Partida Rol por web

27 de Caminero, Año 1040. Fortaleza Damalba

El día antes del solsticio de verano pasó con muchos nervios entre los Aprendices de la Fortaleza Damalba. Al día siguiente les dirían si habían superado los exámenes de admisión y si podrían recitar el Juramento de la Guardia, en la noche más corta del año. Este Juramento les uniría a la Guardia durante un año entero, en el que tendrían que obedecer las órdenes de sus superiores. Todos los miembros de la Guardia lo repetían cada año, y desde todos los puntos de las Frondas estaban reuniéndose los miembros actuales para renovar sus votos.

La Fortaleza se llenó de patrulleros: la Guardia de las Arboledas estaba formada por casi una centena de patrulleros, pero no todos renovarían sus votos. Algunos habían decidido casarse y formar una familia, o dedicarse a algún proyecto personal. Pero incluso ellos llegarían para despedirse de los viejos camaradas con los que habían forjado lazos de amistad imperecedera. Una vez Guardia, siempre Guardia, se decían los unos a los otros. Y esto servía en no poca medida como elemento de unión entre miembros de familias que, de otro modo, podrían llegar a estar enfrentadas entre sí.

Esto, por supuesto, supuso más trabajo para los Aprendices. Corrían de acá para allá preparando habitaciones, montando mesas y sillas, ayudando en la cocina, llevando mensajes y, en general, preparando la Fiesta del Juramento. Además, tenían que aguantar las chanzas de los Guardias que, al menor error, se ocupaban de soltar gracietas tipo "uy, uy, uy, si no sabes poner la mesa, dudo que te acepten en la Guardia" o "vaya, vaya, qué modo de usar la fregona, ¿será igual de bueno con la espada? Ummm... no, no lo creo". Era mejor tomárselo con buen humor, porque si los veteranos veían que los Aprendices se picaban... se metían aún más con ellos.

Al fin, llegó la noche. Agotados, los jóvenes Aprendices se fueron a dormir, esperando que, al día siguiente, les dijeran por fin si los aceptaban o no.

Todo sucedió muy deprisa.

En mitad de la noche, Chauncey notó cómo unas manos de hierro le sacaban de la cama y le tiraban al suelo. A pesar de sus esfuerzos (y se esforzó mucho), lo inmovilizaron, le pusieron un trapo en el cuello para que no pudiera gritar pidiendo ayuda y le ataron las manos a la espalda. Después de ponerle una capucha sobre la cabeza, lo sacaron de su pequeña habitación y se lo llevaron por los pasillos de la Fortaleza.

- Más te vale que no intentes huir, Rojo. O será lo último que hagas. - dijo una voz a su espalda. Chauncey pudo oír unas risas ahogadas procedentes del resto de sus secuestradores.

Después de llevar meses en Damalba, el hobbit sabía bastante bien por donde estaban yendo, pero se sorprendió al llegar al gran salón y notar cómo comenzaban a avanzar por un pasillo... que no debería estar ahí. ¿Era una entrada secreta? Avanzó en la oscuridad durante un tiempo indeterminado (no ayudaba nada el no poder ver por dónde iba) hasta que parecieron llegar a una sala más grande. Olía a animal. Ponis. 

- Sube, Rojo. Vamos a dar un paseo. 

Y vaya si dieron un paseo. Le subieron al poni y tuvo que esforzarse para no caerse, porque no le desataron las manos. Salieron de la Fortaleza, pues a su alrededor se podían escuchar los ruidos de los animales y las criaturas de la noche. Hacía frío, pues debía ser noche cerrada. Cabalgaron durante lo que le parecieron horas, y aunque al principio avanzaron por un camino de piedra (¿cuál? Había caminos que se alejaban hacia el este, el norte y el sur de la Fortaleza Damalba...), en un momento dado lo abandonaron.

Al fin, le hicieron descabalgar. Le guiaron campo a través y a Chauncey le pareció notar que entraban en algún tipo de edificio. Bajaron por unas escaleras, avanzaron unos metros y giraron a la izquierda. Después, otro giro y un empujón. Dejaron a Chauncey allí, y el hobbit escuchó cómo detrás suyo cerraban una puerta. 

El joven Aprendiz se encontró tirado en el suelo, amordazado y con las manos atadas.

