Partida Rol por web

Normoh no perdió de vista al caballero durante el breve encuentro intentando no perder detalle de nada, en lugar de hablar, lo que dejó en manos de Jace. El caballero iba acorazado de la cabeza a los pies con una cota de mallas de buena calidad, que tenía aspecto de haber visto lo suyo, igual que el escudo y la gualdrapa del caballo. En conjunto, una fortuna en metal - pensó Normoh - Equipo que parece haber sido usado con reiteración.

El grandullón, sorprendido por la reacción del caballero, echó a correr tras él, como si con sus torpes pasos pudiera darle alcance. Pero el suelo ya embarrado le impedía avanzar lo necesario para llegar al jinete y a su caballo. No tenía intenciones violentas, pero sí quería detener a aquel hombre y hacerle entrar en razón, al menos, hasta donde le permitieran sus capacidades.

Pestañeando trabajosamente bajo la lluvia, Normoh observa impotente cómo la silueta del caballero se desdibuja conforme se aleja, y lo hace rápido. Mira atrás desesperado, al grupo que se ha quedado junto al carro. De repente, Ursu echa a correr mal que bien en pos del caballero. Debe de parecerle una buena idea al cazador, que tras un par de vistazos rápidos a Ursu y al jinete, se lanza a trompicones en dirección al edificio, agitando los brazos y lanzando algunas voces:

-EH! EEEHHH! NO NOS DEJÉIS!!! EEEHHH!!! EH, CABALLERO SEÑOR!

"No puede ser cierto."

Velocatus, empapado bajo la constante presión de la lluvia veía como su mejor, si no su única esperanza de salir airosos de los siervos muertos del Nigromante los mandaba a morir a su suerte. El destino les jugaba bromas por demás crueles. Miro hacia el cielo, como caía el agua copiosamente sobre ellos.

"Solo hay agua... nada de sol. No hay medias bendiciones que sirvan."

Una enorme sensación de angustia se apodero de él cuando vio a Ursu salir disparado en un inútil intento para alcanzar al caballero. Ya no les quedaban más opciones casi y todas parecían cada vez más desesperadas que la persecución del grandulón.

-¿Y ahora....?- La voz del Culprit se perdió en el estruendo de la lluvia. Entrar por la fuerza no parecía muy probable y poco futuro les quedaba si solo seguían avanzando esperando perderlos de vista.

Jace niega en silencio, incrédulo ante el rechazo del jinete a ofrecerles ayuda y refugio. Su situación es desesperada y ese hombre lo ha visto perfectamente, le han pedido amparo, han ofrecido una alianza con Forbrab, pero les ha despreciado sin siquiera pararse a pensarlo… y no lo van a aceptar.

- ¡Ah, no! ¡De ninguna manera! -exclama airado mientras hace un gesto al resto de compañeros que han quedado atrás con el carro para que les sigan- Vamos hacia esa construcción, si los siervos del Nigromante nos siguen los tendrán encima y van a tener que hacer algo, no podrán limitarse a esperar ahí escondidos y cruzados de brazos…

El plan tiene sus riesgos, podrían atacarles con armas a distancia cuando se acerquen, pero hay que tener mucha sangre fría para dar muerte a alguien desesperado que te pide refugio cuando le persiguen esas cosas… y aun si deciden mantener sus puertas firmemente cerradas, al atravesar su territorio varios de los no-muertos se distraerán de su persecución inicial ante la presencia de más vivos en las cercanías, eso ya por sí solo puede suponer la diferencia entre estar condenados y tener una oportunidad.

Siempre que no les disparen…

-Y ahora corremos...- respondió Iunus a la pregunta de Velocatus. Colgó el hacha nuevamente, y tomó las riendas de Bill para hacerlo correr hacia la edificación que tenían más adelante.

Cuando estuvieran más cerca, tal vez podrían desatarlo para poder ir más rápido, pero por ahora necesitaban la carreta lo más cerca de ellos posible. Además, tal vez les podía servir como una pequeña barricada si la colocaban contra algo que les protegiera.

