Partida Rol por web

-¡No los mandan a la batalla! -dijo Sir Elaine agarrandose a vuestro brazo, en su voz había cierto alivio con una mezcla de disgusto-. Estarán aquí, haciendo labores de vigilancia, patrullando simplemente, nada peligroso... quizás... podríamos convencer a nuestros esposos de que nos dejen ir con ellos

Miró a Lady Elaine con cierta sorpresa.

- Podríamos intentarlo... Quisiera poder ayudarles en cuanto pudiera... Aunque tampoco sé si sería prudente dejar el señorío de mi esposo y a su madrastra... Pero quizás, como hicimos una buena labor sanando sus heridas podamos acudir como apoyo a nuestro esposos y caballeros. 

Sir Caerwyn aceptó las palabras de Sir Madoc y del Conde con calma y serenidad. No iba a usar a Sir Floridas de escudo, no era apropiado y él mismo había hablado de más.

—Os pido disculpas por mi comportamiento, mi señor— asumió, inclinando cortésmente la cabeza a modo de arrepentimiento ante Sir Roderick, pues el Rey y sir Madoc ya habían abandonado la sala —. No volverá a ocurrir, lo juro— añadió, comprendiendo su error.

Ahora que ya conocía su misión, Sir Caerwyn aguardó nuevas directrices en silencio, pensando sobre lo ocurrido. No intervendría a no ser que alguien llamara su atención o su señor lo reclamase. Sin embargo, por un momento buscó disimuladamente a alguien en la sala, un rostro amable que lograba tranquilizar al caballero. Sir Caerwyn bajó la mirada y sonrió para sí.

- Por supuesto, Sir Roderick. Ya sabe que puede contar conmigo para la labor que considere más apropiada. - no había rastro de vergüenza en el rostro de Sir Floridas. Entendía que el honor estaba en mantenr sus juramentos, la valor, y lealtas, y que la fortaleza de su pueblo se encontraba en la unidad en el campo de batalla. Tomar objetivos estratégicos, cortar rutas de suministros, o capturar a los líderes más audaces del enemigo no le parecían movimientos deshonrosos, sino parte del arte de la guerra, aunque estaba claro que pocos de los caballeros en la sala pensaban igual.
La respuesta de Sir Madoc le sorprendió, puesto que en la anterior corte se había mostrado claramente complacido cuando caballeros vasallos habían intervenido abiertamente. Quizás en el último año su posición estaba en entre dicho tras los resultados de Mearcred Creek. En cualquier caso, no había duda de que su experiencia en batalla era superior, y le seguiría hasta las últimas consecuencias.
Miró a Sir Caerwyn, a quien respetaba desde que le viera cargar contra los sajones y abriera una brecha por sí mismo que casi le cuesta la vida. Sir Floridas hizo un pequeño gesto de apreciación, pues entendía que Sir Caerwyn había leído mejor la situación y quería rebajar antes de irritar a un irascible Sir Madoc.

—No tengo idea, amigo mío. — Le había respondido Leomie a Sir Dunn sobre la identidad de la mujer que había tomado su corazón, a lo cual no pudo evitar reír un poco. Era extrañamente particular ver al hombretón irlandés con una cara tan soñadora mientras quién sabe qué imágenes pasaban por su mente.

—Mira, ahí viene. — Susurró lo más discretamente posible cuando notó que Lady Ealasaid la traía para que el irlandés la conociese. Parecía que su mirada no había pasada indiscreta, y al igual que Lady Ealasaid hizo de tercera parte para la joven, Sir Leomie se paró junto con Sir Dunn para la presentación, a lo que luego una vez que intercambiaron las suficientes palabras se empezó a retirar justo como Lady Ealasaid hacía, también disculpándose y dejando a los Sir Dunn y Lady Amber sólos.

Por su parte, Leomie aprovechó para aproximarse al pretor Syagrius antes de que este también se retire. —Disculpe, preator, soy Sir Leomie de Bretaña, caballero al servicio de sir Roderick. Escuché de lo que esos malditos francos hicieron. Quiero decirle que lamento que esos salvajes tengan control de sus tierras, y que si así desea puedo contar de sus penas a mi familia en Bretaña. Nuestro reino es un antiguo enemigo de los franceses, y estarán emocionados con su historia. —

Merlín te hace un gesto para que acudas a él cuando termina el conde Roderick de saludaros

