Partida Rol por web

Ryu estaba contento y animado por la oportunidad de convertirse en caballero. No estaba seguro de por qué armadura tendría que pelear, pero fuese la que fuese la conseguiría.

Una de las cosas más extrañas que le pasaron es que no recordaba salir del Refugio. Recordaba haberse despedido de sus hermanos, y encontrarse de repente en el camino. Pero nada más. Algo extraño sin duda.

El viaje de Ryu fue el más corto, pues su destino estaba en Grecia, lugar donde se encontraba el Refugio. No obstante cuando se enteró de que no iba al Santuario se quedó un poco decepcionado. Pues esperaba poder ver a algún Caballero de Oro de los que tantas historias les habían contado.

La llegada fue un tanto extraña. El lugar tenía una simple muralla de adobe, con unas puertas de madera. A Ryu le pareció ver algún vigía que otro, pero demasiados. Y el ruido de combate se escuchaba nada más entrar.

Un tipo enorme, calvo, lleno de músculos hasta en los músculos estaba gritando a un grupo de chavales que estaba en medio de un terrero desnudos.

En cuanto le vio le grito.

A qué esperas. ¿Una invitación formal? Quítate la ropa y entra en el círculo. El último que quede en pie será el que cene esta noche.

Aun un poco descolocado por el extraño viaje el sitio parece ser el correcto. Dejando el petate en el suelo, comienzo a quitarme la ropa. Como dice el dicho: Cuando a Roma fueres haz lo que vieres.

Mientras me quito la ropa le pregunto al más cercano: ¿Esta es la forma de por aquí de dar la bienvenida?

En cuanto Ryu se acercó a uno de los chicos que estaban en la arena preguntandole lo que sucedia, este le respondió con una patada en pleno pecho.
El golpe le tiró al suelo y lo dejó sin aliento, no obstante logró recuperarse a tiempo para esquivar su siguiente ataque y pudo levantarse.

Un rápido vistazo le reveló que eran un total de seis chicos en la arena, dos de ellos estaban caidos en el suelo, otros dos estaban atacando conjuntamente a un tercero, y el sexto era el que estaba peleandose con él.

El tipo a su espalda seguía gritando.

Pero bueno, ¿es que no has aprendido nada en el lugar de donde vienes? Hay que estar en guardia siempre.

Después de eso, Ryu se tuvo que concentrar en la pelea que tenía delante.

La primera vez le habían pillado desprevenido, pero después ya estaba listo para el combate. Y vaya si lo estaba. Al chico, algo mayor que él, que le había pegado la patada le dio un rodillazo en el estomago que lo dejó doblado y sin poder hacer anda. Los dos que estaban contra uno sólo habían tumbado al que se enfrentaban, y uno de ellos se le acercó sonriendo. Solo para recibir un codazo en la cara y romperle la nariz.
Eso hizo que su compañero se uniese a la pelea y entre los dos tumbaron a Ryu y empezaron a pegarle. Pero el joven no cedia y seguia lanzando patadas y puñetazos cuando tenía oportunidad.

Al final. La fuerte voz del instructor se impuso al sonido de los golpes.

BASTA.
A levantarse todo el mundo. Quiero que cojais uno de esos sacos y empeceis a correr alrededor del campamento hasta que yo os diga. Que sepais que ninguno cenará esta noche, pero si alguien para de correr antes de que os lo diga tampoco desayunará mañana.

Me levanto aun dolorido y cojo uno de los sacos. Esto no era lo que había pensado cuando escuchaba las historias de los caballeros de Atenea. Pero no había llegado hasta aquí para abandonar a la primera. Eso sí no le quito el ojo a los otros, parece que aqui al contrario del lugar del que vengo no hay compañeros.

Ryu no esperaba un camino de rosas y una estancia agradable, pero desde luego esto era mucho más duro que lo que había pasado en el refugio. No fue el primero en caer desmayado por el cansancio, pero desde luego no aguantó hasta que avisó Krotus (que era el nombre del maestro). También se enteró de que nadie lo había logrado, por lo visto nadie solia hacerlo.

Por desgracia para él las cosas no fueron a mejor durante los días y meses siguiente. Al ser el último que había llegado era con el que más se metía tanto Krotus como los otros aspirantes, todos mayores que él. La mayoría de días hacian una comida al día, aunque curiosamente parecia ser suficiente para todos, y los ejercicios y combates eran cada cual más peligrosos (peleas desiguales de dos contra uno, con los ojos vendados, encima de postes con estacas debajo).

No obstante Ryu se fijó que nadie resultaba herido de gravedad. Las contusiones y rasguños se curaban enseguida y a pesar de comer poco no pasaban hambre. Había algo extraño allí.

Aun así, al cabo de un año habían abandonado tres de los chicos.

