Partida Rol por web

Y así como apareció la marabunta también llegó la información de la retirada ordenada por el Sargento Miller y la confirmación de sus palabras por la radio pero con la voz de García. - No quiero mártires, todo el mundo retroceda y corra a los vehículos. - Digo acentuando las órdenes del Sargento que fueron más que claras.

Giro sobre mis talones sin reparar en todo lo que se viene por detrás o más bien teniendo en cuenta eso y por tal motivo giro con tanta velocidad y miro hacia el Gecko con la llave de salida de esta maldita colina. Lo enfoco bien recordando lo que pasa con el modo de visión ultravioleta y no quiero desorientarme. Cambio el modo de visión y sigo corriendo hacia ese punto que antes tenía una forma más definida y era un Gecko.

Vandel había conseguido recargar la morita justo cuando parecían estar superados- Joder -dijo mientras continuaba su camino hacia el gecko en el que estaba la CT- Garcia, espéra con el Gecko, no quiero tener que perseguirlo -dijo mientras se dirigía hacia el vehículo, intentando tomar una posición para disparar y proteger la retirada.

De un momento a otro todos los bichos se nos vienen encima por más que intentamos detenerles. La marabunta es algo imposible de detener, acercándose de forma implacable a cada instante. Escucho que debemos retirarnos y sé que es el momento. Bueno, en realidad creo que el momento pasó y viendo esa filosa quitina delante mío, pienso que para mí ya es tarde.

Aun así, no pierdo las esperanzas tan rápido. Cambio mi modo de visión a normal para poder ver bien donde piso e intento correr lo más rápido que puedo hacia el vehículo, intentando no ser alcanzado por aquellos monstruos letales. Deseo poder salir de este planeta, deseo vivir un día más.

Por fin creía que había conseguido acertar al selector para eliminar la visión térmica de infrarrojos, pero no pasa ni un segundo antes de que salte el visor nocturno, vuelva a la termina y nuevamente a la normal, parpadeando incluso entre dos de ellas repetidas veces provocando que me sea imposible avanzar.

-Joder, el casco

El sargento ha ordenado que retrocedamos y escucho como todos se mueven hacia los vehículos, también escucho las malditas garras arañando el hielo demasiado cerca de mi y el temblor de la tierra es ya muy fuerte. Pero no veo hacia donde avanzo, así que tomo una determinación que tal vez me salga cara y desabrocho los seguros del casco con rapidez al tiempo que cojo aire para evitar todo lo posible el choque de temperatura.

Siento que hace un frío terrible, pero por lo menos veo la dirección que toman mis compañeros y con el casco en una mano y el fusil en la otra corro tras ellos con todas mis fuerzas mientras los ojos me lloran por el frío y siento cómo mi nariz comienza a moquear al instante.

- Nos estamos retirando... ¿Qué mierda White? - agregó por la radio, mientras giraba la cabeza un momento para comprobar que el cabo del escuadrón Eco no lo había seguido según lo acordado.

- Órdenes acatadas, Miller, todo el escuadrón Gatling se retira a los vehículos  -

Frost comenzó a correr hacia el vehículo, la niebla era bastante menos espesa que cuando organizaban la defensa, sin embargo aún bloqueaba la vista lo suficiente como para evitar que un infante pudiese moverse a todo lo que podía en su armadura de combate.

- Soldados, todos a los vehículos, quienes lleguen primero cubran a los demás desde las escotillas de disparo - ordenó mientras García y Stukov informaban constantemente por la radio.

- Recibido García, que los TACs en actividad nos cubran - Algunos destellos del sol ya perforaban la neblina, no tardarían mucho en disiparla, así como los arácnidos no tardarían mucho en devorarlos a todos si no lograban retirarse a tiempo.

