Partida Rol por web

Jace ve acercarse a la horda de no-muertos con ese caminar tambaleante y torpe, pero empujados por un hambre implacable y eterna, que les hace perseguir a los vivos con saña infinita... y no puede evitar que un escalofrío recorra su espalda. Cuando están en este número los siervos del Nigromante son imparables, los vivos no pueden plantarles cara, sin duda les acabarían devorando...

Y es que no es lo mismo hacerles frente desde lo alto de la muralla que desde aquí abajo, eso está claro. Sin poder evitarlo, retrocede ansiosamente hacia el pesado portalón levadizo que se alza con una lentitud exasperante...

¡Pero cuanto menos, por la gracia de los Padres, parece que les están dejando entrar!

Parece que todo el mundo necesita madera... pensó Iunus esperanzado ante la perspectiva de que les fueran a abrir. Sólo tendrían que cortar más leña... sólo tendrían.

-¡Toma! ¡Entren ahora mismo!- les gritó a los demás mientras le daba las riendas a Velocatus y se colocaba el escudo en el brazo.

Dio un paso al frente para enfrentarse a los siervos mientras sus compañeros entraban a la casa-fortaleza y al ver al enemigo a la cara y en tal cantidad, el alma se le cayó a los pies.

¡Mierda! ¡Son demasiados!

-Por el sol y el agua...- murmuró con una especie de hipnosis al ver a los Siervos acercarse implacables. El escudo bajó levemente y el hacha más visiblemente. El ánimo de pelea se le había esfumado.

Miró a su espalda mientras intentaban agolparse contra la pesada puerta que parecía que tardaría una eternidad en abrirse...

¡Vamos! ¡Ábrete... sésamo! instó mentalmente sin saber de dónde había venido realmente y mirando a sus enemigos se puso en guardia para poder recharzarlos mientras retrocediera...

Velocatus había mirado todo absorto en la nada, las palabras habían cruzado sus oídos pero nada había entendido. Todo parecía un sueño... pero no. El joven no era tan estúpido ni crédulo para creer que lo que pasaba era algo irreal, sino más bien estaba demasiado consciente que su fin estaba ya a metros de alcanzarlos. 

Por fin, el tacto duro con las gastadas riendas de Bill lo sacudió del sopor de su letargo fatalista. Por puro instinto presiono las correas ásperas contra la piel de sus manos y escucho por fin, los resoplos nerviosos de la pobre bestia, que se veía aún más afectada que nosotros por la presencia de las letales criaturas del Nigromante. Ya teniendo muy clara cual era su tarea, se acerco a la bestia con la palma de una mano al frente y un susurro tranquilizador en los labios.

-Sooo, tranquilo Bill, pronto nos iremos de aquí... sooo- Y con su mano libre trataba de limitar el campo de visión de la bestia, para que el terror no terminara de destrozar su pobre voluntad y lealtad.

El crujir de la puerta en su lento camino hasta su máxima apertura era lo único que hacía permanecer cuerdo al joven Culprit, así como seguramente a todos sus compañeros. Solo debían resistir un poco más.

-Fuerza muchachos, solo un poco más...- Las palabras sonaban vanas y sin sentido, pero había logrado quitar todo el miedo de ellas al menos, así que sonaron claras y limpias entre el chapoteo de la lluvia.

"Es ahora o nunca... debemos aguantar."

Normoh, que había dados dos pasos hacia atrás cuando oyó a Jace proderir amenzas, volvió a darlos hacia delante cuando vio tan cerca a los siervos, y volvió a arrimarse al soldado. Ahora daba saltitos pugnando por ser de los primeros en ganar la puerta y la salvación.

Ursu siguió la vista de Jace y vió a los no muertos que se lanzaban sobre ellos en hilera, refrenados por el barro, como había ocurrido con el carro. Los dos primeros los tenían encima, pronto les seguirían otros cuatro y luego todos los demás, unos treinta. El gigantón no pudo evitar un estremecimiento. Aquellos eran demasiados, aún se acordaba del que habían destruido en la casa en ruinas y entonces eran tres contra uno y con un remedo de muralla defensiva. Ahora la muralla no hacía más que, de momento, cortarles el paso a su espalda.

Con un sudor frío cayéndole por la nuca ya empapada de lluvia, el gigantón se dispuso a defender a los demás y empuñando su enorme espadón se colocó codo con codo con Iunus interponiéndose entre los malignos y sus camaradas y afianzó la postura que no su confianza separando los pies.

