Partida Rol por web

Cuando el grandullón tropieza y cae torpemente al suelo ante las puertas, la reacción de Jace es instintiva.

Con un movimiento fluido se vuelve, extiende el brazo y arroja la jabalina que llevaba en las manos contra uno de los siervos del Nigromante, el más adelantado. Seguramente no le detendrá, pero si lograse al menos retrasarlo podría darle al bueno de Ursu la oportunidad que necesita...

O se la daría, de haber acertado su blanco, pues la precipitación y los nervios hacen que el lanzamiento sea muy deficiente. La frustración se dibuja en la mueca de su rostro cuando Jace, impotente, no puede más que urgir a su compañero caído:

- Rápido Ursu, ni que sea a gatas... ¡Tienes que entrar antes de que el rastrillo baje!

Los aventureros (sí,tal vez ya podamos empezar a llamarlos así) van entrando entre empujones en la pequeña habitación, y Normoh se siente cada vez más apretado y cada vez más cerca de la ballesta que le apunta al pecho, y el vocerío le pone todavía más nervioso.

Ojalá al caballero no... Y cerrad ya esa maldita puerta...
 

Iunus se dio vuelta y vio la situación... no tuvo mucho tiempo para pensarlo así que accionó. Después habría tiempo de juzgar su accionar, tal vez, ya muerto, o tal vez, vivo aún, pero en ese momento sólo una cosa pasó por su mente: Ursu no puede caer ahora.

Salió disparado con el escudo aún en la mano hacia donde estaba Ursu para ayudarlo a levantarse y correr juntos. Al menos, podría proteger su retirada con el escudo.

-¡Vamos Ursu! ¡Nos quedamos afuera si no!- dijo el joven cuando llegó junto a él y le extendía una mano para ayudar a levantar al gigante. Una mirada rápida se posó sobre los Siervos que parecían azuzados por la proximidad de una derrota...

¡Vamos Ursu... vamos!

El Wits estaba muerto de miedo, esa era la verdad, pero no podía dejar a su compañero a la buena del Sol y el Agua. Además, el enojo por toda la situación parecía haberle dado más fuerzas por lo que no dejaría que aquellas criaturas salieran victoriosas con un aventurero en el estómago.

La ira por el pánico que atenazaba su corazón y el auxilio brindado por el joven Witts fueron alicientes suficientes para espolear el ánimo y el corpachón del torpe grandullón. Se alzó como un oso que aún no ha recibido las suficientes heridas para ser derrotado. Con un gruñido que dejaba entrever a las claras tanto su miedo como la rabia que lo invadía, se dispuso a correr.

—¡Vamos, joven Witts! Que tu ayuda al tonto de Ursu no sea en vano —intentó apremiar con tales palabras a Iunus. Asegurándose de que éste echara a correr, Ursu no tardó en imitarle.

Pero el cuerpo del idiota parecía negarse a obedecer al instinto de supervivencia*. Cayó estrepitosamente en el lodo.

Hete aqui un regalo del máster *

Las opciones de Ursu son varias.

1 - Arrastrarse hacia la puerta, lo que es muy lento y muy expuesto (Tumbado: -4 ATQ propio en cuerpo a cuerpo. Los enemigos +4 ATQ en cuerpo a cuerpo). Pero aporvecharía las acciones de movimiento de Ursu.

2 - Levantarse y quedarse donde está. Perdida una acción de movimiento como Atletismo, la otra se emplearía en Levantarse. Te quedas un poco como un pasmarote, pero al menos los verás venir (Levantarse: –2 a ATQ y DEF mientras te levantas) y si sobrevives al primer embate los demás turnos serán más llevaderos. Además, quizás te acabaras levantando de igual forma en próximos turnos.

3 - Emplear un punto de acción para obtener una acción estandar adicional este turno. "Energía heroica".

4 - Doblando un poco las normas, emplear un punto de acción como "Segunda oportunidad" y repetir una tirada de salvación. Que en este caso sería la de Atletismo (que es una habilidad y no una tirada de salvación, pero colaría por esta vez). Eso sí tendrías que obtener 10 o mas en 1d20 -5 +2. Es decir una tirada de 13 o más.

"¡NO...no,no,no no!"

¿Cómo diablos podía estar sucediendo esto? Estaban tan cerca y de repente esa corta distancia parecía insalvable. Velocatus se movió intranquilo en su lugar y casi deja caer todas las bayas al suelo. Decir que estaba nervioso era poco y maldijo toda su suerte por tener su honda destrozada.

