Partida Rol por web

Del lugar donde se acababa el rastro primero saltó un perro contra Sir Floridas que estaba más cerca del rastro. A continuación, vuestros compañeros salen de la nada, pero no están solos, tal y como habían dicho los escuderos, el mago Merlín se encontraba con ellos.

-Debo volver con el rey. Si tenéis problemas con el conde de Salisbury decidle que fue culpa mía -dijo Merlín antes de alejarse de vosotros para seguir su camino.

Sir Caerwyn aún estaba asumiendo todo lo que había pasado cuando salió de la espesura junto a sus compañeros y el mago Merlín.

—Ha sido un honor poder ayudar— dijo cuando Merlín se despidió, antes de acercarse a Keiran y palmearle el hombro con una ligera sonrisa de orgullo. No dijo nada, pero no hacía falta tampoco.

Entonces vio a Sir Alein, Sir Floridas y Sir Llywelyn y los saludó con un breve movimiento de cabeza. Dejando que otro tomara la palabra.

Sir Ewan salió sonriendo de la espesura, aún no terminaba de comprender lo que había pasado, ni tampoco como era posible que dar un paso en una dirección u otra los llevara al lago o la colina, pero su gesto reflejaba un orgullo que su modestia le impedía gritar a los cuatro vientos. 

- Ha sido un honor serviros, Maese Merlín - dijo con una reverencia antes de ir hacia donde se encontraban su escudero y los caballos, y enarcó una ceja sorprendido al ver a tres de los caballeros que habían decidido seguir con la patrulla. Lo extraño era que no estuvieran todos allí, aunque quizá habían mandado a los tres a buscarlos.

- Bienhallado Sir Alein, - dijo el de Dinton al caballero con el que más había tratado, y con el que tenía más confianza - ¿Ha sucedido algo con la patrulla? ¿Dónde está el resto de nuestros compañeros?

Dunn acompañaba a Merlín cuando se dieron de bruces con el resto de la patrulla que se había separado hacía unas horas. Con una sonrisa de satisfacción, asintió ante las palabras del mago. No os preocupéis por nos, maese Merlín.. creo que por hoy, se ha cubierto el cupo de aventuras inesperadas.. aunque no estaría mal rematar la jornada, con algo de sangre sajona.. jajaja! añadió con una de sus ya célebres carcajadas. Con una solemne reverencia de despidió del hechicero. Al reclinarse, podéis ver como Dunn lleva a la espalda un enorme de saco del que gotea sangre. Su contenido pesa tanto que el irlandés tiene que ir cambiando cada poco el hombro en el que cargar el bulto.

Mirando a sus compañeros, el júbilo del gaélico era más que evidente... Bien caballeros, creo que nos hemos ganado unos cuernos de hidromiel.. no todos los días se derrota a un gigante de tres ojos y a un jinete de varios brazos... aunque el resto de sus compañeros sonría tímidamente, la modestia impedía una celebración más obvia. Más no era así para el hijo de MacGollam, puesto que tal como dictaban los antiguas tradiciones y las sagas, toda gran victoria debería celebrarse para agradecer a los dioses y ensalzar la bravura de los guerreros.

El caballero apretó la mandíbula con fuerza cuando escuchó las primeras palabras de la dama, pues sabía perfectamente a lo que se refería. Por un momento, recordó como el vestido de Lady Ealasaid se había teñido de carmesí, y tuvo que apartar la mirada brevemente, reprimiendo una para nada casta maldición. Nadie se merecía algo así, mucho menos una dama como ella.

— Sé que las palabras ofrecen escaso consuelo, milady, pero —el caballero se quedó en silencio, suspirando. ¿Qué podía decirse en aquellos casos? Tragó en seco, y volvió a suspirar—... contáis con vuestro esposo, por encima de todo, y con amigos que os apoyarán a cada paso que deis. No me importunáis, Lady Ealasaid —concluyó.

Sin saber qué más decir, Caderyn acabó por colocarse cerca de la entrada, con gesto serio, casi solemne. Sintió un impulso de acercarse a la dama para enjugar sus lágrimas, pero se detuvo luego del primer paso. Aquello no era lo correcto, así que volvió a quedarse quieto, con gesto compungido. En última instancia, tomó el laúd y empezó a rasgar sus cuerdas con una melodía suave y tranquilizadora. Era lo menos que podía hacer por ella, aunque pararía si la dama lo deseaba.

