Partida Rol por web

Preso de la desesperación, Gennosuke lanza una cuchillada que pasa cortando el aire muy cerca de la cara de Hideo, que le hace caer rodando al suelo del pasillo junto al cadáver de Yuudai.

En ese momento la puerta de la casa se abre con tanta fuerza que casi se sale de sus raíles...

Desde la destrozada habitación Hideo ve a Yûki entrando con la katana en la mano y seguida por varios soldados con los colores del señor de Mibu. Cuando ella entra en la casa lo primero que le llama la atención es el cadáver de Yuudai, el guardaespaldas de Kuroyama Shin y al que le dio una lección en la estación Shinshu. El hombre yace en el suelo del pasillo con la cabeza deformada por un horrible moratón y sangrando por un oído. Despatarrado junto a él se encuentra un aterrado e histérico Gennosuke, que sostiene patéticamente su cuchillo como si eso pudiera frenar a Hideo, que sostiene en sus manos la guadaña de Yuudai. La hoja está salpicada de la brillante sangre infectada del kabaneri y tiene la mirada fija en Gennosuke.

¡Ve... vete al infierno, monstruo! - el terrorista se levanta como puede y echa a correr hacia el fondo de la casa...

Sirvientes y soldados miran atónitos el cadáver de Fukui Eiji. La chaqueta de Takeshi, que éste le ha puesto sobre el pecho para tapar el grotesco agujero que la bolsa suicida le ha abierto en el pecho, se tiñe con la sangre que escapa perezosamente del cuerpo.

Lo siento mucho, Takeshi-kun - dice Tadakatsu.

Pero antes de que Takeshi tenga tiempo de responde el capitán Saito y sus soldados vuelven trayendo consigo al mutilado Wong, cuyo brazo derecho ha sido cercenado a la altura del hombro. A pesar de estar malherido y medio inconsciente Saito no tiene reparos en tirarlo al suelo a los pies de Takeshi.

Tapadle la herida - ordena Saito a los soldados - No queremos que muera antes de su ejecución.

Acto seguido levanta su katana y la apunta a la cara de Tadakatsu - Naraku Tadakatsu, apártate de Fukui-sama - su vista se dirige ahora hacia Kotaro - Y tú también.

Los soldados apuntan con sus rifles, moviéndose para conseguir un ángulo en el que puedan disparar a Tadakatsu y Kotaro sin herir a Takeshi, Arisa y Lyashi.

Saito-Taisa - dice Tadakatsu - Yo no tengo nada que ver con todo esto ¡No lo sabía!

Eso lo decidirán los señores de Mibu - replica Saito afilando los ojos - Último aviso, Naraku y forastero...

Sabía que mi aviso era perder el tiempo pero lo necesitaba vivo y no quería arriesgarme a que muriese por no controlar mi fuerza y se me estaba acabando el tiempo maldita sea. En ese momento se abren las puertas del fondo y veo entrar a  Yûki-san con varios guardias.- Bueno, ahora se puede encargar ella.- pienso mientras estoy apunto de apretarme el collar del cuello cuando el saboteador decide darse a la fuga.

- Mira que te avise.- es lo único que digo cuando le salto encima soltando la guadaña y esperando que la guardaespaldas nos alcance, con tanta gente era más que probable que me ahorrase tener que romperle todos los huesos.

Con las palabras de despedida de Takeshi hacia su padre, Kotaro gira levemente su cabeza para poder ver la escena de reojo. No sentía ninguna lástima, pero sí tenía curiosidad por ver la escena; nunca había tenido a un padre del que lamentar su pérdida, y tampoco había conocido a nadie que así lo hiciera hasta ahora.

Deja de llorar como una niña y compórtate como un hombre de una maldita vez, bebé mimado – piensa con cierto enojo hacia Takeshi, quizá porque detestaba a las personas débiles, o tal vez porque le causaba resentimiento no haber tenido padre.

Su expresión dura seguía inmutable aun cuando el joven accionó la bomba suicida sobre el pecho de Eiji, si bien una minúscula parte en lo más hondo de su ser parecía haberse alterado con la escena. ¿Habría sido Kotaro capaz de haber hecho lo mismo con un supuesto padre idealizado? – Qué importa… -- se dice a sí mismo, zanjando de inmediato un asunto que amenazaba con afectarle más de lo que desearía.

