Partida Rol por web

Con la ropa cambiada por tercera vez y la guadaña ahora limpia en mi hombro me dirijo hacia la estación en la que esta la Ryugujou cuando noto algo que me pone en tensión. Bueno más que algo eran dos cosas, el increíble silencio que reinaba en el lugar y la sensación de un único kabane alejándose del lugar. Los recuerdos de cierta kabaneri albina me vuelven a la mente y salgo corriendo hacia mi hogar cuando escucho la a Minami.

- Minami-san, ¿que ha pasado?- grito mientras llego hasta donde esta el soldado.

Como había esperado, Gennosuke se abalanzó sobre Tomoe-Sama*, y Lyashi desencadenó su poder oculto. Un aura negra y fría la recubrió, dejando un círculo de escarcha de un par de centímetros allí donde la joven morena tocaba, es decir, a su alrededor dado que estaba sentada sobre sus rodillas en el suelo. Cualquiera a menos de un metro de ella podía sentir el intenso frío que exhalaba dicha aura. 

Del aura salieron varios tentáculos negros que se lanzaron hacia Gennosuke, tentáculos cuyos extremos se convirtieron en puntas puntiagudas y pequeñas bocas negras que se introdujeron por el pecho del Kabane y comenzaron su labor destructiva en el interior. Por primera vez en mucho tiempo, Korusu había desencadenado el poder sin restricción, y una sonrisa fría y desalmada estaba estampada en la cara de la hasta ahora dulce y comedida chica. Los tentáculos levantaron ligeramente el cuerpo de Gennosuke del suelo. 

- No te atrevas a tocar a la Señora de Mibu. - dijo, con una voz fría y calculadora. No gritó, ni alzó la voz, no hizo falta porque en el momento de silencio que siguió a su acción se le pudo escuchar con claridad, inclusive los ruidos de masticación y deglución que sus tentáculos estaban haciendo. Con un gesto de la mano, que cerró como si estuviera agarrando algo, el cuerpo dejó de moverse y cayó al suelo. 

En un simple parpadeo, el aura desapareció y Lyashi agachó la cabeza, dejando que el pelo cubriera su rostro. 

No se movió ni reaccionó cuando los soldados le apuntaron con las armas. Era lo que esperaba y estaba dispuesta a aceptar su castigo. - Voy a morir. - pensó. No dijo nada, pero le parecía de una injusticia superior que se hubiera dejado llevar por su admiración por la señora de Mibu y los inútiles de los soldados no se percataran que lo único que había hecho era protegerla, pero no esperaba menos de unos hombres cortos de miras, como casi todos sus clientes. El grito de Saito detuvo el ataque, y una vez más agradeció interiormente que aquel hombre, precisamente él, fuera uno de los que sabían ver más allá de las apariencias. Ésto reforzó el aprecio que la joven mujer tenía a ése hombre. 

Durante la conversación entre Tomohiro-Sama y Tomoe-Sama ella siguió en la misma posición, sin atreverse a mover un pelo. Seguía a la espera del juicio sobre su persona. 

La orden implícita en la invitación de Tomoe-Sama la pilló por sorpresa, y no estaba segura de qué era lo que quería. Ya había visto que ella prefería utilizar su naginata para resolver sus propios problemas, y esperó que la mujer descargara la hoja sobre ella en cualquier momento. Con una inclinación, se levantó y siguió a ambos, a su nuevo señor y a la señora de mibu. 

No miró al resto, no se atrevía a mirarles a los ojos y encontrar expresiones de horror, asco y miedo en ellos. 

En sus adentros rezaba a sus ancestros, preparada para encontrarse con ellos y triste por haber decepcionado a sus padres.

Al entrar en el despacho, Lyashi permaneció en un segundo plano, o al menos lo intentó, manteniéndose un paso por detrás de Tomohiro-Sama y sin dirigirle la mirada a Yûki. 

Se sentó y permaneció expectante, y abrió mucho los ojos cuando la Señora de Mibu se giró hacia ella tendiéndole un estuche de pergaminos de bambú, en lugar de atravesarla con su arma. El corazón latió con rapidez en su pecho, acelerándose y trasmitiendo una sensación de gratitud por todo su cuerpo. - Mi....mi señora.... - acertó a decir. Abrió con sumo cuidado el estuche y contempló los documentos como quien contempla un tesoro. - ¡Gracias!¡Gracias! - dijo, inclinándose una y otra vez. 