- ¡Nadie se queda! - un paso, tras otro, el hombro le punzaba, el muslo le latía, su corazón bombeaba desesperado, el frío podía sentirse por momentos cuando se filtraba por las perforaciones cerradas a medias en su armadura. Miller lo había planeado de forma calculadora, pero Jhonny se había equivocado, muchos de sus hombres aún no estaban listos para obedecer sin peros cuando era necesario. Sobre todo cuando la operación completa y las vidas de muchos estaban en juego.

Ya estaban allí. Aun sin saber si por suerte o por desgracia, McNillon no veía más que manchas rojas agitándose enloquecidas a través del visor de su casco. Rápidamente y casi como un acto reflejo, desactivo el modo infrarrojo para poder enfrentarse a la cruel y despiadada realidad del campo de batalla. Un warrior se abalanzaba sobre él con el ansia asesina tan característica de esta especie. El fusilero levantó su morita por instinto, pero el sentido común y las órdenes ya recibidas le obligaron a replegarse.

Con suma agilidad y destreza, Jenkins se movió velozmente para alejarse lo más posible de aquel insecto y correr en dirección al transporte que los esperaba para salir de allí cuanto antes. Ni mucho menos se esperaba que por subir al Gecko la batalla terminaría sin más. Todavía les quedaba por delante una apresurada huída y muchas balas que gastar para aumentar sus posibilidades de éxito por poco que fuera. Finalmente habían sido superados, pero era su deber retirarse para luchar otro día... Y así intentaría que fuese. 

El caos se había desatado, las fuerzas de la federación ante la proximidad letal de una muerte desgarradora habían perdido toda noción de estrategia y corrían hacia el vehículo mas cercano que tuvieran a su alcance a fin de salvar sus vidas. Con ello, el ataque del imperio arácnido se había desatado en toda su expresión, pues ya prácticamente nadie combatía, pues ya solo los artilleros de los vehículos continuaban con la contención supresiva al enemigo, la cual no era suficiente. Así, las fuerzas arácnidas se lanzaron con todo lo que tenían y ello incluía no solo a las fuerzas de choque que estaban enfrentando los infantes sino a un par de contingentes de fuerzas ágiles como Tigers que atacaban desde los flancos sumado a dos contingentes de Ripplers que buscaban tomarles la retaguardia y que eran lo suficientemente rápidos como para cortarles la retirada si fuese necesario.

Pero el problema no había acabado allí. Pues aun si fuera poco estar ya prácticamente rodeados y haber perdido a tres infantes el la refriega actual, desde el subsuelo una nueva amenaza había surgido y ésta amenazaba con sentenciar el destino de todas las fuerzas de la federación allí reunidas. Bichos tuneladores habían surgido lanzándose al ataque contra la retaguardia de la federación causando un súbito estancamiento de las fuerzas e incluso logrando volcar uno de los Armored en los flancos. Pero lo peor no estaba allí, acompañado de aquello, mas adelante en la retaguardia, sobre los limites de la cima de la colina de fuego, el suelo se estaba resquebrajando dando lugar a tres grandes túneles desde los cuales bichos guerreros comenzaban a surgir.

Y así, con todo ello en mente, surgía la pregunta de si había algo que se pudiese hacer, de si había alguna forma de salvar sus vidas y escapar de aquel infierno. Por que para todos era claro que la victoria era un sueño olvidado años atrás.

De pronto solo garras y sangre es lo que veo: Garras de arácnidos y mi propia sangre. Me mareo, nunca había visto tanta de mi sangre saltando por los aires y, de hecho, no duele. No en el principio por lo menos pero luego, los cortes parecen ser causados con llamas que abrasan mi piel y mi carne por debajo de mi traje. Siento el frío colándose por la armadura pero casi se siente como un alivio.

Aún así corro tal como corrí cuando me acuchillaban. Sigo haciéndolo, ya ni siquiera pienso realmente sino que me dejo llevar. Es mi instinto el que me mueve, un primitivo instinto de conservación que sabe que moriré si sigo donde estoy por lo que todas mis funciones fisiológicas, incluso mis funciones cognoscitivas se detienen y mi cuerpo solo sabe de huir. Escucho como mi corazón late fuertemente y la nieve bajo mis pies produce sonidos que se vuelven monótonos.

