Partida Rol por web

Los Goblins habían huido sin más vueltas. Aún así, el estrepitoso ruido se frenó de golpe. El grupo decidió continuar avanzando por la sucia alcantarilla, buscando siempre el sur, buscando la señal que el misterioso elfo les indicó que buscaran. 

Giraron hacia la izquierda, con Lobo Blanco y Okodar por delante, mientras Kairi y Anubis venían por detrás. Grata no fue su sorpresa cuando volvieron a encontrarse a los pequeños e inmundos seres. Esta vez volvían a encontrarse en una sala cuadrada, con la columna en el medio y cuatro entradas (tres si no se cuenta por la que entraron). Pero he aquí la rareza en este lugar abandonado por los Dioses! El pasillo de la derecha era más ancho, y contaba con una pared en el medio que dividía la entrada en dos. Y allí se encontraban los golbins, con sus ojos brillando de codicia y sus sonrisas anchas y maléficas.

La penumbra era densa y apenas se podía ver más allá de aquellos dos seres...

Continuamos avanzando, por aquel incierto laberinto de cloacas, mientras me preguntaba si realmente habríamos dejado atrás aquella marca que con tanta claridad esperaba el elfo que encontrásemos. El intrincado recorrido que estamos haciendo no se parecía en nada a la forma en que nos lo había vendido, y comenzaba a germinar en mi interior la semilla de la inseguridad.

Aquello, por supuesto, quedó en segundo plano cuando el instinto de supervivencia regresó a mi mente, al vislumbrar de nuevo a aquellas criaturas grotescas. Mis ojos se entrecerraron, tratando de aclimatarse aún más a la oscuridad reinante, pero también como una seña de la desconfianza que aquellas sonrisas me suscitaban.

Esto no me gusta... -Murmuré, para mis compañeros. Aquellos dos trasgos habían huido a la carrera, presos del pánico, al vernos. Pero ahora aguardaban allí de pie, sonrientes y llenos de malicia- Me huele a trampa...

Torcí la cabeza hacia un lado, tratando de escuchar en la oscuridad, por si algún ruido delataba la presencia de más de aquellos seres, esperando ocultos en aquellos corredores, a que nos acercásemos.

 - Estoy de acuerdo, algo no marcha bien... - Respondí, con el ceño fruncido. No tenía sentido que se mantuvieran ahí al menos que quisieran meternos en algún tipo de emboscada o trampa.

Nuestro avance no terminaba de llevarnos hacia la marca que buscábamos, pero sí terminó llevándonos otra vez ante la presencia de aquellos trasgos, si bien en esta ocasión se mostraban de un modo muy distinto.

Lejos de huir o mostrar temor, nos sonreían con malicia, como si hubiéramos llegado justo a dónde querían. Mis compañeros en seguida pusieron de manifiesto lo que yo también pensaba, y sólo veía dos opciones a ese respecto.

- No están solos, eso seguro. – afirmé, consciente de sus costumbres. – Hay dos cosas que podemos hacer: o volvemos por donde hemos venido, o continuamos nuestro camino… - aunque eso también suponía elegir una de aquellas tres salidas, pero estaba convencida de que aquellas criaturas nos asaltarían antes de tener que tomar esa decisión. – En otras circunstancias optaría por retroceder, pero… Puede que una de esas salidas sea el camino por el que debemos seguir.

Ese que nos llevará a evitar un mal mayor.

Crees escuchar un leve chapoteo atrás tuyo, pero no puedes distinguir si es el goteo del agua superficial cayendo sobre la torrentera, o si son unos pasos provenientes del pasillo (el de la derecha que no tomaron).

La situación se tensaba en las cloacas. Los trasgos no mostraron la actitud sumisa y temerosa que habían dejado ver un rato antes. En cambio, se mostraban complacientes, con ojos inyectados de maldad mientras se escapaban unas agudas risas. 

Pero a pesar de este cambio de actitud, los pequeños monstruos se quedaron quietos, sin hacer acopio de avanzar. Mientras, los compañeros empezaban a palpar que se aproximaba un inminente enfrentamiento. ¿O podrían volver sus pasos y evitar a los trasgos si volvían por donde vinieron? El tiempo pareció detenerse mientras ambos grupos se escrutaban mutuamente...