Puras lágrimas de felicidad caían por su cara. Por fin había cumplido con parte de su sueño, había dejado atrás el sórdido mundo en el que hasta ahora había tenido que sobrevivir. Ésto no borraba su pasado, nunca lo haría, ni nada de todo por lo que había tenido que pasar. Todo eso formaba parte de Lyashi Korusu, y seguiría dentro de ella...pero ahora tenía una oportunidad de verdad de recuperar el honor del apellido de su familia, del apellido de VERDAD de su familia, su nombre REAL. 

- ^{Siiii...por fin lo hemos conseguido, salimos de éste agujero, ya no somos pobres y despreciadas, ya no tendremos que abrirnos de piernas más.... por fin tendremos respeto...vaya, parece que a la de la naginata le gusta nuestro poder, quizá podríamos....} - dijo una gélida voz en el interior de Lyashi. 

- _{No, alto. Tenemos razón. Cuando la tenemos no lo podemos negar, pero no nos entusiasmemos, Korusu debe ser escondido y usado sólo en caso de extrema necesidad, recordémoslo siempre, ambas somos afectadas, y otros no lo ven igual. Pensemos en los soldados.} - contestó otra voz, ésta con un tono luminoso y grácil. 

- ^{¿Y porqué tenemos que irnos, no podríamos ponernos a su servicio, viviremos como reinas no?} - preguntó con  ira la primera voz. 

- _{No. Recuperar el honor de nuestra familia lo es todo y ahora tenemos una oportunidad única. No la desaprovecharemos.} - contestó la segunda voz. 

- ^{Bah...honor. Eso es mierda. Dinero, poder, respeto...miedo. Eso es lo que queremos.} - 

- _{No. Ya lo hemos discutido mucho. No. Isae no quiere eso.} - 

La Señora de Mibu le ofreció a Lyashi un arma magnífica, una ballesta con una caldera de vapor incrustada en ella. Lyashi no sabía qué hacer, pero temió que rechazar aquel presente hiciera recapacitar a Tomoe-Sama y alargó las manos, casi temblando, para coger el presente. - Por...por supuesto. La acepto encantada. Es un gran honor y privilegio viniendo de vos, Tomoe-Sama. -contestó, imprimiendo en su tono respeto y admiración sinceras. 

Quería callarse, esconder un poco la cabeza y aceptar los regalos ofrecidos, muy valiosos ambos, pero para ella la documentación recibida era el mayor tesoro de los dos, sin duda....pero no pudo. Algo en su interior, tras haber echo cábalas y deducir qué era lo que iba a pasar a continuación, la hizo abrir la boca. 

- Tomoe-Sama, perdonad mi atrevimiento y mi mala educación, pero no me he criado de la forma normal, perdí a mis padres siendo muy joven y tuve que arreglármelas desde bien pequeña completamente sola, convertirme en otra persona para sobrevivir. - no iba a contarle su vida, pero Tomoe no era idiota y ya habría hecho sus propias suposiciones. - Sólo quería aprovechar ésta oportunidad para decirle que no siento más que admiración por una mujer como usted, y que si Takeshi-Sama viene con nosotros, haré todo lo que esté en mi mano para que no sufra ningún daño, si acepta la promesa y el compromiso de ésta humilde Untenshu*. Intentaré estar cerca de él en todo momento. - su tono expresaba agradecimiento, lealtad y compromiso...y quizás algo más, una emoción, una chispa naciente que no había tenido tiempo de explorar...algo que una madre probablemente vería y sopesaría, algo que había sido transmitido en esa última frase y en las mejillas arreboladas involuntariamente de la muchacha cuando se fijó en la mirada que le estaba dirigiendo la señora de mibu, a la que no se le escapaba una. 

Kotaro retrocede trastabillando hasta acabar con la espalda pegada al costado de la Ryugujou. El pie de la asesina pasa volando ante su cara a tal velocidad que el peliblanco puede sentir la corriente del aire que desplaza...

Jardín del castillo de Mibu

Ryushun camina en silencio junto a Arisa por el pequeño pero colorido jardín del castillo hasta detenerse junto a un estanque en el que nadan varias carpas.

