Partida Rol por web

La procesión llegó hasta la nave, donde el Capellán Arcturus se dio la vuelta para hablar a los que le seguían.

-Vamos a llevar la reliquia hasta el sanctus de la nave. Aún quedan unas horas para que se inicie el viaje y puede que hagamos algún rito en el Sactus, por si queréis venir o preferís ir a otros lugares, a realizar otros preparativos más personales. Siempre seréis bien recibidos, pero una hora antes del despegue, yo abandonaré la nave, pues mi lugar está en la base.

Y sin esperar una respuesta, el trío de astartes religiosos se dirigió por las entrañas de la nave.

Era una fragata de clase Gladius, una escolta estandar en las naves de los astartes y, como tal, conocían al dedillo la situación de todas las salas de la nave.

Todos juntos fueron hacia la nave, el Atardecer Argenteo. Muerte era familiar con esa clase de fragata, como prácticamente cualquier hermano de batalla que se preciara. Era una nave bastante común entre los Capítulos de Adeptus Astartes, rápida y muy útil como escolta para naves más grandes.

Una vez allí, el Capellán indicó que tenían tiempo hasta que la nave partiera y que, mientras tanto, era posible que él realizara un rito sagrado antes de abandonar la nave. Sin dudarlo, el Escudo Negro se adelantó, diciendo:

- Yo iré con vos, Hermano Capellán.- dicho esto, se apresuró a seguirlo hacia la capilla.

El sacerdote sanguinario también escuchó las palabras del capellán, y decidió unirse a ellos.

-Yo también iré, hermano capellán Arcturus-dijo con respeto. Las ceremonias y ritos en honor al Emperador eran importantes para todo el Imperio, pues era finalmente la fe, y no otra cosa, lo que les impulsaba a seguir peleando y a resistir ante los xenos, traidores y demonios. Era eso lo que les motivaba para continuar una lucha que nunca acabaría. Y todo por la inmensa gloria del Emperador. 

Creo que iremos todos, Hermano Capellan, debemos guardar gran celo y respeto por las reliquias de nuestros gloriosos santos - no dejaba de ser un tecnomarine, no dejaba de haberse puesto en comunión con el mismísimo Omnissiah, pero no olvidaba sus raices, no olvidaba de donde venía ni la misión que su capitulo le encomendó, por ello, decidió guardar el respeto necesario y congraciarse con el capellán, y más todavía después del encontronazo con el terco apotecario. 

El Hermano Lobo siguió en silencio a sus compañeros. Después de los juramentos, habia que santificar la reliquia. En El Colmillo harían las cosas de distinta manera, pero no sería Bolverk quien insultara al espírutu y a la leyenda de aquella reliquia. No dijo nada, pero secundo las palabras de Adenoriel asintiendo con vehemencia. Acompañaría a sus hermanos de batalla para realizar los ritos.

Conforme pasaba el tiempo, más cercano se sentía a sus Hermanos de Batalla. No eran lobos, como él, pero eran una especie de manada. Por eso Bolverk les acompañó, porque era importante mantener los lazos de cohesión entre los miembros de la cuadrilla. Además, iban a luchar junto a una reliquia, que seguramente les sacaría de más de un atolladero. Aquel gran martillo, el Mazo del Guardián, tenia una gran historia detrás, muchas muertes a sus espaldas y habrá sido blandido por grandes héroes. Era el turno de los que aún están en el servicio de honrar a los que sirvieron antes, y honrar a la Reliquia.

-De acuerdo, yo tengo que dirigirme al Puente de Mando -dijo el hermano Bilbiotecario Polyos- quiero que estemos en contacto en todo momento, por si surge algún tipo de emergencia. Nos vemos más tarde, hermanos.

Después se dirigió hacia el Capellán- Con su permiso -y salió hacia el Puente de Mando.

El camino hasta la capilla no fue nada del otro mundo. Era una fragata estandar y todas tenían las mismas secciones, mil y una veces recorridas por los hermanos de batalla en las muchas campañas que habían luchado.

Cuando llegaron a la Capilla Sanctus, se encontraron con una capilla pequeña, no cabrían más de diez astartes con armadura, pero muy ricamente decorada. El capellán dirigió el rito con solemnidad, mientras dejaban la reliquia en su lugar de reposo seguro, la bendecían y la trataban casi del mismo modo que los tecnomarines o sacerdotes de marte trataban a los Espíritus Máquina, una curiosa  coincidencia, tal vez.

