Partida Rol por web

El Nosferatu habló y perecía seguro de lo que decía. Había verdad en sus palabras.

Rosalía se guardó bien de mostrar su desconcierto.

-Tal vez sí me equivoque de secreto... pero no de pecado -dijo agudizando un tanto los ojos con una ladina sonrisa en los labios. Después relajó el gesto y miró al Nosferatu casi con compasión-. Yo sé bien lo que es ser juzgado y perseguido por semejante crimen y sólo se lo deseo a mis enemigos. Pero vos no sois mi enemigo, ¿verdad, Ricardo? Así que creo que podemos olvidarnos de eso y comenzar de nuevo la conversación -con las manos todavía a la espalda dio algunos pasos en torno a él-. Por ejemplo... ¿Qué podéis decirme de Marcelo Giovanni?

El Nosferatu aguantó en parte la mirada de la castellana.

-Eso depende. Primero tendréis que decirme qué queréis saber de él y por qué. Puede que engañéis a otros Vástagos, más ensimismados en la Corte y el poder, pero lo cierto es que la circunstancias en las que desarecistéis todos estos años, por lo que he oído distan mucho de ser claras... Y no, no seré vuestro enemigo siempre y cuando moderéis vuestras amenazas. Vuestra reputación aún no ha sido reparada del todo y acusarme a mí os volvería a poner en la picota. 

-No os amenazo, Ricardo -respondió fingiéndose sorprendida-. He dicho que guardaré vuestro secreto; es más, para que no dudéis de mi buena fe estoy dispuesta a contaros alguna cosa sobre mi misteriosa desaparición. Me interesa Marcelo precisamente porque creo que tiene algo que ver con ella. Según creo está en Zaragoza únicamente de paso, pero me extraña que el Príncipe y vos tratéis temas tan delicados como la muerte de Flavius en presencia de un simple visitante. De modo que, decidme, ¿por qué está en la ciudad y qué relación tiene con el Príncipe Olayo? Respondedme y podréis preguntarme vos a mí -dijo recuperando la sonrisa. Que Ricardo eligiera hacerle unas preguntas y no otras probablemente le revelaría también cierta información.

Ricardo bajó la capa, descubriendo sus rostro por completo y sonrió interesadamente.

-Sois más avezada y activa de lo que la gente dice, Señorita Caeiro. Giovani está de paso. Llegó no mucho antes que vos. Una semana, si recuerdo bien. Olayo y él son viejos conocidos. Se conocieron a través del Sire de Marcelo, quien Dominaba sobre el Monasterio de Santa Engracia, una vez salió victorioso de disputarse el lugar con los Lasombra. Si Marcelo quería cruzar la península hacia el Meditárreneo, como él dice, es perfectamente normal que haya recalado en la Villa, pues aquí goza de un buen baluarte. El Monasterio le proporciona refugio, Alimento e intimidad. Es un buen lugar para esperar hasta que la situación en Cataluña se apacigüe. Ahora bien, si insinuáis que Olayo le debe algún favor a Marcelo, o más bien a su familia, es muy posible que así sea. El camino al Principado rara vez está exento de marcas y deudas. Por otra parte, si insinuáis que Marcelo oculta algo, es muy posible. Pero todo su Clan está ahora señalado por lo que ha pasado en Venecia... En fin, creo que he sido bastante exhaustivo. ¿Puedo formular mi pregunta? -quiso saber con ojos golosos.

¿Cruzar la Península hacia el Mediterráneo...? ¿Desde Asturias, tal vez?

Soltó una suave risilla y asintió.

-Por supuesto.

-¿Por qué estáis realmente en Zaragoza?

-Os sorprenderá, pero no he mentido ante el Príncipe: simplemente estoy aquí de paso hacia Cataluña -respondió encogiéndose de hombros-. Es curioso, ¿no? Exactamente igual que Marcelo... -sonrió un instante-. Pero como estáis siendo muy gentil, os diré además otra cosa: busco algo que fue robado en Asturias y que espera embarcar hacia el Este cuando el rey reabra los puertos -detuvo su paseo ante el Nosferatu y lo miró a los ojos intentando advertir cualquier cambio en su expresión.

-¿Algo? -preguntó Ricardo abriendo los ojos de par en par-. ¿Os referís a la reliquía? -se apresuró a preguntar sin poder contenerse.

