Partida Rol por web

Finalmente la noche había llegado a su parte más profunda. Te termina venciendo el sueño, a pesar de lo que estuvieras haciendo.

Al despertar, un grupo de soldados se dirige al encuentro de cada uno de ustedes y los obliga a reunirse junto al general.

Nikomedes estaba escribiendo una carta, al aire libre. Este tenía una mesa rústica e improvisada en campo abierto. Rodeado de sus hombres, este parecía muy sereno mientras usaba su pluma.

Espero que todos ustedes hayan tenido un sueño reparador. Lo de hoy será terrible, y quizás ninguno sobreviva. 

Deseo, en lo más profundo de mi ser, que todos tengan éxito y traigan al buen noble por el cual he venido.

Cuando estén preparados, pueden marchar.

El equipamiento estaba preparado junto a ellos. Espadas y escudos a la merced de nuestros protagonistas.

Oktael había tenido un sueño intranquilo. No había podido pegar bien un ojo en toda la noche. Quizás por lo vivido esa noche, quizás por lo que estaba por venir, o quizás por todo un poco.

Escuchar las palabras del general no calmaron sus ansiedades. Saludó a sus viejos compañeros y buscó su preciada lanza. La midió, sintió nuevamente su excelente balance, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro. 

Pólux se despidió de Varen, aunque sabía que era algo inútil y acto seguido fue al pabellón del general. Allí, asintió a las palabras pronunciadas por este, y antes de equiparse con arma alguna, le dijo al tal Nikómedes:

-Así lo haremos señor, pero recordad el plan que habíamos acordados, necesitamos atacar el campamento a caballo, que vuestros hombres permanezcan medio dormidos para no causar excesivos daños y también para que quede creíble que hayamos podido llegar hasta aquí. También deberéis desalojar algunas tiendas para quemarlas y llamar la atención de los defensores. Cuando todo esté listo, cargaremos desde la posición de la que emergimos anoche y llegaremos hasta el castillo en cuestión, y allí rezaremos por que nos abran las puertas cuando mencionemos el nombre del tipo que nos contrató... -concluyó un tanto sombrío pues no sabía si al terminar el día estaría en este mundo o no...

Tras ello se quedó esperando a sus compañeros por si querían añadir algo más, o el señor de Elísea daba el visto bueno y se ponían manos a la obra.

-Lord Nikómedes, el plan de Pólux suena algo sensato. Debería pedirle a sus soldados de mayor confianza para que asistan a nuestro plan, obviamente no lastimaremos a nadie, pero ellos deben estar listos para seguirnos, y disparar unas cuantas flechas para que sea... Más convincente. 

-Tal vez sea un plan arriesgado, pero hasta ahora es el único plan que tenemos.- Dije mirando la cara de duda del buen Lord.- Si alguien tiene otro plan, sería bueno que lo comentara.

Yo creo que el plan es adecuado. Confío en nuestra capacidad y en nuestros hombres. Lo más importante, es que se vea realmente como un escape y un sabotaje.

Este alzó su voz para dejar el último punto de confianza entre los suyos. Su hermano, en cambio, se mantuvo indeciso y en silencio.

Ah, por favor...

Este suspiraba, como aburrido.

Estamos perdiendo tanto tiempo aquí. ¡Vamos de una vez, acabemos con varios de esos idiotas, pero ya!

Muy bien... estamos todos de acuerdo entonces.

Comenzaré ya mismo con los preparativos, vayan tomando sus armas.

Este salió y rápidamente organizó a sus hombres de forma de dejar un sector abierto del campamento vacío, preparado para ser quemado. Luego organizó a sus arqueros y con indicaciones de que no acertaran al grupo.

Cuando salieran de la tienda, ya tendrían caballos puestos a su disposición.

Lucas se había mantenido en silencio durante todo este rato. Tomó sus armas y salió de la tienda para coger el primer caballo. Observó a sus compañeros, algo apresurado y exhalando aire. Parecía estar de mal ánimo. Quizás la misión le parecía imposible de hacerse.

Este inició su cabalgata sin esperar a los demás, de forma muy lenta. Apenas se movía.

Ahrem y Bertram también tomaron sus caballos, empezando a seguir el camino que emprendía Lucas.

¡Vamos, hay que hacero! ¡Vamos!

Trató de darle ánimo a su grupo, aunque ni siquiera él se sentía a gusto con la misión entre manos.

¡Malditos perros! ¡No me dejen atrás, mierda!

Este fue casi corriendo a tomar un caballo. Le costó un poco subirse, pero lo hizo de manera brusca. Allí jaló con fuerza de este, para alcanzar el paso de Lucas.