-Hermanos -dijo el capellán- ¿queréis algún tipo de bendición para vuestra misión?

Al final, con la excepción del Hermano Bibliotecario Polyos, todos habían decidido acudir a la Capilla junto al Capellán. Tras hacerles una petición a los miembros de la escuadra de que se mantuvieran en contacto, por si acaso, les dejó y se marchó al puente, mientras ellos se iban en la otra dirección.

Era un camino sencillo que todos conocían, puesto que en todas las fragatas la Capilla estaba siempre en el mismo sitio. Y como en todas, era pequeña pero bien decorada. Más que suficiente para ellos y para los Marines que solían moverse en una nave como esa. El Escudo Negro se arrodilló en cuanto llegó a uno de los bancos, observando el trabajo del Hermano Capellán Arcturus con aquella reliquia de forma respetuosa y en silencio. Era hasta un privilegio estar allí.

Cuando el Capellán les hizo la pregunta, Muerte simplemente habló sin alzar la cabeza:

- No más que aquella que nos ayude a dirigir la justa ira del Emperador contra nuestros enemigos.

Adenoriel siguió al resto después de despedir al bibliotecario con un respetuoso saludo imitando el gesto del águila. Sin mucho más que añadir, recorrió los pasillos de la nave hasta alcanzar la capilla, donde Adenoriel, junto a sus hermanos mostró el debido respeto ante la reliquia e hinco la rodilla de su pierna bionica, la cual zumbó y siseo al activar los servos a cada movimiento que hacía. 

 Asintió ante las palabras de Muerte, las cuales fueron acertadas para el pensamiento de Adenoriel y añadió - estoy de acuerdo con el hermano Muerte, Capellan 

Aunque todos estos ritos fueran algo diferentes en su Mundo Natal y entre sus Hermanos de Manada, Bolverk respetó y reverenció a la Reliquia Sagrada como si fuera una de las reliquias que hubieran portado los héroes de los Lobos Espaciales, o como si se tratase del Hacha Morkai que porta el Gran Lobo. Aquellas reliquias han servido bien en la guerra eterna que los Hijos del Emperador mantienen en toda la galaxia, y merecen ser respetadas y reverenciadas. Bolverk se arrodilló y siguió los ritos junto a sus compañeros y, durante un solo momento, se permitió soñar con portar, algún día, un arma digna de las más grandes leyendas.

    Terminado el rito el Capellán se dirigió a los astartes y ofreció su bendición. Bolverk asintió.

   - Que El Padre de Todos os infunda su Ira y observe a sus hijos llevar su furia y la muerte a sus enemigos.

Una vez en la capilla, el hermano Salaphael se inclinó como el resto, para atender con respeto a los ritos que el capellán Arcturus realizaba. La gloria del Emperador era innegable e incuestionable, eso era algo que todo astartes tenía claro, pero los capellanes más que ninguno. Su justo celo portaba parte de su divina presencia, como se podía apreciar en todos los ritos y en el propio combate. O, al menos, el ángel sangriento creía verlo. 

Cuando el capellán preguntó si deseaban una bendición, ante la respuesta de sus hermanos, el sacerdote sanguinario asintió:

-Aquella de la que seamos dignos y nos ayude a cumplir mejor nuestro deber, hermano capellán Arcturus. 

El capellán asintió y alzó una mano con la palma hacia abajo y los dedos separados mientras los cuatro astartes se mantenían arrodillados.

-Que el Emperador os proteja y guía vuestras armas, que el Emperador os bendiga y ayude en vuestro cometido y que no os falle en nada, y sobre todo, que el Emperador os de sabiduría para tomar las decisiones adecuadas en los momentos difíciles -se mantuvo así mientras continuaba con una retahíla de oraciones comunes y corrientes para esos casos, manteniéndose con los ojos cerrados y con la barbilla alzada, como si estuviera repitiendo unas palabras que no fueran suyas.

-Hermanos, el Emperador Protege, nunca lo olvidéis -dijo el capellán antes de recuperar una postura más normal y asentir- podéis retiraros o seguid orando, eso lo dejo a vuestro criterio -terminó de organizar unas cuantas cosas y se fue de camino hacia la estación otra vez.

Adenoriel asintió ante el capellán en modo de agradecimiento. No añadió nada más, sencillamente miró a los otros tres marines que formaban parte del equipo que el mismo había liderado anteriormente... en cierto modo confiaba en que volviera a ser escogido como líder, y más teniendo en cuenta el éxito de la misión anterior, a pesar de las heridas recibidas por el enorme tirano de enjambre.