Rosalía hizo lo posible para ocultar su satisfacción. Ricardo no sabía nada sobre el robo de Thomas, pero tal vez pudiera ayudarla sin querer.

-Vaya, qué impaciente -comentó divertida-. Pero ahora me corresponde a mí preguntar... -dijo retomando el paso en torno al Nosferatu-. ¿Sabéis por un casual si Marcelo viaja solo o acompañado y en qué tipo de carruaje?

-Yo... lo cierto es que no lo vi llegar. Sé que viaja con criados e imagino que el carruaje le resultará indispensable para viajar por la península de día... Por favor. Responded a mi pregunta.

-No es la reliquia lo que busco -dijo-. Aunque quizás todo esté relacionado... Como muestra de mi buena fe, os diré que lo último que supe es que la tenían los Tremere. Un jovencito despreciable llamado Audax -no pudo evitar que su gesto se crispara levemente-. Una última pregunta, Ricardo: ¿qué es lo último que sabéis de Thomas Daister?

Rodrigo entornó la mirada

-Así que es cierto... -pareció murmurar. Después levantó los ojos con rapidez-. ¿De Thomas Daister? Oficialmente desapareció después de viajar a distintos lugares de Europa. Extraoficialmente... mis hermanos cuentan que fue asesinado por un mercenario... quizás contratado por vos o por los Tremere -respondió el Nosferatu muy atento a la reacción de Rosalía y dispuesto a que se le permitiera hacer su pregunta.

¿Un mercenario contratado por mí? Arqueó sorprendida las cejas. No podía recordar cómo estaban las cosas cuando decidieron alejarse los unos de los otros, pero después de oír los rumores que se contaban sobre ellos, le daba la impresión de que no estaban demasiado bien.

Ojalá llegara pronto el día en que pudiera recuperar la memoria perdida y reencontrarse con ellos.

-Preguntad, Ricardo -dijo.

-Si no es la reliquia lo que buscáis, ¿Qué buscáis exactamente que pudiera estar relacionado con ella?

-A Thomas -respondió-, y mis recuerdos... -miró a los ojos al Nosferatu, tratando de centrarse en ellos para olvidar la fealdad de su rostro-. Marcelo y su familia los tienen, o eso creo. Son muchos los que pretenden la reliquia... Ha sido grato charlar con vos, Ricardo -añadió recuperando súbitamente una expresión relajada-. Ahora debo ir al encuentro de Marcelo, e imagino que será menos agradable. Si la noche de mañana he desaparecido, podéis estar seguro de que habrá sido por su causa -sonrió y se dio la vuelta para alejarse de la arboleda e internarse de nuevo en la ciudad.

Poco importarían a Ricardo su desaparición o su muerte, pero no buscaba su compasión sino ponérselo difícil a Marcelo si acaso a ella le ocurría algo aquella noche.

Ricardo no pudo ocultar la sorpresa en su rostro ante la revelación.

¿Entonces está vivo?

-No os preocupéis, Vuesaced. Si os sucede algo se sabrá -prometió.

Ascendió desde la ribera y bordeó la iglesia de Santa María la Mayor para internarse en el entramado de calles, a aquellas horas desiertas y oscuras. Caminaba con ligereza, deprisa pero con discreción, atenta a los sonidos de alrededor. El aleteo de una paloma le hizo levantar la vista, y al observar que la sobrevolaba a lo largo de varias calles sonrió para sí.

Tomó la vía principal que cruzaba la ciudad de norte a sur y se dirigió hacia la Puerta Cinegia. Entregó el manuscrito de Lucita a un adormilado guardia y cruzó las murallas, pero aún hubo de caminar un rato por entre casuchas del arrabal morisco. Por fin las sucias callejas desaparecieron para dar lugar a extensas huertas verdes. Al fondo, recortado contra la penumbra de la luna, se adivinaban los perfiles de Santa Engracia.

Palpó la daga bajo las telas de su manga y suspiró, y en la fría noche apretó el paso hacia el monasterio.

Dentro de los límites del monasterio, La Toreador enfiló un camino apenas insinuado hasta el pórtico y llamó a la aldaba. Sin esperar demasiado la puerta se abrió y Marcelo Giovanni la recibió en persona.

-Me alegro de que hayáis decidido venir -dijo con una amplia sonrisa ofreciéndole la mano para invitarla a pasar-. Adelante. Consideraos en vuestra casa. ¿Al final venís sola?