-Me he enterado que te has casado, ¿cómo te va la vida de casado? He estado hablando con el Conde Roderick, es un poco suspicaz en mantenerte en sus filas, cree que no eres de gran valía. No lo culpo, es reacio a tener druidas bajo su cuidado, es un hombre de armas, por eso quiero que los acompañes en sus deberes de guarnición, quiero que le demuestres que puedes llegar a ser alguien de utilidad. A no ser que prefiráis quedaros en la corte con vuestra esposa

 Con una sonrisa, le respondí:

 - La verdad es que, hasta ahora, la vida de casado ha sido bastante placentera. Sobre mi destino, iré donde más se me necesite. Pero si me dejasen elegir, prefería ir contigo, maestro, como antes, aprendiendo cosas nuevas de ti, si no te importa. Tengo la sensación de que todavía me falta mucho por aprender y las experiencias recientes solo han servido para confirmarlo.

-Recuerda que aunque sigues siendo un aprendiz ya no estás a mi cargo, ahora lo estás del conde de Roderick, y mi misión requiere que vaya solo, no puedes venir conmigo en esta ocasión

Miro a Caerwyn y me acerco a él. Me gustaría hablaros luego cuando tengáis disponible un momento, si tiene confianza con él puede convencer a Sir Ewan para que se nos una en el patio dentro de una hora más o menos.

Cuando Sir Alein se acercó, el caballero de Berwick esbozó una amable sonrisa.

—Sir Alein. Me alegra que podamos contar nuevamente con vos— dijo, pues sabía lo mal que lo estaba pasando el señor de Newton y, aún así, no iba a faltar a su juramento —. ¿Cómo están vuestros hijos?

Entonces, ante la petición de su compañero, Sir Caerwyn lo miró extrañado. 

—Puedo comentarle, mas me temo que vos tenéis más confianza con Sir Ewan que yo— de hecho, Sir Caerwyn evitaba que nadie se le acercara demasiado y aunque podría conversar y luchar junto a otros caballeros, el de Berwick se envolvía en el misterio —. Acudiré, pero... ¿puedo preguntaros el por qué de esta petición?

Dunn tomó la mano de lady Amber y buscó un sitio apartado, lejos de oidos indiscretos.. aunque tratándose de la corte no esperaba tener demasiada intimidad, sólo quería hablar y conocer a la joven que le había "hechizado"..

Siempre que el conde o el rey llamen y yo pueda andar o cabalgar... No llegó a acabar la frase y una imagen atravesó su mente, luego con unos segundos en silencio continuó la frase normalmente. Allí estaré sin faltar a mi juramento. Sonrió de forma un poco fingida, Sir Alein podía ser muchas cosas pero él no mentía, nunca, ni siquiera por omisión.

Bueno, los tres crecen por días, creo que cuando vuelva a casa a Gawain ya le habrá salido bigote. Esta vez Alein parece que ríe de forma sincera. Hemos podido contar con una mujer muy buena de la villa como ama de cría, así que en principio todo debería ir bien, aunque la desgracia en el señorío de Newton a veces pueda ser grande siempre salimos adelante más fuertes.

Entonces no se preocupe, hablaré yo mismo con Sir Ewan y se unirá a la pequeña reunión si dios quiere.

Bueno, no quiero ser de esos que se hacen de rogar, pero tendrá que acudir para saberlo. Alein no sabía por qué razón su humor mejoró de repente, pero el caso es que se encontraba sonriendo después de mucho tiempo. 

Discúlpeme, avisaré a Sir Ewan y luego he de hablar con cierta dama. Alein se aleja unos pasos y se acerca a Sir Ewan.

Sir Ewan, ¿Puedo robar unos segundos de su tiempo?

Edward estaba molesto por las palabras del Conde, sentía que le subestimaba al decir que no estaba preparado como otros caballeros del Rey. En Meacred Creek ya había probado su valía, pues había sido de los pocos hombres en no resultar gravemente herido en el campo de batalla y además ya había dado muerte a sajones. Sabía que podía ayudar más a Salisbury, a Logres, a Britania con labores de más importancia que patrullar el condado, pero pese a su molestia nada podía hacer, la decisión del conde estaba tomada. Así que en medio de su frustración le encontró un lado bueno a todo eso, no estaría tan lejos de su Ealasaid. Al pensar en eso fue a buscarla, era bueno que los vean juntos en la corte. 