-¡Vamos! ¡Ustedes pueden muchachos vamos!-

Que estúpido se sentía al solo poder alentarlos. Nada, pero literalmente nada era lo que podía hacer por ellos. Gracias al sol y al agua que no cabía ni una sola gota más de desesperación en su delgado cuerpo porque sino se hubiera lanzado al suelo cansado. 

"Aún no acabo... pueden lograrlo."

Ursu había caído al barro a pocos metros de la puerta, detrás de él los no muertos avanzaban a marchas forzadas, tan rápido como la magia del Nigromante permitía a sus pútridas caderas. Instantes antes la puerta había empezado a descender. Jace, que había sido el primero en pasar junto al caballero oyó el grito de Ursu y volvió atrás seguido de Iunus, mientras el joven leñador corría hacia Ursu, el soldado se quedó en el quicio y lanzó una de sus jabalinas con todas sus fuerzas, con tan mala suerte que ésta, desviada sobrevoló la cabeza de Ursu y de los sirvientes del Nigromante más próximos y golpeó el suelo partiéndose con un crujido¹.

Ursu intentaba ponerse en pie en el barro mientras Iunus corría hacia él. La puerta seguía desciendo, a un ritmo mucho más rápido que cuando había ascendido. Bajo ella se encontraban Jace y el caballero de la ballesta, que pronto tendrían que decidir si quedarían dentro o fuera de la fortaleza cuando ésta volviera a cerrarse. En la habitación interior, Velocatus, Normoh y Hobbard² permanecían inmóviles sin hacer amago alguno de querer volver a salir. Frente a ellos escucharon un ruido, como si alguien estuviera quitando las barras³ de la puerta de la habitación que daba al interior de la fortaleza.

Iunus vio caer con impotencia al gigante de Ursu. No pudo reprimir una maldición por lo bajo y una mirada hacia la seguridad de la puerta que descendía con velocidad alarmante. Ya no importaba eso, tenía que ayudarlo, para eso había salido.

Tomando a Ursu por el brazo para ayudarlo a levantarse, Iunus intentó correr con él...

-Vamos Ursu, tú puedes, tenemos que salir de aquí, nadie se queda atrás...- le dijo el joven intentando alentar al grandote que parecía demasiado cansado para continuar...

Era un cobarde. Velocatus lo sabía mejor que nadie, pero el dolor que eso le causaba era brutal. Era Ursu el que estaba tirado ahí, el bonachón de Ursu... y los demás intentaban ayudarlo. El en cambio todo lo que hacía era sostener unas riendas y un manojo de bayas en las manos, desde la seguridad del interior. Cobarde, eso es lo que le gritaba cada parte de su ser... Y aún así nada.

"Perdoname.........."

La tranca se movía. La seguridad del interior era ya palpable y el alivio que corría por mi ser me dejo casi enfermo. Ya estaba decidido aparentemente. Ursu se quedaría fuera y yo me salvaría sin hacer nada para ayudarlo.

Como si una fuerza por completo ajena acabara de invadir al desgarbado grandullón, éste se alzó con las fuerzas que le restaban e incluso tambaleante echó a correr en pos del joven Witts que lo animaba con sus palabras y sus gestos de auxilio. Bien pudo intervenir el pánico, que desembocó en furioso instinto de supervivencia. La cuestión era que Ursu forzó su corpachón torpe para ganar terreno a las hambrientas huestes del Nigromante. No se permitió expulsar el grito triunfal que se le atragantó en la garganta, no fuera que aún tropezara y esa vez ya no volviera a alzarse.

Ursu se levantó a trompicones del barro, tropezando, los no muertos más cercanos se abalanzaron sobre él, igualmente a trompicones por el lodo. Presa del pánico el grandullón se puso en pie a menos de medio metro de las zarpas más cercanas y corrió hacia la puerta.

Iunus le había salido al paso y le cogió por el codo para ayudarle a recuperar el equilibrio. Frente a ellos, el caballero alzó la ballesta. Parecía estar apuntándoles. Cuando dieron un paso más, el hombre apretó la palanca de la ballesta que liberó con un chasquido metálico el virote. A tan corta distancia el impacto era seguro y brutal. Voló tan deprisa que fue invisible a la vista. La cabeza de metal entró por el pecho a la altura de la unión de éste con el brazo, seccionando hueso, vasos y músculos sin apenas detenerse. A punto de atravesar a su víctima de parte a parte y salir por la espalda quedó atrapado por los restos de la escápula destrozada. El brazo quedó casi arrancado.