¡Esperame, maldito idiota, no te llevarás lo mejor!

Ensillé a mi caballo, con una espada corta listo para la misión. Entrar, buscar al noble, matar todo lo que se atraviese en la huida. Aunque una idea empezaba a forjarse en mi mente, cosa que haría toda la situación más agradable. Me acerqué a Lord Nikómedes, mientras el grupo se alejaba, mientras le decía de un nuevo plan.

-Mi Lord, acabo de pensar en algo que podría ayudarnos a ambos. Si le parece, me encargaré de abrir las puertas del fuerte, de manera en que usted pueda entrar y tomarlo. Eso no solo le daría honor y reconocimiento, pero también nos da la oportunidad de distraer a los soldados y evitar que todos nos ataquen a nosotros. Puedo ver que sus fuerzas son grandes, y mayores comparadas con la de este fuerte, y si logra entrar, estoy seguro que podrá tomarlo para sí. Os agrada el plan, Lord?

Pólux asintió a sus compañeros al escuchar sus puntualizaciones. Tras ello, se dispuso a poner en marcha el plan y salió encomendándose a cualquier dios que lo escuchara. No obstante, cuando vio a sus compañeros dispuesto a subirse a sus monturas, los paró y les dijo:

-¡Alto! no montéis aún, no queremos llamar la atención hasta que no sea el momento -dijo inquiriendo en que los defensores podrían estar observando y un hombre montado llama mucho la atención- vayamos andando con el caballo guiado por las bridas, y una vez colocados, nos ponemos nuestros uniformes de mercenarios y ponemos en marcha el plan ¿entendido? -concluyó esperando que los reclutas estuvieran listos.

Oktael estaba más nervioso de lo que aparentaba. Condujo su caballo en silencio y se encomendó a sus Dioses. Sabía que tenía más chance de morir que de salir bien parado de esta. Pero así y todo, había conseguido un avance en su cruzada personal. Solo tenía que sobrevivir una noche más...

Se lo agradezco, joven soldado. No tengo las fuerzas necesarias para tener esta fortaleza, ni el tiempo para disponer tal acto. Tendría que haber partido hace dos días rumbo a Illiandor, así que mi intención es recuperar a ese noble e irme lo más pronto posible.

Ve, ahora, a tu caballo y cumple con la misión encomendada. Suerte.

Asentí. Acto seguido, monté mi caballo y aceleré el paso hasta alcanzar al grupo. Estaba preparado para luchar, y sobrevivir a esta arriesgada misión.

Los muchachos tomaron sus caballos y empezaron a realizar su marcha tomandolos de las brias. Cuando vieron la posibilidad, empezaron a incendiar las tiendas de campamento que Nikomedes había destinado para ese fin. Empezaron a arder, sonaron los cuernos de alarma y se subieron a sus monturas, para emprender camino hacia las puertas de la fortaleza.

Allí, flechas detuvieron el paso de los jóvenes mercenarios.

Aquel era el momento crucial, su vida o su muerte dependían de que su farsa resultara creíble, por lo que empleando su poderosa voz y en un tono claramente cabreado dijo:

-¡Alto el fuego joder! ¡Venimos de parte de Otto Losodumbru! ¡Abrid las puertas antes de que nos mate esta chusma! -expuso a la vez que miraba intranquilo hacia la retaguardia y se mostraba bastante tenso por la planeada represalia del ejército de Nikómedes- ¡Daos prisa o estos malnacidos nos matarán por asolar su campamento! ¡Tenemos un importante mensaje del senador! -concluyó aún más tenso con la esperanza de que la reiteración hiciera más creíble su historia.

Oktael se mantenía sobre su caballo nervioso. "Esto es una locura" pensaba mientras miraba por sobre su hombro. Trataba de fingir con credibilidad que trataba de escapar de aquellos a quienes habían incendiado sus tiendas. Con su lanza aferrada con seguridad por sobre su cabeza, apuntaba contra el campamento, siguiendo con la farsa de estar en alerta.

Estaba temeroso debido al tiempo de espera de los soldados. Si estos se daban cuenta del plan, nos arrojarían aceite caliente encima, haciendo de nuestras muertes algo demasiado doloroso. Sin embargo, tenía el escudo preparado para protegerme (o hacer el intento)

-¡Abran la puerta! ¡Si no nos dejan pasar, morirán de hambre encerrados aquí! Si nuestra información no es buena, pueden matarnos adentro si lo desean, imbéciles!

Las flechas empezaron a oscilar cerca de nosotros, y a pesar de que los arqueros de Nikómedes tenían órdenes de no acertar, tenían una precisión casi certera.