¿Sabes, Arisa-san? El año pasado mis padres me dijeron que ya era hora de que sentase la cabeza y me propusieron a varias mujeres de la nobleza para un matrimonio concertado. Por supuesto me negué rotundamente, pero recuerdo que tú estabas entre las favoritas de mi madre. Te describió como una mujer hermosa, bien cultivada y con una mente poderosa, lo que para mí se tradujo en niña mimada que había mirado por encima algunos pergaminos de poesía y capaz de realizar poco más que trucos de salón - sonríe con expresión traviesa - Por eso me sorprendí muchísimo al encontrarte en Shinshu y nada menos que como tripulante de la Ryugujou. Me gustaría preguntarte por qué decidiste unirte a Mogami Tomohiro-dono y si sabiendo lo que sabes ahora piensas seguir a su lado...

Cuando Hideo recoge a Sonbei del suelo sus manos quedan rápidamente empapadas de sangre. Su corazón palpita con fuerza y la boca se le abre por instinto, ávida del cálido fluido vital del soldado...

Sólo quería aprovechar ésta oportunidad para decirle que no siento más que admiración por una mujer como usted, y que si Takeshi-Sama viene con nosotros, haré todo lo que esté en mi mano para que no sufra ningún daño, si acepta la promesa y el compromiso de ésta humilde Untenshu. Intentaré estar cerca de él en todo momento.

Te lo agradezco - contesta la noble con una sonrisa - Mi hijo aún no está preparado para quedarse en Mibu y aprender a gobernarla. Sin embargo algún día tendrá que asumir esa responsabilidad, por lo que agradeceré que le sigáis protegiendo y enseñando todo lo que necesitará saber para esa tarea.

Fukui-sama, dudo mucho que dirigir una hayajiro se parezca a gobernar toda una estación - replica Tomohiro, algo incómodo. Tomoe niega con la cabeza

Amplitud de miras, lealtad, compasión y tolerancia hacia los que son diferentes son cosas que tiene más posibilidades de aprender viajando por Hinomoto que quedándose aquí. Todo lo que hemos hecho hasta ahora sólo ha servido para contener y sobrevivir a los kabane. Serán las nuevas ideas las que nos den la forma de librarnos de ellos. Ideas que serán descubiertas por gente como tú ¿No lo crees así? 

Ah... sí. Eso creo - responde Tomohiro ruborizándose.

Koizumi-san, te alegrará saber que hemos rescatado tu motocicleta del túnel de entrada y que mis ingenieros le han hecho una modificación al motor que te permitirá una mayor aceleración y velocidad durante un corto período de tiempo. Ahora que sé cómo llevaste a Asano-san a la Lady Lovibond estoy segura de que sabrás cómo sacarle partido...

Por fin tengo un momento para poder estar tranquilo, poder pensar en lo que ha pasado e intentar acostumbrarme al hecho de que todo ha cambiado.

Observo a mi padre, por lo menos parece que simplemente está descansando ahora que le han quitado el kimono empapado de sangre. Con timidez estiro una minúscula arruga que tiene en la manga del kimono, temeroso de poder molestarle. Tiene el rostro tan tranquilo que es como si estuviera durmiendo...

Mi cabeza retumba con las últimas frases que nos dirigimos, llena de los recuerdos de las discusiones que compartimos. Debería haber esperado, debería haber aguantado, seguro que podría haberse acostumbrado a su nueva condición, habría luchado contra la infección...

Ni siquiera me giro cuando escucho la puerta, con los ojos fijos en mi padre como temiendo despertarlo si me muevo. El único gesto que demuestra que soy consciente de que ya no estamos solos es un leve gesto de la mano que tengo apoyada sobre mis rodillas.

Al escuchar la pregunta de mi madre se me vuelven a escapar las lágrimas a pesar de que he intentado mantenerme sereno durante todo el rato que he estado acompañado. El único momento de desfogue que he tenido ha sido en mi cuarto mientras me cambiaba la ropa, y el resultado de mi arranque de rabia y llanto me ha dejado los ojos secos y la garganta tan irritada que he procurado mantenerme en silencio durante la reunión para que no se notara que estoy totalmente ronco.

