Partida Rol por web

Jace se felicitaba interiormente por haber podido mantener a la Compañía¹ en marcha. Con decisión y expresando firmeza había conseguido imponerse y gracias a ello la distancia con los perseguidores era aún mayor. A pesar del viento frío que se levantaba del Este y que le daba en la cara, expuesto como estaba en el pescante del carro, no dijo nada.

Por fin habían comido algo y al menos él, había bebido en abundancia, aunque la sensación de ardor de su garganta y la condenada tos, se mantenían. Sin embargo, tras horas de marcha, se dió cuenta de que Bill, aunque mantenía el ritmo, se estaba fatigando, el lomo estaba perlado de sudor y de vez en cuando una de las pezuñas parecía trastabillar en los sitios en los que la calzada estaba más estropeada.

Jace sabía de caballos², podría mantener el ritmo, podría forzar al caballo bastante tiempo más, pero todo ese esfuerzo tendría que compensarlo o pagarlo más tarde y si se pasaba, si sobrepasaba un límite invisible, reventaría al animal.

Velocatus y Ursu caminaban respectivamente a izquierda y derecha del carro, cuando no se turnaban para sentarse en él y descansar. Gracias a esos descansos no tenían los pies en carne viva, porque sin duda el ritmo marcado por Jace no era para débiles. La distancia con los perseguidores era cada vez mayor aunque aún eran visibles en la distancia.

Sin embargo, ambos aventureros se dieron cuenta de que Bill tampoco se habia detenido desde hacia horas, tampoco habia comido mas alla de las hierbas que mordisqueara por la noche, cuando estaban al raso y el pobre animal tampoco había bebido. Aún podía mantener el ritmo, pero todo ese esfuerzo tendría que compensarlo o pagarlo más tarde y como con los humanos, existía un límite invisible, que de atravesarse, mataría al animal.

Normoh se había separado del carro y recorría los alrededores en busca de algún riachuelillo, un manatial o incluso un charco donde poder saciar su sed acuciante y quitarse esa sensación perenne de boca pastosa, que la carne asada no había hecho sino empeorar.

Se había levantado algo de fresco y algo de viento y el tiempo se había vuelto de lo más desapacible, con esa brusquedad que caracteriza a los días entre verano y otoño. Normoh olfateó el aire, olía a... humedad. Miró al cielo y vió como éste se encapotaba. Parecía que iba a empezar a llover, seguramente sería rápido y violento. El campo que rodeaba a la calzada se convertiría en un barrizal. Benditos fueran los Padres si la calzada más adelante seguía en tan buen estado como hasta el momento y el carro no se quedaba atrancado. El no había traído ropa de abrigo, pero al menos contaba con la manta, con la que se envolvió a modo de improvisada capa.

Se volvió hacia la calzada tras no haber encontrado nada. Vagabundear por los alrededores le retrasaba y luego tenía que apretar el paso para alcanzar a los demás y al carro. En estas estabas, acercándose a la calzada desde el sur, cuando creyó ver algo más allá del grupo de aventureros, lejos del camino. Se trataba o eso creyó Normoh de un edificio del que sólo era visible un muro, sin almenas, ni ventanas visibles. Había arbustos al pie del edificio y las paredes de éste parecían pintadas o ensuciadas con una anárquica mezcla de marrones, que hacía difícil ver el edificio desde lejos. Quienquiera que viviera allí, si es que se trataba de una vivienda, no tenía intención o ganas de ser encontrado facilmente.

Iunus vio cómo Velocatus intentaba abrigarse sin mucho éxito, y lo miró mientras no dejaba de caminar.

-Vel, ¿tienes abrigo? Sino fíjate en la carreta a ver si hay algo que te sirva- dijo el joven pensando que si no había nada tal vez debería dejarle su abrigo, a pesar de que no quería hacerlo en el fondo... pero el Culprit podría ser de utilidad.

El joven era inteligente, y sabía cómo curar una buena herida o una enfermedad. Si pronto tendrían que luchar, era mejor que estuviera sano y salvo. Total, él podría resistir una lluvia o un poco de frío... o eso creía.

El frío empezaba a pisar con fuerza en el ambiente y el joven Velocatus parecía estar pasando la peor parte. Su armadura de cuero no hacía de gran reparo y el joven sabía que así poco duraría en buenas condiciones su salud. Entonces oyó la voz de Iunus y su consejo.

