Partida Rol por web

-Veo que estamos listos entonces...- dijo el joven haciéndole un gesto de complicidad a Velocatus -Mejor vamos antes de que se enoje el guardia...- sonrió y miró a su padre -Padre, tengamos en cuenta este lugar por si necesitamos refugio... aunque en esa habitación había una sensación extraña...- soltó para luego tomar sus pocas pertenencias y salir hacia donde estaba Jace.

Qué humor que tiene éste...

-Grhmblhgmfh...

"¿Alto metal? Wowww..."

El joven miraba el trozo reluciente en las manos de Iunus con un brillo identico al del objeto en sus propios ojos. Que no daría por poder estudiar ese pequeño artefacto un poco más... y fuera uno a saber cuantas cosas más podría haber allí dentro.

Pero el grito de Jace lo devolvió a la realidad. Era momento de salir de ese lugar a toda la velocidad que el grupo pudiera mantener en esta desesperada huida.

Me prepare para salir al encuentro con los demás junto con los dos Wits aunque mi mente seguiría pensando por mucho tiempo en las maravillas que podrían estar escondidas en ese oscuro rincón de los antiguos, esperando por ser descubiertas y estudiadas.

Velocatus salió por la puerta de la edificación en respuesta al grito de Jace. Rodeó el soportal colapsado y se acercó a la carreta. Un paso por detrás le seguían los Wits cargando sus enseres¹. El joven Iunus traía la chaqueta desgarrada y exhibía un sonrisa y el pecho henchido, como un gesto de orgullo.

Velocatus llevaba en brazos los últimos recipientes de agua, que rotos por los golpes soltaban agua con cada paso, por muy cuidadoso que fuera el muchacho al caminar³.

Cuando los tres rezagados salieron al exterior pudieron ver la situacion, tal y como Jace, Ursu y probablemente Normoh ya habian visto.

Los sirvientes del Nigromante les tenían rodeados. Debían ser al menos treinta y estaban distribuidos en círculo a su alrededor, como si se hubieran acercado desde todas las direcciones o como si hubieran aprovechado la noche para asediarles. Este círculo que se iba estrechando lentamente y su centro estaba situado en el edificio que acababan de abandonar. La llanura hacia el este, hacía donde se dirigían en un principio, parecía ser la única dirección algo más despejada de enemigos.

Los más cercanos estaban al norte y al sur, a menos de 30 o 35 minutos contando con que no aceleraran su paso renqueante y cojitranco. Sin embargo, salvo que decidieran ir campo a través, por la llanura, tendrían que volver a la antigua calzada de la época de los Padres, que se dirigía de Este a Oeste. Debían recorrer los 500 pasos dirección norte por el camino de tierra que unía la casa con la calzada, lo que los acercaría aún más a los siervos, que para entonces se habrían acercado aún más. Entonces sí que estarían peligrosamente cerca. Quizás 15 minutos, quizás 20.

El viejo Bill sin duda podría correr más que un hombre y sin duda más que un no muerto, pero ¿podría hacerlo tirando de la carreta? seguramente no y aún menos si ésta iba llena.

Iunus vio la escena que se mostraba ante sus ojos. Giró sobre el mismo eje como queriendo no acercarse más de lo necesario a ninguno de los seres que se iban acercando a paso lento pero continuo, implacable. ¿Es que nunca se cansarían?

¡Por el Agua y el Sol! ¡Una ayuda por favor!

Miró a los demás y habló.

-Creo que lo mejor será romper el cerco lo antes posible y luego entrar nuevamente al camino.

Dijo sopesando las distancias y calculando contra cuántos de aquellos seres tendrían que enfrentarse para poder salir airosos de esa empresa... esperaba que no fueran todos porque sino estaban perdidos.

-Podríamos ir por allí- dijo el joven señalando hacia el este por donde parecía que había pocos enemigos -Y luego volver a la calzada por allí- señaló un punto a lo lejos por donde tal vez podrían volver... si la carreta se los permitía -Espero que la carreta pueda hacer ese trayecto, porque sino tendremos que volver, y creo que no es una buena idea.

¡Alabados sean el sol y el agua, por fin han salido los Wits!

Jace lleva rato bregando por sacar el carro de aquí, y parece tener una idea muy clara de cómo hacerlo...