¡Pero el joven Rojo no iba a dejarse vencer tan fácilmente! En un momento dado, cuando notó que estaban cabalgando por un camino estrecho en la ladera de una colina, ¡aprovechó un descuido de sus raptores y se arrojó de su poni! Rodó por la ladera de la colina, dándose porrazos y trompicones, y le pareció escuchar las voces de sus captores: "¡Rojo! ¡Rojo! ¡Eh, que se escapa!"

Y vaya si se escapó. Al caer, la capucha que cubría su cabeza se desató y le permitió ver que estaban en mitad del campo, lejos de la fortaleza Damalba. Se había tirado por una ladera empinada y no se había abierto la crisma por pura suerte. Ahora estaba en el fondo de un pequeño valle y pudo ver que, arriba en el camino, algunos de sus secuestradores estaban empezando a mirar hacia abajo y tratando de bajar a por él.

¡Pero no se lo pondría fácil! Aún con las manos atadas a la espalda, ¡Chauncey Rojo no se rendiría! 

El intrépido hobbit se puso a correr en dirección a una zona arbolada donde poder esconderse...

Todo sucedió muy deprisa.

En mitad de la noche, Freddy notó cómo unas manos de hierro le sacaban de la cama y le tiraban al suelo. A pesar de sus esfuerzos, lo inmovilizaron, le pusieron un trapo en el cuello para que no pudiera gritar pidiendo ayuda y le ataron las manos a la espalda. Después de ponerle una capucha sobre la cabeza, lo sacaron de su pequeña habitación y se lo llevaron por los pasillos de la Fortaleza.

- Más te vale que no intentes huir, Trillo. O será lo último que hagas. - dijo una voz a su espalda. Freddy pudo oír unas risas ahogadas procedentes del resto de sus secuestradores.

Después de llevar meses en Damalba, el hobbit sabía bastante bien por donde estaban yendo, pero se sorprendió al llegar al gran salón y notar cómo comenzaban a avanzar por un pasillo... que no debería estar ahí. ¿Era una entrada secreta? Avanzó en la oscuridad durante un tiempo indeterminado (no ayudaba nada el no poder ver por dónde iba) hasta que parecieron llegar a una sala más grande. Olía a animal. Ponis. 

- Sube, Trillo. Vamos a dar un paseo. 

Y vaya si dieron un paseo. Le subieron al poni y tuvo que esforzarse para no caerse, porque no le desataron las manos. Salieron de la Fortaleza, pues a su alrededor se podían escuchar los ruidos de los animales y las criaturas de la noche. Hacía frío, pues debía ser noche cerrada. Cabalgaron durante lo que le parecieron horas, y aunque al principio avanzaron por un camino de piedra (¿cuál? Había caminos que se alejaban hacia el este, el norte y el sur de la Fortaleza Damalba...), en un momento dado lo abandonaron.

Al fin, le hicieron descabalgar. Le guiaron campo a través y a Freddy le pareció notar que entraban en algún tipo de edificio. Bajaron por unas escaleras, avanzaron unos metros y giraron a la izquierda. Después, otro giro y un empujón. Dejaron a Freddy allí, y el hobbit escuchó cómo detrás suyo cerraban una puerta. 

El joven Aprendiz se encontró tirado en el suelo, amordazado y con las manos atadas.

Todo sucedió muy deprisa.

En mitad de la noche, Ricciardo notó cómo unas manos de hierro le sacaban de la cama y le tiraban al suelo. A pesar de sus esfuerzos, lo inmovilizaron, le pusieron un trapo en el cuello para que no pudiera gritar pidiendo ayuda y le ataron las manos a la espalda. Después de ponerle una capucha sobre la cabeza, lo sacaron de su pequeña habitación y se lo llevaron por los pasillos de la Fortaleza.

- Más te vale que no intentes huir, Filoargento. O será lo último que hagas. - dijo una voz a su espalda. Ricciardo pudo oír unas risas ahogadas procedentes del resto de sus secuestradores.

Después de llevar meses en Damalba, el hobbit sabía bastante bien por donde estaban yendo, pero se sorprendió al llegar al gran salón y notar cómo comenzaban a avanzar por un pasillo... que no debería estar ahí. ¿Era una entrada secreta? Avanzó en la oscuridad durante un tiempo indeterminado (no ayudaba nada el no poder ver por dónde iba) hasta que parecieron llegar a una sala más grande. Olía a animal. Ponis. 