Por un segundo me planteo quedarme callado, intentar atesorar las últimas palabras del señor de Mibu como algo que me acompañe en los largos años que tendré que sufrir su ausencia. Pero me doy cuenta de que ella también va a pasar su vida echándolo de menos, y que se merece saber lo que ha pasado entre nosotros al final.

-Me...- Trago saliva y me humedezco los labios, intentando que mi voz suene lo más tranquila posible aunque no soy capaz de evitar que más lágrimas me recorran los pómulos. Con gesto resuelto me enjugo las mejillas y respiro hondo buscando serenarme.- Me pidió que le ayudara a marcharse mientras aún podía decirme lo orgulloso que estaba del hombre en que me había convertido.- Con la mano que no tengo mojada de mis lágrimas y sin sacarle los ojos de encima a mi padre acaricio con muchísima suavidad la cabeza de mi madre, buscando darle todo el consuelo que me sea posible.- Y yo le conté absolutamente todo.

La última frase la digo en un tono de voz muy bajo, consciente de que ella entenderá lo que significa.

Sigo en silencio y con gesto ausente mientras se hacen los planes y todo el mundo se organiza. En cuanto escucho mi nombre me centro un poco y enderezo algo más la espalda. Con gesto resuelto asiento con la cabeza y abandono la estancia sin dirigir la mirada a nadie en ningún momento.

Por lo menos este tiempo me permitirá no tener que controlar mis gestos ni mantener la serenidad y el gesto educado que estar rodeado de desconocidos me exige...

Tan rápido como puede, Kotaro se echa a un lado para que su retaguardia no quede bloqueada por la hayajiro, interponiéndose entre la atacante y el cuerpo inmóvil de Sonbei.

Casi como un acto reflejo, desenfunda una de sus katanas con su único brazo con movilidad, buscando crear una distancia de seguridad entre la encapuchada y él.

Posteriormente gira su cuerpo noventa grados, de tal manera que con su brazo estirado y con la katana apuntando amenazante a su oponente, pueda crear la mayor cantidad de espacio posible entre ella y él*. Secundariamente busca ocultar la grave herida que cubre su hombro izquierdo y parte de su pecho, queriendo disimular como buenamente puede que se encuentra en una situación de gran debilidad.

Por qué nos atacas – le pregunta secamente, utilizando un tono que, tal vez por su estado de debilidad, no busca ser agresivo, pero tampoco dejar de lado lo que considera una muy necesaria firmeza. Su expresión se mantiene hosca y dura, haciendo un esfuerzo sobrehumano por disimular el dolor y el cansancio.

Arisa se mantiene en silencio, con la cabeza gacha y demasiados pensamientos en la cabeza como para centrarse en la belleza de aquel jardín. 

¿Me odiará? ¿Será para pedirme que abandone la Ryugujou? ¿Para decirme otra vez que vuelva con mis padres? Soy peligrosa... Tal vez sea lo mejor... No podría perdonarme si le hiciera daño a Takeshi o a Tomohiro o a cualquiera de la Ryugujou...

Todavía dolida, tarda un poco en darse cuenta de que Ryushun se ha detenido cerca del estanque y que ella también se ha quedado parada, por inercia. Le mira cuando empieza a hablar, con gesto ausente, hasta que se da por aludida al encontrarse entre esas mujeres. En ese momento, alza las cejas algo sorprendida y se queda mirando las carpas, sin decir nada. Aquella descripción le suena falsa, lejana, como si estuviera describiendo a una persona que no era ella... Y a la vez es una descripción que conoce bien, una que habían intentado inculcarle desde pequeña. La versión de ella que tiene Ryushun hace que se sienta algo mejor, a pesar de que no llega a sonreír. 

Con cuidado, se acuclilla frente al estanque y se queda observando las carpas. Algunas de ellas se aproximan, esperando que llueva la comida, pero no tardan en seguir nadando tranquilamente al ver que Arisa no tiene nada que ofrecerles. La joven comienza a hablar, observando los círculos que trazan al nadar por el estanque. 