"Pero si seré tonto, y yo aquí esperando que el frío me enferme."

Dio un par de pasos hasta la parte trasera de la carreta y se trepo un segundo para revolver el interior en busca de algo más cálido que lo que tenía puesto. La marcha iba a ser dura y no iba a terminar pronto así que caer enfermo ahora sería un gran problema para el curandero. Saboreo la espesa saliva de su boca con ese pensamiento en su cabeza y le sumo otro más.

"Y tampoco durare mucho deshidratado al parecer..."

Cuando la lluvia amenaza y el viento arrecia, Jace se remueve irritado en el pescante. Pero bueno, al menos siguen en marcha a buen paso y la amenaza de los siervos del Nigromante empieza a quedar atrás, ya casi fuera de la vista… aunque claro, eso no quiere decir que se los hayan quitado de encima, sabe muy bien que les seguirán incansablemente. A menos que hagan algo…

- Nuestro Bill está empezando a fatigarse... y prefiero no forzarlo -comenta en voz alta a sus compañeros, sin molestarse en volverse- Aflojemos un poco el paso pero no nos detengamos, tampoco sería bueno para el animal hacerle detenerse y arrancar demasiadas veces…

Echa un fugaz vistazo a las locuras que estuvo organizando Normoh intentando cocinar en la trasera del carro, Jace está convencido de que si no fuera por la inminente lluvia, el calor acumulado hubiera acabado por prenderle fuego a la vieja y astillada madera… pero al menos el capricho de la naturaleza va a evitárselo.

- Escuchad, tenemos que hacer algo para que pierdan nuestro rastro o nos darán alcance cuando paremos para descansar, para dormir o para talar la madera que necesitamos -resalta la obviedad- Mi primera idea era aprovechar cualquier elemento que encontremos en el camino, un vado que cruce un riachuelo, un barranco o una pendiente pronunciada… pero si hacia el final de la jornada no topamos con algo tendremos que separarnos.

El tono se hace lúgubre, pues sabe perfectamente lo que implica su propuesta:

- Vosotros deberéis seguir con el carro -indica con un gesto de la barbilla- Los Witts son esenciales para talar los troncos, el joven Culprit es demasiado valioso para la comunidad y Normoh es el más apto para guiarlos y alimentarlos en estas tierras salvajes -lo cual sólo deja dos miembros del grupo fuera- Si no queda otro remedio, Ursu y yo nos quedaremos atrás para atraer a esas cosas y alejarlas del resto del grupo… luego, si lo vemos algo seguro, intentaríamos reunirnos con el resto en nuestro destino. Para nosotros no será difícil seguir las roderas de un carromato y los cascos herrados del viejo Bill.

Normoh marchaba ligero de acá para allá, en torno al carro pero sin alejarse demasiado, desapareciendo a veces tras unas rocas, un arbusto grande o un requiebro del terreno. Los viajeros pudieron verlo olisqueando el aire antes de acercarse y arrebujarse en su manta a modo de capa.

-Parece que va a llover.

Se aleja de nuevo y desaparece unos cuantos instantes, esta vez por el lado sur del camino. Vuelve rápido, con los ojos muy abiertos y cierto aire furtivo, a tiempo para oír al guardia, Jace, ofrecerse (y ofrecer a Ursu) a exponerse a un espeluznante riesgo por el bien del grupo. Normoh cierra la boca y abre aún más los ojos, impresionado por la gravedad del momento, expectante, guardándose aquello que fuera a decir.

"Si no queda otro remedio, Ursu y yo nos quedaremos atrás para atraer a esas cosas y alejarlas del resto del grupo… " Las palabras de Jace resonaron en lo más hondo de la cabezota del grandullón. Pero lejos de amilanarse por su significado, a Ursu le invadió el orgullo: se sintió valorado por el guardia, como si le acabara de tratar de tú a tú, como un igual. Reprimió el cálido abrazo que quisiera darle, para transmitirle su agradecimiento y también las necesarias fuerzas en caso de que se enfrenten a tan contrarias circunstancias. Jace se merecía en aquellos instantes la mayor de las estimas por parte del descerebrado de Ursu. Que mostrase también aquella consideración hacia la salud del viejo Bill, no hacía más que darle una pátina de heroísmo al guardia, a los ojos de Ursu. No importaba cuántas amenazas les acechasen, una fe renovada se adueñó del corazón del bruto.

