Partida Rol por web

El ansiado día a llegado, Sir Roderick manda a llamar a todos los jóvenes en edad de ser caballeros que están en sus dominios. La guerra se aproxima y el Rey necesita con urgencia caballeros que sean capaces de luchar por su reino. La reunión tendrá lugar en el castillo de Windsor.

Lady Ealasaid ha sido llamada pues Sir Roderick le prometió a su padre que le buscaría un buen esposo, lleva años aplazándolo, sin decidirse por un buen candidato, pero hay siete posibles candidatos, o los había, porque en los últimos días había desechado a un joven caballero bretón, Leomie, y a un joven caballero irlandés, Dunn. Las apuestas estaban con el joven caballero Caerwyn, de ser del agrado de Sir Roderick la boda se llevaría a cabo después de la investidura del joven. 

Memnoch iba a comenzar su servicio como mago de Sir Roderick, esperando así conseguir más poder y viajar para sus propios fines, era la primera vez que iba a Windsor y después de tantos años en la torre estudiando magia estaba desorientado, perdió todo el día intentando llegar a su destino, por suerte, el destino quiso que se encontrara con Lady Ealasaid, que estaba igual de perdida que él, en su intento de orientarse, encontraron a Llywelyn que había pasado por la misma calle cuatro veces ya.

La mala suerte parecía extenderse, pues un joven Hywell iba con sus mejores galas a su investidura cuando una mujer le lanza un orinal encima, manchando sus elegantes ropas y haciendo que su olor empeorase notablemente. Un joven no muy lejos, Alein, miraba la desgracia de aquel otro joven, por suerte, a él no le tiraron ningún orinal, pero ya se encargaron los pájaros de manchar sus ropas con sus heces.

Leomie había pasado muchas penalidades para llegar a donde estaba, iba acompañado de su hermana, ya que ésta sería entregada a algún noble para casarse, era el pacto que habían hecho, su hermana se casaría y él formaría a pasar parte de los caballeros del conde de Salisbury, iba charlando con su hermana de las penurias que habían pasado hasta llegar allí cuando al darse cuenta le faltaban cuatro denarios. ¡Le habían robado!

 Hoy iba a ser el día en que iba a comenzar mi servicio como mago de Sir Roderick, esperando así conseguir más poder y viajar para mis propios fines. También era el día en que varios jóvenes y no tan jóvenes serían nombrados caballeros y yo debía de estar presente en la ceremonia. Era la primera vez que iba a Windsor y después de tantos años en la torre estudiando magia estaba desorientado como un topo en un rio, perdí todo el día intentando llegar a su destino, por suerte, el destino quiso que me encontrara con Lady Ealasaid, una deliciosa criatura, que estaba en la misma situación que yo y nos ayudamos mutuamente a guiarnos, mientras yo disfrutaba de su placentera compañía. Por desgracia nos encontramos con un tal Llywelyn, que también estaba tan perdido como un sacerdote en un burdel, y su molesta compañía impidió que la dama y yo pudiéramos tener un rato a solas, lejos de su sequito.

Sorprendido quedó, cuando tras varias vueltas el lugar se le empezaba a hacer empalagoso. Ni una carme de mala calidad se le empezará a hacer tanta bola como aquellas cuatro casas y montones de ... Pero, la desgracia no viene sola. Un hombre meados, otro, que parece más pusilánime que hombre, y .... un ángel. No se podía imaginar que pudiera cruzarse en su vida con una chica tan bonita. Sus ojos la miraban casi descaradamente. Era complicado apartar la vista de ella ... pero la responsabilidad le empujaba más. Él era un hombre casto y discreto, pero aún así, quería hacercase a hablar con ella. Inspirió profundo y lo dejó estar; pero, aún así, no podía dejar de mirarla. De todas maneras, no serviría de gran cosa. Como buen tarro abierto de miel, tenía unos pocos moscardones revoloteando sobre ella, y no disponía de "espantabichos" adecuando en este momento ... y eso de ponerse a discutir un día de fiesta. Un día en el que se le confirmaba como caballero ... creía que no era lo adecuado. No podía ponerse a librar a aquella hermosura de tanto "pegajoso" sin estar demostrando cláramente que la estaban molestando. Si fuera así, si fueran un estorbo para ella, su hombría y su honor le harían pugnar por defenderla. 