- Mi padre era el que insistía en que aprendiese todos esos modales y que desarrollase cierta fragilidad, sensibilidad hacia los poemas, las flores, la música... - una sonrisa agridulce surge en su rostro y su voz tiembla un momento - Pero se me da fatal la música. Y recitar poemas. Y muchas veces ni siquiera sé cómo se sienten los demás. - Arisa levanta la mirada hacia Ryushun - Recuerdo tu nombre. Era uno de los muchos que presentó mi padre en una lista. En realidad, no sabía nada de ti, ni de ninguno de ellos. Los poderes de mi abuela son mucho mayores que los míos, y que los de mi madre, así que es ella la que decide qué futuro marido debería tener. Lo bueno es que sé que es parte de mi destino, así que no me importa si se elige así...

Incluso si es alguien que yo no quiera. El destino tal vez ya no esté de mi lado... Arisa vuelve a bajar la mirada a las carpas y finalmente se levanta, alisándose la ropa.

- El destino también me trajo a la Ryugujou. Tuve un sueño, una premonición, en la que me veía partiendo en esa hayajiro junto a Mogami-sama y por eso sabía que era aquí donde tenía que estar. Yo... - los ojos morados de la psíquica se fijan en Ryushun, con gesto preocupado - Todavía no he acabado mi misión. No debería y no quiero irme aún. Siento que los demás podrían acabar muy mal si no les acompaño... Pero después de lo que he hecho, temo que sea un peligro para los demás. Tal vez Mogami-sama ya no me quiera en la tripulación... 

Yûki permanecia un paso por detrás de Tomohiro, con las manos enlazadas a la espalda, ocupando su posición de guardaespaldas. El rubor de Lyashi le provocó un mohín curioso que apenas duró unos segundos. Mientras su señor hablaba con la señora de Mibu rebuscó en la cinturilla de su falda un pequeño pañuelo de tela que tenia.

Alzó la cabeza de golpe al ver que la madre de Takeshi la nombraba. Se acercó hasta la altura de la morena y se sentó sobre sus talones dejando delante de la chica el pañuelo para que lo cogiera si queria secarse las lágrimas con él sin apartar la mirada de su interlocutora.

-Me alegra enormemente mi señora - sonaba genuinamente sorprendida y húmilde - Es un honor que se haya molestado en hacer eso por mi. ¿Puedo pagaros de alguna forma que no sea abandonando al señor de Yûki?  -

La señora le contestó, y ella escuchó atentamente, almacenando sus palabras, su tono y su expresión en su interior. Tras su aquiescencia y permiso, ella realizó otra reverencia de respeto. - Así lo haré, Tomoe-Sama. - Ahora no sólo tenía el permiso de la Señora de Mibu, si no que casi era una orden, una que ella cumpliría gustosamente.

Sintió que Yûki se sentaba a su lado y le tenía un pañuelo con delicadeza, dejándolo delante de ella, al alcance de su mano, para que pudiera cogerlo. Con un gesto rápido pero suave, Lyashi dejó su mano encima de la de ella, apretándola con agradecimiento durante un segundo, sin apartar la mirada de Tomoe-Sama.

En cuanto la señora miró a Yûki, ella cogió el pañuelo y se secó las lágrimas, manteniendo el pañuelo apretado en su mano izquierda. Al elevar el pañuelo hacia sus ojos de nuevo, lo detuvo unos instantes debajo de su nariz, aspirando el olor de la muchacha que se lo había prestado.

El aroma de ella era suave y fragrante, intenso pero agradable para Lyashi.

Con delicadeza, bajó la mano y esperó a que les dieran la órden de salir mientras contemplaba absorta la ballesta a vapor que le habían entregado. - Vaya pedazo de cacharro...¿y ésto cómo funcionará? -

Sangre... llevaba todo el día sintiéndola: cálida, espesa, viva... y ya no podía más. Un hambre que hacía años que no notaba estaba despertando en mi interior, mis sentidos cada vez más agudizados solo servían para empeorar la situación. Solo olía su aroma, solo oía las palpitaciones del corazón del soldado de manera sugerente y apenas podía apreciar más tonalidad que el carmesí que manaba de sus heridas...

Los hombros de Tomoe tiemblan por los sollozos a duras penas contenidos. Su mano aferra la manta que tapa a su marido. Con la otra se tapa la boca para no gritar.

Le pedí... le supliqué cientos de veces que te lo dijera. En algún momento llegó a comprender que tú no podías ser Hajime (1) ni Tadakatsu sino tú, Fukui Takeshi. Pero su orgullo le impidió decírtelo hasta... hasta que...