- Sube, Filoargento. Vamos a dar un paseo. 

Y vaya si dieron un paseo. Le subieron al poni y tuvo que esforzarse para no caerse, porque no le desataron las manos. Salieron de la Fortaleza, pues a su alrededor se podían escuchar los ruidos de los animales y las criaturas de la noche. Hacía frío, pues debía ser noche cerrada. Cabalgaron durante lo que le parecieron horas, y aunque al principio avanzaron por un camino de piedra (¿cuál? Había caminos que se alejaban hacia el este, el norte y el sur de la Fortaleza Damalba...), en un momento dado lo abandonaron.

Al fin, le hicieron descabalgar. Le guiaron campo a través y a Ricciardo le pareció notar que entraban en algún tipo de edificio. Bajaron por unas escaleras, avanzaron unos metros y giraron a la izquierda. Después, otro giro y un empujón. Dejaron a Ricciardo allí, y el hobbit escuchó cómo detrás suyo cerraban una puerta. 

El joven Aprendiz se encontró tirado en el suelo, amordazado y con las manos atadas.

Todo sucedió muy deprisa.

En mitad de la noche, Declani notó cómo unas manos de hierro le sacaban de la cama y le tiraban al suelo. A pesar de sus esfuerzos, la inmovilizaron, le pusieron un trapo en el cuello para que no pudiera gritar pidiendo ayuda y le ataron las manos a la espalda. Después de ponerle una capucha sobre la cabeza, le sacaron de su pequeña habitación y se la llevaron por los pasillos de la Fortaleza.

- Más te vale que no intentes huir, Raizalta. O será lo último que hagas. - dijo una voz a su espalda. Declani pudo oír unas risas ahogadas procedentes del resto de sus secuestradores.

Después de llevar meses en Damalba, la hobbit sabía bastante bien por dónde estaban yendo, pero se sorprendió al llegar al gran salón y notar cómo comenzaban a avanzar por un pasillo... que no debería estar ahí. ¿Era una entrada secreta? Avanzó en la oscuridad durante un tiempo indeterminado (no ayudaba nada el no poder ver por dónde iba) hasta que parecieron llegar a una sala más grande. Olía a animal. Ponis. 

- Sube, Raizalta. Vamos a dar un paseo. 

Y vaya si dieron un paseo. La subieron al poni y tuvo que esforzarse para no caerse, porque no le desataron las manos. Salieron de la Fortaleza, pues a su alrededor se podían escuchar los ruidos de los animales y las criaturas de la noche. Hacía frío, pues debía ser noche cerrada. Cabalgaron durante lo que le parecieron horas, y aunque al principio avanzaron por un camino de piedra (¿cuál? Había caminos que se alejaban hacia el este, el norte y el sur de la Fortaleza Damalba...), en un momento dado lo abandonaron.

Al fin, la hicieron descabalgar. La guiaron campo a través y a Declani le pareció notar que entraban en algún tipo de edificio. Bajaron por unas escaleras, avanzaron unos metros y giraron a la izquierda. Después, otro giro y un empujón. Dejaron a Declani allí, y la hobbit escuchó cómo detrás suyo cerraban una puerta. 

La joven Aprendiz se encontró tirada en el suelo, amordazada y con las manos atadas.

Todo sucedió muy deprisa.

En mitad de la noche, Zinnia notó cómo unas manos de hierro le sacaban de la cama y le tiraban al suelo. A pesar de sus esfuerzos, la inmovilizaron, le pusieron un trapo en el cuello para que no pudiera gritar pidiendo ayuda y le ataron las manos a la espalda. Después de ponerle una capucha sobre la cabeza, le sacaron de su pequeña habitación y se la llevaron por los pasillos de la Fortaleza.

- Más te vale que no intentes huir, Hidalgo. O será lo último que hagas. - dijo una voz a su espalda. Zinnia pudo oír unas risas ahogadas procedentes del resto de sus secuestradores.

