Partida Rol por web

Todo va de perlas, tan genial que estoy viendo venir el efecto rebote. Hasta tiemblo de anticipación entre el miedo de que pase algo horrible (como darle el pepinazo a uno de los guardias o a la Hayajiro, los dioses no lo quieran) y la emoción por comprobar las teorías. Y entonces lo veo.

En toda mi vida he visto pocas cosas que puedan compararse con esa monstruosidad, y la mayor parte han sido en las pesadillas que hacen que me despierte gritando y que intente no volver a dormir en días. Creo que me voy a pasar una semana en vela...

Es enorme, un obsceno y abotargado gigante que va a usar una viga tan grande como yo para abrirle la cabeza a ese puñetero Yakuza. Mis ojos recorren su anatomía casi por instinto, tomando nota mental de detalles que es probable que se me estén escapando porque ahora mismo estoy asustado de narices.

Desvío la mirada un momento mientras agarro los controles, acabo de tener el impulso de soltar toda esta parafernalia, ir a mi camarote y cerrar la puerta, ignorando todo lo que ocurra a mi alrededor mientras leo un libro. Aprieto los puños tan fuerte que me hago daño. Si echo a correr ahora (no es por falta de ganas) voy a dejar en la estacada a ese par de suicidas subidos en el techo de la Hayajiro, a los dos tarados montados en la moto y en general a un montón de peña que va a servir de sushi para esa bestia. Ya no hablemos de Chihiro porque me enervo yo solo.

Con gesto resuelto vuelvo a encarar la mira de distancia y fijo objetivo. Voy a seguir con el espectáculo de fuegos artificiales aunque reviente el cañón por el camino.

-Vale, chavales. Espero que estéis preparados.- Trago saliva para tranquilizarme un momento y levanto la voz, tanto para darme ánimos a mi como para que evitar que alguno de los soldados tenga un momento de canguelo y me deje compuesto y sin bala.- ¡Vamos a mandar a ese bastardo a tomar viento!.

De repente el amplio vagón se le queda muy pequeño a Kotaro mientras la gruesa y larga viga se abate sobre él. Levanta un brazo en un último e inútil gesto defensivo, pero la viga lo rompe con facilidad y sigue avanzando hasta romperle el hombro y varias costillas. Con la armadura destrozada, mareado y tosiendo sangre Kotaro cae por el borde del vagón siendo agarrado en el último momento por Shimazu. El rifle de vapor cae hacia la multitud de kabane que espera ansiosa en el suelo a su próxima víctima. Dos de ellos agarran el arma y empiezan a tirar hacia abajo.

¡SUELTA EL ARNÉS! - Grita Shimazu con la cara roja por el esfuerzo - ¡MIERDA!...

Apenas saludo al hombre noto como la caldera pide potencia y viendo que no hay nadie más me pongo a alimentarla para que todo empiece a moverse y la hayajiro consiga avanzar dejando el puente y la puerta libres. Por su parte el resto está bastante ocupado asegurando el lugar o dirigiendo la locomotora, por lo que cuando en la radio suena la voz de la extranjera veo que soy el único que estoy más o menos libre.

- Señora tranquilícese, somos el equipo de rescate y hemos reparado el motor, pero siento decirle que no entiendo nada de lo que ha dicho.- es lo que me da tiempo a comentarle antes de que vuelva a llenar la caldera para que el motor no pierda el fuelle.

La monstruosa bestia golpea a Kotaro con la pesada viga dejándole el brazo izquierdo roto y el hombro en una posición anormal.

¡KOTARO-KUN! - Minami dispara gritando al Fundido consiguiendo únicamente desperdiciar balas.

Takeshi observa cómo Kotaro cae por el borde del vagón siendo agarrado en el último momento por Shimazu. Mientras el jefe de guardias intenta izar a Kotaro el gigante no-muerto se sube al techo del vagón y levanta su viga con ambas manos dispuesto a descargarla sobre sus presas indefensas...

El toque en el hombro de Yûki la paralizó durante un momento, sintiendo los cálidos dedos de ella a través de sus ropas. - No...no es nada. No te preocupes Yûki-San. Gracias. - le contestó, con suavidad. Sintió vergüenza por dejarse ir así, por expresar sus sentimientos tan abiertamente delante de desconocidos. No la conocía de nada y ella pretendía que se abriera.

