Partida Rol por web

A salvo, en el lado bueno de la puerta, Normoh suspira, aliviado. Se pone en pie trabajosamente, notando la garganta pegada y las articulaciones doloridas, y empieza a sacudirse la ropa meticulosamente; teme mirar a su alrededor, pero finalmente tiene que levantar la cabeza y enfrentarse a lo desconocido, al misterio que les aguarda en el interior.

La pequeña comadreja que anida en su cerebro, inmune al miedo racional, busca de reojo potenciales amenazas, vías de escape, detalles llamativos.

Cuando Normoh se metió por debajo de la puerta entreabierta se dió cuenta de que lejos de entrar en el patio de la fortaleza, lo hizo en una sala. Se trataba de una habitación bastante oscura de unos 9 metros cuadrados. La luz del día entraba por cuatro pequeñas aperturas, dos a cada lado, que más que ventanas, debían ser descritas como troneras, alargadas a lo alto pero de apenas unos 3 centímetros de anchura.

Por el medio del techo corría una cadena de metal sujeta por poleas, traccionando de la puerta del exterior. El extremo de la cadena se perdía por un pequeño orificio practicado en la pared opuesta. En dicho extremo de la sala había una puerta de metal más pequeña que la exterior, que permitiría el paso de un hombre alto cada vez. La puerta parecía cerrada.

En ese momento, los ojos de Normoh, que como los de una comadreja habían recorrido toda la sala en busca de salidas, se ajustaron a la relativa oscuridad y con un respingo se dió cuenta de que no estaba solo en la sala, en el medio de esta, en silencio y quieto había un caballero, vestido de cabeza a los pies con cota de mallas, cubierta por un tabardo de color indistinguible por lo oscuro, cubierto por un yelmo que le ocultaba el rostro y empuñando una ballesta con la que apuntaba al cazador al pecho.

Los ojos del asombrado cazador recorrieron la cadena de un lado a otro. Más que al funcionamiento o a la complejidad del mecanismo, se recreó en el valor elemental de la misma. ¡Cuánto metal!

Pero enseguida advirtió al formidable caballero que también ocupaba la sala. El primer impulso de Normoh fue tirarse de nuevo al suelo, hacerse un ovillo y farfullar unas súplicas de perdón, pero, como a menudo ocurría en la cabeza del cazador, otros fueron sus actos. Primero miró de reojo al caballero, alejando la vista unas cuantas veces, como deseando no haberse visto. Después alzó lentamente las manos hacia arriba con las palmas hacia delante, en señal de rendición, muy cerca de la cara, levantando los hombros y adoptando una expresión de disculpa compungida, sin atreverse a moverse ni un paso. Fuera, parecía que se oía cierto barullo, que pudiera ser el golpeteo de la lluvia, pudiera ser un forcejeo sofocado.

PNJtizado.

Hobbard apartó con un brazo a aquel vejestorio no muerto que se había lanzado sobre él. Superando el asco y el temor sobrenatural que le producía lo apartó empujando con la mano izquierda sobre el pecho del monstruo, sobre aque ridículo jersey azul desvaído y aprovechó el hueco que había creado para asir el hacha con las dos manos y golpearle en la cabeza. El no muerto se tambaleó hacia atrás por el empujón y cuando volvió a lanzarse contra Hobbard, el brutal golpe descendente le abrió la cabeza en dos, destrozándolo hasta la mitad del pecho. El sirviente del Nigromante se derrumbó como una marioneta sin hilos.

Viéndose libre de enemigos y con su hijo resistiendo a duras penas con el escudo los embates del otro no muerto, Hobbard no dudó y volvió a levantar el hacha sobre su cabeza. Impactando en el lado contrario contra el que lo había hecho la jabalina de Jace.

- Si seguimos así puede que tengamos un instante de respiro - pensó - al menos un momento antes de que más sirvientes del Nigromante se lancen sobre nosotros.