Y por fortuna para él no tardó en aparecer Saito, volviendo su atención de manera brusca hacia otras cuestiones.

Ante la acusación del jefe de guardias, Kotaro sonríe con malicia. Una “declaración de guerra” como ésa era lo que necesitaba para poder ensañarse sin piedad con su nuevo enemigo.

Tú -- llama la atención de Tadakatsu -- ¿estamos en tu casa y vas a dejar que éste – referencia a Saito con un ligero movimiento de cabeza que denota desprecio –, quien sigue vivo mientras su señor al que debió proteger ya ha muerto, te deshonre delante de todos tus sirvientes acusándote de traidor? Tse…

La katana de Saito se lanza contra él...

Yûki, que había llegado a paso vivo, detuvo su avance de golpe al ver a Gennosuke. Su rostro se inclinó ligeramente hacia delante mientras sus ojos se estrechaban y se clavaban en aquel hombre patético

- Tuuuuu - siseó antes de correr por el lado contrario al que lo hacia Hideo y poder detener su avance entre ambos

No hay grito de indignación, ni más avisos: la katana de Saito vuela hacia Kotaro con tal velocidad que la hoja se convierte en un borrón negro...

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAH! - El hombrecillo patalea inútilmente bajo la férrea presa del kabaneri - ¡YUUDAI, WONG, NAMI, SHIN-SAMA! ¡AYUDAAAAAAA!....

Lyashi escucha con indignación creciente como Kotaro comienza a insultar al Capitán Saito, y se sorprende pensando en que a Kotaro le hace falta una buena tunda, probablemente desde bien pequeño. - ¿Cómo se atreve? ¿Cómo es tan cruel y despiadado? - en su introspección tocó ligeramente el alma de Kotaro, y las visiones difusas que tuvo le hicieron comenzar a comprender cómo era aquel hombretón, lo mal que lo había pasado en su infancia, y quizás las razones de su camino, sintiendo cierta lástima por él...pero no había profundizado tanto como para conocerlo realmente, y ésta parte que mostraba de sí mismo no le gustaba a Lyashi en absoluto. Alguien tenía que ponerlo en su sitio.  

- ¡Basta ya! - gritó la mujer, totalmente indignada. - ¡No se te ocurra volver a insultar al Capitán Saito! ¿Pero quién te has creído que eres para juzgar a los demás? ¡¿No quieres que te juzguen por lo que eres, si no por lo que haces, y te comportas así!? Mereces una paliza por cruel y maleducado, ¡eres como un crío grande!. - 

Pero aquellos dos se miraban como perros rabiosos. Kotaro tenía una sonrisa engreída y cruel en el rostro, provocando claramente al Capitán, a los soldados y a todo el mundo. 

Lyashi se levantó y se interpuso entre los dos en el mismo momento que el Capitán alzaba su arma. - ¡¡BASTA!!¡CAPITÁN, COMPÓRTESE COMO EL HONORABLE GUARDIA QUE ES!¡EL ENEMIGO ES ÉL! - le dio tiempo a decir antes de que el hombre blandiera el arma, señalando a Wong. 

La mirada de Lyashi se cruzó unos instantes con los ojos del Capitán, donde ella le intentaba transmitir la misma fe que él había tenido con ella. No podía permitir que un imbécil como Kotaro desvirtuara al Capitán. Aquel hombre valía muchísimo, y no tenía la culpa de lo que había sucedido, pese a que su sentido del honor fuera tergiversado de tal forma por Kotaro. 

La katana de él volaba en el aire. ¿La detendría a tiempo o Lyashi se había condenado creyendo en el Capitán? 

Ahora mismo me apetece hacerme un ovillo y dejarme el alma llorando, maldecir un poco y pedir una pistola a uno de los soldados. Empezar a disparar a ese hombre en un pie y luego subir...tiene tres extremidades, puedo hacerle sufrir una pequeña parte de lo que me ha hecho sufrir a mi...de lo que va a hacer sufrir a mi madre. Me clavo las uñas en las palmas de las manos. Eso es lo que me apetece hacer, pero soy un Fukui, un hijo de mis padres y un noble. Me he criado según códigos que suelo ignorar, pero ahora mismo no es mi nombre o mi palabra la que está en juego, sino la de mi familia. A partir de ahora tengo que moverme con cuidado. Un sollozo vuelve a nacer en mi pecho y lo callo a pura fuerza de voluntad. Es una de las primeras veces en mi vida que quiero partirle la cara a alguien, y estoy comprendiendo a Saito-sama mucho más de lo que podría admitir e identificándome con él. Mientras esté en público pienso mantenerme sereno aunque me dé una embolia.

