Partida Rol por web

El dia siguiente al emcuentro con el espectro llegasteis a Negraard, último lugar habitado al norte de Carmania. La población está compuesta por dos docenas de aldeanos que viven en no más de cuatro casas al abrigo de la última colina arbolada de la zona; Más allá, se extiende una interminable tundra helada salpicada de árboles bajos y retazos de bosque allí donde el viento no puede llegar. Vuestros barracones son un destartalado edificio en lo alto de la colina, a unos 500 metros de Negraard. Una distancia enorme teniendo en cuenta que este parece el lugar más frio del mundo.

Jorandash rápidamente asume el control del trabajo y os asigna los puestos con la serieda dy la firmeza que le caracterizan. Las primeras semanas las dedicais a trabajar a destajo para reparar vuestra nueva vivienda: Tapar agujeros, adecentar las letrinas (hacer vuestras necesidades fuera está descartado) y amontonar leña para cuando el invierno sea más duro aún. A partir de ahí, vuestras tareas se reducen a una monótona tarea única:Erikand, Kenvent y Swen, junto con Jorandash, hacen las tareas de vigilancia lejana, patrullando las zonas adyacentes al poblado y explorando la zona de tundra; Son caminatas interminables con un frio insoportable y que en algunos momentos resultan totalmente extenuantes. Aldar y Kilder se dedican a la vigilancia del pueblo y los caminos más próximos a este, así como de la recogida de leña y la caza; Aunque no están expuestos al frío extremo, el verse obligados a regresar cada dia cargados con fardos de leña resulta harto agotador. Loranda se lleva la mejor parte, aunque la más aburrida: Se encarga de mantener en condiciones los barracones, vigilando que el fuego no se apague jamás, así como remendar cualquier desperfecto y hacer la comida para todos (lo siento por el tópico machista. Pidele explicaciones a Jorandash). Y asi pasais los meses.

Durante este tiempo no ha habido ninguna novedad. Jorandash parece mostrar cierto afecto por Erikand, con quien conversa de forma más relajada y amistosa, casi protectora, y parece sentir más recelos con Kenvent y Swen, los orlanthis, con quienes comparte las guardias casi siempre, como si temiera que pasaran demasiado tiempo a solas.

Han pasado ya tres meses desde que llegasteis. Un tercio de vuestra "condena" y las novedades han sido escasas. En estos momentos estais cenando, en silencio. Afuera el viento sopla, como siempre y el fuego ilumina el interior de la choza y vuestros rostros agotados por un largo dia de trabajo.

Erikand ha estado haciendo lo que le tocaba, las guardias eran duras, el frío se metía en los huesos haciendo el dolor insoportable. Jorandash iba cogiendo confianza en él, y éste cada vez lo veía con mejores ojos. No parecía un mal hombre, quizá con demasiado honor, pero no un mal hombre.

Tras tres largos meses de largas penurias, durante la cena, Erikand decide romper el silencio.
-Jorandash, exactamente que hemos venido a hacer aquí? puedes repetirme que pasará cuando cumplamos nuestra condena?- Erikand observó a Jorandash - Hay cosas que son difíciles de creer.

Erikand aún recordaba cuando era un hombre libre. Y quería volver a serlo, sin tener que estar escondiéndose de nadie.

Swen no podía dejar de pensar en los planes para asesinar a aquel que contínuamente le hacía recordar que no era libre como el viento. Las conversaciones mantenidas con él y lo poco que sabían sobre su sentido del honor le hacían pensar en que su vida no debiera ser el pago por la condena que habían recibido. La verdadera culpable era la lunar que los había traicionado.

En sus habituales patrullas con él trataba de ahondar en el conocimiento de su aparente enemigo y saber si se podría convertir en amigo. Un día, durante la guardia, dejó caer una pregunta con intención de sonsacarle.

- ¿Señor, que opinas de la mentira y el uso de esta como herramienta de traición?

Me limpio la boca con un trapo mugriento y añado:

- Sí, estamos cumpliendo con estos... trabajos forzados ¿pero qué será de nosotros cuando esto termine? ¿Podremos ir de verdad dónde queramos?

Y pienso... ¿incluso a buscar a la niña?

El tiempo pasaba apaciblemente, mientras unos de mis compañeros vigilaban los alrededores, Aldar y yo hacíamos trabajos mas campestres.

Al principio creí que era un castigo por las peleillas que teníamos últimamente, pero con el tiempo, llegamos a olvidarlas (o eso parecía), mientras yo veía como cazaba animales pequeños, y en cierto modo, admiraba su uso del arco. Yo siempre me entretenía disrupcionando alguna alimaña, o pequeños seres que podrían llegar a ser molestos.

Cada vez, los patrulleros aguantaban mas tiempo, y mejor, mientras que mi compañero Aldar y yo, fibrábamos el cuerpo a base de esfuerzo físico, al cual, yo nunca acabé de acostumbrarme.

Nuestra querida Loranda, hacía trabajos de casa, y la veía manejar el cuchillo cada vez con mas habilidad, lo cual me divertía ver a la velocidad con la que llegaba a cortar verduras.

