Partida Rol por web

Adenoriel estuvo buscando un rato entre los cuerpos y amasijos de la sala y encontró un cogitador en bastante mal estado. Estaba dañado, eso se veía a la legua, pero no se sabría cuan dañado estaba hasta que se le hiciera una revisión.

Mientras tanto, las luces de emergencia continuaban con su luz intermitente de forma constante.

Al acercarte al cogitador, puedes ver que en uno de los extremos hay un pequeño incendio que parece estar propagándose. Al fijarte bien en él, te das cuenta de que es una de las pequeñas capillas, más concretamente una en la que acompañásteis al Hermano Polyos y al Capellán Arcturus a guardar algo...

Quedaos aquí. Salaphael, monitoriza el estado del Capitán y atiende a Muerte. Bolverk, conmigo - y sin más aviso o palabra, Adenoriel salió corriendo hacía una de las capillas, donde al inicio de la misión habían ido a guardar algo...

   - Te guardo las espaldas, Hermano. 

   El Lobo Espacial siguió a Adenoriel, con una de las dos espadas sierra preparada por si el enemigo atacaba de nuevo. Igualmente, dejó que Adenoriel hiciera su trabajo y por su parte Bolverk se mantuvo alerta en todo momento para que cualquier ataque no les pillase por sorpresa.

Salaphael asintió ante las palabras de Adenoriel, poniéndose de inmediato a la tarea que le había encomendado. Hizo que Muerte se sentara, para poder analizarle mejor, mientras empezaba a tratar sus heridas. Después, si no veía modo de ayudar al capitán Polyos, tendría que tratarse él mismo. 

Muerte asintió con energía a las palabras del Lobo Espacial una vez el Hermano Salaphael emitió su diagnóstico. Efectivamente, no podían dejar sólo al Capitán de Vigilia. En ese estado sería sumamente vulnerable y su deber era el de protegerle, por mucho que necesitaran saber dónde se encontraban.

Adenoriel también coincidió con ellos, dando ya las órdenes: él y Bolverk buscarían una consola y, mientras, el Ángel Sangriento se quedaría con el Escudo Negro para cuidar del Bibliotecario Polyos, además de que el apotecario podría tratar finalmente al Kill-Marine.

- Entendido, Hermano.- dijo Muerte a las órdenes del tecnomarine, sentándose en el suelo en cuanto Salaphael se lo indicó.

Salaphael se dispuso a curar al hermano Muerte, con gran éxito, mientras que Adenoriel y Bolverk se dirigían hacia la pequeña capilla en llamas situada en  el interior de ese santuario. Estaba bastante estropeada y derruida, así como el campo de estásis de su interior se veía gravemente dañado y fuera de funcionamiento.

El Escudo Negro se movió sólo cuando Salaphael le indicó que era necesario para el tratamiento, sin emitir ni una queja durante el mismo. Es más, las atenciones médicas eran bien recibidas, dada la gravedad de sus heridas, permitiéndose hacer un gesto de agradecimiento al apotecario.

- Gracias por su ayuda, Hermano. Ahora ocupaos del Hermano Capitán, yo haré guardia.- le indicó, poniéndose en pie de nuevo con cuidado. Al fin y al cabo, todavía estaba malherido.

Adenoriel adelantó a Bolverk y comenzó a tratar de extinguir el fuego que asolaba la zona mientras miraba con preocupación como el campo de estásis estaba dañado e inoperativo - deprisa hermano - lo apremió 

-Mucho me temo que los cuidados al capitán llevarán mucho tiempo. No hay nada que pueda hacer en unos pocos minutos, podría tardar días en despertar-explicó el sacerdote sanguinario, mientras pasaba a ocuparse de sus propias heridas. Por desgracia, poco podía hacer con el capitán, más allá de controlar su recuperación y asegurarse de que transcurriera de la mejor forma posible

Adenoriel consiguió apagar el fuego combinando sus propias manos cubiertas por la servoarmadura, algún cadáver y restos de escombros, ahogando el fuego de esa pequeña zona. La Cámara estaba rota, pero aún se sujetaba su contenido gracias a uno pequeño poyete que lo sustentaba.

El Martillo del Guardián, una reliquia que debían de llevar hasta el lugar de batalla para usarla contra los Tau. Haberla perdido hubiera sido una desgracia para la Deathwatch.

      Bolverk acompañó a Adenoriel a la capilla, mientras el Hermano Tecnomarine apagaba un reducto de llamas e investigaba lo que hubiera dentro de aquella capilla, Bolverk vigilaba por si aparecía algún enemigo de la nada. Seguía pensando en qué hacer con el Capitán Polyos. Quizás podrían llevarlo hasta una zona segura, algún tanque donde el Hermano Capitán pueda descansar y curarse... pero eso significaría reducir la potencia de fuego de los marines. 

   - ¿Hay algún superviviente, Hermano Adenoriel? - Bolverk observó los cuerpos en la capilla y pensó en el grupo de humanos que habían logrado llegar a aquel sancta sanctorum donde, presumiblemente, iban a estar seguros. No, no iba a fiarse de estar seguro en aquella nave, pues los esbirros del Caos podían aparecer de la nada como antes hicieran las malditas furias.

Muerte miró al Bibliotecario con un punto de pesar bajo el casco, asintiendo despacio a las palabras de Salaphael.

- En ese caso, deberíamos encontrar pronto algún lugar donde poder dejar al Hermano Capitán a salvo - dijo con tono decidido -. No deberíamos intentar explorar la nave sin hacer eso primero.