Mi vida pende de un hilo y mi cerebro ya no responde aunque por suerte mis pies si lo hacen. Solo me queda confiar en ellos para sacarme de aquí.

- De puta madre. - contestó a Mia. Todo lo que sonara a salir de allí cagando leches le parecía no solo perfecto, además lo único lógico en esta vida. Si es que querían seguir viviendo. Por su lado, Stukov asomó el arma por una de las escotillas de disparo preparándose para disparar. - Se ha complicado la cosa. - Le explicó a Mía. - Vienen miles de ellos, como no nos larguemos de aquí pronto tendremos un ataúd muy caro. - Hizo referencia al vehículo y su forma, mientras centraba su vista en el exterior.

Al ver como el suelo se partía y comenzaba a vomitar bichos, la sangre del zapador se heló y perdió el aliento durante unos segundos, tragando saliva a duras penas. - Ahora sí que esta jodida la cosa. - Soltó sin atisbo de esperanza. - Será mejor que dejes eso y te pongas a disparar como si no hubiera un mañana, o no saldremos de aquí. - Le recomendó a Mia mientras apoyaba el peso de su cuerpo sobre la morita, esperando a que Haggar abandonara la línea de tiro y centrando sus disparos contra uno de los tunladores, apretando el gatillo sin miedo a llenar el interior del vehículo de casquillos vacios.

Esperaba acabar con la criatura, o al menos inmovilizarla lo suficiente como para darle tiempo a sus compañeros de armas a alcanzar los vehículos y salir de allí lo antes posible. Sin duda, alguien la había cagado... ¿Dónde estaba la flota cuando la necesitaban? Habían destruido la artillería... ¿Por qué no bombardeaban la colina ahora?

Llegó el momento que había estado temiendo: quedarse y morir o retirarse dejando atrás a muchos camaradas. Si hubiésemos podido hacer una retirada ordenada... Mia no perdió ni un segundo en hacer lo que ya había pensado: despejar el camino a los vehículos mientras sus compañeros volvían del frente. Si hubiesen funcionado los TACs... Pero los drones no estaban operativos, y había que actuar.

- Muy caro, Stukov, muy caro. ¿Verdad, Vandel? - Dijo la Consejero Táctico mientras se levantaba, cambiaba la Databox por su Morita y se posicionaba en el mejor sitio del vehículo para abrir fuego hacia el Sur. - Ni que me lo digas, ya estoy en ello. - Añadió tras el segundo comentario de su compañero. Acto seguido su aditamiento lanzagranadas disparó sobre uno de los túneles que se abrían en su retaguardia.

Por último, lanzó un breve mensaje por el canal de comunicaciones abierto con sus superiores. - Comuniquen al capitán Tsumina que la Eco y la Gatling se retiran. La colina está perdida.

Las respiración de Jhonny se escuchó poderosa, jadeante, por la radio. Como muchos otros infantes, era evidente que corría por su vida.

- ¡Orden recibida! - respondió de forma poco clara, intentando gritar mientras avanzaba hacia uno de los vehículos.

Sin utilizar los sensores tecnológicos de la armadura, el mundo era otro. Desde aquél cráter humeante, los tenues velos blaquecinos y sedosos lo separaban de una masa de garras y mandíbulas hambrientas.

Sin furia, sin resentimiento, los bichos simplemente querían lo suyo, reclamar aquél hoyo infecto que la federación les había robado minutos atrás.

No había fuerza del universo que pudiese detener tal avance: los arácnidos masticaban roca de forma tan natural como hacían con la suave y tierna carne humana.

El suelo vibraba nuevamente, lo mismo que el zumbido del aire: cuando el imperio arácnido te estaba por masticar, lo sabías. Aparentemente los soldados más sabrosos eran aquellos cagados en los pantalones.