- LLyw, espabila, que tienes que llegar al Castillo de Windsord para tu ceremonia.

Tras eso, sin quitarte la imagen de aquella bonita chica, preguntó al primer transeunte por allí, para llegar donde correspondía: - Ya está bien de hacer el tonto y de dar vueltas como un trompo de madera. - Perdone usted, ¿Cómo puedo llegard al Castillo de Windsord? .... por favord. Terminaba las frases con ese tono que le daba el poner la lengua sobre los dientes, aún con los labios pegados, y algunas palabras le salían con una "D" final .... que sin merecerla o ser lo correcto, le daban un tono característico de voz, como si fuera ... galés. - Hablabla bien hombre. Se dio cuenta que se le estaba escapando la lengua. Si tío le había hecho viajar bastante, sobre todo para eso, para perder el hacento, todo el tiempo que lo usó de escudero, así que, ya fallecido este, y con su espada en el costado, era el momento de tomar el relevo

El próximamente caballero sir Alein de Newton llegó a la ciudad, tapado con una capucha y un cubrepolvo que le habían protegido de la suciedad del camino. Al atravesar el arco de entrada, apuntalado por unas recientes reformas, respiró el nauseabundo olor de la gente acinada en el poco espacio propio de la ciudad.

Descabalgó y sus botas golpearon el suelo con fuerza, su armadura tintineó debajo de la capa llena e suciedad y ante las miradas de algunos transeuntes se retiró la capucha, lentamente se quitó también la capa y volvió a apretar el paso hacia el castillo. Algunas aves defecaron sobre sus ropajes mientras andaba por la adoquinada cuesta que llevaba a la residencia de Sir Roderick, saco el cubrepolvos de la funda de montura le doy la vuelta para dejar el interior a la vista, vierto un poco de agua del odre y me limpio las manchas blanquecinas.

Se suponía que aquel día sería especial pero había empezado como cualquier otro día. Mientras camino veo a un grupo variopinto delante de mi, en mitad de la calzada, una dama rodeada de lo que supongo sean aspirantes a caballero y aspirantes a enamorados.

Oigo a un caballero preguntando el camino al castillo, dudo unos segundos si acercarme y al final decido no hacerlo, continúo el camino pasando cerca del grupo, haciendo una gesto educado a la vez que respetuoso a la dama que allí se encuentra e ignorando totalmente al resto.

Una vez alejado de ellos hago una caricia en la crin a Simon y este relincha de forma breve. Sí Simon, si que era guapa.

Lady Ealasaid Cunningham había llegado en un carruaje que el buen Sir Roderick, un viejo amigo de su padre al que prometió encontrar un buen candidato para desposar a su hija.

Ayunque la joven había estado ya allí en varias ocasiones como Dama de la Corte, acompañando a su padre y en las diversas fiestas, seguía perdiéndose al encontrarse en un lugar tan grande y majestuoso. Además, la inquietud de haber dejado a Zoe y Paul solos junto con Molly, su madrastra, no le hacía gracia pues era bien cierto que Ealasaid no se fiaba nada de aquella mujer que se había desposado con su padre al poco de morir su madre y las muertes que siguieron a aquel enlace no hacían sino acrecentar los temores y la desconfianza de Ealasaid. 

Mientras estaba absorta en sus pensamientos e intentaba discernir la dirección a seguir a punto estuvo de chocar con un joven que había aparecido ante ella.*

- Discúlpeme milord, no le había visto... - Hizo una cortés reverencia de disculpa.

Al parecer aquel hombre también andaba algo perdido por lo que al final terminaron por buscar ambos el camino y en aquella misma búsqueda se toparon con otro caballero que también parecía perdido.

- Disculpe caballero... Si así lo gusta puede acompañarnos, entre todos encontraremos el camino... Permítanme también que me presente, soy Lady Ealasaid Cunningham. 

Hizo una reverencia ante ambos caballeros mientras se sentía extraña de estar rodeada por hombres desconocidos y sin la presencia de su padre u otro hombre de su familia. Es por eso que la joven Ealasaid mostraba una expresión y un gestos recatados y castos, pues no quería habladurías sobre ella. 