Muy bien debiluchos. Ya se ha ido otro. Ahora quedais cuatro. Y a partir de mañana empezaremos el entrenamiento intensivo de verdad.
Descansad hoy. Lo vais a necesitar.

Al escuchar las palabras de su maestro, a Ryu casi se le cae el alma a los pies. ¿Más duro todavía? ¿cómo iba a ser eso? Si casi no había sobrevivido hasta ahora.

En los raros momentos que tuvo de ocio durante el año. Ryu consiguió averiguar que la armadura por la que se entrenaba era la de la Cruz del Norte. De hecho al parecer todos los demás ya lo sabían, él era el único que no.

En cuanto a su maestro, Krotus, no era el único habitante de la fortificación (no sabía cómo llamar al lugar, pues no era una fortaleza, ni un castillo, ni una ciudad, ni un pueblo. Era una especie de poblado con cuatro casas y una pequeña empalizada alrededor). Pues estaban el cocinero (que hacia las veces de medico para los escasos casos graves) y un par de guardias que vigilaban la empalizada. Alguna que otra vez se ausento durante el año. Un día o dos como mucho en los que podían relajarse algo, aunque cuando volvía les hacía trabajar el triple. Pero nadie sabía nada acerca de él. Excepto que era cruel y despiadado. Y en todos los años que llevaba de guardían de la armadura nadie la había conseguido.

A pesar de lo que rumoreaban sobre Krotus, Ryu no lo percibía igual que los demás. Era muy estricto, sí. Y les entrenaba duro, cierto. Pero también parecia asegurarse de que nadie resultara herido de gravedad. Pudo vislumbrar alguna muestra que otra de preocupación por algunas de las pruebas que hacia. Pero claro, nunca podría asegurarlo al cien por cien.
Y tras algunas charlas con el cocinero, más bien cripticas por su parte, confirmó que la comida tenía algo más que les ayudaba a nutrirse aunque fuera poca.

Pero nadie más parecia percartarse de esas cosas.
 

No estaba dispuesto a rendirme. Ya había pasado un año y todavía no sabía cuándo podría conseguir la armadura. Después de todo este entrenamiento, las ingenuas ideas con las que había llegado habían desaparecido. Estaba preparado para lo peor, o eso creía yo.

Ryu estaba preparado para muchas cosas. Pero desde luego no para todo, y menos para lo que le esperaba.

Tal y como prometió Krotus, el entrenamiento se intensifico. Aunque en realidad no parecían hacer cosas muy diferentes, lo cierto es que se cansaba más. La comida no lo llenaba ni fortalecía tanto, y las horas de descanso no eran suficientes. Algo había cambiado.

Pero lo peor fueron los ataques. Krotus llegó un día y les dijo que unos bandidos habían atacado un poblado cercano. Y que ellos irían a ayudarles. Ryu se pensaba que sería cosa de uno o dos días. Pero ya llevaba un año y medio con ello.

Lo cierto es que las escaramuzas con los bandidos le habían enseñado algunas cosas desagradables. Las muertes y mutilaciones que dejaron en el pueblo hicieron que la sangre le hirviera. Que quisiera acabar con ellos. Pero estaban muy bien protegidos.
Tanto a Ryu como a sus compañeros les costó encontrar su campamento. De hecho cayeron en una emboscada donde murió Septos. Con lo que sólo quedaron tres para la misión. Krotus les había dejado bien claro que no quería que regresaran al campamento hasta que no hubiesen acabado con los bandidos. Y por el cálculo que hicieron había por lo menos unos veinte de ellos.

Así que lo único que se les ocurrió fue hacer una especie de guerra de guerrillas contra ellos. Les preparaban trampas, les pillaban desprevenidos y atacaban y se marchaban. Hasta que en la actualidad sólo quedaban diez bandidos. El jefe y otros nueve. Pero estos ya estaban escarmentados y sólo salían en grupos de seis, y los dos compañeros de Ryu (Hesfes y Niomes) no sabían qué hacer.

El grupo de aspirantes esperó. Algunos con más paciencia que otros. Cuando vieron que el grupo grande salió del campamento, Ryu fue enseguida a tratar de colarse. Los demás no estaban muy conformes, pero le siguieron.
La guarida estaba en una cueva, los bandidos usaban antorchas para alumbrar, pero Ryu convenció a sus compañeros y no encendieron ninguna para que así no les delatasen.
No obstante lo que les pasó es que cayeron en una trampa que les habían preparado. Los bandidos esperaban que atacaran cuando viesen salir a un grupo tan grande y les estaban esperando.

Los tres jovenes cayeron en un pozo donde había cuatro mastines de caza, y mientras estaban aturdidos por la caida les atacaron. Desde arriba apareció una luz y se asomó el jefe riendo.

Bueno. Me habeis causado muchas molestias, pero esto acabará con vosotros. Volveré después a ver que han dejdo mis chuchos.

