Partida Rol por web

Parecía inútil.... era inútil. Y no solo los esfuerzos del pobre Bill sino los de Velocatus también. ¿Que bien estaba haciendo tirando de las riendas y tratando de darle ordenes al caballo? Era una insensatez, y aún así...

Entonces la orden fue dada. Abandonar el carro y correr con lo puesto y lo que se pudiera cargar. De repente, las rodillas del joven dejaron de temblar un poco. ¿Su lado cobarde se había calmado al saber que no se vería mal que corriera desesperadamente del peligro? El alivio en la cara del Culprit era una visión realmente desagradable de ver; pero al menos así tenía más chances de sobrevivir.

Soltó las riendas en las manos de Iunus, que dijo se haría cargo de la bestia y corrió a la parte trasera a cargar con todo lo que quedase de las provisiones y de los demás paquetes. Lleno sus manos a mas no poder y salio disparado en busca de los demás, que iban de camino a la villa fortificada, que aún en ese horrible momento y con la lluvia molestando su visión, se veía como un paraíso seguro para él... un paraíso seguro e inalcanzable pues no los dejarían entrar aparentemente.

Ursu y Normoh empezaron a rodear la edificación, gritando una vez que se les abriera la puerta y no se les dejara fuera. Más lejos, los demás seguían intentando liberar el carro.

Se trataba de una construcción de base hexagonal, cuyas paredes parecían todas ellas iguales, regulares, carentes de ventanas, sin almenas y pintadas de forma irregular, con arbustos en la base. Hacia el lado este y tras haber perdido de vista al carro encontraron un cambio en la pared, algo que parecía ser un puerta formado por tablones horizontales superpuestos pintados del mismo color, casi podía decirse que con excrementos, que el resto de las paredes.

En ese momento vieron entre la lluvia como varias siluetas se asomaban a la muralla, distribuidas de forma irregular, desde su posición era visible el reborde metálico de los cascos y el reflejo de las armaduras de malla. Los aventureros contaron cuatro figuras. Éstas, permanecieron inmóviles. Desde detrás de la puerta pudieron oir un grito con voz de enojo:

- ¡Marchaos! ¡Marchaos al bosque!

Los aventureros desistieron por fin de intentar sacar el carro del barro, estaban cansados, empapados, paradójicamente sedientos y Bill también. Encabezados por Iunus, que soltó al caballo del carro y lo guió con las riendas en la mano, los demás se dirigieron también hacia la construcción. Velocatus cogió con las dos manos los puñados de frutos de Artosa que habían recolectado, mientras que Jace se metía en los bolsillos el grano rescatado de las ratas y empuñaba con una mano el hacha grande de respuesto y con la otra alguno de los recipientes de agua menos dañados.

Hobbard con un resoplido levantó la sierra de dos hombres y la colocó sobre su hombro. Aquella herramienta pesaba como un demonio, pero el leñador sabia que sin ella, la tala de los árboles se alargaría durante días trabajando sólo con las hachas.

Por delante de ellos Ursu y Normoh habían empezado a rodear la edificación y no resultaban visibles desde el carro. A su izquierda, tras los esfuerzos invertidos en destrabar el carro y cargarlo todo para hacer un único viaje, los siervos del Nigromante estaban más cerca, los más avanzados de entre ellos, les alcanzarian en unos minutos, parte de los cuales consumirían en llegar al edificio.

Alcanzaron la edificación tras unos minutos de caminar hundiendo los pies en el barro, la estructura como habían visto desde lejos tenía paredes rectas, de casi unos tres metros de altura, sin almenas, ni ventanas. Cuando empezaron a rodear el edificio, se encontraron, en la parte este del edificio, a Ursu y Normoh, detenidos a unos metros de una estructura que semejaba una puerta o una entrada tapiada. En lo alto de los muros pudieron ver, a través de la lluvia unas siluetas cubiertas con yelmos de metal y cotas de mallas de las que sólo eran visibles la cabeza y la parte superior de los hombros. Les contemplaban inmóviles. El edificio se interponía ahora entre ellos sus perseguidores, impidiéndoles ver al grueso de éstos.

