene su guerra particular con aquel mosntruo.

Powaqqatsi enciende una antorcha. Están en la salida del túnel a una cámara que parece bastante grande. Os encontráis en una burbuja de luz que ilumina unos 20 pies dejando otros 20 pies en penumbras. A la derecha parece haber algún tipo de construcción en ruinas. A la izquierda hay una pared con un agujero de 1' de ancho en la pared.

Justo bajo el agujero hay unos restos. Desde esta distancia es imposible averiguar de que se trata aunque si podéis ver que hay unos escarabajos moviéndose entre retazos de tela. Cerca de la pared hay más de estos insectos del tamaño de un puño. Y en al agujero, está plagado de ellos...

De repente empiezan a salir decenas de estos escarabajos. Es como si se derramasen desde el agujero y en dirección a vosotros... 

Esto es lo que nos advertía mi amigo que ahorita está tratando de volverse un segundo badajo de la campana de metal que es el Alfrik allá arriba.  

Con la tranquilidad de alguien que es de metal principalmente, tomó uno de los dos fuegos alquímicos y lo lanzó sobre la masa de escarabajos que avanzaba hacia ellos.  El segundo lo tomó de su mochila abierta el buitre, el cual voló y lo dejó caer sobre la misma marabunta de coleópteros necrófagos con la precisión de un bombardero emplumado. 

Con razón Beldem aconsejaba llevar fuego, según la Cannith.

Tras las espaldas de los dos forjados, el túnel se convertía en una trampa mortal. Demonfly lo sabía, y por eso cuando aquella nube de insectos se desplegó ante ellos, dió valor en su justa medida del peligro que representaban y trazó un plan. Debían dispersarse, al menos los que tenían suficiente buena vista como para moverse en la oscuridad alejados de la antorcha de Powaqqatsi.

¡Tas esagerando, Powaqqatsi! ¡No son más que bixos, como los de antes! No les hagas daño y pasarán de ti.

Daisy Sue se escurrió entre los dos primos caradelata y se movió hacia su derecha, alejándose despreocupadamente y sin prisas del agujero del que emergían todos aquellos insectos. Estaba buscando algo por dónde trepar, para tener una vista más completa de la cámara desde las alturas.

Finn no vió el tamaño y peligro de aquella marabunta hasta pudo ver entre las espaldas desmesuradas de los forjados.
La mentó haber acabado con sus reservas mágicas, pues el poder de su marca dragón hubiera sido muy útil en aquella ocasión.

Sin perder un segundo, hizo como su compañero el forjado y preparó otro fuego alquímico para lanzarlo al enjambre antes de que los alcanzase.
Había leído y escuchado historias de como esos diminutos demonios podían arrancar toda la carne de los huesos de un adulto en cuestión de segundos.

- ¡¡Arderás bajo el fuego purificador de la llama, demonio!! ¡Después de los licantropos, llega la nueva cruzada contra los escarabajos! - Gritó, emulando el marcado acento enano de Alfrik. - ¿Qué tal veis mi futuro como inquisidor? - pregunta a sus compañeros con una sonrisa

La plaga de escarabajos avanza con mayor velocidad de lo que creíais posible . La alfombra de insectos, cada uno un escarabajo del tamaño de una manzana grande, llegan hasta los pies de Powaqqatsi y Ariete y empiezan a subir por sus piernas.

Finn lanza un fuego alquímico pero al tener al resto de sus compañeros delante no es un lanzamiento bien apuntado. El frasco impacta a la derecha de la plaga con una gran deflagración. El calor os golpea en la cara.

Powaqqatsi hace lo mismo que el bardo. Lanza otro frasco contra la plaga impactándole de lleno. Una lluvia de fuego salta sobre los insectos quemando a muchos de ellos y dispersando a otros tantos. Parece que el fuego es un buen arma contra ellos. 

Daisy pasa corriendo entre los insectos ardiendo y el charco ardiente. Encuentra unas ruinas a su derecha y , sin pensarlo, trepa lo que puede sobre ellas.