PNJtizado

Ursu había empezado a retroceder hacia la puerta cuando se les acercaron los primeros no muertos, se mantenía al lado de Iunus, que tranquilizaba a Bill haciendo ímprobos esfuerzos. Sin embargo, con la puerta entreabierta, nada más que Normoh se había metido bajo ésta. Los demás se habían lanzado a la carga contra los zombies. Primero los Wits y luego Jace.

Ursu, que se había visto atemorizado por la cercanía de los muertos y sin nada que interponer entre ellos y él mismo y sin ninguna forma de huir, reaccionó como sólo un oso acorralado puede hacer, con un gruñido de guerra y abalanzándose contra el no muerto que aún estaba en pie. Como una exhalación recorrió los metros que se interponían entre ambos y pasó con violencia entre Iunus y Hobbard que fueron empujados por el corpachón de Ursu, mientras éste apenas era consciente de ello.

El tajo cruzado golpeó al sirviente del Nigromante en el pecho destrozando varias costillas. La violencia del golpe hizo que el sirviente se tambaleara hacia atrás y cayera al suelo sobre una rodilla. Pero éste, ajeno a todo dolor e impulsado por la magia de su siniestro señor volvió a ponerse en pie, haciendo frente a sus cuatro adversarios.

A espaldas de los combatientes la puerta siguió ascendiendo hasta tal punto que un humano podría entrar por ella sin encorvar la espalda y un caballo podía entrar sin demasiada dificultad. Los Wits, Jace y Ursu no permanecían ajenos a esto a pesar de estar envueltos en un forcejeo cuerpo a cuerpo. Su destino dependía de ello.

Más allá de ahí su atención se centraba en mantener apartado al sirviente del nigromante que aún se mantenía en pie y se forcejeaba con el escudo de Iunus ajeno a los golpes que los demás le propinaban. Sólo Velocatus pudo ver más allá de la puerta por la que había desaparecido Normoh instantes antes.

Los no muertos también debieron darse cuenta de la apertura de la puerta de la fortaleza porque apretaron el paso en un instante dos más se lanzarían sobre los aventureros. Si las figuras acorazadas en lo alto de la muralla seguían en sus puestos, impasibles, ajenas a la cercana amenaza, despreciando ésta.

La puerta finalmente se había abierto del todo delante de Velocatus y de Bill. La apertura de dos metros de anchura y otros dos de altura daba entrada a una habitación rectangular y no a un patio.

Se trataba de una sala bastante oscura de unos 9 metros cuadrados. La luz del día entraba por cuatro pequeñas aperturas, dos a cada lado, que eran más troneras que ventanas, alargadas a lo alto pero de apenas unos 3 centímetros de anchura. Por las que sin duda podría verse el interior de la sala desde fuera de ésta.

La puerta se movía gracias a una cadena de metal sujeta por poleas que ocupaba el techo de la sala. El extremo de la cadena se perdía por un pequeño orificio practicado en la pared opuesta. En dicho extremo de la sala había una puerta de metal más pequeña que la exterior, que permitiría el paso de un hombre alto cada vez. La puerta parecía cerrada.

En el medio de la sala Normoh, alzaba las manos hacia arriba con las palmas hacia delante, en lo que parecía una señal de rendición. Frente a él, un caballero, vestido de cabeza a los pies con cota de mallas, cubierta por un tabardo de color indistinguible por lo oscuro. Un yelmo que le ocultaba el rostro y empuñaba una ballesta con la que apuntaba al cazador al pecho.

El anciano no muerto apenas se mantenía en pie tras los numerosos golpes recibidos, pero la voluntad del Nigromante le mantenía de una pieza y no mostraba signos de fatiga o dolor. Se volvió hacia Jace y le lanzó un zarpazo contra la cara pero el soldado había mantenido la distancia gracias a la longitud de la jabalina y pudo dar un paso atrás esquivándolo. El engendro, arrastrado por el impulso de su golpe fallido cayó al suelo de rodillas y gruñó con frustración. A su espalda los demás no muertos no tardarían en alcanzarles.

Jace ve caer torpemente al engendro a sus piés cuando trataba de alcanzarle, quedando a su merced... pero no va a perder tiempo rematándole, pues una nueva oleada de atacantes se les echa encima. Y luego muchos más.