Hobbard observó con alivio como se elevaba por fin la poterna de la fortaleza, aunque lo hacía con exaperante lentitud. La sierra enorme y pesada se le clavaba en el hombro. Las piernas, cubiertas por las grebas y la ropa empapada le pesaban y los pies se le hundían en el barro. Sin embargo, como siempre, guardó las maldiciones para si mismo y esperaba estoico el ascenso de la puerta.

Los siervos del Nigromante no habían perdido el tiempo y estaban casi sobre ellos y su hijo Iunus, junto con el siempre voluntarioso Ursu se habían destacado como adalides del grupo. El leñador volvió a sentir como se le encogían las entrañas como cuando vió a su hijo caer al suelo y a duras penas mantener a uno de aquellos muertos andantes lejos de si con su escudo.

Dejó la sierra apoyada contra la muralla y aun sin poder reprimir un escalofrío sobrenatural, se colocó junto a su hijo, en el lado contrario al ocupado por Ursu el explorador.

Ursu, Iunus y Hobbard estaban formados en línea, interponiéndose entre sus compañeros y los no muertos. Mientras tanto, la lluvía empezaba a caer con algo menos de fuerza, mientras las figuras de la muralla les contemplaban impasibles, sin dirigirles el menor gesto o palabra. A espaldas de estos tres aventureros la puerta gracias a un mecanismo oculto que traqueteaba regularmente se iba abriendo, elevándose.

Los dos primeros no muertos estaban a pocos pasos cuando la puerta alcanzaba la altura de la cintura de Normoh y de el interior salía poca luz. Con la curiosidad de un roedor el cazador se agachó un poco y vió unos pies cubiertos de cota de malla.

Jace no tiene la menor intención de enzarzarse en un combate con esas cosas, así que retrocede agachándose, pero sin perder de vista en ningún momento a los siervos del Nigromante...

- Venga, evitad el contacto y vamos dentro, rápido...

Si no fuera porque su sentido del deber le obliga a no dejar atrás a los Witts y al joven Culprit, ya hubiera cruzado ese pesado portalón, ni que fuera arrastrándose...

Iunus vio cómo su padre y Ursu se colocaban a su lado. Por un momento se sintió más seguro, pero al ver cómo se acercaban todos los siervos, su coraje flaqueó un momento.

-¡Vamos retrocediendo! ¡Apenas puedan, pasen por debajo! Con Ursu podemos esperar hasta que pueda pasar Bill- gritó Iunus dando él mismo algunos pasos hacia atrás estando atento a los movimientos de los Siervos ralentizados por el barro. Con suerte, tal vez podrían evitar entrar en combate, ya que no sólo se sentía cansado y sediento, sino que además tenía muchas dudas con respecto al resultado de un combate así... y el  miedo es el primer enemigo que hay que vencer, y Iunus no estaba llevando bien ese combate.

El cazador no se lo pensó dos veces, ni por supuesto se detuvo un instsnte para mirar atrás; se lanzó gateando bajo la puerta con escasa elegancia, en pos de la seguridad que ofrecía, buscando inmediatamente al otro lado al responsable, fuese hombre o mecanismo, que permitiese volver  bajarla en cuanto todos hubiesen pasado. Todos, o la mayor parte posible...

El miedo era una fuerza poderosa que hacía tambalear el corpachón de Ursu. Saber que estaba condenado por el  moho verde no ayudaba demasiado a afrontar aquella situación. Quizás éste fuera el momento en que el grandullón hubiera experimentado tan altas cotas de pánico. Respiraba con dificultad, intentando controlar la congoja que le invadía y haciendo todo lo posible para que su mano no temblara. No obstante, una nueva resolución se abrió paso en su mente, reforzada por la presencia a su lado de los Witts. Era bueno tener compañeros con semejante capacidad de sacrificio. 

Al escuchar el grito de Iunus, Ursu procuró prestar atención a los movimientos de sus camaradas así como a los siervos más próximos. No le quedaba saliva que tragar, tan seca se le había quedado la boca, por lo que suspiró con sonoridad. Blandió su espada con energía; si no quedaba otra que enfrentarse a esas aberraciones, no le importaría quedarse atrás si brindaba al resto de la compañía el tiempo necesario para salvar sus pellejos. No obstante, comenzó a retroceder lentamente, procurando que sus amigos le adelantaran y llegaran cuanto antes al interior de la fortificación.