- ¡Debemos llegar cuanto antes hacia el camino, vayamos directamente! - grita a plena voz, casi se diría que se regodea sobresaltando a Normoh, que parece imposible pueda intentar dormir en un momento de tensión como éste - ¡No podemos avanzar a campo través con este armatoste! !Al camino!

Y diciendo esto, azuza al viejo Bill para que acelere el paso en dirección norte.

El berrido del soldado hace que Normoh se despierte sobresaltado, golpeándose la cabeza contra el lateral del carro. Se yergue como puede y se encara hacia Jace, apretando los puños y estirando los brazos hacia abajo. Su crispada expresión, en la que se distingue un leve temblor junto a un ojo, resulta bastante cómica, sobre todo con el bamboleo del carro que apenas le deja tenerse en pie. Tras unos segundos en los que parece que va a estallar, vuelve a hacerse un ovillo y cubrirse completamente con su manta. Se diría que se oyen unos sollozos debajo, salpimentados de maldiciones.

Iunus miró a su padre. Él era realmente el líder de la expedición, y el tono prepotente de Jace sólo había hecho que el joven reprimiera un gesto de disgusto. Por suerte era bueno ocultando sus expresiones.

-Padre, ¿estás de acuerdo con eso? Nos estaríamos acercando peligrosamente a los enemigos- le dijo a su progenitor -Entiendo que sea mejor ir por la calzada, pero ¿qué tan rápido podremos avanzar con la carreta? A campo traviesa también estaremos yendo más despacio, pero también guardaremos distancias y nos dirigiremos directamente hacia donde debemos ir...- opinó Iunus con aparente tranquilidad.

Ajeno a las protestas de Iunus, Jace sentado en el pescante azuzó a Bill, que con paso lento tiró con firmeza del carro bajo y pesado donde reposaba (o al menos intentaba hacerlo) el cazador, Normoh.

Los demás no tuvieron más remedio que caminar a los lados y detrás del carro, mientras les rodeaban los sirvientes del Nigromante cada vez más cerca. Llegaron al final del camino de tierra y se incorporaron a la calzada. Jace, con habilidad hizo girar a Bill hacia la derecha, hacia el este.

Los aventureros se dieron prisa por enfilar la calzada hacia su destino, mientras al Norte los no muertos no distaban más de unos centenares de metros. El olor a podredrumbre y maldad les alcanzó y Bill relinchó nervioso varias veces y Ursu tuvo que cogerlo de las riendas y susurrarle palabras tranquilizadoras al oido para que se calmara y continuara caminando. Afortunadamente para el grupo el camino hacia el este parecía algo más descubierto, con la mayor parte de enemigos al oeste y unos pocos más al sur y al norte.

El sol se alzó en ese momento por encima de las montañas, calentándoles y animándo por un instante el espíritu de todos, pero al mismo tiempo siendo una molesta y cegadora visión en cuanto levantaban un poco la vista.

Iunus caminaba junto a su padre, aún pensando en por qué habían escuchado al guardia prepotente cuando Hobbard era el líder designado para esta expedición.

A este punto la situación se había vuelto difícil. Su estómago reclamaba algo de comer y su garganta algo de beber. Además, el paso estaba siendo rápido y con el escudo en la espalda y el hacha en el cinto, uno se daba cuenta por qué generalmente viajaban sin nada. La armadura no era una gran impedimenta, pero se sentía a la larga...

Debemos estar atentos... no nos pueden sorprender... debemos poder cruzar el cerco de muerte que se nos cierra a nuestro alrededor... debemos encontrar algo para comer y beber...

Todo eso y más pensaba el joven leñador mientras sus miradas se dirigían a todos los puntos cardinales, excepto al que se dirigían. Quería ocuparse él mismo de saber si serían atacados por la retaguardia o los costados... del frente se podían ocupar Jace y Ursu.

Cada tanto, durante el trayecto, miraba el objeto que había encontrado. Esa pieza de metal le significaba mucho más que eso. Era la prueba de que salir del pueblo podía significar encontrar más que madera. Era cierto también que se podían encontrar con los malditos sirvientes del Nigromante, pero por momentos parecía valer el esfuerzo. ¿Qué pasaba si encontraban más pedazos como ése? ¿Y si encontraban pedazos más grandes? ¿Habría más cosas para encontrar, otros tesoros con los que retornar triunfantes, además de con troncos de árbol?

El grupo avanzaba a buen paso, intentando mantenerse a la altura del carro, que gracias a Jace, que azuzaba a Bill con constancia iba casi al trote.