Los Witts y el joven Velocatus callaban, seguramente impresionados por el noble gesto de Jace, y la ciega entrega de Ursu; si el primero había demostrado hidalguía y sentido del deber, el segundo derrochaba esa cualidad que hace a los hombres buenos compañeros de fatigas.

Normoh sacudió la cabeza vigorosamente y señaló hacia el terreno escarpado al norte del camino. -No habrá necesidad, si los Padres quieren. Allí hay una casa fuerte o algo así. Un muro, sin almenas, ni ventanas visibles -sus compañeros de viaje se esforzaban por distinguirla. -Está medio tapada por la vegetación. Me pone la piel de gallina, pero tal vez sea el golpe de suerte que necesitamos- pero su cara transmitía más angustia y desconfianza que otra cosa.

Velocatus no podía creer las palabras de Jace. Era imposible que solo ellos dos se enfrentaran a los muertos y salieran bien parados, por más que solo quisieran distraerlos. Esas cosas solo tenían un propósito en su existencia no muerta y ese era matar a todos los que se cruzaran en su camino.

El joven movía los dedos de sus manos, entrelazandolos de momento en un gesto de evidente ansiedad. ¿Que podría hacer el grupo para evitar tomar una medida tan desesperada? Al joven Culprit no se le ocurría nada y eso solo lo ponía más ansioso aún...

Pero Normoh apareció para darle una solución al grupo, nuevamente. Le debían mucho al cazador, y ojala que todos lograsen sobrevivir para agradecerle y pagarle algún día. -Eso suena mejor para mi.- dijo haciendo que sus manos dejasen de moverse, algo más calmado. -Seguro que tendremos más posibilidades ahí que separandonos, sobre todo si tiene un muro.-

El guardia de Forbrab suspira aliviado cuando oye las palabras del explorador del grupo… un refugio fortificado podría ser la respuesta a sus plegarias. Y les eximiría a Ursu y a él de sacrificarse por el bien del grupo.

Contempla al joven Culprit con una sonrisa torcida cuando interviene para recomendar que busquen cobijo en esa edificación que casi se les había pasado por alto. Comprende sus nervios ante el plan de dejar atrás a dos miembros de la expedición para retener a los siervos del Nigromante, es lo bastante inteligente para entender que en realidad no era un plan con expectativas de salir bien. Era morir para que los demás vivieran, pero a fin de cuentas tanto Jace como el noble bruto de Ursu, que parecía inconscientemente dispuesto a seguirle, lo más seguro es que ya estén muertos por el mal de la flema verde, aquel veneno que inhalaron en el subterráneo y que ahora les ahoga lentamente… y si iban a morir, al menos podían hacerlo salvando a los demás. Y plantando cara, demonios, echándole valor. No consumiéndose por la enfermedad.

Claro que la posibilidad de sobrevivir todos, ni que sea un día más, es mucho más atractiva.

- Vayamos hacia allá, pero mejor que algunos nos adelantemos para comprobar que el lugar es seguro -frena el carro y desciende, dejando las riendas a los Witts o a Velocatus-  Normoh y Ursu, venid conmigo…

Iunus se había quedado en silencio cuando Jace había dado esa idea loca, suicida, pero también algo lógica. De todas formas, nunca habría estado de acuerdo con un acto así a menos que fuera realmente necesario. Antes hubiera preferido retroceder al pueblo...

Por suerte Normoh había dado aquella hermosa y estimulante noticia.

¿Será el milagro que buscábamos? Por el Sol y el Agua, espero que sí... hasta podría tener un pozo de agua y sería muy bueno... podría ser tal vez nuestra base de operaciones...

Y el guardia interrumpió nuevamente su plática mental.

-Avisen cualquier cosa, estaremos preparados...- respondió Iunus mientras descolgaba el hacha y el escudo y prestando mucha atención a su alrededor.

Una parte del joven quería probarse una vez más en combate, aunque la otra no quería hacerlo. Una le decía que él podía contra esa amenaza, que todos podrían contra aquella amenaza. Pero otra le decía que morirían irremediablemente ya que sólo Jace era un soldado de pura cepa... ¿lo era? Al menos parecía.