No con la muerte de su única amiga tan reciente.

Una voz sonó por el tren, pero ella no entendió nada, aunque la respuesta del chico le dio una idea...pero no era momento de ponerla en práctica. Siguió vigilando todo dispuesta a poner el marcha en cuanto se pudiera.

- ¿Tengo permiso para mover hacia adelante la Lady Lovibond en cuanto se pueda o debo esperar instrucciones? - preguntó recomponiendo su voz y su tono a uno agradable pero firme.

Sonrió despreocupada a Lyashi como si no se hubiera dado cuenta de que no lo decia en serio. Luego escuchó el mensaje por el interfono. Se había olvidado por completo de aquella mujer. Intentó hacer memoria de si en su conversación previa les había dicho donde estaba mientras ensartaba un kabane que había colado medio cuerpo. Por su tono de voz parecia asustada. Y no sabia que pasaba. No podia contestarle en su idioma aunque recordaba que ella entendia algo del suyo.

Hideo se encargó de calmarla, pero antes de que cerrara la comunicación, se acercó por detrás del mecánico para añadir algo por encima de su hombro - No se mueva. Voy por usted, Alma -

Se internó por lo vagones en busca del camarote, fijandose en el camino por si hubiera algún mapa del tren. También iba atenta por si había alguna entrada más por donde pudieran colarse los zombies.

Arisa no consigue evitar un respingo al ver a la multitud de kabane.

¿Qué pasa, Arisa-san? - pregunta Chihiro

Mientras nadie haga una tontería estaremos a salvo - dice Kagura - Mogami-sama diseñó unos vagones impenetrables - varios puños empiezan a golpear súbitamente el techo haciendo que la maquinista se encoja de miedo y Chihiro se refugie bajo su mesa - ¡Por favor dese prisa, Mogami-sama!...

Saito interpone su katana entre Yûki y la puerta de la cabina, que aún resuena con los golpes de varios kabane - No seas estúpida. El tren está infestado de kabane y si vas sola te matarán. Es mejor esperar a que estemos dentro de la ciudad ¡Korusu, sácanos de aquí en cuanto puedas!

Espoleada por las palabras del militar Lyashi da instrucciones a Hideo para forzar al máximo la compresión del poco vapor que circula con el motor, consiguiendo que la Lady Lovibond de mueva perezosamente hacia delante. Se oyen gritos de kabane cuando las grandes y pesadas ruedas pasan por encima de algún muerto viviente dejando las vías encharcadas en sangre podrida y carne desgarrada.

¿Koizumi-sama? - la dulce voz de una niña surge de la radio - Mogami-sama dice que va a ayudar a mover la Lady Lovibond empujándola con la Ryugujou ¡Agarraos a algo!

Poco después se escucha un fuerte golpe de metal contra metal y una sacudida. La Lady Lovibond empieza a ganar velocidad y a través de los ventanucos puede verse cómo pasa del túnel al interior de la ciudad donde cientos de guardias y ciudadanos armados esperan para eliminar a los kabane que entran colgados de las hayajiro. El controlador de los andenes hace que la Lady Lovibond y la Ryugujou terminen en vías paralelas. Atrás se escucha el ruido que hace el pesado portón de la ciudad al cerrarse y aislar por fin a Mibu de la horda de kabane del exterior.

Bien, lo hemos conseguido - dice Saito - Lo has hecho muy bien - le da a Lyashi un apretón en el hombro.

Estad atentos. En cuanto lleguen los refuerzos saldremos ahí fuera a exterminar a esos engendros...

Jamás se imaginó que el fundido fuese capaz de alcanzarle. Tal vez la oscuridad de la noche no le permitió medir las distancias correctamente, o tal vez los dioses que manejan este mundo se cansaron de él. Tal fue el impacto que por una milésima de segundo se permitió filosofar sobre los entes que deben regir la creación.

Asumiendo que ya estaba siendo devorado, escuchó la voz de Shimazu. – Suelta el arnés… el arnés… ¿Qué…? – El aturdimiento le impedía saber a qué se refería exactamente el jefe de guardias, hasta que el constante tirón que los kabane hacían de su rifle le hizo dirigir la mirada hacia abajo.

Qué… ¿Cómo he llegado hasta aquí? – Sin saber muy bien qué debería hacer, se limitó a seguir la orden de la única persona ahí presente que parecía de fiar.