Orden de actuación del combate:

- No muertos 17

- Hobbard y Jace 13

- Iunus 12

- Normoh 11

- Velocatus 10

- Ursu 2

*Se aplican los cambios de orden habituales. Proyectiles > Astas > CaC > Astas en 2º turno

Mientras Normoh desaparecía por debajo de la puerta entreabierta. Velocatus esperaba impaciente con las riendas de Bill en una mano y las bayas de Artosa en la otra. A su lado Jace, con las manos y los bolsillos llenos de grano y un hacha a dos manos sobre el hombro dudaba si seguir al cazador o permanecer junto al muchacho.

Los otros tres formaban una barrera entre ellos sus persiguidores. Ursu, empuñaba el espadón con mano temblorosa, quizás por miedo, quizás por la falta de descanso, agua o curación para la tos. Había retrocedido un par de pasos hacia la muralla mientras que Hobbard e Iunus se mantenían algo más adelantados.

Los no muertos estaban ya sobre ellos y pudieron ver que los dos primeros eran casi dos ancianos, de mirada vacía y andar tambaleante como lo demás, pero que habían sido tocados por el Nigromante cercanos a la senectud. Uno de ellos llevaba en la cabeza un ridículo gorro o al menos los restos de uno mientras que el otro estaba cubierto por un raído jersey azul.

Con un grito gutural se abalanzaron sobre ellos, uno de ellos empezó a forcejear con Iunus intentando apartar el escudo para aferrarse a su cuello, mientras que el otro lanzó los brazos contra Hobbard, quien sin embargo, gracias a su mayor peso y estatura pudo apartarlo de sí sin gran dificultad.

Iunus miró hacia atrás para ver cómo seguía subiendo la puerta y cómo Normoh ya se ponía a salvo... pero cuando volvió a mirar hacia el frente, el terror se reflejó en sus ojos.

Uno de los sirvientes, el del gorro, quería hacerse con su sangre y la desesperación por evitar que lo agarrara fue tal que comenzó a mover el escudo con fuerza para sacárselo de encima. Con un zarandeo casi lo logra voltear, pero el maldito ser se logró seguir agarrando al escudo. 

El guardia de Forbrab sabe que no puede dejar atrás a uno de los Witts, de modo que retiene su imperiosa necesidad de retroceder y atravesar el portalón como ha hecho ya Normoh, para dejar caer el hacha a un lado, sujetar con firmeza una de sus dos últimas jabalinas con ambas manos... y darle una lanzada al siervo del Nigromante en la cabeza.

- ¡Deja ir el escudo y retrocede! -le grita mientras ataca- ¡Que se lo quede esa cosa! Nosotros crucemos la puerta... ¡Rápido!

¿Qué podía hacer el joven en una situación como esa? No podía salir al combate, solo tenía un cuchillo ya que los restos de su estropeada honda estaban en uno de los bolsillas de su túnica. Miro hacia la puerta mientras la desesperación se iba apoderando de sus sentidos lentamente, una vez más.

-"¡Ábrete maldita sea!... ábrete de una vez por todo lo sagrado." Esperaba algo desesperado a que la puerta se levantara lo suficiente para meter a Bill dentro.

El Culprit colocó sus manos a los costados del rostro de la bestia en un intento para mantenerla calmada hasta que la puerta terminara de alzarse. mientras tanto no paraba de susurrarle las lisonjas que le abuela le enseñara hace tantos años.

Iunus volvió a mover el escudo, pero esta vez lo hizo para que el Siervo le dejara el costado libre... libre para el filo de su hacha.

Logró con el golpe hacer que soltara el escudo: estaba libre. Pero sus ojos vieron cómo los siervos seguían avanzando y sintió que estaban perdidos, a menos que lograran retirarse a tiempo.

El maldito siervo lo había retenido demasiado... pero debía retroceder.

-¡Padre! ¡A la puerta!- le gritó el joven leñador a su padre, maestro y jefe, mientras daba unos pasos hacia atrás en búsqueda de la seguridad de las paredes de la fortaleza.

Un pequeño apunte sin importancia. En realidad hay un pequeño fallo en los cálculos. Realmente he de decir que este sistema de El Reino de las Sombras me ha acabado pareciendo demasiado complejo, incluso tras haberlo simplificado; en ocasiones los cálculos son un infierno y recordarlo todo imposible, incluso para mi como máster. Te digo:

La Dote de Furia te da FUE +4 y no +4 al bono de FUE, es decir, en realidad Iunus pasa (momentaneamente) de tener FUE 14 a tener FUE 18 y por tanto de tener un bono de FUE de +2 a +4.

Por otro lado la superioridad numérica Jace+Iunus vs Terry el no muerto te daría ese mismo +2.

Así pues, lo comido por lo servido. Todos conformes. =)

Al otro lado de la puerta, Normoh se pone en pie...