Y entonces habla Kotaro, y por segunda vez en menos de treinta minutos me gustaría estar muerto, y que él lo estuviera también. La muchacha morena acaba por interponerse entre ambos, con el consiguiente peligro para su vida. No sé si me va a dar tiempo de llegar, pero me levanto todo lo rápido que puedo y busco proteger a la muchacha al acercarme al Capitán. Mis dedos se alargan hacia la manga de la chica, y por un segundo tengo la sensación de que no voy a conseguirlo y voy a ver morir a otra persona delante de mi. Ella acaba de intentar consolarme y se ha involucrado en ayudar a padre...tengo que intentarlo. En mi cabeza medio atontada y traumatizada sólo veo largo cabello oscuro y gafas, una repetición de la pesadilla que me acosa cada noche, sangre y alguien cayendo sin que yo pueda hacer nada. Por favor, no...

-¡Saito-sama!.- Mi voz suena ligeramente cascada, pero espero que mi tono pare en seco al jefe de guardias, no me importaría que matara a Kotaro, ese bastardo se lo tiene bastante más que merecido, pero no merece el honor de que el Lobo de Mibu manche su katana con su sangre. De forma totalmente instintiva sigo alargando los dedos para apartar a la muchacha, protegerla, escudarla...abrazarla contra mí y protegerla. Así me lleve yo el corte. Ignoro cómo va a reaccionar Kotaro, pero no creo que a ese pordiosero le importe mucho llevarse por delante a la muchacha, tengo que quitarla del medio.-¡Deténgase, por favor!.

El lobo es feroz e implacable, pero no ataca a uno de los suyos. O al menos esto es lo que le viene a Lyashi a la cabeza cuando ve la punta de la katana de Saito suspendida a un cabello de distancia de su ojo izquierdo. Es una estocada con la hoja paralela al suelo y aprovechando toda la fuerza del cuerpo, diseñada para colarse entre las costillas y atravesar la jaula cardíaca de un kabane. Contra el corazón desprotegido de un humano...

Los ojos del capitán destilan rabia en su estado más puro, pero antes de que tenga tiempo de hacer o decir algo para apartar a Lyashi de su camino la firme voz de Takeshi le hace desistir.

Fukui-sama, tenemos que sacaros a ti y a tu padre de aquí. El asesino de vuestro padre es el hombre de confianza de Naraku Tadakatsu. Hasta que no demuestre su inocencia debes considerarlo un traidor...

La psíquica se había quedado congelada en el sitio al ver cómo traían a Wong y cómo el capitán amenazaba a Tadakatsu y a Kotaro. Sus ojos siguen fijos en el preso cuando Kotaro empieza a hablar, ni siquiera hace un movimiento al ver la katana de Saito abalanzarse sobre él. Incluso parece ignorar el hecho de que Lyashi se interponga en el camino de la katana, y los gritos de Takeshi. Sus ojos siguen fijos en Wong, mientras su mente rebusca en su pasado, en todo lo que sea de utilidad sobre el Kokuryukai. 

- Yamato-san puede saber si está mintiendo o no. Lo más rápido será volver y que él nos dé la respuesta. - responde a las palabras de Saito.

Su tono ha sonado completamente neutro, a pesar del aspecto tan deplorable que pueda mostrar Arisa. Aunque ha dejado de llorar, sus ojos siguen enrojecidos, igual que los salados surcos que han dejado las lágrimas sobre sus mejillas. Y aún así, su mirada sigue fija en Wong. Un leve temblor mueve sus hombros antes de que avance un paso hacia él. Varios mechones su pelo rosa se alzan un poco a su alrededor, movidos por un viento que nadie puede notar. La cabeza de Wong se alza para mirarla, con una presión invisible en el cuello obligándole a hacerlo.