 - ¿Es posible que haya alguna trampa?. - Sugería en voz baja, al ver que os trasgos no hacían ningún movimiento ni para avanzar ni para huir. De nuevo lamentaba que aquel Kender no nos hubiera acompañado, ya que aquí nos hubiera resultado muy útil.

Estábamos plantados delante de aquellos seres repugnantes, deteniendo nuestros pasos ante su cambio de actitud. Aquello me olía mal, más allá de lo físico, del evidente hedor de aquellas cloacas. La situación se antojaba sospechosa, tanto que de haberme encontrado en una forma de animal, el pelo de mi lomo se me habría erizado. Era claro que aquellos dos tramaban algo, pero ¿el qué?

Entonces lo oí. Torcí mi rostro hacia un lado, al tiempo que oía la pregunta en voz baja de Anubis, una sugerencia a la que no pude hacer demasiado caso, pues otra cosa atraía toda mi atención. No podía estar seguro, bien podría estar confundiéndome, pero era lo que me había parecido percibir...

_Pasos... -Compartí en voz bajísima, tanto que creí que únicamente Kairi, la más cercana a mí, podría escucharlo. Me giré, cruzando mis ojos con los suyos un instante, buscando a continuación el rostro de Okodar, a quien señalé su espalda con la mano- Emboscada...

La situación se volvía más acuciante por momentos. Si llevaba razón, nos estaban rodeando por ambos flancos. Desconocía cuántos de ellos habría en aquella alcantarilla, y cuántos a cada lado. Y la suficiencia con la que nos miraban aquellos maléficos dos trasgos hacía que no descartase la presencia de alguna trampa si nos abalanzábamos contra ellos. Sólo se me ocurría mantenernos como una manada, bien cerrados, cubriéndonos las espaldas, y esperar que descubrieran que no éramos presas fáciles de batir.

Me incliné, apoyando las manos en el suelo, elevando una plegaria a Chislev. En medio de aquella oscuridad, la imagen que vino a mi mente no fue la del lobo cuya forma adoptaba más habitualmente, sino una más oscura y sigilosa. En apenas un instante, el poder divino de la naturaleza se extendió por cada poro de mi ser, convirtiendo mi cuerpo de humano en el poderoso y grácil cuerpo de un magnífico ejemplar de pantera negra, cuyos ojos se clavaron en aquellos dos trasgos con el mismo brillo que mis nuevas fauces. Me situé de costado, frente a la clériga, dispuesto a enfrentar a cualquiera que se atreviera a acercarse a nosotros, y confiando en que el semiogro haría lo mismo por el otro lado.

MENSAJE DEL DIRECTOR

Okodar escuchó las palabras de Lobo Blanco, y con un leve gruñido asintió a sus palabras. Volviendo sobre sus pasos se coloco junto al mago y le dijo.
- Quedate atrás.

Forzando aún más su mirada, pudo divisar que Lobo Blanco tenía razón.
- Dos hasslich* más vienen por allí..- 

La situación se tornaba extraña, pues a pesar de su actitud desafiante, los trasgos se mantenían impasibles; como si esperaran a que fuéramos nosotros quienes nos acercáramos a ellos. El mago preguntaba por la posibilidad de que hubiera alguna trampa cuando el druida habló de pasos. Su oído parecía haber detectado algo, y en seguida nos miró a Okodar y a mí, hablando de la posibilidad de una emboscada.

Lobo blanco comenzó a transformarse en algo, lo que pareció resultar ser una pantera, poniéndose en posición; como también hizo el semiogro.

- Si nos atacan varios a la vez, puedo usar un conjuro para que dejen de hacerlo. – les informé en voz baja. – Pero si tan sólo uno de ellos es agredido se romperá el hechizo para todas. – terminé de explicar, atenta a si aparecían más de aquellas criaturas.

Tras el anuncio de Okodar, el grupo se vio rodeado por dos Goblins más, quienes se acercaban lentamente por el pasillo contrario. ¿Habían caído en una trampa? ¿O fue simple coincidencia? Ahora no era tiempo para hacerse esas preguntas. Habían llegado a un recodo que era diferente a los que venían pasando en su desagradable viaje por las alcantarillas. 