Después de llevar meses en Damalba, la hobbit sabía bastante bien por dónde estaban yendo, pero se sorprendió al llegar al gran salón y notar cómo comenzaban a avanzar por un pasillo... que no debería estar ahí. ¿Era una entrada secreta? Avanzó en la oscuridad durante un tiempo indeterminado (no ayudaba nada el no poder ver por dónde iba) hasta que parecieron llegar a una sala más grande. Olía a animal. Ponis. 

- Sube, Hidalgo. Vamos a dar un paseo. 

Y vaya si dieron un paseo. La subieron al poni y tuvo que esforzarse para no caerse, porque no le desataron las manos. Salieron de la Fortaleza, pues a su alrededor se podían escuchar los ruidos de los animales y las criaturas de la noche. Hacía frío, pues debía ser noche cerrada. Cabalgaron durante lo que le parecieron horas, y aunque al principio avanzaron por un camino de piedra (¿cuál? Había caminos que se alejaban hacia el este, el norte y el sur de la Fortaleza Damalba...), en un momento dado lo abandonaron.

Al fin, la hicieron descabalgar. La guiaron campo a través y a Zinnia le pareció notar que entraban en algún tipo de edificio. Bajaron por unas escaleras, avanzaron unos metros y giraron a la izquierda. Después, otro giro, y la hobbit pudo notar cómo la ataban las manos a unos grilletes que colgaban de una pared, dejando sus brazos apuntando hacia arriba.

- Amanecerá dentro de cinco horas, Hidalgo. - dijo una voz susurrante que no supo reconocer. - Más te vale estar en Damalba para entonces...

Le ajustaron de algún modo la mordaza, aunque a Zinnia le pareció que no la habían apretado muy bien. Después le quitaron la capucha, pero al principio no pudo ver nada, salvo un ventanuco por el que entraba un brillo mortecino y unas figuras encapuchadas que abandonaban la sala y cerraban la puerta tras de sí.

No, la hobbit no se lo había esperado. Durante la fiesta nocturna previa al Juramento había reído, hacía cantado, había incluso habido algo de chanzas con los Guardias que habían intentado meterse con ella, quien se las había devuelto con humor y picardía tan bien como podía. Al final, había terminado más agotada de lo que había esperado, teniendo en cuenta el esfuerzo realizado en la mañana contra el maestro Bolter y el resto de actividades. Así que se había quedado profundamente dormida sin que nada pudiera impedirlo.

Ahora estaba... Bueno, no tenía idea de donde estaba. No era al aire libre, al menos eso lo sabía. Ya no quedaba rastro de sueño, teniendo la adrenalina en las venas bombeando sin parar. Controlando sus respiración por la nariz, procuró calmarse, inhalar, exhalar. Primero intentó comprobar la presión de la cuerda en sus muñecas. Declani era delgada y hábil, aunque en ese momento se encontraba en desventaja al no poder ver el nudo. Tendría que intentar sentirlo con sus dedos, y ver si las ataduras estaban lo suficientemente sueltas para intentar desatarlo o para, moviendo las muñecas con cuidado, hacerlas aún más sueltas para poder liberar sus manos.

Ricky yacía sobre el suelo aún aturdido por el paseíto y sus bruscos transportistas, acostado boca arriba paso sus brazos maniatados por debajo de sus piernas, encogiendo estas para poner nuevamente sus manos por delante de él, sentarse en el suelo y quitarse el saco que cubría su cabeza. La prioridad era recuperar la visión de momento y ubicarse en su entorno.

Zinnia no se podía creer que fuera a convertirse algún día en Guardia de la Arboleda. Y eso que se tiró de cabeza a la aventura por un romance un poco idílico y sin sentido, aunque para ella tenía todo el sentido del mundo. Sin embargo, nunca se imaginó que llegaría a gustarle la posibilidad de ser una auténtica guardia, era tan distinto a lo que se postulaba en su familia... Fantaseaba con la idea de sus padres hablando del a pequeña Zinny ¡Una auténtica Guardia de la Arboleda!" eso le hacia sonreír incluso con las pullas de los compañeros que iban a celebrar y fastidiaban a novatos como ella.