- Sucia escoria ignorante. - sisea la psíquica, con un leve temblor en la voz - Tienes suerte de que quieran mantenerte con vida, porque si por mí fuera te arrancaría las uñas, la lengua y los ojos y sólo al final acabaría con tus piernas y tu otro brazo. Estoy segura de que incluso lanzarte a los kabane sería más agradable... Le has hecho daño a él y me has insultado a mí. No mereces ni siquiera seguir respirando...

La mirada de Arisa se endurece mientras la palabras se forman como bilis en su boca. Sus puños se aprietan hasta que sus nudillos se vuelven blancos y las uñas se clavan en su propia carne. Los hombros de la psíquica tiemblan más, el viento intangible mueve su pelo más rápido que antes y una especie de gruñido se forma en su mandíbula apretada a la vez que la presión en el cuello de Wong crece, cortándole poco a poco el aire. Tras unos instantes de tensión, Arisa aparta la mirada con un suspiro y la presión desaparece, al igual que todo parece volver a la normalidad. La psíquica mira un momento a Takeshi, con un gesto apenado y avergonzado y baja un poco la cabeza. 

- Deberíamos comprobar si los demás están bien...

Una vez me aseguro de que no puede escapar, termino por apretar con fuerza mi colgante de una vez, notando el cansancio apoderarse de mi cuerpo.

- Kouzumi-san algo para poder atar y tapar la boca a esta vergüenza de hombre, por favor.- comento hacia atrás sin ser consciente de que la guardaespaldas ya no se encontraba allí.- Ah, y que nadie toque esa guadaña, no me gustaría que ocurriese ningún accidente...

En silencio asiento con lentitud a lo que me dice el Capitán, mi cabeza mucho más lenta que de costumbre. Tiene todo el sentido del mundo, aunque no podemos marcharnos así como así. Al final intento salvar las naves con el señor de la casa, indiferente al hecho de que debo tener un aspecto horrible. Por lo menos me siento terriblemente mal, mi mente a medio camino entre volver al lado de mi padre y el ansia que estoy empezando a desarrollar por estar otra vez en mi casa con mi familia.

Quito los ojos de la katana que sigue apuntando a la muchacha morena y me giro con suavidad hacia Tadakatsu.

-Nuestros padres fueron aliados, y me sentiría honrado de poder continuar con esa alianza.- Digo con voz serena.- Me gustaría contar con tu comprensión hasta que este horrible asunto se esclarezca.

Por mi tono de voz dejo claro que tengo totalmente seguro que él no ha tenido nada que ver. Que no se diga que no he aprendido algo de todas las reuniones de la nobleza a las que me arrastraron mis padres.

Cuando Hime-sama habla me quedo callado un momento mirándola con fijeza. Al contrario de lo que ella parece creer no creo que haya sido la culpable de nada, simplemente estoy intrigado por sus habilidades, preocupado por su bienestar...y un poco asustado ante el notable arranque de mala leche que acaba de demostrar. Si no estuviera tan agotado y vencido hasta me habría hecho gracia. Cuando me mira y baja la cabeza decido que ya he tenido bastante más que suficiente. Rebusco en uno de los bolsillos de mi pantalón, seguro de que tengo un pañuelo que debe estar relativamente limpio.

En silencio me acerco a ella y se lo alargo, creo que le hace más falta que a mí. Debido al uso de sus poderes (o eso creo) tiene el pelo totalmente despeinado y siento por un momento la tentación de peinarle el flequillo, incluso levanto un segundo la mano pero enseguida la vuelvo a bajar al darme cuenta de que está manchada de sangre.

-Lo de Yamato-san me parece una buena idea, Hime-sama. Intenta tranquilizarte un poco o te me vas a poner mala. - Comento con tono amable y en voz baja, utilizando sin darme cuenta el mote que le he puesto. Frunzo un momento el ceño, acabo de acordarme del mecánico y de la guardaespaldas, a los que hace bastante que no veo.- Saito-sama, estoy de acuerdo en marcharnos cuanto antes de aquí, pero antes creo que es mejor que alguien vaya a comprobar todos esos ruidos que se han escuchado en el interior de la casa.