 - Voy a inspeccionar la nave hermanos. Sugiero una reunión para dentro de doce horas donde deberíamos debatir quien liderará esta nueva misión ¿ de acuerdo?

Muerte sintió alegría al ver que sus compañeros compartían, a su manera, su opinión sobre la bendición que debían recibir. Podían tener sus diferencias, pero en el fondo su objetivo era siempre el mismo.

Una vez tuvo sus respuestas, el Capellán comenzó su oratoria y su bendición sobre los cuatro hermanos de batalla. En aquellos solemnes momentos, el Escudo Negro no hizo más que mantener las manos juntas, la cabeza agachada y repetir en voz baja los salmos con devoción, sin hacer movimiento alguno hasta que Arcturus no hubiera terminado. Llegado ese momento, se levantó despacio y con calma, inclinándose con respeto ante el Hermano Capellán cuando este se despedía.

- Un placer, Hermano Capellán. El Emperador protege.

Después miró a Adenoriel al haber hablado este, sopesando un momento sus palabras y su sugerencia antes de asentir.

- Conforme, Hermano Adenoriel. Si me excusáis... - comentó antes de marcharse con calma hacia la cubierta de observación. El viajar siempre resultaba interesante y bello...

El hermano Salaphael repitió en voz baja el salmo, mientras recibían la bendición. La fe era, finalmente, lo que les diferenciaba de los xenos y los traidores. Ninguno de ellos tenía la fortaleza de creencias que tenían ellos, tan firme que podían mover montañas de enemigos con ella. De hecho, lo hacían. 

-Gracias por sus bendiciones, hermano capellán-respondió el sacerdote sanguinario, poniéndose en pie. Tras eso, asintió ante las palabras de Adenoriel-de acuerdo, en doce horas.

Ahora solo quedaba una incógnita, ¿en qué emplear su tiempo? Finalmente, la respuesta llegó a su mente. Quizás podría ayudar en el apothecarium. No sabía como de concurrido estaba, pero aún así, nunca estaba de más echar un vistazo. Desde luego, los hermanos apotecarios seguro que agradecerían un par de manos más.

   La sonrisa de Bolverk se afiló cuando recibió las bendiciones del Hermano Capellán Arcturus.

   - El Emperador Protege. - Murmuró Bolverk tal y como habian dicho sus compañeros y el Capellán. - Esta bien Hermano Adenoriel, aunque tu liderazgo en la anterior misión fue bueno. - A Bolverk no le importaría que volviera a liderar, y esta vez trataría de contener su rabia y no poner en entredicho el liderazgo de Adenoriel. Además, el lobo tenía una cuenta pendiente y no quería que el tecnomarine se quedara con su anterior insubordinación. - En doce horas - Una vez sus compañeros se alejaron, Bolverk se volvió al Capellán Arcturus. - Capellán Arcturus, ¿tiene un momento?

Hermano Muerte

Cubierta de Observación

La Cubierta de Observación se asienta encima de una de las numerosas agujas blindadas encaradas hacia la sección de popa del Crucero. La mayoría suelen acoger a una asombrosa variedad de diferentes tipos de sensores, algunos de los cuales son altamente exóticos, posiblemente de xenos o de origen pre-Imperio y de uso exclusivo de la Deathwatch. La cubierta es una cúpula de cristal blindado capaz de adaptarse a un escuadrón de Marines Espaciales, proporcionando una vista espectacular de la embarcación y del espacio circundante. En ella se puede ver al Bibliotecario Polyos observando unos papeles.

Hermano Muerte

Cubierta de Observación

-Saludos, hermano Muerte -dijo el bibliotecario mientras alzaba la vista de los papeles- ¿puedo ayudarte en algo o solo estabas inspeccionando la nave?

Salaphael

Buscando el Apothecarium

Salaphael caminó durante un rato, buscando el Apothecarium, pero no había nada parecido. Esa era una nave humana, no astartes, por lo que tenía una pequeña cubierta médica; pero nada más.

Adenoriel

Cubierta 3.

Adenoriel caminaba sin un rumbo fijo, pasando por las diferentes secciones de ese nivel de la nave y cruzándose con varios marinos que le saludaban con respeto al cruzarse con él. Parecía haber poco movimiento para estar a punto de comenzar un viaje, pero eso también podría indicar que estaban más que listos para comenzarlo.