Mientras los demás celebraban la victoria, yo pensaba entristecido en el pobre perro caído que había muerto protegiéndome. Acaricié al can restante, que lloriqueaba, echando ya de menos a su compañero, mientras le preguntaba a Merlín:

 - ¿Puedo preguntar de que iba esto?. ¿Quién nos atacó y por qué?.

 En ese momento mi perro comenzó a aullar, de manera lastimosa, como haciendo eco a mis palabras.

Sir Ewan se giró al escuchar la pregunta de Mnemoch, extrañado hasta que recordó que había quedado inconsciente tras el primer golpe. - Oh, es cierto, no lo visteis, una mano salió del lago, y entregó a Merlin una espada, una espada digna de un Rey. - dijo recordando el brillo que emitió la espada hasta que el mago la ocultó entre sus ropas. 

- No todos tenemos la suerte de poder cumplir con misiones tan trascendenteales.... Sacudió la cabeza.

- Pues estamos por algo más mundano, pero importante. Vemimos por el esposo, ya que Lady Ealasaid ha sufrido un desmayo tras leer una misiva. Su semblante se puso serio. - Regresemos urgentemente, ya que, terminada esa misión tenemos otros asuntos que antender. No quería mirar a nadie, y menos aún al marido, ya que no deseaba alarmarle más de lo necesario, pero, seguro que lo haría. Si le miraba, parecería que o le estoy acusando de algo o es algo más serio y podría correr de manera descontrolarda, y además, matarse en el camino.

Con tono serio y preocupado, Sir Floridas intervino: — Sir Edward, ¡aprisa! El resto de caballeros, si tenéis algo pendiente con Merlín, sentíos libres de finalizar vuestros compromisos. Ya tendremos tiempo de que nos contéis vuestras hazañas. Tras dar la noticia, Sir Floridas montó en su caballo y comenzó a deshacer el camino.

La aparición del perro de la nada sorprendió sobremanera al caballero de Newton, tanto que con la aparición de la silueta ya había sacado la espada y estaba preparado para luchar, sin embargo controló su miedo a tiempo de ver como comenzaban a surgir sus compañeros.

... Tsk.

Enfundó la espada pero su corazón todavía tardó un rato en recomponer su ritmo habitual.

Me alegro de que estéis bien. Dijo más convencido que nunca de que aquello sólo había sido una tremenda equivocación.

Sir Edward... Sir Alein pensó unos segundo cómo comunicarle la noticia y concluyó que no podía decirle la verdad de sopetón, lo mejor sería ir por pasos. Gracias a Dios Sir Llywelyn ap Gryddyd de Shrewton se me adelantó.

Puede que otro estuviera interesado en la figura de Merlín y su real propósito pero aquello había sido innecesario, pedir ayuda con aquellas falsas maneras no era del gusto del caballero de Dinefwr. En cuanto Sir edward se encaminó él se puso al lado, a forma de escolta.

Una amarga sonrisa se dibujó en su rostro tras las palabras de Sir Caderyn pues sabía que tenía razón pero ahora mismo echaba en falta a su esposo y tenía mucho que comunicarle...

Durante unos instantes su mirada quedó perdida más allá de aquella carpa pues poco a poco su mente comenzaba a reorganizarse y comprendía ahora la envergadura de cuánto había sucedido en su hogar... Ahora, ahora ella era la heredera de Idmiston...

La música comenzó a sonar, una melodía que hizo que su atención regresara al caballero y al presente. Esta vez sí sonrisa fue un poco más dulce, mirando a Sir Caderyn con gratitud mientras se apoyaba para escuchar la canción y acompañarle con su voz, aunque en un tono bajo.

Realmente parecía que aquel sencillo grado había logrado traer algo de calidez y calma al alma y al corazón de la dama.

Con las palabras de Sir Llywelynek rostro de Edward se ensombrece. Muchas desgracias son las que han acontecido a su mujer, y no puede mas que lamentar no hber estado a su lado en el momento de recibir malas noticias. 

Con cara decidida y turbia Sir Edward sigue a sus interlocutores. Parece lgo ausente pero sigue las indicaciones sin falla. 