Me quedo quieto a medio camino entre el cuerpo de mi padre y la joven pelirrosa, a una distancia corta del Capitán y lo suficientemente alejado de Kotaro y del señor de la casa como para que el Lobo de Mibu no tema por mi seguridad. No es por falta de ganas de ir adentro a comprobar que todo va bien, es simplemente que no me veo capaz ahora mismo de ser de utilidad en ninguna parte. Con un gesto ausente miro otra vez hacia el cuerpo del señor de Mibu y tenso los hombros, intentando componer una imagen serena y tranquila mientras me clavo las uñas en las palmas de las manos.

La joven se plantó delante de aquel hombrecillo y le arreó un puñetazo en toda la boca en cuanto Hideo le pidió que lo callara. Luego se quitó el pañuelo que decoraba la cintura de su minifalda para atarle las manos a la espalda con ayuda del mecánico.

- ¿Estas bien? - preguntó con aire indifente mientras estaba centrada en el nudo que estaba apretando en ese mometo. Cuando Gennosuke estuvo bien sujeto miró al Kabaneri a los ojos - Si necesitas algo... pidemelo -

Tras el intento de atacarle con la katana, el mundo de Kotaro se reduce a sí mismo y a Saito -- Escoria, no sois más que demonios -- piensa, apretando la mandíbula con más rabia que nunca. -- Juro que acabaré con todos vosotros y que me temeréis. No me importará que las ovejas me tachen como alguien despreciable, pero segaré vuestra existencia de este mundo y libraré a los inocentes* de vosotros.

Sin hacer ningún movimiento brusco, desenfunda con tranquilidad sus dos katanas y grita a los guardias que le apuntan -- ¿Y SEGUÍS A ÉSTE, ALGUIEN QUE ATACA A QUIENES CRUZAN EL INFIERNO PARA AYUDAR A MIBU?

Vuelve la mirada a Saito, aparta a Lyashi suavemente con un brazo y le grita al jefe de guardias -- TEN ALGO DE HONOR, SI ES QUE TE QUEDA, Y SIGUE A TU AMO CUYA VIDA TE CONFIÓ Y NO SUPISTE PROTEGER.

>> SI ERES UN GUERRERO DE VERDAD HAZ AHORA MISMO UN RITUAL OIBARA O VIVE DESHONRADO EL RESTO DE TU VIDA, Y QUE TODO HINOMOTO LO SEPA – observa a Saito con la frialdad de un juez que sentencia a alguien a muerte sin vacilación.

-- Vamos, vuelve a atacarme. Será una lástima que no sea yo quien te arrebate tu mísera vida -- piensa, apretando con rabia las empuñaduras de sus katanas.

Los soldados levantan a Gennosuke del suelo y le ponen grilletes en manos y pies antes de devolverle el pañuelo a Yûki. Lo sacan a rastras mientras no deja de gimotear y de murmurar para sí mismo.

Cuando Yûki ayuda a Hideo a levantarse nota que sus músculos están algo entumecidos y que el mecánico no se mueve con su fluidez habitual (1). Aparte de eso tiene un gran corte en un costado de la ropa empapado de sangre que ya se está empezando a coagular. La piel de debajo, aunque también está manchada de sangre, está intacta...

La joven morena contempló la punta de la espada sin pestañear siquiera, inspirando levemente y soltando el aire poco a poco. Al contrario de lo que cualquier podría suponer, el rostro de ella no refleja ningún miedo, ni siquiera sobresalto. O tiene un autocontrol muy elevado, o los tiene de acero. 

Dando un paso atrás, realiza una profunda reverencia hacia Saito-Sama, lo suficiente como para indicar respeto y solicitar disculpas por la intromisión, sin dignarse a incluir en ella a Kotaro, de hecho, en el mismo gesto, al darle la espalda e ignorarle por completo, está dando su opinión, clara y diáfana, sobre el comportamiento del gigante. Dos por uno. - Gracias, Saito-Sama. - susurra, de modo que sólo el lobo de Mibu, justo frente a ella, pueda oírle. 

Escuchando la petición de Fukui-Sama, Lyashi asiente y se encamina hacia la casa, dispuesta a investigar. Antes de irse, se fija si el brazo del amputado necesita curación extra para no morir antes de que lo puedan interrogar.