Powaqqatsi le echa una miradita de reproche a Finn que, si los forjados pudieran expresar más, le diría que es una pena matar a estos hermosos seres que tan buena función hacen reciclando la materia en el gran círculo de la vida. Que no se burle de ellos.  Que hay que pedirles perdón por tener que matarlos. Que algún día se lo comerán a él (ellos o gusanos u otros seres, al final de su, esperemos, larga vida.) y que es mejor mantener un serio respeto mutuo al acabar con su vida.  

Pero bueno, es bardo.  Ya habrá tiempo de platicar con él. 

Al sacar el frasco, levantarlo y tirarlo, el druida estaba de paso también entrenando a su animal compañero.  Había visto los ojotes de Ch'om seguir el movimiento, y querer imitarlo él mismo, un poco.  Pronto, pronto estaría listo.  Un poco más de entrenamiento en la maniobra "bombardero" y el buitre estaría listo para ayudarlos a tirar frascos varios cómo en lo salvaje hacían sus congéneres que rompían almejas y otros bivalvos contra las peñas en las costas rocosas.  

Mira mira, y cuando diga "tira", sueltas Ch'om.  Una lección en medio de una marabunta de escarabajos derméstidos.  Nunca es mal lugar para hacerlo.

Bueno, quizá tomaría algunos más días el entrenamiento.  Pero eventualmente se logrará.   Ahora, habría que moverse de aquí antes de que los arrollen los escarabajeos. 

El buitre de Powaqqatsi coge el frasco que le tienden y sale volando sin comprender muy bien. Sus rechonchos y fuertes garras sujetan torpemente el frasco y emprende un vuelo destartalado por la zona haciendo círculos y mirando de vez en cuando al Druida...

Su vuelo parece llevarle por encima de Daisy, luego por encima de Powaqqatsi quien se desvive dándole instrucciones, por encima de Ariete, esquiva el fuego y vuelve a pasar por Daysi...

La plaga termina colándose bajo los pies de los dos forjados. Los escarabajos trepan fácilmente por sus cuerpos de madera, metal y cuerdas y empiezan a morder y a picar. Ambos notan algo parecido al dolor cuando notan como sus juntas empiezan a a ser cortadas por las mandíbulas pensadas para cortar en equipo.

Pero el grueso de los escarabajos se encuentra aún bajo el calor abrasador del fuego alquímico lanzado por el druida. Los escarabajos corren encendidos como teas unos pocos metros antes de ampollarse y estallar debido al calor concentrado que aumenta en el interior de sus exoesqueletos. Al reventar tan sólo quedan de ellos una pequeña nube de humo blanco con olor a pan quemado y los restos desordenados de sus patas y cáscaras...Los pocos escarabajos que quedan se dispersan entre las piedras huyendo del fuego.

El lugar queda unos segundos iluminado por este fuego. A vuestra izquierda véis los restos que estaban bajo el agujero de la pared. Os acercáis para descubrir que son los restos de lo que, en algún momento, fue una criatura. Entre huesos pulidos y quebrados parecen encontrarse una serie de objetos...

Ya aquí, pequeño, regresa, si bien, aquí, déjamelo en mi mano.   Con el último escarabajo chirriando de la tostada, Powaqqatsi mejor atrajo al buitre hacia sí.  Ya habría otra ocasión para practicar.  Ahora, revisemos a este pobre hombre que no tuvo tanta suerte contra los derméstidos. 

Muy bueno que salió este fuego alquímico.  Debo volver a ir a esa misma tienda.  Mira nomás cómo los dejó. 

Alfrik, si ya acabaste de dar el campanazo, ¡baja!  Todo libre aquí.  -le dijo mientras buscaba pistas de quién había sido aquel desafortunado cuyos huesos se divisaban ahí en aquel agujero de la pared.

Existe un motivo por el cual a Demonfly no le gusta juntarse con aficionados. En realidad existen varios, pero el principal es que no saben ser discretos. Desde el pequeño repecho de escombros, como una gárgola vigilante, Daisy Sue trata de escudriñar el final de aquella enorme cámara en lo que para ojos menos atentos solo sería oscuridad. En condiciones normales, también afinaría su oído... pero no hay manera de hacer tal cosa con un grupo ruidoso de neófitos a tu espalda.