Mientras buscaban el camino observó a la distancia a otro caballero y cuando vio el gesto de él y su mirada le devolvió un educado saludo con su cabeza, esbozando una dulce sonrisa. La misma que tenía en su rostro en todo momento, una sonrisa que le confería ese halo de dulce e inocente belleza. 

Sir Leomie de Bretaña caminaba por las calles de Windsor apretando los dientes mientras tomaba a su hermana del brazo y la conducía hacia el castillo de forma protectora. La gente de este lugar había demostrado ser poco más que rufianes y bandidos que estaban dispuestos a meter las manos en los bolsillos de un caballero. Leomie deseaba encontrar a quien le haya robado y dejarlo en una mazmorra por una semana por su atrevimiento, pero claro eso no era posible. Se tendría que contentar con mantener los ojos bien abiertos.

Finalmente, el castillo se abrió paso por entre las callejuelas de Windsor. -Ahí está. - Anunció a su hermana en bretón mientras ambos se detenían para observar el lugar. La pareja de hermanos bretones era reconocible pues sus facciones eran estiradas al lado de los britanos del lugar, altos y delgados ambos en comparación, la mayoría diría que demasiado al punto que dejaba de ser tan estético y pasaba a ser un rasgo característico. -Fue duro, pero llegamos a destino. - Suspiró el joven caballero a su hermana Leilani, compartiendo su ansiedad de poner pie en las cortes britanas y ver qué les deparaba el futuro.

Lady Ealasaid sentía las miradas lujuriosas en ella, no era la primera vez que le ocurría, pero seguía incomodándole que hombres la mirasen tan descaradamente. 

Llywelyn había preguntado por la dirección y se la habían indicado, los tres os dirigíais hacia el castillo cuando un hombre fortachón de sonrisa risueña os encuentra, parece desorientado, como vosotros unos momentos antes, otra persona que se había perdido por las calles. 

En ese momento Bronn observa a Lady Ealasaid y la lujuria era patente en su rostro, uno más que había caído bajo la belleza de la dama

Llegáis al castillo de Windsor donde comenzáis a ver la ceremonia de investidura, en ese preciso momento dejaréis atrás vuestra vida de escudero para ser nombrados caballero

-Alein, adelantaos y arrodillaos ante el trono -dice el conde Roderick

Un sirviente coloca cerca la espada, la armadura, el escudo y las espuelas.

-Que todos los hombres sepan que yo, el conde Roderick de Salisbury he decidido elevar a Alein en virtud de su honor, lealtad, valor y habilidad con las armas, al alto rango de caballero. Alein, ¿juráis y reconocéis a Roderick de Salisbury como vuestro verdadero y legítimo señor feudal?

Llegáis al castillo de Windsor donde comenzáis a ver la ceremonia de investidura, en ese preciso momento dejaréis atrás vuestra vida de escudero para ser nombrados caballero

-Leomie, adelantaos y arrodillaos ante el trono -dice el conde Roderick

Un sirviente coloca cerca la espada, la armadura, el escudo y las espuelas.

-Que todos los hombres sepan que yo, el conde Roderick de Salisbury he decidido elevar a Leomie en virtud de su honor, lealtad, valor y habilidad con las armas, al alto rango de caballero. Leomie, ¿juráis y reconocéis a Roderick de Salisbury como vuestro verdadero y legítimo señor feudal?

De forma solemne, Leomie se acerca al conde para se envestidura, arrodillándose delante del mismo y cerrando los ojos. Sentía que toda su vida desembocaba en este momento, luego de tanto entrenamiento y seguir a otros caballeros como escudero. Sólo desearía que su madre y su padre estuviesen aquí para verlo, estaría seguro que su padre, que había comenzado como un simple guardia de ciudad, estaría lleno de orgullo.

-Yo, Leomie de Bretaña, reconozco al conde Roderick de Salisbury como mi señor feudal y juro servirle bajo los santos evangelios que me envisten. - Dijo repitiendo el juramento tal y como se hacía en su tierra natal, teniendo al Señor cristiano por encima de todo.