Se preocupó por su querido Ricky, cuando lo tumbaron en las pruebas, aunque reaccionó tarde, estuvo a su lado hasta su recuperación, o al menos saber que seguía vivo, consciente, y no le habían aflojado ningún tornillo a su querido. Siempre tratando de ocultar esta pasión por Filoargento a ojos de los demás, claro. Pero a Zinnia se le daba bien escaparse.

Pero no se esperó en lo absoluto que en la noche, la secuestraran.

Sin duda, todo ocurrió muy deprisa. Apenas tuvo tiempo de asimilar, adormilada, lo que ocurría pues le taparon los ojos. Le dijeron que no tratara de huir, y esa amenaza le sonó bastante personal, por lo que quien la estuviera secuestrando sabía que a la hobbit se le daba bien las huidas. O simplemente, fue una amenaza base, para que se portara bien. Sintió el abrigo de la noche, el olor del exterior y de los animales, además de sus propios asaltadores. No había tiempo para entrar en pánico, o perder los nervios con reacciones emotivas, tenía que pensar, y tenía que ser rápido. ¿Cómo podía escapar?

Olfateó tratando de captar algo más allá de los asaltadores enfundados en corazas de hierro, cuero, pelo de animal; quería saber si estaba sola, si alguno de sus compañeros hobbits la acompañaba en la caminata, que a medida que pasaba el tiempo sin recibir ninguna clase de ayuda, peor pintaba la cosa. También intentó quedarse con los olores del camino, para saber si el lugar le era familiar, o al menos reconocer el camino de vuelta con los olores de las flores, arboles, y vegetación en general.

También memorizó los giros y los cambios de rumbo, que pudo, ya que estaba muy desorientada, intentó no dejarse guiar por el ritmo de su corazón, que agitado la ponía nerviosa a cada paso que daban.

Cuando bajó de animal y entró en el edificio, se temió lo peor, si en el camino ya nadie había ido a salvarla, ahora salir del embrollo si que corría de su cuenta. Intentó detectar esa voz, meterla en su registro de voces conocidas pero no supo encajarla. Tampoco supo encajar la amenaza. ¿Cinco horas para el amanecer? ¿Damabla? ¿Dónde diablos estaban?

Gruñó un poco cuando le pusieron los grilletes y se dio cuenta que no había dicho nada en todo el tiempo. Ni se quejó, ni hizo preguntas, decidió enfocar todos sus sentidos a sonidos y olores. La mordaza le molestó al principio, luego la sintió más ligera. Cuando le quitaron por fin la capucha, sus ojos parpadeaban, aunque debido a su color se acostumbró pronto a la oscuridad, -que era bastante- fijándose en el único punto de luz que se filtraba por el sitio donde ahora se encontraba.

Pudo fijarse en como las figuras encapuchadas la dejaban allí sola. Esperó unos pocos minutos y aprovechó para analizar el lugar donde se encontraba, si tenía escapatoria mas allá de la pequeña ventana o la puerta. Cuando terminó de observar, trató de quitarse la mordaza a base de movimientos de cabeza, nariz y boca, incluyendo dientes y lengua. Mientras trabajaba en ello -aunque no sabía si era del todo buena idea- se miró los grilletes de las muñecas e hizo un análisis de posición y sujeción de las mismas conforma a su anatomía. Movió las manos y los codos, viendo si podía soltarse de alguna manera, encajando el dedo pulgar hacia dentro para ver si podía deslizarse.

Chistó con la lengua y movió bruscamente los brazos para intentar zafarse pero sin hacerse daño, aún era pronto para romperse las muñecas. - ¡mmrmmdmm! - Se quejó.

A pesar de los esfuerzos por orientarse de la mejor forma posible tratando de intuir a donde lo conducían, después de un rato Freddy cesó en su empeño, pues ya ni siquiera se encontraban dentro de la Fortaleza cuando hicieron un corto trayecto cabalgando hasta otra estructura completamente irreconocible en las condiciones en las que lo llevaban. Allí acabó finalmente el trayecto, siendo arrojado al suelo y dejándolo aparentemente encerrado, tras oír el ruido de una puerta cerrándose a sus espaldas.

