Partida Rol por web

La anticipación de poner fin al problema del tiempo, acentuaba en mi las ganas locas de despreocuparme de todo y dormir una larga siesta. Echaba una mirada atrás y el último sueñecito se dilucidaba lejano. 

Con todo lo que sabíamos ahora, algo en mi decía que los gemelos darían problemas. Y que Alicía había confabulado para hacernos el camino mas inhóspito. 

- Uy gracias - digo a Tweedle-dum por lo del esbelta. - Necesitamos hablar con Alicia. 

La flecha de Komori no golpeó a la criatura sino que cayó a unos metros de esta. Por su parte la pesadilla avanzó para tratar de golpear a Komori con sus garras pero esta se escapó de una forma fácil, más de lo que habría esperado. Eso enfadó a la pesadilla que comenzó a emanar un aura que mataba todo a su alrededor. Era como si deshiciera el mundo onírico a su antojo, volviéndolo todo oscuro y embarrado. Las plantas justo debajo de él se marchitaron y fueron sustituidas por hierbas secas. Aquella mancha que era su aura se extendía poco a poco.

¡Ahí estaban los primos de Sasha otra vez! Kivo esperó que no les hicieran volver a jugar al ajedrez con los animalillos aquellos. Todavía le dolía la cocorota del bastonazo que le dio aquella señora.

—¡Hola! Tenemos prisa porque se nos echa el tiempo encima. ¿Verdad, Mike?

Era verdad. Y el poni agitó su sombrero de paja para confirmarlo.

—Hay que decirle una cosa a la señorita Alicia sobre la hora que es ya y vamos tarde. Vamos a casa del señor Conejo. ¿Podemos pasar?

Los hermanos antroponeko les miraron con sospecha durante unos segundos, en los que los viajeros pensaron que no les dejarían pasar. Pero lo cierto es que estaban más que encantados de volver a ver a Sasha y les abrieron aquel agujero en el suelo más pronto que tarde.

-Una solución para el tiempo es algo bueno- dijo Tweedle-dee.

-Aprisa antes de que se cierre el terreno- apremió Tweedle-dum.

Y cayeron de nuevo por aquel agujero, donde todo daba vueltas y abajo parecía arriba. Y arriba parecía abajo. Y tras caer y caer volvieron al principio, a la madriguera del conejo, donde no tardaron en ver a Alicia. La joven se entretenía con un libro entre sus manos al parecer.

-¿Tenéis lo necesario? ¿Acabasteis con la Reina Roja? ¿Puedo volver al castillo?- dijo entusiasmada, apartando el libro a un lado.

Komori buscó quitar la mala influencia que secaba la naturaleza de aquel campo de batalla.  

Se concentró, invocando un Manto de Flores, para luchar contra el aura de la pesadilla.

Puesto esto, volvió a tensar su arco, colocó una flecha y la dejó volar.  

Los gemelos nos dejaron pasar y pronto estuvimos otra vez en la madriguera del conejo, donde nos recibió Alicia. 

Dastan no sabía muy bien como decirle lo que pasaba, se veía que ella quería volver al castillo como reina, pero... no podía, tenía que ir en dirección contraria, a su casa. Debían contar la verdad pero poco a poco.

—Nos encontramos y escapamos de la Reina Roja, que estaba en el castillo de mitad del laberinto. Allí tienen terribles problemas con el tiempo... en todas partes tienen problemas, incluso donde el sombrerero, que nos dijo como arreglar esto. 

—Alicia... ¿Sabes algo de tus padres, de la gente que dejaste en el otro lado cuando llegaste aquí?

Ser admirada por los gemelos Tweedle era de mi agrado, aunque nunca se lo diría a padre. Pues ellos no tienen log y eso sólo significaba que su reputación no era buena. A padre no le haría ninguna gracia... Otra cosa es lo que me hiciera a mi y eso ya quedaba en mis adentros.

En cualquier caso, no estábamos aquí para cortejar a nadie, sino para arreglar el problema del tiempo. Es por eso que no añado más y pronto nos vemos de nuevo en en el escondrijo de Alicia.

Espero que Dastan termine de hablar.

- ¿No los echas de menos? - añado. 

—Jo… yo… sí.

Al oír las preguntas de Dastan y Sasha, Kivo sintió un súbito arrebato de cansancio y lejanía.

Sus papás todavía estaban esperándole allá en el bosque de Buendía, en el lejano país de Faerys. Kivo hizo un mohín.

No era decisión suya. Llegado el día, todo oobi tenía que partir en su viaje, dejándose llevar por el tirón espiritual que la semilla portaba. Kivo no elegía el camino, sino que lo recorría, sin más, y era recorrido por él. Pero saber que era la tradición oobi, así como una llamada de la naturaleza, no impedía que sintiera morriña.