El tiempo pasaba, y yo decidí adornar un poco la casa tallando animales de madera, y poniéndolos por las esquinas, mientras en secreto, me hice una cajita para guardar el anillo del espectro, que guardaba con gran recelo.

Mi adaptabilidad era asombrosa, tanto podría vivir en una ciudad, como en medio de un poblado, y ahora en una casa, todos como una familia. Incluso olvidé por que estábamos allí. Acepté a Jorandash como un compañero mas.

Todo parecía marchar muy bien, hasta que un día, mis compañeros empezaron a  indagar de nuestro futuro, y decidí escuchar en silencio, a ver cuales eran las respuestas que nos daban...

-Os seré sincero: No sé nada sobre vuestro futuro... ni sobre el mio. Solo sé que tanto vosotros como yo, somos molestos para cierta spersonas y éste es el motivo por el que estamos aqui. Nuestra situación es muy distinta sin embargo. Vosotros sois considerados delincuentes por el imperio, pero aún siendo brolianos, se os considera habitantes del Carmania, estais bajo protección lunar y ello impide que sufrais un castigo más severo. Yo, en cambio, serví al imperio como soldado y por ello gané la ciudadanía lunar; Ello me permite viajar donde yo quiera y elegir mi destino, pero no pienso moverme del lado del conde que odia mi compañía.

Jorandash da un bocado a un muslo de ave con tanta fuerza que astilla los huesecitos.

-Realmente pienso que todo esto forma parte de un plan muy bien pensado: Se les da una oportunidad única a un puñado de proscritos para redimirse de sus crímenes. Éstos asesinan a su superior, un ciudadano del imperio, y se convierten en fugitivos con una condena a muerte automática y eso despierta el odio latente hacia Brolia. Yo desaparezco, vosotros desapareceis y puede declararse la guerra a Brolia... Creedme que en estos momentos no deseo otra cosa que regresar al castillo del conde y ver su cara y la de sus consejeros al vernos llegar de una pieza.

El guerrero trata de disimular una sonrisa.

-Supongo que en regresar yo continuaré al servicio del conde, hasta que encuentren otra forma de quitarme de enmedio y vosotros... Tanto carmanianos como lunares tienen un gran sentido de la justicia y deberán dejaros libres, aunque ello implique devolveros a Brolia y prohibiros salir de allí. A no ser... que realmente deseeis la libertad total, en cuyo caso...

-Swen... La mentira y la traición son cosas que no deben existir en el corazón de un hombre. Desde muy pequeño mi padre me educó en los valores de la verdad y el honor. Y hay que seguirlos aunque en el fondo uno piense que no son los correctos.

Jorandash saca su espada y la coloca en posición horizontal.

-La vida de un guerrero es la espada. Y su filo debe ser firme, recto y estar siempre dispuesto a obedecer al brazo que le guía.

Erikand se queda esperando esa respuesta.

- En cuyo caso?

Escucho con atención. Tal vez sea un truco de Jorandash para caernos bien y que no le apuñalemos mientras duerme, pero esos retorcidos juegos de poder encajan perfectamente con la imagen que tengo de la nobleza carmaniana. Me recuesto en la incómoda silla de madera cuando algo llama mi atención...

No, no ha sido nada. Debe ser el viento helado...

Me quedo escuchando a Jorandash, y me imbuyo en mis pensamientos...

Llevar la casa y ocuparse de la cocina no era muy emocionante despues de la vida que habia llevado los ultimos años, a veces resultaba aburrido y monotono, pero eso me habia permitido fortalecerme y lo mas importante estaba bien alimentada y preparada para cualquier cosa que pudiera sugir. Despues de preparar la cena me sente junto a los hombres sin decir nada, escuchando tan solo las preguntas y la conversacion que tenian. Realmente echaba de menos los libros, aprender y sobre todo la ciudad, pero hacia mucho que me pasaba esto, me habia echo a la idea de vivir asi ya entre los salvajes y no lo llevaba mal. 

De pronto algo me llamo la atencion y agudice mi oido mirando a todas partes. 

-Habeis oido eso?

Swen agarra entre su indice y pulgar la punta de la espada con naturalidad, como si fuera un objeto inocuo. Recorre con su mirada la hoja, luego el brazo y, finalmente, fija la vista en los ojos de Jorandash.

- Verdad, honor, grandes valores los que promulga Humakt y el héroe al que adoras. Pero... no tengo claro que entre sus valores estén la obediencia sin sentido. No todos los guerreros son siervos, algunos son líderes, ¿por qué te empeñas en servir a quién odias? Nosotros no tenemos elección. Yo ansío mi libertad, mi tierra, mis bosques... me ahogo en mi condena y no negaré que la acepto con desagrado. Miro hacia el futuro esperando que pase pronto sin tener que manchar mi alma.

Swen suelta el arma y agacha la vista sumiso esperando la reacción del guerrero. Sus palabras pretenden tantearlo sutilmente, acercarlo a su situación.