Ursu iba en la cabeza del grupo junto al caballo, pero había desistido de sostener las riendas de Bill después de unos minutos. Jace, ceñudo, estaba concentrado en mantener el ritmo de Bill y miraba cada poco hacia atrás hacia sus perseguidores, pero parecía que evitaba cruzar miradas con los Wits.

Junto al carro, caminaba Velocatus, que tenía que trotar de vez en cuando para mantener el paso. Este trotecillo hacía que la coraza de cuero, algo grande para él se moviera y le rozara el cuello por encima de la ropa, por lo que el muchacho tironeaba de la armadura hacia abajo cada cinco o diez minutos.

Los Wits caminaban detrás del carro, hombro con hombro, formando una especie de retaguardia defensiva. Iunus caminaba con el escudo a la espalda, en el que se veían ahora con la luz del día los profundos surcos que habían dejado las garras del no muerto¹. El muchacho, sin embargo, iba absorto mirando el pedazo de Alto Metal que había encontrado imaginándose como sería encontrar una montaña de tan preciado metal. Hobbard caminaba junto a su hijo, cargando con toda su armadura, sin apenas abrir la boca o quejarse a pesar de que el sudor perlaba su frente por el esfuerzo de cargar con tanto peso², sin embargo ya había lamentado encontrarse con los perros salvajes sin equipo y no quería que aquello pudiera volver a pasar y más cuando los siervos del Enemigo estaban tan cerca.

Gracias a la velocidad impuesta por Jace, el grupo fue ganando lentamente distancia a sus perseguidores y a medida que el sol fue elevándose en el cielo dejó de molestarles en los ojos y pudieron ver a lo lejos la magnificencia de las montañas que se elevaban ante sus ojos, cubiertas de un verde bosque y que se extendían de norte a sur.

Ursu iba mirando el suelo negruzco de la calzada y los márgenes de la misma invadidos por la vegetación. A ambos lados de la calzada observaba los matojos bajos. De vez en cuando pasaban junto a algunos de aquellos con ramas densas que tenían unos frutos rojos que a Ursu le gustaba comer de vez en cuando, las semillas ardían en la boca, pero si las quitaba el fruto era bastante ácido y un poco dulce y desprendían un olor intenso que te llenaba la boca y la nariz. Embobado pensando en ese sabor penetrante apenas se daba cuenta del paso del tiempo. Sin embargo, después de un par de horas de marcha forzada aquellos a pie empezaban a notar la fatiga. Por ende Normoh se despertó desperezándose y bostezando sonoramente sentado en la parte posterior del carro bajo³. Abrió los ojos y vió la mirada entre sorprendida y fatigada de Iunus y la mirada inexpresiva de Hobbard.

A sus espaldas, los no muertos les seguían en un grupo disperso, los más cercanos a algo menos de una hora. Antes de ese tiempo los aventureros tendrían que parar o al menos comer y beber algo o empezarían a acuciar la falta de ambas cosas.

Nota del máster: los frutos del arbusto en el márgen del camino pueden ser curativos. El pobre Ursu no sabe prepararlos (sólo comérselos). Pero quizás otro si pueda darles un uso. Quizás Ursu recuerde que la vieja Lana le pedía ocasionalmente que le recogiera estos frutos y se los llevara (sin habérselos comido todos previamente claro).

Ursu, iluminado su cerebro como por un relámpago cargado de efímera sabiduría, cayó en la cuenta de que los rojos frutos que crecían en los matojos a ambos lados de la calzada eran los que la sabia Lana Culprits le solía pedir en ocasiones y que la anciana los utilizaba para elaborar sus misteriosos preparados. "Sí, los rojos, esos que tanto te gustan, mi querido bruto, ¡pero no te los comas!" Ursu todavía recordaba la frase que más repetía la anciana curandera, a la que llamaba abuela Lana (a pesar de no compartir lazos familiares), mientras ella le reprendía con la mirada, gesto que servía para acongojarle un poco. 

— ¡Velocatus, Velocatus! ¡Ursu ha encontrado los frutos de la abuela Lana! ¡Mira, mira! ¡Ursu va a recogerlos! —gritó el grandullón, mientras dirigía su desgarbada figura hacia uno de los márgenes del camino, dispuesto a hacer acopio de aquellas plantas con la mayor premura.