Quizá fuera momento de que el «susurrador de las plantas» volviera a casa.

Pero eso solo ocurriría cuando la semilla encontrara su lugar por fin. Kivo lo sabría al llegar a él: la semilla dejaría de tirar y de llamarle y le diría, «aquí, pequeño amigo». Entonces, él la plantaría.

Pensativo, sacó el colgante de cuerda en el que llevaba la semilla. Siempre quedaba pegada al corazón. Era como una gran almendra de color verde claro, con una fina pelusa blanca, como terciopelo. No parecía muy diferente a cualquier otra semilla: pero dentro tenía un espíritu vegetal que hablaba con los oobi.

—Cuando acabe mi viaje la enterraré y de ella brotará un gran kopu.

Mike asintió.

—Dicen las leyendas que todos los bosques del mundo nacieron de los viajes de mi gente, los oobi.

Se acercó a la reina Alicia, tristón y mocoso. Le tomó la mano con delicadeza, mientras con la otra miraba a la semilla en su puño.

—Echo de menos a mi gente, a mis papás…—se sorbió—. Señorita Alicia… todos los viajes empiezan atravesando una puerta. Algunos viajes, como los de los oobi… pues crean vida, mundos y reinos. Pero al final, todos queremos volver y abrazar a mamá, a papá y a los abuelitos. Señorita Alicia, ¿no es hora de volver ya?

Sintió un latido secreto en la semilla. La miró como si viera algo a través de un velo que nadie más pudiera ver. Asintió.

—Falta muy poco —sonrió levemente entre moquitos—. Mi semilla será un gran kopu y yo podré volver a casa. Señorita Alicia, mi misión casi está. La de usted también. Volvamos todos.

Komori actuaba más rápido que la Pesadilla y trató de usar un manto de flores para romper el aura del ser. Pero aquella cosa no parecía verse afectada por las flores que crecían alrededor de la meteomaga. Trató de atacar de vuelta, pero era un ser muy pesado como para ser ágil del todo, es como si sus reflejos fueran más lentos que los de Komori, por alguna razón. Seguramente no fuera tan fuerte como podría ser de momento.

La meteomaga entonces usó una de sus flechas que golpeó a la Pesadilla y comenzó a resquebrajar la superficie. La perturbación onírica comenzó a agrietarse hasta hacerse decenas de pequeños trozos. En un último esfuerzo trató de acabar con Komori, pero estalló en pedazos antes de llegar siquiera a tocarla.

La oscuridad se despejó y el lugar volvió a ser el castillo al que había llegado en primer lugar.

Alicia miró a los presentes y no parecía conforme con lo que decía Dastan o Sasha, se cruzó de brazos en un gesto de rabieta y negó.

-No echo a nadie de menos, aquí estoy bien, tengo muchos amigos- contestó cortando ese hilo de conversación. No parecía querer ver que ella había podido causar el problema que acontecía a los Trece Reinos.

Kivo parecía más conmovido que Alicia por la falta de su familia.

-No quiero volver, lo estoy pasando bien. Allí solo hay deberes y cosas aburridas, me quiero quedar aquí. Lorina es muy aburrida y me hace leer libros aburridos, me quedaré aquí- parece que la pequeña Alicia estaba convencida de no abandonar aquel lugar por nada del mundo, para mal de todos los habitantes de los Trece Reinos.

Kivo se apenó al escuchar las palabras de Alicia.

—Pe... pero... dentro de poco no quedarán amigos tampoco. ¡El No-Tiempo se los está llevando a todos! Y también se llevará a mis amigos. A Mike, a Dastan, a Sasha, a la señorita Selenne... ¡Y a mis papás y mis abuelos! ¡Y a Mike!—insistió.

El poni sacudió la cabeza, triste y preocupado.

—El Tiempo se ha roto... O algo así. Yo no sé mucho de las cosas que pasan —miró a Dastan, que era muy listo y siempre sabía todo—. Pero algo va mal, ¿verdad, Dastan? ¿Verdad, Sasha? ¿Mike? Es como un reloj que si le quitas una ruedita de esas ya no funciona. Y si no tienes reloj pues ya no sabes si es la hora de merendar y entonces pasas hambre. Y te duele la barriga y te pones malo. Pues esto igual. Y aquí mis amigos y el señor del sombrero grande dicen que el tiempo está parado porque hay una pieza que está rota. Y que esa pieza es usted, señorita Alicia.

Tragó saliva.

—Por favor, señorita, si el reloj no se arregla ya no quedarán amigos para nadie. Tampoco para usted. Y usted también se congelará como todo el mundo. Y sus papás tienen que estar llorando porque la han perdido. ¿No? ¡Tiene que volver y salvarnos a todos! ¡Por favor! ¡Solo así se arreglará todo!
 

¡Wuju! -celebró Komori. 