Jace avanza en medio de la lluvia, adelantándose y alzando los brazos en cruz pese a estar cargado con las cosas que ha recogido apresuradamente del carromato, para cuanto menos dejar claro que no está amenazando con ningún arma^*.

- ¡Dejadnos entrar, por piedad, van a devorarnos!

Intenta ofrecer la imagen más lastimosa posible, cosa que dadas las circunstancias no le costará mucho...

Iunus llegó a donde estaban los demás con las riendas de Bill en una mano. Jace vociferaba, pero no parecía estar atrayendo la atención de la gente de arriba.

-¡Por favor! ¡Déjennos pasar! ¡No nos dejen aquí cuando sólo deben abrir las puertas! ¡Todavía hay tiempo y no daremos problemas, sólo queremos sobrevivir!- Iunus intentaba mirar a los ojos a cada uno de los de arriba, si encontrara al que estaba a cargo, se centraría en él, pero debía hacer todo lo posible por hacer que los dejaran entrar -¿Es que acaso no tienen piedad? Somos simples aldeanos y nos marcharemos cuando haya pasado el peligro...-

Su hacha pendía de su cinto, y el escudo en su espalda demostraba que estaba a merced de los proyectiles de los de arriba... aunque el mayor peligro parecía venir de otro lado.

Quizás fueron las palabras sobrevivir y piedad. O quizás el no queremos dar problemas. Puede que se tratara de la encantadora sonrisa que esbozaba el joven Wits y que sólo él sabía poner para derretir hasta el corazón más frío...

El caso es que por fin, pareció que los habitantes de aquel potencial refugio decidieron hacer algo. Los hombres acorazados sobre las murallas no se movieron un ápice, pero de el interior de la puerta surgió un voz, como si del portavoz de todos aquellos se tratara.

- ¿Y cómo pensaís pagar vuestros gastos? - se escuchó a través de la poterna y de la lluvia que empezó a caer con más fuerza.

Jace, que parecía tener el oido más agudo que los demás o quizás estaba más acostumbrado a montar guardia y permanecer atento a la intemperie; creyó notar que la voz y la pregunta eran sinceras, como si su interlocutor, carente de sorna, realmente estuviera interesado en su respuesta. Iunus, que tenía buen ojo (y buen oído) para la gente también captó el tono franco de la pregunta y se lo comunicó a los demás en voz baja.

Justo en ese momento, tanto Jace, como Iunus, como todos los demás pudieron escuchar un gruñido, no muy alto, bajo, monótono, procedente de muchas voces. Los sirvientes del Nigromante anticipaban el enfrentamiento. Los más cercanos, los que caminaban sobre la calzada y no se habían visto refrenados por el barrizal como los que lo hacían campo a través llegarían pronto a la altura del carro vacío que les esperaba junto a la calzada de los Padres.

Iunus se quedó un momento pensativo. ¿Cómo podían pagarles algo? No tenían nada más que ellos mismos... y sus conocimientos.

¡Eso es!

-Hay un curandero entre nosotros, y yo mismo soy carpintero, además de mi padre... tal vez algo de esto les ayude... ¡pero por favor! ¡Ya están llegando y aún estamos afuera! ¿No podemos hablarlo adentro?- preguntó el joven con algo de desesperación en la voz mirando a los lados con la esperanza de aún no ver a sus perseguidores demasiado cerca.

Si les abrían las puertas, creo que ninguno le alcanzarían las piernas para entrar, pero él se quedaría al último para cubrir a los suyos.

El guardia de Forbrab observa con suspicacia a los pobladores de esta plaza fuerte, al menos aquellos que son parcialmente visibles sobre la muralla... y no entiende que puedan exigirles nada a cambio de su protección. No tiene sentido, pues parecen tener de todo y en abundancia, sus defensas parecen extremadamente sólidas, sus combatientes van cargados con más metal del que ha visto nunca junto... y eso induce a pensar que también poseerán otras reliquias del "viejo mundo" de los Padres, o cuanto menos más conocimientos de su casi olvidado saber.

¿Qué podríamos aportar gentes como nosotros a una comunidad tan rica y avanzada? ¿Pagar nuestros gastos? ¿Cómo?