Al ver que Normoh se levantaba como lechuga fresca, y Ursu se detenía a recoger frutos, Iunus pensé que sería un buen momento para realizar un descanso.

-Ursu, ¿eso se puede comer? ¿Hay algo de aquí que se pueda comer?- dijo mientras su estómago acompañó con un gruñido tal pregunta -Podríamos descansar un momento, y proseguir en un momento, ¿les parece? De paso veamos qué hay para engañar al estómago, total, ni aunque queramos podremos no ir ligeros- sonrió para no llorar... 

La mirada de Iunus buscó fugazmente la de su padre, quien caminaba con todo el peso de la armadura y aún continuaba como si nada.

Increíble... creo que si estuviera en sus botas, habría caído desfallecido hace rato ya... pensó el joven, aunque en realidad era fuerte y podía con tanto peso, pero que la fortaleza de su padre se multiplicaba por dos al tener tal lazo familiar.

Iunus estaba dispuesto a aprovechar esa pausa para descansar. Se sentaría en el borde de la carreta... disfrutaría como nunca de la poca comida que le tocara... vería el horizonte, plagado de enemigos, como si de un amanecer bien acompañado se tratara... 

Sacudió la cabeza, ya que su imaginación ya había volado al ansiado descanso y su frugal desayuno-almuerzo-merienda-cena, cuando aún ni siquiera habían respondido los demás.

Viendo la fatiga de sus compañeros y tras echar una mirada atrás para cerciorarse de que sus perseguidores están a una saludable distancia, Jace tira de las riendas del viejo Bill para que vaya frenando poco a poco…

- Sooooo… freeeena, Billy… -intenta que el animal aminore primero del trote al paso, y recorra una cierta distancia antes de detenerse por completo, para evitar que sufra calambres en las patas- Supongo que este es un buen momento para tomar aliento… y algo más que nos sustente -concede- Además, deberíamos rotar en el puesto de la carreta, que suban los dos que estén más cansados, Normoh y yo caminaremos.

Observa de reojo al haragán que lleva en la trasera de la carreta. Es cierto que le deben a sus cepos ese cervato, que prácticamente constituye sus únicas provisiones más allá de cuatro restos mordisqueados por las malditas ratas. Aunque tampoco podrán sacarle provecho hasta que acampen y hagan fuego. Pero la verdad, le reprocha que haya sido capaz de dormir como si nada pasase. ¡Vaya pachorra!

La mirada que dedica a los Wits sin embargo es muy distinta… y no está libre de cierta culpabilidad. Sabe muy bien que no le conviene estar enemistado con ellos, cosa que no sería nada improbable si tenemos en cuenta que abogó por dejarlos atrás al subir a la carreta. Pero deben pensar con objetividad, si Jace no se hubiera decidido en aquel momento a tomar las riendas, en sentido literal, lo más probable es que el carromato no hubiera salido nunca de aquel cerco de siervos del Nigromante que se estaba cerrando en torno a las ruinas en las que pasaron la noche.

Y sin carro, no hay madera para el Conde Obert.

Simplemente ha tomado la decisión adecuada en un momento difícil. Y han salido con bien de allí. Deberían estarle agradecidos, qué diablos, mucha gente se queda bloqueada sin saber reaccionar…

Sentado en el carro y frotádose los ojos, Normoh se quedó mirando a Hobb Wits mientras la carreta paraba su traqueteo. Realmente ese hombre hablaba poco, y en ese momento le pareció la meor cualidad de cualquiera de ellos. A su alrededor el grupo de setenía, se dispersaba buscando bayas. Se dio cuenta de que su manta estaba manchada de la sangre del cervato, que habían desangrado de forma poco diestra. La expresión del cazador hacía pensar que podía echarse a llorar en cualquier momento. Sin embargo, optó por respirar hondo y mirar a sus compañeros de forma poco amigable antes de saltar del carro, murmurando.

-Sghñnufle rrhraquí tennceryo todo... iacel fuego Normoh, khsss... sfgh gnññ ditastampa que... agghaffag gporelculñfh...

Al lado del camino se puso a encender un fuego y despiezar al cervato en pequeños trozos que se cocinasen rápidamente. Utilizaba el cuchillo con destreza, pero la urgencia de la tarea lo obligaba a concentrarse. Comenzaba a disponer las finas tiras de carne en una piedra grande al lado del fuego, que comenzaba a crepitar con alegría. Se giró un momento hacia sus compañeros de viaje.