Con el brazo que todavía tenía movilidad, torpemente desató las correas que hacían que el rifle le arrastrase hacia la horda de muertos vivientes. Inmediatamente después, no con menos falta de coordinación, se subió de nuevo al techo del vagón.

*COUGH COUGH* -- Quizá porque la herida se comenzara a enfriar, empezó a sentir el dolor al que el fundido le había condenado. Una fuerte tos acompañada de más sangre de la que le gustaría empezaba a darle una sensación de asfixia. La rotura de sus costillas, sin embargo, le recordaban que ahora toser estaba penalizado. Su brazo y hombro izquierdo le recordaban por otro lado que, a partir de ahora, no era ninguna clase de luchador barriobajero invicto, sino un insecto tan débil que como castigo debía haber muerto.

Sin embargo, lejos de lo que pudiera parecer en una persona normal, el insoportable dolor no le amedrentó ni le hizo desear retirarse corriendo como un perro apaleado. Los gritos de agonía con los que su cuerpo ahora torturaba a su cerebro no hicieron más que alimentar de manera repentina una ira que parecía adormecida por su reciente exceso de confianza.

¡¡¡RRRRAAAAAAAAAAARRRRGG!!! – el aturdimiento desapareció, probablemente solo de manera temporal, tras entrar el soldado en un estado que se acercaba más al de un berserker en trance que al de una persona con la mente fría. Si Shimazu estaba acostumbrado a la batalla, debería notar con claridad que el grito de Kotaro estaba mucho más cargado de furia que de dolor.

Con su brazo derecho se arranca la armadura con pura fuerza bruta, tras lo cual desenvaina una de sus katanas. Si no fuera porque a sus 26 años, en cierto modo, ha alcanzado la suficiente madurez como para distinguir lo que sería un fracaso seguro y dejar a un lado el orgullo, se lanzaría de cabeza a por el culpable de su actual estado lamentable.

Frota la punta de la katana con absoluta rabia sobre el metálico techo del vagón, provocando multitud de chispas y un molesto sonido agudo al cortar metal con metal.

Si bien logra contener sus deseos de venganza inmediatos, ello no le quita la necesidad de intentar salvar lo que él considera su dignidad de hombre – No… debiste… *COUGH* -- intenta hablar con Shimazu a pesar del dolor. La mirada la mantiene fija sobre el fundido y, esta vez, a una distancia mucho más prudencial – ...haberme… salvado… Si soy débil… debo morir… *COUGH*

>> Además… -- le mira por un segundo con una expresión que, en vez de ira, muestra un orgullo claramente herido -- …no me gusta… estar en deuda… *c-cough…* con nadie…

Se mantiene a la espera de ver cuál sigue siendo la intención del fundido. Si finalmente han conseguido desviar su atención hacia ellos, Kotaro retrocede hacia el cañón. Si sigue con intención de abrir el vagón se mantiene en su posición sin retroceder, pero vuelve la mirada a Shimazu a la espera de que él proponga un plan que sea más efectivo que el suyo.

Arisa da un respingo y observa horrorizada la cantidad de kabanes que hay a su alrededor. Ojos rojos, manos agitando el aire hacia ella... Un parpadeo hace que las paredes vuelvan a darle esa falsa sensación de seguridad, y la joven toma aire un par de veces para tranquilizarse, antes de mirar a las otras dos mujeres que están con ella. 

- Estamos rodeadas. Hay un ejército ahí fuera... - dice rápidamente, observando a Kagura y esperando que sus palabras no las asusten más de lo que ya están - Espero que tengas razón y aguanten, pero... - Arisa también se encoge un poco sobre sí misma al oír los golpes en el techo y se acerca al megáfono de enfermería - Mogami-sama, están atacando el vagón de enfermería. Estamos bien y no parece que hayan abierto ninguna brecha, pero son muchos kabanes y no sé hasta qué punto aguantará... Esperamos sus órdenes. - mientras espera a que Tomohiro le responda, la psíquica mira a su alrededor y a las otras dos - ¿Tenemos más armas aquí? Si tuvierais el corazón de un kabane a la altura del hueco de la persiana, podríais acabar con él, ¿verdad?

Se me escapa un juramento al ver el golpe que acaba de recibir el grandullón. Disparo el cañón y luego observo si Kotaro está consciente o no, y si el jefe de guardias es capaz de moverlo por sí mismo o va a necesitar ayuda.