- ¡A los geckos soldados! ¡Ahora o nunca! - chilló nuevamente a sus hombres, con la esperanza de que aquellos rezagados pudiesen correr como nunca en sus vidas. Entre el frío vapor, una columna se abrió ante él, rompiendo el suelo.

- mierda... tuneladores... - otra vez, los bichos los agarraban siempre por el costado ciego de esa forma. Era una táctica que había visto muchas veces en su vida, y siempre se había preguntado la razón por las cuales los infantes no llevaban contramedidas contra ellos.
Siguió la silueta del gecko, no le era tan complicado distinguirla pues ya los infantes disparaban desde ella, lo mismo que los Twin 50 cannons. Los fogonazos y el sonido rítmico le mostraban el camino. No hizo una línea recta sin embargo, una rápida finta le permitió seguir el camino un poco más alejado de aquella monstruosidad subterránea.

- ¡García, si puedes hablar con el capitán, dile que este es el momento ideal para que la flota bombardee la colina! - aceleró sus pasos para alcanzar el vehículo que avanzaba lento hasta que Miller diese la orden de acelerar a fondo.

Por un momento parecía alejarse, sin embargo el sargento estiró la mano y se sostuvo del borde de la entrada. Un último esfuerzo y saltado estuvo dentro. Mientras lograba subir casi en los últimos momentos, pudo percatarse como aldedor de ellos se abrían enormes brechas, por las que bichos guerreros comenzaban a manar como si se tratase de agua de vertiente.

Me cuesta un esfuerzo terrible avanzar hacia los vehículos. A mi alrededor las rachas de viento que arrastran nieve y hielo se han llevado las sombras de mis compañeros y ya no distingo dónde está el gecko al que me dirigía.

-¡IROS TODOS A LA MIERDA JODER¡- grito desesperado sabiendo que estoy perdido. No les grito a mis compañeros,, les grito a los bichos, a los mandos que nos han mandado proteger una colina estúpida.

-¡YA ESTÁ, NO HAY ARTILLERÍA ENEMIGA ¿POR QUÉ TENÍAMOS QUE QUEDARNOS?. ¡¡CABRONES!!

En medio de la ventisca grito al cielo con los ojos entrecerrados por el frío. Algo de mi armadura está pitando, Stukov podría decirme lo que es, el sargento seguro que lo podría solucionar, pero seguro que es el frío.

Las garras se acercan a toda velocidad al lugar en el que me he parado y cuando me giro una mole se presenta ante mi. Un Tanke viene justo en mi dirección.

-Habría sido mejor morir congelado- pienso mientras apunto con mi fusil al bulto.

-Sargento...creo que no voy a llegar a tiempo- digo mientras aprieto el gatillo para que por lo menos el bicho me recuerde.

McNillon había logrado zafarse del warrior que se le había acercado para alejarse a la carrera. Pero la visión que le esperaba al darse la vuelta para iniciar una apresurada retirada no era mucho más alentadora que el caótico y terrorífico paisaje que había en el frente de batalla. Decenas de esos asquerosos y mortales bichos comenzaban a flanquearlos amenazando con rodearlos por completo. Además, el Gecko al que se dirigía ya había arrancado aunque ahora se las veía para evitar a los arácnidos que trataban de cerrar filas a su alrededor ayudados por los burrowers que surgían del suelo.

Los soldados de la Federación habían pasado de protagonizar una estoica defensa a iniciar una huida en desbandada para no morir inútilmente en aquel helado pedazo de roca. Y Jenkins haría todo lo posible por no sumarse a los cadáveres que descansarían en sobre la pedregosa colina. Habían momentos en los que un sacrificio marcaría la diferencia y ésta no era una de ellas. Por eso mismo, el fusilero corrió, cuidándose de la niebla, hacia el transporte más cercano y salvar su vida para ponerla en peligro otra vez en un futuro cercano. Una cosa es que su vida fuese un daño asumible para el mando superior y otra que por ello mismo debiese desperdiciarla fácilmente cuando la derrota era ya una realidad aplastante.