-Me vendría bien una ayuda aquí. Para cortar o traer leña y atender el fuego. A ver si en media hora podemos tener la carne lista, y ya nos la comeremos por el camino. Con esas bayas será una buena comida. Pero tendríamos que plantearnos que vmos a hacer cundo caiga la noche...

Jace tuerce el gesto cuando ve al cazador empezar a preparar campamento. No era eso lo que tenía en mente cuando ha detenido el carromato, todavía tienen a los siervos del Nigromante demasiado cerca.

- ¿Pero tú qué crees que haces? -se encara con Normoh, como si hubiese estado esperando la menor excusa para buscar un enfrentamiento- ¡No es momento para eso! ¿Es que esas legañas, después de tanto dormir, no te dejan ver que aún los tenemos encima?

Bufa desesperado y se dirige al resto del grupo, buscando apoyo:

- ¿Es que pensáis echar a perder la pequeña ventaja que hemos conseguido? -les espeta- Deberíamos tomar algo rápido, echar un trago y seguir adelante hasta perderlos de vista… a ver si tenemos la suerte de encontrar un lugar en el que el terreno nos permita despistarlos y hacer que pierdan el rastro -expresa sus vanas esperanzas, aunque no suena muy convincente- O puede que demos con un lugar en el que tenderles una emboscada, no sé, un paso estrecho, un riachuelo con un vado, un barranco pronunciado…

Sea como sea, está claro que lo tienen muy difícil. No pueden plantar cara a la horda que les persigue y aunque sean lentos nunca se fatigan. Por no mencionar que tarde o temprano tendrán que parar para descansar. O para empezar a talar la madera que deben transportar. Y aun cuando lo lograsen, volverían a encontrárselos en el camino de vuelta hacia Forbrab. No, definitivamente la cosa no pinta nada bien…

Eso, y la preocupación por la extraña enfermedad que le está consumiendo, hace que Jace pierda la paciencia y tratar con él empiece a ser difícil. No ve una salida a la situación, pero no piensa rendirse sin luchar y dejarse alcanzar por esas cosas. Tienen que reaccionar, moverse, hacer algo…

Iunus se acercó a Normoh y le puso una mano en el hombro, mientras que con una sonrisa en el rostro, habló:

-Normoh, te juro que tengo tantas o más ganas de comer ese ciervo ahora mismo, pero mejor será que lo reservemos para el descanso de la noche, cuando debamos detenernos más tiempo. Ahora creo, como dice Jace- y miró al guardia por un momento -que lo mejor será que continuemos la marcha apenas con unas bayas en el estómago como para que sienta que no nos hemos olvidado de él-

Coincidía con le guardia. Debían continuar para no perder la ventaja que habían logrado hasta ese momento. La necesitarían más adelante.

-Descansemos un minuto más y luego continuamos con el cambio de turnos... Velocatus y mi padre podrían ir en la carreta en relevo de Jace y Normoh- propuso el joven para luego subir a la carreta para revisar las provisiones.

-Mierda... malditas ratas- murmuró al ver lo que quedaba.

-¿Alguno tiene mucha sed en este momento? Tiene que ser algo muy necesario porque es apenas un trago...- advirtió -¿Alguno sabe si hay algún arroyo o vertiente por aquí cerca? Tal vez, dos podríamos desviarnos para buscar agua... o confiar en que encontraremos más adelante. Yo me ofrezo si hace falta...- agregó mientras buscaba recipientes que pudieran servir para traer agua si se apoyaba su idea y si había realmente algo de agua cerca.

Velocatus observó el arbusto que señalaba Ursu, que se había salido al borde de la calzada y recogía con cuidado de no pincharse con las espinas de las ramas, unos frutos rojos. El gigantón mordió uno de ellos, partiéndolo por la mitad con los dientes, sacó con cuidado las pepitas y las tiró al suelo y mordió con fruición el fruto limpio. El sabor ácido intenso le provocó un inevitable escalofrío que recorrió al gigante, que dirigió entonces una sonrisa bobalicona a Velocatus, con los labios teñidos de rojo.

Sin duda la abuela Lana debía dar buen uso a aquellos frutos si le había pedido a Ursu que durante sus correrías fuera de la aldea no se los comiera sino que se los llevara de vuelta a Forbrag. Si Velocatus pudiera recordar de qué se trataba...