Defraudada, la figura de la cazarrecompensas se acerca al cadáver para echar un vistazo. De naturaleza desconfiada, sigue teniendo puesto un ojo en el nido de escarabajos, mientras realiza una minuciosa labor.

Dígame, señor Smith... ¿ya la había palmao cuando los bixos le jalaron la rabadilla?-masculló para sí.

Os acercáis a ver los restos. Daisy cree, a tenor de los pocos restos que quedan, que se trata de alguna criatura homínida, de tamaño medio. Entre la ropa y por el suelo hay bastante restos de pelo. El resto de los huesos están muy desgastados debido a la acción de los insectos. No obstante el cráneo presenta unos grandes colmillos y las manos la presencia de unas garras."Bien podría tratarse de otro cambiante", piensa Daisy.

Entre los huesos hay un saco. En su interior hay tres escarabajos que a pesar de defender su territorio con fiereza no tardáis en chafar. En el interior del saco hay una botella con un líquido oleoso ( casi diríais que huele a grasa de carro) una etiqueta en la que pone "Repara daños moderados en todo tipo de Forjados". Véis también un estuche con una serie de ganzúas, pinzas, pequeñas sierras y otros artilugios. Parecen bastante buenos y paren destinados a un experto entrando en casas ajenas.

La Sala continua al frente. Entre las ruinas parece haber un camino abierto a la izquierda y otro  a la derecha. 

¿Y si dividimos el contenido de este frasco entre Ariete y yo? -pensó el druida, al pasarle a Daisy las herramientas de ladrón.  Debería estudiar algo de artificio, para cuidar mejor de nosotros.

Luego se puso a buscar a la luz de la antorcha cualquier rastro que les dijera que los esperaría por cada uno de los caminos.

Usa tu olfato Ch'om.  Esperaba que, como buitre entrenado, estirara las alas y volara indicándole que detectaba por cada camino.  Mejor sería que hubiera corriente en su dirección y no la contraria.

La tumba dijo a la rosa: "¿Dime qué haces, flor preciosa, lo que llora el alba en ti?". La rosa dijo a la tumba: "De cuanto en ti se derrumba, sima horrenda, ¿qué haces, di?". Y la rosa: "Tumba oscura, de cada lágrima pura yo un perfume hago veloz". Y la tumba: "¡Rosa ciega! De cada alma que me llega yo hago un ángel para Dios".*

Al final el señor Smith era señora, que tiene un nesecer con cosas de manicura y aceites y potingues. Vamos, pa'lante, que no tenemos to el día.

Daisy Sue se guardó "el kit de manicura", aunque era consciente de que el cuidado que Finn ponía a su aspecto le haría pelearse por él. Nada más les retenía allí, y Daisy Sue se acercó en silencio al pasillo de la derecha y echó un vistazo rápido antes de volver a parapetarse con la espalda en la pared.

Cho'm, el animal de compañía de Powaqqatsi, se detiene en el suelo junto al druida. Abre sus alas y las mueve en pequeñas oscilaciones. El animal mira a izquierda y a derecha ya que, delante de vosotros , hay un muro de piedra suelta que debe ser todo lo que queda de un antiguo edificio. El druida, como siempre, debe interpretar los gestos y graznidos del animal. Y parece ser que hay algo que le haría ir a la izquierda.

Mientras, Daisy se aproxima a la derecha del montón de ruinas. Por delante de ella ve lo que parece ser una pequeña plaza o espacio abierto entre edificios. En un primer momento parece estar despejado pero, tras unos segundos escondida, ve algo. Diríase que es del tamaño de un perro. Pero se mueve muy encorvado y camina sobre unas cortas patas acabadas en unas garras más propias de un roedor. Sea lo que sea parece no haber advertido la presencia de la semiorca.

La criatura se mueve arriba y abajo buscando entre el suelo. Parece morder y masticar con grandes crujidos algo de vez en cuando...¿Escarabajos? En uno de esos movimientos, a unos 10 pies de la posición de Daisy, consigue ver con más detalle a la criatura.Tiene una enorme cola terminada en una protuberancia huesuda, a modo de una maza con pichos, y una espalda encorvada y segmentada en partes que recuerdan las piezas de una armadura. Unos enormes colmillos , tan desproporcionados que sobresalen de su boca como si fuesen los de un jabalí, son claramente visibles incluso a esa distancia. 