El conde Roderick se levanta y se acerca a ti

-Repetid conmigo: Yo, Leomie, juro solemenmente y prometo mi espada a Sir Roderick de Salisbury, mi señor feudal, para defenderle y obedecerle hasta que abandone sus tierras o la muerte me lleve, y mantener el honor de la caballería.

Sir Roderick espera que repitas las palabras antes de proseguir:

-Y yo, por mi parte, juro defender y honrar a Leomie como se merece un verdadero caballero- recibe la espada y te toca ligeramente en ambos hombros con ella-. Te nombro sir Leomie. Recibe ahora tus espuelas -te las entrega- tu derecho a armas apropiadas -te da el escudo-, y toma esta, mi espada -te ciñe la espada- a tu lado, para servirme y defenderme bien. Levantaos, sir Caballero.

Tanto el conde como los demás caballeros te acompañan afuera, donde esperan que completes el ritual del salto, que consiste en saltar en tu caballo con armadura y espada, muy pocas personas lo consiguen, pero sigue siendo una tradición, hay quien dice que al reírse de ti genera la primera unión de hermandad.

-Yo, Leomie, juro solemenmente y prometo mi espada a Sir Roderick de Salisbury, mi señor feudal, para defenderle y obedecerle hasta que abandone sus tierras o la muerte me lleve, y mantener el honor de la caballería. - Repitió exactamente las mismas palabras que el conde de forma solemne y esperó a que este diga su parte, recibiendo las armas y levantándose ungido como caballero, lleno de orgullo.

Leomie se calzó la armadura con la ayuda necesaria y salió afuera a hacer el rito del caballo, una tradición que se hacía de este lado del canal y que no entendía muy bien, pero tenía que saltar el caballo con armadura. Para el joven bretón, que no era tan voluminoso como la mayoría de los caballeros britanos, sería complicado, ya que la armadura pesaba. El caballero corrió hacia el caballo tomando carrera y puso sus manos en la parte de arriba del mismo, intentando impulsarse con las mismas mientras daba un saltito que quedó bastante corto por el peso del equipo que llevaba, y sólo llegó a poner la parte superior del pecho sobre el caballo antes de que la armadura le pesase tanto que cayó hacia atrás sin poder saltar sobre nada a la tierra.

Aquel día en Windsor había sido un gran día, habías conseguido que te hiciesen una rebaja en tus compras, habías ahorrado 66 denarios en tus compras. Era el día de tu investidura y parecía que todo estaba saliendo bien.

Llegáis al castillo de Windsor donde comenzáis a ver la ceremonia de investidura, en ese preciso momento dejaréis atrás vuestra vida de escudero para ser nombrados caballero, parece que has llegado antes que tu amiga Ealasaid y Ewan.

-Aidan, adelantaos y arrodillaos ante el trono -dice el conde Roderick

Un sirviente coloca cerca la espada, la armadura, el escudo y las espuelas.

-Que todos los hombres sepan que yo, el conde Roderick de Salisbury he decidido elevar a Aiden en virtud de su honor, lealtad, valor y habilidad con las armas, al alto rango de caballero. Aidan, ¿juráis y reconocéis a Roderick de Salisbury como vuestro verdadero y legítimo señor feudal?

Hywell no estaba de su mejor humor. Había esperado aquél día con expectación, pero aún no había puesto un pie en el castillo y ya estaba humillado; peor aún, estaba empapado y olía como un vagabundo. Se quitó y guardó como pudo las capas de ropa de las que pudo prescindir, salvo la camisa interior y las calzas*, y se lavó el pelo y la incipiente barba con el poco agua que llevaba encima; su aspecto ya no era tan horrible, pero aunque se cambiase de ropas aquél olor le seguía como la peste. Tendría que aguantarse y actuar con la dignidad que pudiera dadas las circunstancias.