- ¡Venga, retrocedamos al interior o cerrarán el portalón dejándonos aquí fuera!

Y a continuación corre hacia la salvación. El hacha de leñador queda tirada en el suelo, no piensa perder tiempo recogiéndola y además, seguramente siga aquí cuando vuelvan a salir. Si es que llegan a hacerlo...

Ursu se abalanzó con rabia de animal salvaje sobre el vejestorio sirviente, para rematar lo iniciado. El arrebato exigía que cayera alguno de los enemigos, si no Ursu no se detendría y podría ser ya tarde para él.  Asestó un espadazo en plena espalda del no muerto, sintiendo cómo el acero se abría paso a través de la apergaminada piel y de la carne reseca. Quiso patear al engendro pero pronto escuchó el grito de Jace, instando a los compañeros a dirigirse a toda prisa a la fortaleza. Intentó asegurarse de que el sirviente que se retorcía bajo sus pies no daría más guerra.

-¡Retrocedamos!- grita Iunus mientras va obedeciendo su propia orden sin dejar de interponer su escudo entre los Siervos y su preciado cuerpo -¡Padre! ¡Vamos!- 

El joven estaba preocupado por su padre, no tanto por el verdadero peligro que representaban los Siervos, sino por el carácter de él: podía intentar quedarse con tal de que todos salieran vivos. O esa era la visión que tenía de su padre. Por eso, si veía que él estaba a salvo, seguramente volvería...

Si tenía tiempo, tal vez hasta podría recoger algo del equipo que había quedado tirado en el piso cuando empezó el combate.

Apenas la apertura lo permitió, el joven Culprit no dudo en guiar los pasos de la bestia y los suyos propios a la supuesta seguridad del interior. Pero cuando por fin parecía que podríamos salir de una bien parado, otra aparece en nuestro camino... aunque una ballesta era una mejora si se lo comparaba con los siervos del nigromante.

No podía levantar las manos para imitar el gesto del Normoh pues con una guiaba a Bill y con la otra hacía malabares con las bayas que serían medicina dentro de poco si sobrevivían. Solo le quedaba su boca para poder hacer algo.

-Ya, no hace falta disparar. Nos quedaremos tranquilos aquí y seguiremos sus órdenes pero por favor baje su ballesta.- Si el tipo se ponía nervioso y el tiro saltaba iba ser difícil que errase a quemarropa. 

PNJtizado

Hobbard levantó el hacha sobre su cabeza dispuesto a dejarla caer sobre el sirviente del Nigromante arrodillado que luchaba por ponerse en pie. Escuchó entonces la voz de Iunus que abandonando su puesto junto a él había huido hacia la puerta abierta -¡Retrocedamos! - había gritado - ¡Padre! ¡Vamos! - le animó desde la puerta. El leñador dudó por un instante y volvió la espalda al no muerto y corrió detrás de su hijo, no sin volver la vista atrás varias veces. Pudo ver como Ursu se retrasaba lo suficiente para dejar caer su espadón sobre el anciano decrépito.

PNJtizado

Ursu dejó caer el espadón sobre la espalda de anciano, que le devolvió un satisfactorio crujido seco. Iba a rematarlo en el suelo cuando se dió cuenta de que todos sus compañeros habían retrocedido hacia la puerta. Primero Jace y luego los demás. Eso le hizo volver la vista sobre sus nuevos atacantes, otros cuatro siervos del Nigromante se abalanzaban sobre él; a los dos primeros, un hombre y una mujer de mediana edad los tenía casi encima. Sin pensarlo más se volvió hacia la puerta y echó a correr.

El caballero mantuvo a los aventureros frente a su ballesta cargada sin hacer caso a lo dicho por Velocatus, pero no impidió que el joven entrara dentro de la habitación con Bill de las riendas. El cazador, por su parte mantenía las manos alzadas por encima de la cabeza en una actitud que por lo forzada parecía algo ridícula, si bien harto prudente. Los tres, cazador, curandero y caballero escucharon algarabía fuera de la puerta que la lluvía no disimulaba. El caballero maldijo en voz alta.