Yo también puedo demostrar lo que valgo, no necesito nada más que mi hacha y mi escudo...

¿Sería tan así?

Los tres destacados por Jace, el cazador, el explorador y el guardia avanzaron hacia el muro ojo avizor, mientras los demás aguardaban en la calzada sujetando a Bill. Como si los dioses hubieran estado esperando por ellos, en cuanto pusieron un pie fuera de la calzada empezaron a caer las primeras gotas de lluvia, que les golpearon de lado, racheadas por el viento del este. Aún estaba por ver si esta sería una de las últimas lluvias del verano, corta y violenta o una lluvia de otoño, larga y densa.

La casa parecía distar del camino más de lo que le había parecido a Normoh en un principio, pues rodeada por algunos arbustos bajos y cubierta de manchas o pintura de colores pardos era difícil de ver desde la distancia. Debía estar al menos a medio kilómetro a través de la llanura. Si en algún momento había habido un camino que uniera la edificación con la calzada los aventureros fueran incapaces de encontrarlo. Bien había desaparecido o quizás el muro era de construcción mundana, posterior a la desaparición de los poderes de los Padres, artífices de la calzada.

Los Normoh y Ursu caminaban a los flancos de Jace, que aún siendo menos experto que los otros dos en explorar el campo, había tomado la iniciativa y espoleaba a los otros con su ejempo. Los tres avanzaban a paso lento por el suelo irregular de tierra salpicado de matojos y hierbajos, mientras los Wits y Velocatus impacientes lanzaban miradas al este, al bosque y al oeste, hacia los enemigos que se les acercaban en la distancia.

Los dos grupos de aventureros sin embargo, no llegaron a separarse demasiado...

Los aventureros no vieron abrirse ninguna puerta y no parecía haber ninguna a la vista. Pero cuando no llevaban más de doscientos metros separados del camino. Una figura a caballo les salió al paso desde la fortificación. Cabalgaba al paso directamente hacia ellos muy tieso sobre la silla, ignorando la lluvia incipiente.

A medida que se acercaba pudieron ver que se trataba de un guerrero. Se trataba de un hombre de unos treinta años, con barba y cejas muy pobladas, cubierto de la cabeza hasta los muslos por una cota de mallas de metal de una sola pieza. Embrazaba un escudo de madera con el borde de metal que estaba cubiertos de abolladuras y golpes. Empuñaba una lanza larga hecha enteramente de metal. El caballo también estaba cubierto por una gualdrapa de tela cubierta de anillas de metal.

Se detuvo el caballero a unos metros por delante de los tres aventureros, bajo la lanza dirigiendo la punta hacia el grupo y dijo con voz alta que los del carro también pudieron oir.

- No sois bienvenidos aqui. Marchaos. Seguid vuestro camino - dijo con una mirada ceñuda a la que sus prominentes cejas daban un aspecto que los aventureros, de haber sabido qué significaba, hubieran clasificado de mefistofélica. Mientras se interponía entre los tres y el edificio.

Jace se siente responsable directo de la seguridad de toda la comitiva y como tal da un paso al frente para dejar claro al caballero que es con él con quién debe tratar ahora:

- Somos buena gente, seguidores del Conde Obert Wits, señor de Forbrab -identifica al grupo- Todos somos súbditos del Rey Warden, al que supongo también rendiréis vasallaje…

Espera no equivocarse, porque ahora necesitan ayuda, no más conflictos…

- Estamos viajando hasta el bosque del norte para talar un cargamento de buena madera, pero nos sigue un número considerable de siervos del Nigromante -advierte con honestidad- Agradeceríamos mucho que nos ofrecierais hospitalidad… podemos ser fieles aliados.

A Ursu le resultó una visión casi cómica la del recién aparecido caballero, pese a la escasa inclinación de aquel a aceptar su presencia y a su ruda "bienvenida". El bruto esperaba que las bien escogidas palabras de Jace supieran alcanzar el duro corazón del guerrero y éste se aviniera a darles refugio ante la amenaza que se cernía sobre ellos. Sería muy triste que tuvieran que enzarzarse en un desagradable conflicto con aquel hombre para superar la situación. A los únicos que Ursu quería ver bien muertos eran a los apestosos siervos del Nigromante. Por ahora, era buena idea dejar que Jace actuara y tomara la palabra. Ante cualquier complicación, el guardia de Forbrag podía contar con su brazo para hacer entrar a aquel tozudo caballero en razón.