Mientras Ursu corría a trompicones detrás del caballero que desaparecía detrás de la muralla y Normoh gritaba desesperado bajo la lluvia corriendo detrás de él; Jace haciendo gestos con los brazos llamó a los Wits y a Velocatus. Iunus el más resuelto de los tres cogió las riendas de Bill y sacó caballo y carro de la calzada hacia el norte por el llanura. El joven leñador imprimió al caballo buen paso, con intención de alcanzar a la avanzadilla lo antes posible, mientras su padre y Velocatus se ponían al trotre junto al carro para no quedar atrás.

No habían recorrido más de un centenar de pasos cuando las ruedas traseras del carro empezaron a patinar por el barro, resbalando en lugar de rodar por el lodo. El caballo, que no se había quejado de la lluvia que empapaba a todos, ni del viento fresco que ahora con la humedad resultaba desagradable, empezó a relinchar mientras las dos ruedas traseras resbalaban haciendo al caro más pesado. Bill clavó las pezuñas profundamente en la tierra mientras Iunus tiraba del bocado, pero pronto las patas también empezaron a resbalar en el barro, incapaz de avanzar.

Hobbard, resuelto, empezó a empujar la parte trasera del carro con todas sus fuerzas, resoplando por el esfuerzo, clavó los pies en el suelo pero, a pesar de llenarse de lodo hasta la cintura no consiguió que el carro se moviera más de una cuarta.

Unos metros más adelante Jace y Normoh observaron la escena, por un momento, sin saber qué hacer. Mientras que Ursu, que había corrido un centenar de metros a toda la velocidad que le permitía su corpachón cubierto de armadura y de sus enseres, se había detenido boqueando, consciente de que el caballero era inalcanzable y ya había desaparecido detrás de la muralla.

Al oeste, los siervos del Nigromante seguían aproximándose, devorando poco a poco la ventaja de los aventureros conseguida al precio de una marcha forzada.

Todavía hay tiempo... todavía hay tiempo... pensaba Iunus al ver a los Siervos aproximarse poco a poco a donde se habían detenido... no por propia voluntad, sino por la imposibilidad de avanzar con Bill y la carreta a cuestas.

No podían dejarlo ahí mismo. A Bill menos que menos. Pero la carreta era necesaria para poder llevar a cabo toda la empresa. ¿Qué podían hacer? Iunus vio a la distancia cómo los demás se detenían...

-¡Jace! ¡Ursu! ¡Normoh! ¡Vengan a ayudar!- gritó con las manos a los lados de su boca para amplificar al menos un poco el sonido. Tanto el guardia como el hombretón serían de ayuda para empujar... el cazador podría tomar las riendas de Bill.

Luego, con la respiración agitada por la adrenalina y el esfuerzo, se volvió hacia Velocatus.

-Toma las riendas de Bill y tira... probaremos desencajar la carreta al menos una vez antes de que lleguen los demás. Cuando lo hagan, toma todo lo que puedas de la carreta y corre a la construcción- le dijo con la voz más tranquila que pudo sacar de sí mismo.

Acto seguido, se colgó el escudo y se acercó a su padre.

-Intentémoslo... al menos una vez- le dijo poniendo las manos en el borde de la carreta y afirmando sus pies todo lo posible -¡A la cuenta de tres! Uno... Dos... ¡Tres!-

Jace maldice en silencio, nada está saliendo como debería en esta condenada misión...

Abre la boca para gritarles que dejen atrás la carreta, que los siervos del Nigromante la ignorarán si desenganchan al animal del tiro porque sólo les interesan los seres vivos, no los bienes materiales... ni siquiera serán conscientes de que destruir el carro perjudicaría a sus presas. Pero antes de que pueda hablar sus compañeros ya están empujando con todas sus fuerzas para sacar la pesada carreta del fango. Y sabe que debe colaborar, al menos en esta primera intentona.

Así que gruñe un improperio, se dirige hacia el lugar en que su fuerza pueda ser más útil y arrima el hombro.