Se encontró con el resto de aspirantes a caballeros y algunas damas dolorosamente consciente de que su primera impresión estaba muy lejos de ser buena. A pesar de todo intentó actuar con naturalidad (y mantenerse a 3 o 4 pasos de los demás). Una de las pocas lecciones que había aprendido de su madrastra era a no intentar disimular aquello que era evidente y a no mostrarse avergonzado, aunque lo estuviera. — Señores, damas. Perdonen que me presente de esta guisa, pero algún desaprensivo de por aquí debería aprender a dar un grito antes de arrojar desperdicios por su ventana. Si me excusan, me adelantaré al castillo para asearme y después podremos presentarnos como es debido. —

Ahora que por fin veía el camino directo al castillo tenía bastante prisa por llegar. Confiaba en que Sir Roderick sería comprensivo, y si tenía suerte además de asearse tal vez podría pedir prestadas unas ropas de repuesto para la ceremonia, o pagar por ellas; cualquier cosa antes que realizar la ceremonia oliendo a orines o medio desnudo.

Un joven de unos quince años de edad se acerca a ti y te ayuda a levantarte

-Buenas tardes mi señor, mi nombre es Jacob, seré vuestro escudero

Llegáis al castillo de Windsor, antes de comenzar con la ceremonia de envestidura vas a cambiarte de ropa, los sirvientes te prestan algo de ropa. Una vez aseado y en condiciones, te reúnes en la sala del trono, donde comenzáis a ver la ceremonia de investidura, en ese preciso momento dejaréis atrás vuestra vida de escudero para ser nombrados caballero

-Hywell, adelantaos y arrodillaos ante el trono -dice el conde Roderick

Un sirviente coloca cerca la espada, la armadura, el escudo y las espuelas.

-Que todos los hombres sepan que yo, el conde Roderick de Salisbury he decidido elevar a Hywell en virtud de su honor, lealtad, valor y habilidad con las armas, al alto rango de caballero. Hywell, ¿juráis y reconocéis a Roderick de Salisbury como vuestro verdadero y legítimo señor feudal?

La ceremonia empezó según llego al castillo, apenas tuvo tiempo de acicalarse para tal ilustre momento.

El heraldo ya me había presentado y sin dudarlo me acerqué y arrodillé. De los nervios me estaban temblando las piernas, sólo podía pensar en el ritual del salto posterior. Lo había practicado varias decenas de veces en casa pero ahora se le antojaba una hazaña casi imposible.

Así lo juro.

El alivio por poder verse limpio y bien vestido antes de la ceremonia se vio sustituido por el nerviosismo tan pronto como se arrodilló frente a Sir Roderick. Aguardó con impaciencia a que le llegase el turno de pronunciar el juramento. Notaba la boca seca, y solo podía rezar para que no se le atragantasen las palabras:

— Yo, Hywell de Winterbourne Gunnet, hago saber a todos los hombres presentes y por venir que reconozco a Roderick de Salisbury como mi señor feudal y juro prestarle ayuda, abiertamente y de buena fe, todos los días de mi vida, contra todos los hombres mortales; y que nunca retendré ni retiraré dicha ayuda mientras él esté de acuerdo en hacer cumplir mis derechos en su corte y hacer que sea juzgado por aquellos que deban ser mis jueces en la misma. —

Ya estaba dicho. En parte solo eran unas palabras aprendidas de memoria, pero le habían parecido solemnes y apropiadas. Ahora Sir Roderick terminaría la ceremonia...

El conde Roderick se levanta y se acerca a ti

-Repetid conmigo: Yo, Alein, juro solemenmente y prometo mi espada a Sir Roderick de Salisbury, mi señor feudal, para defenderle y obedecerle hasta que abandone sus tierras o la muerte me lleve, y mantener el honor de la caballería.

Sir Roderick espera que repitas las palabras antes de proseguir:

-Y yo, por mi parte, juro defender y honrar a Alein como se merece un verdadero caballero- recibe la espada y te toca ligeramente en ambos hombros con ella-. Te nombro sir Alein. Recibe ahora tus espuelas -te las entrega- tu derecho a armas apropiadas -te da el escudo-, y toma esta, mi espada -te ciñe la espada- a tu lado, para servirme y defenderme bien. Levantaos, sir Caballero.

Tanto el conde como los demás caballeros te acompañan afuera, donde esperan que completes el ritual del salto, que consiste en saltar en tu caballo con armadura y espada, muy pocas personas lo consiguen, pero sigue siendo una tradición, hay quien dice que al reírse de ti genera la primera unión de hermandad.