Se deja caer sobre el cadáver abrazándolo con fuerza y llorando a lágrima viva sin preocuparse por si alguien pudiera oírla desde fuera - ¡Oh, Eiji! ¿Por qué... por qué tuviste que esperar al último momento? ¿Por qué me has privado de poder veros juntos de nuevo como padre e hijo? ¡Contéstame Eiji! ¡EIJIIIIIIIIIIIIIIIIIII!...

Ahora que tiene ocasión de mirarla bien, Kotaro descubre que es la misma persona que intentaba matar a Hideo a la salida del Kongoukaku. Ella le devuelve la mirada con sus brillantes ojos rojos. En ellos no ve odio ni vacilación, sólo furia. Con lentitud deliberada pliega la bayoneta de su pistola de vapor y la guarda en la funda de su muslo. Después lleva una mano bajo el embozo que le cubre la boca y el cuello, tocando algo que suelta un leve siseo.

Me han enviado a buscarte - su rostro se cubre de brillantes vasos sanguíneos y el blanco de sus ojos se vuelve de color negro. Cuando se lanza hacia Kotaro su velocidad la convierte en un borrón en movimiento...

Comprendo - asiente Ryushun. Las palabras de Arisa parecen haber reafirmado una decisión que estaba meditando - Tienes un sentido del deber admirable. Tomohiro-dono sería un necio si rechazara tus servicios. Lamento haber pensado aquello sobre ti y admito que estaba equivocado - Le tiende la mano para ayudarla a levantarse - Yo he decidido quedarme en Mibu para ayudar a Tomoe-sama a buscar a los traidores del Kokuryukai que quedan en la estación. Si hay ocasión me encantará volver a verte...

Los dientes de Hideo se clavan en la atroz cuchillada que Sonbei tiene en la espalda sorbiendo con gula la cálida sangre que mana de su interior. El soldado intenta defenderse, pero está tan débil que pierde el conocimiento a los pocos segundos. Con la mente embotada por el instinto el kabaneri se da un festín hasta que el corazón de Sonbei deja de latir.

Satisfecha, la bestia en que se ha convertido Hideo arroja el cadáver lejos de sí y se pone en pie. Sus sentidos son tan agudos ahora que incluso puede captar el olor de la kabaneri que le atacó en Shinshu alejándose de la Ryugujou junto con el de Kotaro. No resulta difícil deducir que para conseguir llevarse al peliblanco la chica se deshizo de Sonbei acuchillándole.

Y ahora él acaba de rematarlo.

Su corazón palpita, pero esta vez es la culpa y no el hambre lo que lo estremece. A poca distancia de él, Sonbei se levanta  con un famélico fulgor rojo en su mirada y se abalanza sobre él...

De hecho sí - responde Tomoe - Protege a Takeshi siempre que eso no perjudique tu labor como guardiana de tu señor. No puedo pedirte más después de lo que hiciste.

Hace una ligera reverencia para dar por finalizada la reunión - Tomohiro-dono, le ruego que le conceda a Takeshi el tiempo que necesita para despedirse de mí y de su padre. Se presentará en su puesto en la Ryugujou tan pronto como le sea posible.

Por supuesto, Tomoe-sama - Tomohiro devuelve la reverencia y se marcha acompañado de Yûki y Lyashi...

Al salir del despacho Tomohiro camina enfrascado en sus pensamientos de camino hacia los andenes - No me lo creo - dice de repente - Es imposible que una organización como el Kokuryukai se base solamente en un odio fanático hacia los extranjeros. Aquí hay muchísimas cosas que no sabemos pero que nos afectan directamente - suspira con irritación - Odio la política.

Camina un par de pasos más antes de volverse hacia sus acompañantes - Por cierto, buen trabajo capturando a esos gusanos, aunque me alegra mucho más que hayáis vuelto ilesas. A partir de ahora aceleraremos nuestro viaje. Pararemos en las estaciones el tiempo justo para repostaje y reparaciones y no habrá permisos para bajar. Lyashi-san se turnará con Natori-san para pilotar la Ryugujou. Yûki-san, cuento contigo para ayudar a Shimazu a mantener el orden y detectar cualquier amenaza que pueda echársenos encima...