Aun tardó unos segundos en pensar qué iba a hacer, mientras recuperaba el aliento y trataba de calmar su respiración y la sensación de que el corazón se le iba a salir del pecho. Una vez estuvo seguro de que no estaban cerca sus misteriosos captores (o al menos no podía intuir su presencia cerca), se puso de pie con calma y trató de liberarse de la capucha con la que le habían cubierto la cabeza como mejor pudo, puesto que encontrarse con las manos atadas solo servía para dificultar dicha acción. Por el momento se conformaba con liberar su visión, para poder observar cuanto antes dónde lo habían encerrado y así valorar su situación para buscar posibles modos de huir de allí.

El nudo, por suerte, no parecía demasiado complicado de deshacer. No era sencillo, pero tampoco del todo imposible. Con un poco de suerte, Declani pensó que lo lograría desatar.

Con un ágil movimiento, Ricciardo logró sentarse en el suelo y quitarse el saco y la mordaza que le habían puesto sus captores. Al quitarse el saco, se asustó al comprobar que no veía nada. Se puso en pie con dificultad y comenzó a andar, hasta comprobar que estaba en una especie de celda cuadrada, de apenas unos metros de ancho, con paredes de piedra y suelo de tierra. En una de las paredes había una recia puerta de roble, y le pareció distinguir un tenue brillo por debajo de la puerta, como si se filtrara una tenue luz del exterior

La hobbit pelirroja comenzó a trastear con el nudo con mucho cuidado, lo último que quería era terminar de apretar más aquel nudo por estar tirando del lado incorrecto de la cuerda. Sin embargo, una vez que supo exactamente por medio del tacto cómo estaba compuesto, sólo bastaron unos pocos minutos para sentir como sus manos se deslizaban fuera de las cuerdas, haciéndole soltar un "¡Ajá!", que como estaba aún amordazada en realidad sonó a -¡Hmhm!-. Se llevó las manos a la cabeza para quitarse la mordaza y descubrirse también los ojos, de manera que pudiera percibir por fin en donde se encontraba...

Desgraciadamente, después de quitarse la capucha, la cosa no mejoró mucho. Freddy descubrió que estaba en un sitio oscuro como la boca del lobo y por un momento sintió mucho miedo. Pero a medida que sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, comenzó a ver una pequeña rendija de luz en el suelo, frente a él. Se movió hacia allí con cuidado y vio que se trataba de una puerta de roble macizo y que por la parte de abajo se colaba una tenue luz desde el exterior. Caminando lentamente a su alrededor, comprobó que se encontraba en una pequeña celda cuadrada de paredes de piedra, y que la puerta por la que se filtraba la luz parecía la única salida.

A medida que forcejeaba para librarse de sus cadenas, los ojos de Zinnia se fuero acostumbrando a la oscuridad. Por el ventanuco que se encontraba a su izquierda se podía ver entrar la luz de la luna, iluminando lo que parecía un largo pasillo, en cuyo centro la habían dejado atada a los grilletes. 

¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Y quién eran sus captores? Mientras todas estas preguntas se agolpaban en su cerebro, Zinnia fue consciente de que le iba a ser casi imposible quitarse los grilletes. Aunque la mordaza, igual sí que resultaba más sencillo...

Después de tirar la cuerda al suelo y masajearse las muñecas, Declani se quitó el saco que le cubría la cabeza y la mordaza y pudo ver... nada en absoluto. Se encontraba en algún sitio completamente a oscuras, lo cual al principio fue bastante aterrador. Pero mientras trataba de calmarse sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, y vio que había una pequeña rendija de luz cerca del suelo. Al acercarse hacia allí con cuidado, comprobó que era la parte inferior de una puerta de roble macizo, por la que se filtraba una suave luz.

Examinando el lugar con cuidado, se percató de que se encontraba en una pequeña celda de paredes de piedra.

Ostras.

La oscuridad total no era para nada divertida, y aún cuando Declani no fuera claustrofóbica la sensación de encierro caló fuerte en su espina dorsar. Brrrr. Lo primero que llamó su atención fue la casi invisible línea que le aseguraba que no, no estaba en una habitación tapiada sin salida, aún si era lo primero que le había llegado a la cabeza.

Se tiró al suelo, intentando ver o escuchar alguna cosa de debajo de la rendija, antes de dedicarse a examinar tan bien como podía aquella habitación. ¿Estaba vacía en su totalidad? ¿Habría -glup- cadenas colgando de las paredes? Venga, no te pongas tétrica, Dec.