Pero aún hay otra cosa que le preocupa mucho más. Es decir, no es que ahora dispongan de otras opciones, si les aceptan ahí dentro tal vez puedan sobrevivir, de lo contrario... ya estaba contemplando el sacrificio final, junto al noble bruto de Ursu.

Mas eso no hace que olvide la cuestión clave de todo este asunto: ¿Cómo es posible que nadie supiera nada de este enclave? ¿Cómo han podido permanecer ocultos a tan escasa distancia de Forbrab, sin reconocer al Rey Warden? ¿Quiénes son?

Las figuras armadas en lo alto de la muralla y cuyas facciones bajo la lluvia y sus cascos eran apenas visibles, no se inmutaron ante la respuesta de Iunus. Sin embargo, desde detrás de la puerta les llegó la respuesta.

- ¿Carpinteros? ¡Dos carpinteros! - gritó la voz - ¿y de qué, en nombre del Padre, nos iban a servir?

Algo en lo dicho por Iunus, o quizás algo en el tono de voz empleado por el muchacho había provocado que el tono de su interlocutor cambiara. Jace, que estaba atento en busca de amenazas tanto desde lo alto del muro como desde sus espaldas, en el camino, fue el primero en darse cuenta. El soldado puso una mano en el hombro de Iunus, recomendando, con ese simple gesto, prudencia. La voz se había tornado en irascible de forma inesperada.

A Jace le pareció de pronto que para aquellos, lo que dijeran podría ser entendido como una provocación o una amenaza.

Medio cegado por la fuerte lluvia que cae, Normoh avanza al lado de Ursu, buscando una entrada, o una salida, según se mire, desesperadamente. El grandullón le habla, pero el cazador no responde, ni parece entenderle; parece estar en otro sitio. Atisba entre el aguacero sin comprender los esfuerzos de su compañeros por mover el carro. Tampoco cuando los rechazan de malas dice nada. No le sorprende. Yo tampoco dejaría entrar en mi casa a unos desconocidos mugrientos que arrastran la perdición tras de sí.

Al fin el grupo se arremolina frente a la puerta, bajo la amenaza de las sombras metálicas, suplicando ayuda. Los de dentro, sean quienes sean, piden un precio. Tampoco esto le sorprende a Normoh. ¿Acaso no se compra y vende el alimento de los vivos, no se entregan religiosamente los diezmos al rey Warden, no se defiende Forbrag de los extranjeros?

Da un par de rápidos codazos al que está a su lado, que por azar resulta ser Velocatus.

-Pregúntales qué quieren, cuál es el precio...!

¿En nombre del Padre?

Parecía que las palabras de Iunus habían surtido el efecto directamente contrario al buscado por el joven. ¿Qué podían ofrecer ellos? Bill no entraba en las posibilidades. Sus pocas armas las necesitarían. ¿Qué tenían para ofrecer?

Por un momento miró en busca de ayuda. Buscó la mirada de su padre. ¿Qué podían hacer? ¡Ya los tenían encima!

-¡Por favor! No sé qué les puede servir, pero si algo podemos darles, lo podemos conversar adentro. Los Siervos ya están sobre nosotros y son demasiados como para que les hagamos frente- volvió a hablar el joven intentando tranquilizar su tono para que no hubiera malentendidos -No nos dejen morir aquí... ¿Qué quieren a cambio de entrar?-

El desamparo que se había adueñado del ánimo del idiota se trastocó en rabia hacia los habitantes de aquel lugar. Ursu se sentía espoleado por la imperiosa necesidad de derrumbar aquellas sólidas paredes con sus manos, o de escalarlas para llegar hasta los arrogantes soldados y quebrar como buenamente pudiera sus cuellos. Tanta injusticia se le atragantaba y alteraba la bilis de sus intestinos, así como nublaba su ya pobre entendimiento. Pero sería un acto tan innecesario e inadecuado mostrarse violento con aquellos desgraciados que se negaban a acogerles. Por muy fuerte que fuera el grandullón, no podía echar por tierra un edificio como aquel sólo con sus puños. Mejor sería que se mordiera la lengua.

¿Saqué un 1 antes?