¿Quién habrá estado soñando esta pesadilla? ¿La princesa?  Pues sería un sueño en Atlantis, no aquí. 

La maravillense se asomó primero para un lado, luego para el otro, del lugar en donde estaba. 

¿Quién está, quién queda en este castillo? 

En todo caso, se arrebujó en su mantilla, se cubrió la cara para no ser inmediatamente reconocida, y comenzó a caminar hacia la salida, a buscar a sus compañeros.

¿Habrán logrado salir de aquí?  ¿Cómo averiguarlo?  

Estaba atenta a todo, especialmente al avanzar de "congelamiento" del tiempo; no fuera a ser que la volviera a atrapar. 

¡Qué bueno salir de esta pesadilla!   Ahora bien, como todo, tiene una lección.  ¿Qué me dice? 

Avanzó, cautelosa.

Alicia era como una niña mimada. Dastan había crecido en un mundo lleno de peligros, en la lucha contra el dragón de las profundidades y no había podido salir a viajar hasta que hubo completado muchos años de ayuda y batallas. Desde muy pequeñito no había parado. Y ahora, en el viaje, había ayudado a todo el que lo había necesitado. 

—Sí, Kivo. Como dice, Alicia, si son tus amigos, tienes que volver por ellos. Tenemos que despetrificarlos. La pieza que está fuera del reloj eres tú. Si Lorina es muy aburrida y te hace leer libros, enseguida crecerás —al menos crecerás allí— y podrás hacer lo que gustes. 

El pequeño Oobi se lo había explicado perfectamente. 

Siento cierto drama de súbito, cuando Kivo dice eso de que sin tiempo no sabremos cuando es la merienda. Así se refleja en mi rostro también. Sin embargo, la reacción es bastante efímera, pues pronto recuerdo que los antroponekos tenemos el mejor reloj del mundo: el estómago. Ese si que marcaba bien las horas de las comidas.

Pero en otro orden de cosas, Alicia se empezaba a comportar de una manera bastante fastidiosa mostrando lo que es, finalmente. Después de todo, quizá ni los malos son tan malos, ni los buenos tan buenos. Que son peores los rumores y habladurías que luego la propia realidad.

- Igualmente, si persistes en quedarte aquí, acabarás petrificada como todos. Todos acabaremos congelados en el tiempo, tú incluida. Por toda la eternidad. Eso si que es aburrido. No volver a jugar, no volver a merendar, no volver a dormir siesta. - añado - Hemos hecho un largo viaje y cada vez se está extendiendo más. Cada vez más rápido ¿Quien será el siguiente en quedarse quieto para siempre? ¿yo? ¿kivo? ¿tú? Es cuestión de tiempo que todos acabemos así. Si yo tuviera la opción de escapar de esta maldición, lo haría.

Alicia miró a los viajeros, no conforme con lo que le decían. Ella no quería dejar Wonderland ni los Trece Reinos, aquella era su aventura y le obligaban a abandonarla cuando había llegado a ser incluso la reina de uno de los reinos.

-No sabéis si lo del tiempo es por mi culpa, ¿y si me voy y no pasa nada?- preguntó poco convencida, aunque la cara de pena de Kivo hizo que sintiera ciertos remordimientos. –Si vuelvo a casa no podré venir de nuevo… ¿no es eso?- añadió apenada mirando a los viajeros y una lágrima cayó por su mejilla.

Finalmente recapacitó y se levantó, tampoco quería que sus amigos sufrieran por su culpa.

-Vamos, pero solo el Conejo Blanco sabe llegar al otro lado…- dijo mirando al Conejo Blanco el cual movió sus bigotes para afirmar tal afirmación. –Llegar fue difícil, así que me tendréis que ayudar- pidió a los viajeros y fue a llenar un pequeño saco con algunas de sus pertenencias preferidas que había guardado en su estancia en Wonderland. Entre ellas había flores con caras de animales, unas campanillas que al hacerlas sonar se oía una carcajada y algunas de las ropas más finas y coloridas que se podían encontrar en Wonderland.

Al desaparecer la pesadilla se despejaron las sombras que esta traía y el castillo se mostraba frente a Komori. Al alzar la mirada y mirar alrededor no vio a nadie de los sirvientes que antes ocupaban todo el patio. Quizás se habían refugiado en el castillo y para allá se dirigió la meteomaga.

Cuando se encaminó al interior del edificio y pasó por donde estaba antes la pesadilla, notó que marchaba sobre algún objeto pequeño. Al levantar su pie la alegría fue enorme al encontrar un anillo que bien podía ser el que la reina había perdido. Era un objeto muy corriente para pertenecer a una reina, pues era hosco y hecho con conchas de mar poco vistosas, pero algo le decía a Komori que ese debía ser la joya que buscaba. Ahora solo debía encontrar a su dueña para dárselo.