El Escudo Negro era consciente de que tenían una misión que cumplir, pero habían surgido otras prioridades: debían averiguar dónde y cuándo estaban, en qué estado estaba el crucero, buscar supervivientes y, por supuesto,  comprobar que no quedaban fuerzas enemigas en la nave. Sin hacer eso no había forma de que cumplieran su misión.

Adenoriel regresó negando con la cabeza ante la pregunta de Bolverk y con la reliquia en sus manos. La transportaba con reverencial respeto. Sabía que era, su ojo experto como tecnomarine le facilitaba mucha información, pero sobre todo, lo bien que estaba hecha. Él no era digno de llevarla, no era un espadachin, no... pero en su unidad había uno que destacaba sobre el resto.

Se acercó hasta Salaphael y le tendió la reliquia con ambos brazos en paralelo y extendidos - a falta de una contra orden, por ahora estoy yo al mando Hermanos... hermano Salaphael, te concedo el honor, como mejor espadachín del grupo, a que portes y nos honres con esta reliquia en tus manos. Se el azote de nuestros enemigos y de aquellos que osan alzarse contra el Imperio.

Esperó que cogiera el arma y cuando eso hubiera pasado, se iría a la consola, la cual trataría de reparar sin éxito. 

Salaphael asintió ante las palabras del hermano Muerte. Era un día triste aquel en el que tantos siervos fieles del Emperador morían, aunque sólo fueran mortales. Pero el estado del capitán Polyos impedía que rindieran los honores adecuados a los caídos, siendo mucho más importante ponerle a salvo para garantizar su recuperación. Sin embargo, aún hubo una sorpresa para él, cuando el hermano Adenoriel se aproximó a él y le ofreció aquella reliquia. 

Inmediatamente se puso de rodillas, recibiendo con humildad aquel artefacto sagrado. 

-Lo portaré con entereza y honraré su sagrada historia con más sangre xeno, lo juro por el Emperador y por el Ángel-dijo, solemnemente, antes de levantarse. 

Un pequeño punto parpadeaba en la pantalla de los sensores de la servoarmadura. Era una alarma, un sistema de emergencia tan poco común en los asaltos y en las naves espaciales que pocas veces, salvo que fueran avisados de su peligro, los astartes se fijaban en ese lugar. Era la alarma por radiación y estaba parpadeando, mostrando que la nave se estaba llenando poco a poco de esta peligrosa sustancia.

Las pupilas de Salaphael se dilataron cuando fue consciente de lo que ocurría. 

-Hermanos, sellad vuestras armaduras-dijo, visiblemente alterado-hay que cargar con el hermano capitán Polyos y buscar un modo de salir de aquí, ¡y hacerlo ya! Los niveles de radiación se están disparando, la reentrada ha debido causar daños en algún generador o algo así. 

   Bolverk no ignoró la señal que parpadeaba en los sensores de su armadura. Gruñó levemente ante lo inusitado de aquella señal y el peligro que aquello significaba. Peligro. El peligro era siempre un fiel compañero de cualquier astarte en cualquier misión. Era algo que nunca les abandonaba y que siempre estaba presente para poner las cosas peor de lo que pueden estar. Pero los astartes, siempre se sobreponían. Bolverk selló su armadura y se acercó al grupo y al hermano Capitán Bibliotecario. Con una rodilla en el suelo, inspeccionó la armadura del Bibliotecario para ver si estaba sellada y, en caso negativo, poder sellarla desde fuera.

   - Yo puedo abrir la marcha, o ayudar a cargar al Hermano Capitán Polyos. - Bolverk pensó que sería mala idea desperdiciar la nueva adquisición y la habilidad del Hermano Salaphael. Todos eran hábiles guerreros, pero las armas que portaban podían marcar una diferencia notable. Estaría bien que Muerte y Salaphael estuvieran libres para luchar si se da el caso. Sin más, esperó recibir las ordenes oportunas.

La situación era peligrosa, la información arrojada por Salaphael podría indicar un fallo catastrófico en los generadores de plasma... y, si llegaban a implosionar, no quedaría nada de ellos. Sin pensarlo mucho fue a por el hermano capitán y comenzó a cargarlo ayudado por el servobrazo - Bolverk, lidera la marcha, vayamos a los hangares, pero por el camino estad atentos por las capsulas de desembarco o de escape, tenemos que salir de aquí ya. - les dijo esperando a que todos salieran corriendo de ahí tratando de buscar una salida. 

Muerte se tensó al escuchar que alguien se acercaba a él y a Salaphael, preparándose para volver a combatir si era necesario pero relajándose en cuanto vio que se trataba de sus Hermanos. Sin embargo, le sorprendió el ver el Martillo de Tormente en manos de Adenoriel aunque, dada la situación.... quizás había sido una buena idea recuperarlo para llevarlo con ellos. Estaría más seguro.

Lo que no le sorprendió fue que la reverenciada arma se les fuera entregada a Salaphael. Había visto como se manejaba el Ángel Sangriento en el combate cuerpo a cuerpo a pesar de intentar evitar llegar a él. Es más, él no había acabado en la enfermería, igual que el Escudo Negro, cuando lucharon contra los Tiránidos.

Pero no pudo felicitarle, pues este de pronto les avisó de que estaban en situación de alerta: había pérdidas de radiación letales en la nave. Muerte frunció el ceño bajo el casco y sacó su cemento de reparación inmediatamente para empezar a sellar las grietas de su armadura con rapidez, listo para ponerse en camino. Iba a ofrecerse a llevar al Capitán Polyos cuando Adenoriel ya cargó con él, así que tuvo claro que hacer.

- Cerraré la marcha. Sin embargo, Hermano Salaphael, ¿podrá el Hermano Capitán soportar un descenso en Cápsula en su estado?