Bien visto joven Wits. En efecto la airada respuesta que has recibido es fruto de una pifia. Quizás el mensaje haya sido el adecuado, quizás no, quizás falló el tono... Una pifia en toda regla

=)

Normoh sigue codeando al Culprit, que no suelta ni prenda. El cazador le mira, pero este parece abstraído. Mira a su otro lado, a Ursu; no, no parece el mejor portavoz. Mira a Jace y al joven Wits, suplicante:

-Ved a ver qué quieren o qué servicio podemos prestarles, pero hacedlo rápido, por los Padres...
 

La situación se está volviendo cada vez más desesperada, como no les abran ahora mismo tendrán que alejarse a marchas forzadas para que los siervos del Nigromante no les rodeen con la maldita muralla a la espalda, imposibilitando la retirada… y lo último que desearía es ofrecer a esos cabrones de las almenas la posibilidad de disfrutar del espectáculo, viendo como combaten y van cayendo uno a uno…

Así que es la desesperación la que le lleva a hablar de nuevo, a viva voz:

- Haremos lo que nos pidáis, lucharemos para vosotros si así lo queréis, además somos buenos exploradores y os podríamos servir como mensajeros y mediadores para relacionaros con el conde Ober Witts o el Rey Warden en las mejores condiciones –les ofrece todo lo que se le ocurre– Entre nosotros están el hermano y el sobrino del propio conde, así como el nieto de nuestra mejor sanadora, Lana Culprit, una mujer con mucha influencia en Forbrab… ¡Ni en sueños podríais desear mejores embajadores para establecer una alianza!

Dicen que la necesidad aguza el ingenio… y también que te hace muy temerario. Sin duda la idea que brota ahora mismo en la mente del guardia cumple ambos requisitos holgadamente:

- Pero pensad que si nos negáis el acceso tampoco olvidaremos esta ofensa –amenaza con muy poco que les respalde aparte de su frustración– Con uno solo de nosotros que sobreviva y logre regresar, os habréis ganado un gran número de enemigos que podrían haber sido vuestros más leales aliados…

Las palabras de Jace resonaron contra la puerta cerrada primero dulces como la miel y luego amargas como hiel. El soldado parecía dispuesto a jugarse el todo por el todo, mientras los sirvientes del Nigromante, que se acercaban desde el camino se acercaban.

Durante un instante no se escuchó nada y el silencio, sólo roto por la lluvia constante y monótona, lo ocupó todo. Unos eternos segundos después se escuchó la respuesta.

- No nos intimidan vuestras amenazas. Nadie ha tomado jamás esta casa - respondió - pero si juraís servirnos... - no llegó a completar la frase, recordando de pronto algo dicho previamente - ¿qué queremos a cambio? madera.

Se escuchó entonces desde el interior una voz diferente que conversaba con la primera en voz más baja, casi inaudible desde el exterior por los aventureros. Éstos, volviendo la cabeza vieron que dos de los siervos del Nigromante estaban casi encima de ellos, el resto, algo retrasados por el barro les alcanzaría en minutos. El grueso de las fuerzas del mal, al oeste, se acercaban a la fortaleza formando un amplio semicírculo y tardarían, quizás, media hora en llegar al pie de la muralla.

Algunos de ellos aventureros, pudieron escuchar retazos de la conversación.

- No nos intimidan vuestras amenazas. Nadie ha tomado jamás esta casa - respondió - pero si juraís servirnos... - no llegó a completar la frase, recordando de pronto algo dicho previamente - ¿qué queremos a cambio? madera - dijo la voz con la que habían intercambiado súplicas, peticiones y amenazas hasta entonces.

- ¿Quieres abrirles ya, en nombre del Padre? - dijo la otra voz

- Sí, padre - respondió la primera voz

Tiradas de atención (CD 15).

Hobb 18 +3 =21

Iunus 11 +1 =14

Jace 8 +7 =15

Normoh 15 +4 =19

Ursu 16 +0 =16

Vel 7 +3 =10

No se escuchó nada más y los aventureros vieron como la recia puerta se elevaba poco a poco acompañada de un ruido de mecanismos. Debía ser muy pesada, pues ascendía lentamente. Mientras tanto los dos no muertos más cercanos estaban a poco más de unos cuantos pasos. Cuando la puerta se separaba del suelo medio metro, Bill, el caballo empezó a encabritarse nervioso por su mera presencia.