-...DITA SEA, ¡Minami, cúbreles la retirada, no dejes que se les acerque ningún kabane!.- Con los ojos fijos aún en el hombre lesionado intento hacerme una idea más concreta de la situación, no es lo mismo un simple brazo roto que una conmocion cerebral o las costillas fracturadas. Espero a que recarguen el cañón con las manos pegadas a los mandos y preparado para abrir fuego otra vez si no he tenido éxito, diciendo palabrotas de manera espasmódica y horrorizado. Como dejemos la cosa así va a ocurrir una desgracia, y cuando veo que por fin han recargado mi arma levanto una mano para llamar la atención a los municioneros.- Si el grandote se ha quedado inconsciente y el jefe no puede con él voy a salir para ayudarle.- Digo con el tono de voz que emplearía cualquiera para plantear una idea de mierda. Me muerdo un momento los labios, pensando en la cagada que estoy a punto de decir. Al final me aparto la camisa del cuello, húmedo por el sudor, y maldigo otra vez.- Si eso pasa quiero que uno se ponga en contacto con la enfermería por el comunicador para decirle a Ueno-san que vamos a llevar a alguien con el brazo roto e inconsciente y que el otro ayude a Minami a cubrirnos, ¿entendido?.

En silencio miro a Kotaro, intentando discernir la gravedad de sus heridas. Al mismo tiempo controlo que el fundido está muerto de una vez. Si no lo está todavía tengo las manos en los controles y el cañón vuelve a tener balas. Espero que el hombre esté consciente y pueda moverse, o vamos a tener un drama aquí.

El hombro y el brazo rotos son un infierno de dolor cuando Kotaro sube torpemente hacia el techo del vagón ayudado por Shimazu. Los kabane tironean de las correas del arnés para lamer la sangre que ha caído sobre ellas mientras los demás gimen de hambre y frustración al ver que su presa se les escapa.

No… debiste… *COUGH*...haberme… salvado… Si soy débil… debo morir… *COUGH*

¿No lo recuerdas? Moriste en aquella cárcel de la que te saqué - Los ojos del gigante se abren por la sorpresa y antes de que Kotaro pueda añadir nada más lo agarra del cuello y lo tira al suelo. Hay una explosión de vapor y de repente algo grande y pesado pasa a tanta velocidad sobre los dos hombres que los hace dar un par de vueltas sobre el pecho. Cuando el mundo deja de dar vueltas Kotaro descubre que está cubierto de sangre y de trozos de kabane y que del gigante no-muerto sólo queda una mancha rojinegra en el techo. Tras ellos, el humeante cañón de vapor sigue apuntando a donde estaba el coloso...

Kotaro parece estar bien. Al menos lo suficiente como para levantarse a pesar de haber perdido sus rifles y plantarle cara al monstruo con una katana. Pero Shimazu se da cuenta de dónde está apuntando el cañón de vapor y arrastra a Kotaro al suelo despejando la línea de tiro del cañón. Por suerte para ellos, porque no hay tiempo para mucho más.

Takeshi aprieta el disparador. Hay un siseo de vapor, una sacudida del puesto de artillero y al momento siguiente lo único que queda del gigante es una mancha en el techo. Shimazu ayuda a Kotaro a levantarse y juntos vuelven a la seguridad del vagón artillado.

¡Kotaro-kun! - Minami abre la trampilla del techo del vagón artillado y ayuda a Kotaro a bajar - Maldición, apestas. Esto de acabar rebozado en entrañas de kabane se está convirtiendo en una costumbre muy fea tuya.

Buen disparo, artillero - Shimazu baja después de Kotaro y cierra la trampilla - Sigue disparando e intenta eliminar a todos los que puedas.

Después se vuelve hacia Kotaro - Siéntate ahí y no te muevas. En cuanto podamos te llevaremos con la doctora para que te arregle esos huesos rotos ¿Y LOS DEMÁS QUÉ DEMONIOS ESTÁIS HACIENDO? ¿OS CREÉIS QUE HEMOS TERMINADO? ¡Minami, te quiero ver manteniendo el cañón libre de kabane! ¡Y vosotros dos! ¡Como al artillero le falte un sólo proyectil os degradaré a limpiar letrinas con la lengua!...