Swen, taciturno, deja hablar a los demás. Aunque parece que su actitud hacia el guerrero ha cambiado ligeramente los últimos meses sigue manteniendo cierta distancia, como esperando algo de él. Cuando no está le habéis visto discutir con el aire. Hoy tiene la mirada perdida en el infinito y parece no darse cuenta de lo que sucede alrededor.

-Comprendo que deseeis regresar a tus bosques, ya que ese es el mismo deseo que yo tengo por volver al puesto por el que nací. Yo no odio al Conde; Yo solo deseo que todo vuelva a ser como antiguamente. El conde es un buen hombre que está mal aconsejado. Se ha dejado corromper y necesita a alguien como yo a su lado para volver al camino de la rectitud.

No puedo soportarlo más y exploto.

- ¡Ese "pobre hombre" te ha enviado al fin del mundo para que unos convictos y traidores te rebanen el pescuezo mientras duermes! -mastico las palabras antes de escupirlas- ¡Ese pobre hombre es un degenerado, el último eslabón de una raza que se acerca a su final, drogada y cebada por los espías del Imperio Lunar! ¡Ese pobre hombre jamás permitirá que volvamos a Brolia de una pieza, aconsejado o no!

Le miro a los ojos muy serio, con un rictus de rabia en el rostro.

- Carmania no va a volver a los tiempos antiguos, Jorandash -asevero con voz firme- Está demasiado corrompida. Por eso me fui a Brolia, ahora me doy cuenta.

Hago un gesto como si recogiera aire de la sala y me lo llevara a los pulmones.

- Necesitaba respirar.

Mientras termino la frase, me levanto y voy hacia donde tengo la lanza. Cambio de tema y le pregunto a Loranda.

- ¿Qué has oído?

- Señor, no entiendo vuestra fijación por dicho cargo -Swen parece recordar dirigirse a él con respeto-. ¿Que os obliga a ostentarlo? ¿Vuestra familia o vos debéis algo al noble o los suyos y por eso pensáis en lo que era y no en lo que es? ¿Acaso he olvidado algo que ya nos hayas contado? -el chamán cambia la expresión su rostro compungido por su propia e inesperada locuacidad- Disculpad mi impertinencia, es mera curiosidad para ayudar a pasar el tiempo, si no deseáis contestar...

Y así deja las palabras en el aire esperando una respuesta que, quizá, sea el silencio.

Días y más días de caminatas monótonas por el infierno blanco han endurecido el ánimo de Kenvent aún más, si cabe, y el peligro de respirar una bocanada de aire gélido y mortal por la boca lo han hecho estar más callado que de costumbre, encerrado en pensamientos cada vez más lúgubres. ¿Es esto algo mejor que pudrirnos en una celda? -se dice a sí mismo a menudo-. Sí lo es, al menos estamos al aire libre y en movimiento. Pero seguimos siendo esclavos del perro sarnoso -se responde siempre a continuación, asquerosamente resignado.

Un día, de vuelta a la cabaña donde le espera la deliciosa comida que prepara Loranda, se queda rezagado un buen rato como de costumbre, mirando la tormenta de nieve, y reza a Orlanth para que infunda valor a sus compañeros y comprendan que hay que dejar de ser esclavos cuanto antes mejor.

Luego, al entrar en la cálida cabaña donde reina el aroma de la cena, se sorprende al oír a Erikand y a Aldar hablar a Jorandash sobre su futuro. Esboza una sonrisa irónica al comprobar que ha sido Erikand, el "preferido" del perro sarnoso, quien ha iniciado la conversación. Mientras se acerca a la mesa preparado para añadir más leña al fuego, la respuesta de Jorandash le deja patidifuso. La hipótesis de Jorandash parece tener sentido, pero ¿será otra elaborada mentira? ¿O creerá realmente en el valor de la verdad y la justicia como nos ha revelado por la mañana?

-¿Habéis oído eso? -dice Loranda de repente.
-Yo también lo he oído -añade Kenvent alarmado.

De repente todos guardais silencio y escuchais atentamente aquello que Loranda y Kenvent aseguran oír. Entre el sonido del viento y los crujidos del hielo llega a vosotros el sonido d elo que parece música; Tambores, instrumentos de viento y algunos cánticos lejanos vienen de la dirección del pueblo. Parece como si de pronto, en medio de la noche, se estuviera celebrando algún tipo de fiesta en sus calles.

Me rasco la cabeza algo alarmado.

- ¿Una fiesta? ¿Con este clima? ¿Alguien sabe algo de las costumbres locales? No me gustan nada los spolitas -refunfuño.

-Genial, una feria -digo levantando el dedo pulgar- en un sitio así nos conocimos casi todos.

Cojo un par de figuras talladas en madera, y les digo:

-Vamos a verla, puede ser divertido, tanto tiempo en este cuartel, ya comienza a tenernos oxidados en lo que eramos en un principio, además, siempre hay gente rara a la que conocer. Igual hay tiro con arco, y puedo conseguir algún premio. Hace mucho que no salimos de fiesta.