- En nombre del Padre ¿¡a qué están esperando para entrar!? - y se dirigió hacia la puerta.

En ese momento, se escucharon varias voces que gritaban - ¡Retrocedamos! ¡Retrocedamos! y los que corrían hacia la puerta se encontraron con que les salía al paso un caballero, cubierto de yelmo cerrado y cota de mallas del cuello a los pies. Empuñaba una ballesta cargada y le colgaba del cinto una espada larga en su vaina.

Jace, Iunus y Hobbard corrían directamente hacia él, seguidos más atrás por Ursu, perseguido a su vez por varios de los sirvientes del Nigromante más cercanos.

Iunus se detuvo en seco frente a la imagen que tenía enfrente. Giró su cabeza para ver qué tan lejos estaban los demás y los sirvientes a la caza y guardó el hacha.

-¿Qué sucede? ¡No les haremos daño!- dijo el joven esperando alguna señal del caballero para continuar con su retirada "ordenada". No era momento para caer ensartado por un virote cuando estaban escapando por los pelos de los Sirvientes...

El guardia de Forbrab se desespera al ver como nadie parece capaz de reaccionar adecuadamente, están perdiendo un tiempo valiosísimo mientras los siervos del Nigromante se les echan encima...

- ¡Estamos esperando a que dejes de apuntarnos con esa maldita ballesta y de interponerte en nuestro camino! -exclama con escasas dotes diplomáticas, mientras intenta avanzar y vocéa por encima del hombro hacia los compañeros que todavía están fuera- ¡Venga, entrad de una vez, por lo que más queráis... van a dejar caer este rastrillo de un momento a otro!

Y quién siga fuera en ese momento...

Nota del máster

Jace: ...mientras intenta avanzar.

¿Qué debo entender? que le empujas, que le rodeas o que esperas a que os deje paso.

También podrías hacer uso si quisieras (como acción gratuita (si procede) de alguna habilidad básica, avanzada o dote, según proceda y gustes.

¿Qué debo entender? que le empujas, que le rodeas o que esperas a que os deje paso.

Dejémoslo en intentar rodearle... siempre que no parezca que va a disparar! ;P

Respuesta del máster. Caballero rodeado sin problemas.

Jace fue el primero en dar un paso frente al caballero armado, quien sin embargo no hizo gesto alguno para impedirle el paso o para amenazarle más allá del peligro implícito de tener la ballesta cargada y apuntándoles desde tan corta distancia. Sin dejar de dirigirle miradas de reojo el soldado de Forbrag pasó por debajo del portalón seguido de los Wits.

El portalón daba paso a una pequeña sala donde se encontraban Normoh y Velocatus, este último con Bill de las riendas. El animal parecía tranquilo, que era más de lo que podía decirse de los dos aventureros. La sala, cerraba en el extremo opuesto por una puerta metálica de menor tamaño, tenía a ambos lados troneras estrechas por las que apenas entraba más que un poco de luz y desde las que seguramente se podría abrir fuego desde el exterior hacia el interior.

El caballero acorazado, viendo que la mayoría de los aventureros se encontraba ya traspasando la puerta y viendo que Ursu corría hacia ésta seguido a corta distancia de varios de los no muertos volvió la cabeza hacia el interior de la fortaleza y gritó:

- ¡Cierra la puerta! - y se volvió hacia el interior detrás de los aventureros.

Mientras el portalón descendia de nuevo lentamente, Ursu, el gigantón convirtió el paso rápido en una carrera deseperada. Los no muertos que le seguían más de cerca, hombre y mujer, debieron entrever que su presa estaba a punto de escaparse y apretaron el paso espoleados por la magia del Nigromante.

Ursu volvió la vista hacia ellos y el enorme y fuerte bruto, habitualmente pendenciero, violento y con un valor suicida, con los ojos desencajados se vió presa del pánico y corriendo mientras miraba atrás, tropezó en el barro y cayó al suelo a poco metros del portalón que seguía descendiendo tan lentamente como se había alzado.