Ursu e Iunus lo habían sentido pasar entre la cabeza de ambos como el zumbido de un mosquito enfurecido y al volver la cabeza vieron los efectos de éste en la mujer no muerta que a un metro de ellos se había quedado paralizada, absorta, perpleja, si es que este sentimiento era posible en aquellos malditos. Los aventureros apretaron el paso y detrás del caballero, que no había dicho una palabra, pasaron casi a gatas bajo la puerta que descendía, con ayuda de Jace, que había contemplado la escena indeciso primero y luego tan sorprendido como sus compañeros. La puerta se cerró con estruendo a sus espaldas y los aventureros, el caballo y el acorazado desconocido quedaron en la habitación en penumbra. Por las aspilleras de los laterales parecieron ver movimiento, pero éstas eran tan estrechas que no pudieron destinguir de cuántos o de qué forma se trataba.

Un instante después escucharon retumbar la puerta a sus espaldas. Los no muertos iniciaban el sitio.

El guardia de la muralla de Forbrab y único soldado del grupo, que aquí parece apenas un paisano armado con un palo, si se le compara con los acorazados protectores de este privilegiado enclave, felicita efusivamente al grandullón:

- ¡Bien hecho, Ursu! -le palmea en la espalda, tal vez intentando disimular su pasividad previa- Nos has dado un buen susto con esa caída, pero al final has demostrado ser mucho más rápido de lo que nadie pensaba... y es que no hay como tener una buena motivación ¿eh, compañero?

Por unos momentos los aventureros quedaron atrapados en aquella sala, escuchando los atronadores golpes de los no muertos sobre la poterna. La puerta se tambaleaba con cada golpe, pero resistía, aún. Entonces, el caballero, que ya había recargado la ballesta se acercó a la puerta interior y la golpeó un par de veces con el puño. Como si estuvieran esperando esta llamada, terminaron de correrse los cerrojos y la puerta se abrió, dejando ver a otro guerrero acorazado, pero sin yelmo, el malencarado e hirsuto caballero que les había cerrado el paso a caballo.

Sin dirigirles una palabra se dió la vuelta y salió a la carrera.

Los aventureros pudieron entonces contemplar que la puerta interior daba entrada a un patio, algo mayor que la habitación que habían abandonado en su centro una rejilla circular por la que entraba a raudales el agua de la lluvia. Frente a la entrada, el edificio de mayor tamaño, que no sobrepasaban la altura del muro y con las paredes cubiertas de ventanas acristaladas. A la izquierda de los aventureros un edificio de menor tamaño y sin ventanas, con una puerta de pequeño tamaño, parecía una especie de almacén, depósito o puede, prisión. En el otro lado, a la derecha de los aventureros, había un techado, bajo el que estaba atado un caballo. Una estrecha escalera se abría a cada lado, una a izquierda, otra a derecha, entre los edificios contiguos y llegaba hasta la muralla.

El caballero de la ballesta, fue el primero en pasar la puerta interior y abrió ésta, provista de varios cuerpos, de par en par. Viendo a los aventureros dubitativos empezó a ladrales órdenes.

- ¡Allí, allí, subid ya! - dijo señalando la pared oeste, la opuesta a la entrada que habían empleado - ¡subid, subid! - dijo haciéndoles entrar en el patio empujándoles con prisa pero sin violencia del hombro o del brazo. Mientras tanto, el otro caballero preparaba el caballo, mientras que el caballero con yelmo esperaba a que entraran todos para subir a la porción de la muralla sobre la puerta donde ya se encontraban, ahora pudieron contarlas con más claridad, otras cuatro figuras con armadura y yelmo. 

Habían logrado entrar... lo habían hecho.

-¿Estás bien Ursu? ¡Cerca estuvimos!- dijo con una pequeña risa nerviosa mientras el cansancio volvía a apoderarse de su cuerpo -¡Vamos!- agregó cuando el soldado con armadura les dio la orden de subir y salir de ese lugar -Gracias...- le dijo cuando pasó junto a él.

La mirada del joven recorría el lugar mientras caminaba cansinamente. No podía ir mucho más rápido y se veía por cómo sostenía el escudo en el brazo izquierdo. No estaba inerme, pero por momentos lo parecía. Iunus estaba realmente cansado.

Se pasó la mano derecha por la frente para sacarse los cabellos que le caían empapados en la cara. Estaban a salvo...

-¿Están todos bien?- preguntó encarando al resto del grupo.

Y finalmente Ursu entró. Por un momento, cuando el enorme caballero disparó su ballesta, Normoh pensó que había sido demasiado lento y no volverían a verlo vivo. Ahora le dedicó una mirada de reojo bastante cariñosa para sus parámetros; le caía bien el grandullón.