Los mastines atacaron, pero Hesfes y Niomes pudieron acabar con uno cada uno. No obstante, los otros dos se lanzaron a por Ryu y lo tumbaron mordiendole por todos lados sin que pudiera hacer nada. Fue un momento dificil, ya que nunca se había sentido tan indefenso. Por suerte no estaba solo, y sus compañeros le ayudaron.

Una vez eleminados los perros fue facil escapar del agujero. Y entonces sólo tuvieron que localizar al resto de los bandidos y acabar con ellos.
No fue muy dificil, ya que creían que los mastines les habían matado y no les esperaban. Y Ryu, a pesar de sus heridas, logró terminar con el lider. Ya sólo quedaba volver al poblado y descansar.

Nada más lejos de la realidad. Pues en cuanto llegaron Krotus les echó la bronca por haber tardado tanto y les "recompensó" con todo un día corriendo y levantando peso. Sin descansar ni comer hasta el amanecer siguiente. La vida continuaba, y el entrenamiento seguía.

Esa noche el recuerdo de los mastines me impedía dormir, las fauces de las fieras plagaban mis sueños impidiéndome descansar. Empezaba a pensar que estaba maldito o algo, no era normal que las cosas siempre acabaran torciéndose.

Al final el cansancio extremo consiguió que cayera en una inconsciencia sin sueños ni pesadillas. Sabía que con el amanecer, si no antes, Krotus encontraría la manera de machacarnos más aún. El sueño de ser caballero de Atenea parecía cada vez más lejos, esperaba que al menos alguno de mis compañeros del orfanato lo hubiera conseguido o al menos estuviera cerca de hacerlo.

El tiempo seguía inexorablemente su paso. Y tal y como Ryu se imaginaba, Krotus encontraba nuevas maneras de hacerles sufrir. Aunque lo cierto es que tampoco tanto. O por lo menos llegó un momento en que Ryu ya no encontraba tan pesado los entrenamientos. Creía que Krotus se había relajado, pero no. Sus dos compañeros seguían quejándose y lamentándose casi siempre. De hecho Hesfes se marchó al cabo de un año. Decía que no lo soportaba más, y que si seguía allí acabaría por morir. Por lo que abandonó.

Bien. Gusanos. Ya sólo quedáis dos. A ver si logro deshacerme de vosotros también. Porque desde luego no he visto nada que me haga decidirme a dejaros probaros siquiera la armadura de la Cruz del Norte.

Pasaron dos años más. Y Krotus se ausentaba cada vez más. A veces pasaban semanas sin verlo. Lo cual era un descanso, aunque Ryu seguía entrenando como si su maestro estuviera. Cosa que hacía que Niomes se burlara de él.

En uno de esos momentos en los que Krotus no estaba, sucedió algo. Ryu, Niomes, el cocinero y algunos soldados más estaban cenando, cuando escucharon una voz de alerta de uno de los vigías.
Rápidamente salió todo el mundo a las empalizadas a mirar. Y lo que vieron les hizo estremecerse. Pues en la llanura que había entre la fortificación y el bosque cercano había un ejercito. Se les podía ver debido a las antorchas que llevaban. Eran muchísimos. Demasiados para poder contenerlo con los escasos quince soldados que había.

Pero, pero. ¿Quienes son? ¿Qué es lo que quieren?-balbuceaba uno de los vigías.

La respuesta la dio el cocinero. Aunque no era algo que hubiesen querido escuchar.

Por lo que puedo ver de sus uniformes son soldados de Hades. Al parecer han encontrado este refugio. Seguramente vendrán a por la armadura que custodiamos, y nos querrán matar en el proceso claro está.

Un ejército. Un maldito ejército. La oscura suerte que parecía perseguirme volvía a brillar con todo su esplendor. Esto parecía el fin. Pero pese a enfrentarme a una muerte casi segura me sentía en una extraña calma. Gracias al extremo entrenamiento del maestro la sensación de estar al borde de la muerte se había convertido en algo tan natural como respirar.

-Solo tenemos una opción sin el maestro Krotus, hay que proteger a toda costa la armadura. Voy a buscarla.

Niomes parecia asustado ante el ejercito que les rodeaba, aunque se le pasó al escuchar la propuesta de Ryu.

Hey, un momento. ¿Y por qué tienes que cogerla tu? Yo también tengo derecho a ella. He sufrido y aguantado lo mismo que tú.

En ese momento el cocinero os miró de una manera inquietante, que os hizo bajar la cabeza.

Tranquilizaos los dos. Aunque no lo parezca, estamos bien protegidos aquí. Es un ejercito, pero sólo son soldados normales. Mientras no haya ningún caballero oscuro entre ellos todo irá bien.

¿Caballero oscuro? como sabremos si hay alguno. ¿Como son?.