-Intentemos todos un par de veces y si no funciona desenganchemos a Bill... la carreta nos puede servir si nos tenemos que defender de los siervos y estamos aún afuera- dijo cuando hubieron llegado los demás junto a la carreta.

Para él los Siervos no harían nada con la carreta, pero también sabía que si no lograban que les abrieran, la carreta les serviría como parapeto para defenderse... aún tenían tiempo.

Velocatus miraba en silencio como la oscuridad se les echaba encima. Nunca en su corta y común vida había tenido tanto miedo. Un miedo tan fuerte que le atenazaba el estómago, le debilitaba las piernas y le nublaba la mente. No quedaban esperanzas si no los salvaban.

En medio del caos oyó gritos, pero no los entendió. Todo lo que pudo captar fue que ahora tenía las riendas en las manos y que otros estaban empujando la carreta. Tiro de las riendas en un acto reflejo desprovisto de cualquier emoción. -Vamos Bill, camina...- dijo con un tono lento y algo cansado.

El animal relinchaba entre el esfuerzo y los resbalones en el barro y la carreta hasta ahora no se movía. Si el esfuerzo de todos los demás la desencajaban bien, pero si no daba lo mismo. Si no nos abrían las puertas estábamos muertos igual.

Hobbard, viendo como su hijo se hundía en el barro intentando sacar la carreta del barro sin que ésta se moviera, se acercó a esta y apoyó los brazos en la parte posterior empujando con todas su fuerzas, rechinando los dientes y haciendo que las venas de sus brazos se marcaran en la piel como si estuvieran a punto de reventar.

La carreta crujió y pareció que iba a salir del barro, pero no hizo sino balancearse adelante y atrás, aún atrapada.

Mientras su compañeros empujaban la parte trasera del carro, Velocatus, mucho menos capaz en lo que a fuerza física se refería, se dedicó a tirar de las riendas de Bill, sustituyendo a Iunus, que ahora empujaba junto a su padre y Jace.

El joven ntentaba coordinar los esfuerzos del caballo, que más que tirar del carro se limitaba a patear el barro al verse retenido incapaz de avanzar. Con suave palabras el pupilo de Lana tranquilizó al caballo e hizo que este clavara las pezuas con fuerza y tirase cuando los hombros empujaban.

La carreta pesa demasiado, está cada vez más hundida en el barro. Y esas cosas cosas se acercan...

- ¡Dejémoslo estar! -exclamo a gritos para que me oigan bajo la lluvia- Desenganchad al caballo y dejad el carro atrás, hay que moverse rápido.

Alzo la vista para intentar discernir algún movimiento en la construcción a la que nos han negado acceso...

- Vayamos a la muralla, si no quieren abrirnos como mínimo la rodearemos y con suerte los siervos del Nigromante se dividirán... así tocaremos a menos.

...o eso espero.

El caballo relinchaba furioso tirando del carro bajo las palabras de Velocatus, pero tras tirar un par de veces y resbalar en el barro, volvió a encabritarse furioso, cegado por la lluvia y cansado por el camino que había recorrido a marchas forzadas bajo la mano firme e inmisericorde de Jace.

A pesar de los esfuerzos de todos, el carro seguía atrapado en el barro. Quizás con la ayuda de Normoh o de Ursu, que seguían acercándose a la muralla...

Ya lo habían intentado... y no había servido de nada. En ese momento, Iunus no estaba viendo la bendición de la lluvia.

-¡Maldición!- exclamó de pronto para luego dejar de hacer fuerza -Tomen lo que puedan y que vaya a servir y corramos, yo me ocupo de Bill...-

Inmediatamente después se acercó a los arreos del caballo para dejarlo libre de la atascada carga que llevaba.

Jace siempre alerta y en busca de amenazas no perdía de vista a los siervos del Nigromante y empujar el carro no le había hecho olvidar el peligro que les acechaba.

A través de la lluvia pudo ver como los no muertos seguían, sin pausa acercándose, aunque pudo ver como muchos de ellos, que caminaban campo a través se habían visto retrasados por el creciente barrizal. Sólo unos pocos, los que avanzaban por la calzada, en la que gracias a la magia de los Padres apenas se formaban charcos seguían caminando a buen paso.