Edward llegó junto a su esposa sin poder ocultar en su rostro lo frustración que sentía por las palabras del conde. Aunque al verla se esforzó por cambiar su expresión por una más amable. Le dio un tierno beso en la frente y comentó. —Querida, ¿cómo te ha ido con las damas? Tengo noticias que me parece serán de tu agrado.— 

-Y nosotras de las vuestras -intervino Elaine que se encontraba charlando con Lady Ealasaid-. Venga, no seáis tímida... decídselo

Caderyn se había mantenido al margen de la discusión, principalmente porque, como bien lo había dicho Sir Madoc (y luego confirmado Sir Roderick), ellos apenas eran caballeros vasallos que no tenían ni voz ni voto en las grandes decisiones del reino. Sin embargo, un brillo desafiante se hizo presente en su mirada cuando les fue informado que esta vez se quedarían haciendo trabajo de guarnición. El rubio no sabía si aquello era un castigo o no, de hecho lo dudaba bastante y seguramente esta decisión hubiese sido tomada de antemano, pero sentía que le habían arrebatado la oportunidad de buscar venganza una vez más contra los sajones. Cuando el hijo del Rey se marchó, Caderyn dejó salir un suspiro de exasperación y acabó por gravitar cerca de Sir Caerwyn, a quien saludó con un asentimiento.

— Vuestras palabras han sido acertadas, lo de Sir Madoc ha sido un arranque poco justificado —comentó en voz baja al caballero, esperando que sus palabras se escurrieran entre el barullo—. Me alegra veros en pie, Sir Caerwyn, ¿cómo os encontráis de vuestras heridas?

Aprovechó para saludar a Lady Ealasaid con la cabeza, gentilmente, y también para tener una mejor vista de las damas. Después de todo, aquella visita a la corte podía servir para algo más, pues Caderyn, al igual que el resto de caballeros, ya estaba en edad y casi deber de casarse, como ya habían hecho algunos.

Sonrío ante la cercanía de su esposo acariciando muy sutilmente su costado mientras recibía su tierno beso.

- Bien, comentando los últimos chismes de la Corte... Ya sabes, lo de siempre... 

Las palabras de Lady Elaine, unidas a las de su esposo ampliaron su sonrisa.

- Cierto... Hemos escuchado que no iréis a la batalla... Puedo imaginar que eso no es agrade demasiado pero... - Lo miró algo tímidamente - Nos permitiría pasar más tiempo juntos, unidos... Especialmente si podemos acompañaros y esperaros en el campamento mientras patrulláis... - Se elevó ligeramente para susurrarle algo al oído - Y seguir buscando a nuestro heredero... 

Tras recibir el beso de su esposo, comentar con él y Lady Elaine algunas cosas y susurrarle algo al oído de su esposo, se separó ligeramente de éste con una sonrisa.

Al sentir unos ojos sobre ella miró en dirección a Sir Caderyn y le devolvió el saludo con un cabeceo y una sonrisa para después dedicarle otro igual a Sir Caerwyn. 

Sir Alein fue personalmente a hablar con Sir Ewan. El caballero de Berwick no sabía si acudir o no a esa reunión, así que cuando Caderyn se le acercó agradeció la distracción que supuso su presencia. Eso sí, instintivamente cruzó los brazos sobre el pecho.

—Agradezco vuestras palabras— dijo también en voz baja, asintiendo con la cabeza —, pero es cierto que debí aguardar y no intervenir— añadió —. Sobre todo delante de nuestro Rey.

En aquel momento, devolvió la sonrisa a la dama antes de volver su atención hacia el caballero que lo acompañaba.

—Los cambios de tiempo, sobre todo en el invierno, me traen recuerdos del dolor— musitó, torciendo el gesto, antes de mirar al señor de Tisbury y sonreír sutilmente —. Pero me recuperaré, gracias por preguntar.

Se quedó en silencio un instante, pensativo. Incluso llegó a apretar los labios como si sopesara si añadir algo o no a la conversación. Así que le hizo un gesto a Sir Caderyn para que lo acompañara lejos de oídos indiscretos.

Caderyn iba a responder algo, pero ante la petición de Sir Caerwyn acabó por asentir y caminó junto al caballero, alejándose de la sala de la corte con las manos entrelazadas detrás de la espalda. Tenía un atisbo de interrogante en el rostro.

Cuando consideró que podría hablar con más tranquilidad, detuvo sus pasos y miró al caballero de Tisbury.

—Espero no importunaros— había cierto nerviosismo en su voz, aunque era bien sabido que Caerwyn no era muy dado a tratar con los demás —. Quería daros las gracias por haber acompañado a Cathleen— dijo, desviando ligeramente la mirada —. Causasteis una buena impresión en ella y habla maravillas de vos— sonrió de medio lado —y de vuestra maestría con el laúd.