A la convocatoria de Jace respondió esta vez con presteza Normoh, aprestando una saeta en el arco* y dirigiéndose a la torre con todos los sentidos alerta. El trío se acercaba lentamente: Jace el más decidido, en el centro y marchando con firmeza unos pasos por delante; Ursu, a su derecha y confiado, a grandes zancadas pero con más lentitud; Normoh, por la siniestra, sorteando matorrales y mirando a todos lados.

La lluvia amortiguaba los sonidos y dificultaba la visión. El caballero apareció como de repente, desde algún lugar indeterminado de la edificación cuya silueta se difuminaba. Se les aproximó y los tres aguardaron, expectantes. Sus avíos eran formidables, tanto por su fortaleza como por la riqueza que denotaban. Algo amedrentado, Normoh se mantuvo en un discreto segundo plano, mirando de reojo al caballero y escudriñando a la espalda de éste en dirección a los muros de los que había salido, buscando cualquier otra actividad.

El caballero miró a los otros dos aventureros destacados y luego a Jace al que sostuvo la mirada con intensidad bajo las pobladísimas cejas, el soldado parecía el único dispuesto a abrir la boca.

- No reconozco a ningún rey Warden - dijo. Como si lo meditata un momento añadió - ¿vais al bosque? os deseo suerte - soltó con cierta sorna.

Cuando Jace nombró a los siervos del Nigromante, el caballero mirando por encima de los tres, siguió la mirada de los Wits, lejos junto al carro, que dirigían miradas repetidas al oeste. El caballero giró la cabeza y debió ver entonces a lo lejos el numeroso grupo de malditos.

- ¡Maldición! - escupió y tirando de las riendas hizo dar la vuelta al caballo de guerra y se lanzó al galope de vuelta hacia la muralla levantando tierra a su espalda con los cascos. Los aventureros pudieron oir, apagado por la lluvia que en ese momento caía ya copiosamente como el caballero decía - ¡Marchaos!

El caballero intercambió unas breves palabras con Jace, mientras que los otros dos, Normoh y Ursu esperaban, uno con el arco preparado y cara de zorro. El otro con la expresión entre fiera y bobalicona que le caracterizaba. El soldado de Forbrag señaló hacia el oeste, hacia la turba de enemigos que se aproximaba, el caballero dirigió la mirada hacia allí imitando su gesto.

Los aventureros que esperaban junto al carro bajo la llovizna, a unos buenos doscientos metros del caballero, pudieron ver como éste agriaba el gesto, soltaba una maldición, que no alcanzaron a oir y tirando de las riendas hizo dar la vuelta al caballo de guerra y se lanzaba al galope de vuelta hacia la muralla levantando tierra a su espalda con los cascos. Los aventureros pudieron oir, apagado por la lluvia que en ese momento caía ya copiosamente como el caballero gritaba

- ¡Marchaos! -

Cuando el joven Iunus vio al caballero lo primero que sintió fue alivio. Significaba que serían protegidos, que podrían descansar, que estaban a salvo. ¿Por qué había pensado aquello? No lo sabía realmente, pero fue aquel pensamiento el que hizo más dura la negativa del caballero de duro semblante.

Era impresionante el equipo que poseía aquel hombre. Era inmensa la fortuna que había allí donde hasta el caballo tenía más hierro encima que lo que había visto en toda su vida. ¿Quién era aquel hombre? Que él recordara en ese momento, no sabía nada de hombres tan armados como éste. ¿Era un hombre del Rey?

La pregunta fue respondido de inmediato ante la negativa del caballero. Entonces, ¿quién era? Y cuando dio la vuelta, retornando a su guarida, Iunus no pudo contener la exclamación.

-¡NO! ¡Necesitamos ayuda!- le gritó al hombre que se alejaba a lomos del caballo mientras daba algunos pasos hacia él sin darse cuenta. Su mano con el hacha se había extendido hacia el horizonte como si con ella pudiera llegar a detener el alejamiento de ese hombre... el cansancio se había hecho patente, y la ilusión de poder estar seguros y no requerir de sacrificios inútiles lo había mantenido unido por dentro.