Tranquila, Furuhashi-san - responde Tomohiro - Tanto la estructura como los cristales están fuertemente blindados y esos monstruos no serán capaces de atravesarlos. Confíe en los soldados que protegen el vagón, se lo ruego. Ya no deberíamos tardar mucho en empezar a movernos.

Por su parte Kagura y Chihiro niegan con la cabeza. No disponen de armas y aunque las tuvieran tampoco saben usarlas. Sólo les queda confiar en las palabras de Tomohiro...

Tras lo que parece una eternidad la hayajiro atascada a la entrada de Mibu empieza a moverse lentamente lanzando pequeños chorros de vapor. Tomohiro hace avanzar suavemente la Ryugujou para empujar a la otra hayajiro desde atrás y que se mueva más deprisa. El controlador de los andenes hace que las dos hayajiro terminen en vías paralelas. Atrás se escucha el ruido que hace el pesado portón de la ciudad al cerrarse y aislar por fin a Mibu de la horda de kabane del exterior. A través de los ventanucos puede verse cómo pasa del túnel al interior de la ciudad donde cientos de guardias y ciudadanos armados esperan para eliminar a los kabane que consiguen colarse antes del cierre.

Un trabajo excelente, tripulantes de la Ryugujou - dice Tomohiro por la megafonía - Ahora que nadie abra las puertas hasta que la guardia de Mibu haya despejado el exterior...

Tras las palabras de Tomohiro y lo poco que pueden hacer Kagura y la doctora, Arisa no puede hacer nada más que sentarse en el suelo y permanecer a su lado, con el arco preparado y vigilando las persianas de cuando en cuando. En cuanto la Ryugujou volvió a moverse, la psíquica respira tranquila y espera a que Tomohiro de las nuevas órdenes.

- Ueno-san. - dice entonces, dirigiéndose a la médico - En cuanto podamos salir, necesito que vengas conmigo y traigas agua y comida. Hay una mujer a bordo de la otra hayajiro que lleva días sin comer y necesitará atención médica. 

"Por favor, resiste un poco más..." pide la joven, todavía pensando en la extranjera que había conseguido salvar...

Kotaro baja por la escotilla sin atender a la reacción de Takeshi. De nuevo su orgullo volvía a estar minado, esta vez al necesitar la ayuda del delgado chico para entrar al vagón – Patético… No puedo ni bajar sin ayuda…

Arroja con enfado la segunda katana a donde menos pudiera estorbar, mientras que utiliza la que tenía desenvainada a modo de bastón. Sin rechistar obedece la orden de Shimazu, y espera pacientemente sentado con la mirada perdida hacia el suelo, sin prestar atención a la tensión que todavía se respiraba en el vagón por los kabane que quedaban fuera.

Los huesos rotos y heridas se enfriaban todavía más, agudizando el ya insoportable dolor. Aprieta con fuerza la katana mientras algunos chorreantes hilillos de sangre decoran su barbilla, goteando continuamente sobre el metálico suelo del vagón.

Mueve la cabeza hacia abajo, de tal manera que el resto de los tripulantes no puedan ver su rostro de dolor. Se mantiene en silencio, ahogando cualquier deseo de queja que le aliviase el dolor, aunque solamente fuera un poco.

En cuanto finalmente puede ir a la enfermería, se levanta como si no le hubiera pasado nada, eliminando estoicamente cualquier rastro de dolor que el resto de la tripulación pudiera apreciar. Se limpia la sangre de su boca y barbilla con la manga del único brazo que puede utilizar y se dirige en busca de Chihiro.

Al pasar por el vagón que el fundido estaba a punto de abrir y por el que decidió arriesgarse tan temerariamente, observa con atención a sus tripulantes. No sabe si dirigirles una mirada de desprecio y odio, una mirada compasiva o una mirada propia de un acreedor al que le deben una fortuna. Dando un suspiro intenta calmarse y sigue hacia delante sin decir nada; después del sacrificio que había hecho era consciente de que debía contenerse y no echarlo todo a perder. Esperaba que antes o después Shimazu, Tomohiro o quien fuese le diesen públicamente el crédito por el que ha estado a punto de morir.

Una vez en la enfermería, sin mediar palabra ni describir lo que le había ocurrido, se quita la gabardina y el resto de prendas que cubrían su tronco. Consideró que, ante el visible estado en que se encontraban su brazo, hombro y costado izquierdo sobraban las palabras.