Por lo demás, el cazador procuró mantenerse a una lado, sin llamar la atención, la cabeza encogida entre los hombros y mirando a todos lados, como una comadreja buscando un hueco en el que esconderse.

El idiota grandullón, jadeando por el último esfuerzo para salvar su enorme trasero, y aún con el susto en el cuerpo tras sentir la saeta del caballero pasar tan cerca de su rostro, agradeció la acogida de sus compañeros. Se sintió como un muerto que vuelve a la vida. No le quedaban muchas fuerzas para expresarse con su habitual torpe verbo, pero dirigió una amplia sonrisa a todos cuando Jace le dio la palmada en la espalda. También sonrió al caballero que disparó la flecha, aunque éste no le devolvió un gesto amable, mirando con cara de estreñido al grandullón.

Ahora tocaba seguir las indicaciones de sus salvadores, que insistían en que subieran al lado oeste de la muralla.

El gesto de victoria, una victoria ajena pues nada había hecho el Culprit, pero victoria al fin. Diez segundos antes cualquiera hubiera dado por perdido el esfuerzo final del enorme cuerpo de Ursu, pero de algun lugar el enorme cuerpo del leñador alcanzo a encontrar su camino a la seguridad de la puerta.

Casi se le habían caído las bayas y Bill había piafado inquieto ante el repentino tirón de las riendas, pero el ver sanos y salvos a los dos últimos que lograron entrar era un verdadero motivo de alegría para el joven. Nunca se hubiera perdonado en su interior si algo hubiera pasado y no hubiera hecho nada para ayudar.

-Aqui todos bien creo.- dijo respondiendo a la pregunta de Iunus con una sincera sonrisa de alivio en su rostro. Pero no hubo mucho tiempo para festejos, pues comenzaron a arriarnos con fuerza por el edificio. Aparentemente estaban a salvo de los siervos, pero aún tenían que conocer a sus salvadores.

Por supuesto todos se prestan a seguir dócilmente las indicaciones de sus "rescatadores" subiendo al adarve de su muralla defensiva. No es cuestión discutirle nada a un anfitrión que te acaba de dar acogida tan oportuna y generosamente en su fortaleza.

En especial cuando te superan en número y van tan fuertemente armados y recubiertos de metal como no habías ni soñado en toda tu vida... ¡Cualquiera les dice algo a estos!

Los aventureros respiraron con tranquilidad cuando Ursu pudo ponerse por fin a salvo tras las puertas. Hasta Bill pareció aliviado, aunque quizás esto se debiera tanto a la presencia del explorador, como al hecho de que la puerta se hubiera cerrado por fin, separándoles de los esclavos del Nigromante. Por un instante abundaron las sonrisas, las palmadas en los hombros e incluso Iunus se abrazó al gigantón a pesar de encontarse éste lleno de sangre, moho y barro.

Sin embargo el caballero, al que de haberle visto el rostro, seguramente éste no hubiera sido tan amistoso, no mostró tal efusión de afecto, sino que al ver que, con excepción de Jace, más acostumbrado a la disciplina militar que Martin Justicar exigía a sus hombres, los demás no respondían a su órdenes, el caballero casi fue empujándoles uno a uno para que ascendieran por la escalera indicada hasta la muralla.

Cuando todos parecieron entender lo que se esperaba de ellos, el propio caballero tomó a Bill de las riendas y éste, mansamente le siguió hasta el cobertizo que debía hacer las veces de cuadra y donde otro caballero se apresuraba en ceñir las correas de la armadura de su propio caballo.

Al llegar por fin a lo alto de los aventureros se encontraron en lo alto de la muralla recibieron en la cara toda la lluvia y el viento, que empapados como estaban, les heló los huesos. Pero no fue eso lo que les hizo temblar. Desde allí se veía la llanura hacia el oeste, docenas de no muertos se extendían por ésta, todos ellos acercándose, dispuestos a asediar la fortaleza o a asaltar la muralla. Ésta disponía de un parapeto bajo, hasta el muslo y en la base de éste había piedras de gran tamaño, quizás dispuestas para dejarlas caer si la fortaleza se encontraba en tan peliaguda situación como aquella.

A espaldas de los aventureros, el patio de la fortaleza, donde los dos caballeros se afanaban frenéticamente. Sobre la muralla este, donde estaba la puerta, cuatro caballeros más, impasibles ante los no muertos que golpeaban la puerta exterior con tal fuerza que los aventureros, a pesar de la distancia y de la lluvia, podían oír cada golpe.