Vandel ya estaba a cubierto, pero ese gusano tan cerca estaba pidiendo balas a más no poder, y le sabía como hacerlo. Además de que podría cubrir la retirada a aquellos que aún no habían subido a los vehículos. Apuntó y no veía bien, por lo que cambio la visión a normal y luego disparó cinco balas en rápida sucesión, todas directas hacia ese maldito gusano que quería crear el caos entre ellos.

No había lugar que no estuviera siendo cubierto por los bichos, lo infestado que está este planeta dista cientos de bombardeos orbitales para que realmente le hagamos mella. Pero mis compañeros están afuera y todo tipo de bichos abundan desde abajo de la tierra, por tierra e incluso aire, pero ahora me voy a dedicar a un tipo en especial que nos pueden voltear los vehículos y hacernos quedar patas para arriba. Tomo mi triple GL y dejo la morita a un costado para casi sin apuntar disparar hacia ese bicho buscando volarle la cabeza como bichito que viene atrás cubriéndose sin quererlo.

La sangre bañaba ya por completo a la colina de fuego, y si antes las presas habían sido los bichos masacrados por el fuego conjunto de la federación, ahora eran las fuerzas de la federación las que estaban siendo masacradas ferozmente mientras intentaban replegarse. Los escuadrones de fusileros ligeros habían sido aniquilados por completo, los escuadrones pesados Alfa y Beta prácticamente habían desaparecido mientras que los escuadrones Eco y Gatling estaban seriamente diezmados. Por ello, aun cuando el enemigo estuviese muy reducido en fuerzas, para aquellas alturas la única opción viable era retirarse del combate.

Y así a la orden de Miller quien era el sargento al mando, el grupo de vehículos esperó lo mas que pudo para luego retirarse de la colina a toda prisa. Los infantes ya parcialmente a salvo, habrían fuego contra el enemigo en un intento de no solo evitar el avance de los bichos sino de darle alguna esperanza a sus compañeros de sobrevivir, por tenue que esta fuese. Lamentablemente muchos quedaron atrás y ellos no pudieron mas que presenciar el atroz espectáculo.

Desde lejos pudieron ver como Macreidi rodeado por el enemigo combatía ferozmente hasta que en un intento de escapar fue cogido en el aire y descuartizado por casi una docena de bichos guerreros. Hacia el otro flanco, donde se encontraba el otro Gecko volcado, el infante Maynard había llegado en un intento suicida y a la vez heroico de auxiliar a los heridos que allí se encontraban. Lamentablemente no solo fueron atacados por varios guerreros sino que, aprovechando la oportunidad, dos Firefrys se lanzaron contra ellos incendiando el vehículo por dentro, envolviendo así, en una nube de fuego a los infantes en el interior.

Había otros que aunque a salvo ya, habían estado cerca de la muerte. Primero estaba el infante Rodriguez quien apenas había alcanzado el vehículo en un intento de saltar a él, y por otro estaba la medico Samantha quien había dejado atrás a un gran número de bichos que le atacaban desde todos lados.

Con demasiados heridos, poco munición y la moral por los suelos, los vehículos emprendieron la marcha a toda prisa solo para darse cuenta que dos contingentes números de Ripplers les estaban flanqueando el paso, si no escapaban ahora, simplemente no lo conseguirían. Pero los milagros ocurrían siempre en el momento menos esperado y de la forma mas inimaginable. A su paso, los infantes se percataron de como de forma súbita, los Ripplers se habían detenido en vuelo y parecían revolotear en al aire confundidos e incluso algunos caían inertes. Para su sorpresa, en la retaguardia, algo muy parecido sucedía con el resto de los bichos. De pronto todas las fuerzas enemigas estaban atontadas e inoperantes.