Estos, no serían más de media docena. Los demás, se iban rezagando poco a poco y los perseguidores ya no formaban un frente cerrado y compacto como hicieran antes.

Todo esto pudo ver Jace, aunque era difícil precisarlo con la lluvia en los ojos y la desagradable sensación de ardor y quemazón que le bajaba por la garganta cada vez que tragaba algo de saliva.

Primero Ursu y luego Normoh, se habían dirigido a la muralla agitando los brazos y gritando desesperado por conseguir ayuda por parte del malencarado caballero. A medida que se habín ido acercado a la estructura pudieron comprobar que se trataba de una muralla tan alta como la de Forbrag, con sus buenos 3 metros de altura, sin ventanas o almenas a la vista. Había algunos arbustos en la base de la muralla y ésta estaba pintada de forma irregular con colores pardos, lo que la confundía con el paisaje en la distancia.

Los aventureros no pudieron llegar a ver la puerta por la que había salido y probablemente vuelto a entrar el caballero, por lo que era posible que estuviera en otra de las caras de la edificación que desde el punto de vista de los aventureros no resultara visible.

No vieron que nadie se asomara a las murallas o les arrojara fuego de proyectiles, ni tampoco habían recibido respuestas a sus gritos y plegarias. A sus espaldas, los demás trataban de liberar el carro del barro, por lo visto con escaso éxito. Mientras tanto, los no muertos se acercaban, pero la lluvia o el cansancio, también debían haber hecho mella en ellos pues aún estaban lejos.

Se dijeron.

Desconcertado por la falta de respuesta de los habitantes del castillo, Ursu sintió cómo el abatimiento se instalaba en su carne y en sus huesos y ensombrecía su rostro. Pero al idiota se le iluminaron los ojos de repente al ocurrírsele una idea, algo infrecuente en él. Aunque también consideró las tribulaciones que padecían sus amigos. Quizás debería regresar y ayudarles con el viejo Bill, que se encabritaba y no se dejaba tranquilizar. 

—¿Normoh y Ursu deberían buscar la puerta en la muralla? ¿O deberían volver con sus compañeros y echarles una mano? —preguntó el gran idiota al cazador.

Veo claramente cómo los siervos del Nigromante están empezando a dispersarse, a expensas de los que quedan parcialmente retenidos en el barro... ahora hay un grupo mucho más reducido avanzando por el camino...

Pero no, definitivamente no podemos hacerles frente si esperamos salir todos de esto. Tengo muy claro que siempre es preferible evitar un enfrentamiento con esas cosas, uno sólo ya nos representó un serio reto en las ruinas en las que pasamos la noche, media docena seguro que nos causan más de una baja. Y luego, igualmente, nos acabarían dando alcance los demás.

No ganamos nada con intentar hacerles frente ahora que se han dividido. Ni yo ganaré nada con comentarlo a mis camaradas para generar una discusión inútil. Sólo nos iba a hacer perder un tiempo precioso.

Así que callo y continúo avanzando hacia la construcción defensiva a la que nos han negado acceso. Puede que no logremos entrar, pero si la rodeamos atraeremos hacia allí a todas esas cosas. Se los echaremos encima y con un poco de suerte nos los distraerán. Tengo experiencia en esto, cuando llegaban a Forbrab se abalanzaban ciegamente sobre la muralla, intentando escalarla con torpeza, pero no te los quitabas de encima hasta que los lanceabas desde arriba. El peligro real no provenía de que la superasen trepando, ni por supuesto echándola abajo, sino de que se amontonasen en su base en número suficiente como para que algunos lograsen rebasarla. Así que, mal que les pese, los de dentro tendrán que hacer algo...

Y hasta en el peor de los casos, nosotros podremos alejarnos con muchos menos perseguidores encima...

Aunque bueno, hay un panorama todavía peor que ese: que abran fuego contra nosotros al acercarnos. Esperemos que les quede algo de humanidad y decencia... impidiéndoles matar a sangre fría a gente que les ha pedido ayuda.