- ¡No os váis a creer dónde se me han llegado a meter los insectos mientras bajaba por la cuerda!- exclama triunfador Alfrik sacudiéndose las ropas en la entrada del túnel-. ¿A qué vienen esas caras? ¿Y qué es este olor a quemado...?

- Me encanta el olor a fuego alquímico por las mañanas...- Comenta el bardo con una sonrisa, parafraseando una obra de teatro que había visto años ya sobre la última guerra. Aunque la verdad era que el olor propio de la sustancia alquímica junto con el de las criaturas muertas, creaban un ambiente bastante desagradable al menos para las sensibles fosas nasales del semielfo. - Buen tiro Pow, la próxima vez que tenga un problema de alimañas en el barco no dudaré de confiar en tus habilidades antiplagas. - Anima a su compañero.

Entraron a una estancia más amplia una vez que dejaron los túneles, y Finn no pudo evitar soltar otra maldición cuando otra terrible criatura parecía obstaculizarles el camino. ¿Por qué tanto odio? se preguntaba miserablemente

Aquel era otro momento en el que utilizar sus trucos de experto combatiente, es decir, el que no tiene necesidad de combatir.

- Agachaos y permaneced ocultos, yo me encargo...- Susurró a sus compañeros. Envolvió como pudo la luz del cetro solar con su capa, intentando hacerla pasar desapercibida, mientras se concentraba de nuevo en sus habilidades arcanas.

Una gota de sudor perló su frente, no tanto por el esfuerzo sino por la opresora atmósfera de la catacumba, y tras unos gestos rápidos y un murmullo, 3 orbes de luz danzante aparecieron a la derecha de la criatura, intentando llamar su atención.

Si conseguía que la criatura persiguiese a los 3 orbes de luz el bardo conseguiría que la bestia se perdiera por el corredor de la derecha, dejando el camino libre para los compañeros...

- No ha sido para tanto, había mas bichos en la celda donde nos tubo encerrado el cabrón de Dolom. - dice el bárbaro mientras chafa con su enorme pie un buen montón de criaturas.

Mientras se sacude de encima otros tantos bichos del hombro se para en seco tras el aviso de Finn y, por el bien del pobre Alfrik, espera que lo que ha notado en sus posaderas haya sido el hombro del paladín al chocar con su espalda.
Aún sin saber muy bien a que se debe la urgencia del semielfo, el enorme bárbaro intenta reducir su silueta y forzar su vista para saber qué es lo que les echan encima esta vez.

- ¿Qué carajo es eso? - susurra en dirección a Finn cuando distingue parte de la criatura que tienen delante... en ese instante ve como Finn pone en práctica uno de sus trucos de luces y, no sin mucho esfuerzo, consigue reprimir un gruñido.

- ¡La madre que te parió semielfo! como ese bicho no esté solo van a jugar con nuestras pelotas. - le susurra entre dientes mientras tensa todos sus músculos preparado para atacar a la criatura a la mínima señal de que se dirija hacia ellos.

Suenan tambores de guerra en la mente obtusa de Demonfly. Con una gota de sudor frío recorriéndole la frente, la cazarrecompensas desliza el mango de su maza para desprenderlo del cinto, encomendándose a Balinor y preparándose para morir o matar. Y entonces el galán semielfo trastoca todo su violento mundo con luces deslumbrantes y sutilezas.

Oh... jusjusjusjus... magia. Vale, ahora esos tres cojones de luz harán pum y reducirán al jabalí acorazao a un montón de ceniza. ¡¿Qué?! ¿No pum? ¿Por qué no pum? ¿Qué mierda de magia ha usao el flaco?

Daisy Sue ya estaba lo suficientemente oculta como para que las palabras de Finn le hiciesen esconderse otra vez. En esta ocasión no se puso a la espectativa por un tema de sangre fría y paciencia de acechadora, no. Todo era tan confuso para su pequeño cerebro de semiorca que la confusión la mantuvo lo suficientemente al margen como para no intervenir estropeando el plan del marinero.