Escuchar que Lady Ealasaid había recibido malas noticias hizo que todo lo sucedido antes perdiera color, ella era su más querida amiga, su hermana de otra sangre, y si algo le sucedía, era como si le sucediera a su familia. - Vamos Sir Edward, os acompaño - dijo apoyando la mano en la espalda del caballero para apuntalarlo. No se conocían hacía demasiado tiempo, pero saber que hacía feliz a Ealasaid para él era suficiente como para considerarlo un buen hombre y un amigo.

Cabalgó a su lado para asegurarse de que no perdiera el rumbo, - Lucas, - dijo a su escudero - Adelántate y avisa que ya vamos llegando, dile a Lady Ealasaid que su marido vuelve a ella sano y salvo.

-Secreto mi buen amigo -le responde Merlín a la pregunta de Memnoch-. Lo que habéis presenciado es un poco del futuro, el futuro de Britania.

Cuando Merlín se hubo marchado todos ponéis marcha hacia el campamento

Los caballeros que habían ido en busca de Sir Edward regresaron con todo el séquito, todos estaban de una pieza, aunque Sir Dunn llevaba un saco grande con sangre seca.

Lady Ealasaid se encontraba en el campamento médico, Sir Caderyn le hacía compañía tocando su laúd. Los ojos ojos de la joven estaban rojos por el llanto y su piel era pálida.

-El trabajo ha terminado muchachos, podéis regresar a casa

Caderyn se había mantenido a una distancia educada y protocolar de Lady Ealasaid, y cuando escuchó el sonido de los caballos, no tardó demasiado en salir de pabellón médico donde estaba. Sus ojos buscaron con rapidez a Sir Edward, y mientras éste se acercaba, lo interceptó con delicadeza, murmurándole unas cuantas palabras al oído, con gesto serio, para apartarse poco después, con gesto levemente compungido.

— Vuestra esposa ha recibido una carta desde Idmiston. Desconozco su contenido, pero ha causado una gran impresión en ella —hizo una pausa, inseguro de cómo proseguir, pero acabó por tragar en seco y volver a hablar—. Estoy seguro de que debería ser ella quien os lo diga, pero os merecéis saber que... ha perdido al pequeño —la voz del rubio se quebró momentáneamente, antes de aclararse la garganta—. Sé que sirve de poco, pero contáis conmigo para lo que podáis necesitar.

Dicho esto, Caderyn se apartó del camino de Sir Edward, con gesto ligeramente compungido.

Sir Caerwyn llegó junto al resto de campañeros que lo acompañaba. Su mirada de orgullo por las gestas, había quedado relegada a un segundo plano ahora que sabía que Lady Ealasaid estaba en apuros, pues admiraba a la dama y temía que alguien tan gentil y bueno como ella padeciera algún mal.

Unas notas armoniosas atrajeron su atención, pues reconocería esos acordes en cualquier parte. Al ver a Sir Caderyn tocando el laúd, el caballero sonrió sutilmente y suspiró aliviado, antes de que el de Tisbury los viera, haciendo que el semblante del de Berwick cambiara ante su proximidad. Por suerte, el de rubios cabellos fue a avisar con premura a Sir Edward, lo que era algo de esperar.

Caerwyn hizo que su montura se desviara del séquito y desmontó, con semblante serio a pesar de la preocupación que sentía. Negó con la cabeza y tras decirle a Keiran que había hecho un buen trabajo, el caballero se dirigió al campamento médico, aguardando afuera hasta que pudiera ver cómo estaba Lady Ealasaid, siempre que la dama y su esposo lo permitieran, por supuesto.

No sería una misión importante, el haber traido al marido, pero aquí estaban ya. Daba igual unas cosas u otras. Se sentía como si hubiera cumplido. Lo bueno es que empezaron las buenas noticias. El Viejo Maestro nos daba carta blanca y permiso para regresar a casa, así que, si no había nada más que hacer, por la misiva de Lady Ealasaid, se marcharía.

Esperó a ver que le decían de como se encontraba, ya feacientemente, y todo lo demás. Luego ya le diría a Noah de que partían de regreso.

Sir Ewan se quedó al lado de Sir Edward, brindándole apoyo, y cuando sus respectivos escuderos los ayudaron a descabalgar, lo acomañó hasta el campamento médico - Esperaré a que habléis con ella para ir a verla, y cualquier cosa que necesitéis, no dudéis en pedírmelo. - luego lo dejó ir y buscó a Sir Aidan, seguramente él sabría lo que había pasado con su amiga. No volvería a su señorío hasta saber cómo estaba, y si podía hacer algo por ella.