Kairi, apenas vio lo que Okodar informaba, ofreció uno de sus hechizos, para evitar tener que enfrentarse al grupo de Goblins. Uno de éstos seres reparó en la figura de Anubis y su rostro se transformó por apenas un segundo. Del placer y maldad a temor y desconcierto. Pero sólo fue un instante. Recuperándose, trató de mostrarse confiado.  

   Hasta el momento había tenido actitud ausente y expresión huraña debido a extraños pensamientos que rondaban mi cabeza. Pensamientos causados por un comentario dicho por el mago: "su gente". Palabras simples y aparentemente inofensivas pero que desataron en mí la constante lucha por un lugar. Para los humanos era un no medio-ogro, para los ogros era un meindunn pero nadie me veía como un todo. Debía dar muchos pasos antes de poder hacer que todos respetasen mi nombre. No soy semi ni mein, soy Okodar..

   Pero al encontrarme frente a la inminente batalla todo lo demás quedó rezagado en mi mente, la falta de un lugar en la sociedad, el dolor de la herida, la dug que me cubría, el bonito collar de cosas blancas y hasta la comezón en la parte baja de la espalda dejaron de importar; sólo importaba luchar o morir. Cómo cuando era niño..

   Desenganché mi gran martillo y lo tomé con ambas manos pues, aunque podía lanzar mis hachas, prefería el combate cerrado. Con un grito indiqué que estaba listo: -¡KLAD KHO'CHU IGRAT!

El grito de guerra de Okodar alarmó a los trasgos que miraban con interés y malicia al grupo. Así y todo, uno de ellos (Trasgo 2. cerca de Lobo Blanco) avanzó unos pasos (5´) con su jabalina en mano, amenazante y expectante a lo que pudiera hacer la pantera que tenía enfrente. Con la tensión cruzada en su horrible rostro, simplemente esperó, vigilando cualquier reacción que mostrara aquel oscuro felino.

Turno 1

Trasgo 2. 21 
Okodar 20
Anubis 19
Trasgo 4. 17
Trasgo 1 16
Lobo Blanco 9
Kairi 7
Trasgo 3. 5

Opción 1:
   Sin perder un momento avancé hacia los hasslich que se encontraban cerca de mí. Aunque salpicaba el apestoso liquido en el que caminaba con cada paso que daba, este apenas me llegaba a las rodillas. Sólo me detuve cuando uno de ellos quedó al alcance de mi martillo, momento en el que tracé con él un arco que pretendía lanzar la cabeza del reptil hacia la pared del fondo. -¡Döt!

Opción 2:
   Las jabalinas que portaban significaban que podían atacarme desde lejos pero no creí que ese fuese su plan pues si arrojaban sus únicas armas no tendrían otras para combatir. Así que, opté por esperar que los hasslich viniesen a mí.

   En cuanto estuviesen al alcance de Klad, planeaba demostrarles el error que habían cometido.

 En lugar de atacar a lo loco, esperé detrás de Okodar, vigilando a los dos grupos de atacantes, esperando a ver cual iba a ser su siguiente maniobra y poder actuar en consecuencia...

Okodar atacó con furia al trasgo (#3), el cual miraba horrorizado como el inmenso semiogro se le acercaba con el martillo preparado.  Mientras a su lado, su compañero (#4) miraba horrorizado el furioso avance de Okodar. Despertando del letargo que ocasionaba ver al semiogro atacando, su compañero (#4) no dudó en ayudar al indefenso trasgo (#3). Avanzando unos pasos, colocándose en un flanco del semiogro, atacó con una maza de armas que poseía.  Pero Okodar estuvo atento, y en el momento que éste quiso dar su golpe, el semiogro logró esquivarlo sin problemas. Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del bárbaro. Por el momento, tenía a sus dos rivales controlados. El agua de la escorrentía, danzaba en un asqueroso baile de pasos y salpicaduras, que sin dejar de hacer ruido, desparramaban agua oscura, barro y otros sedimentos de años de acumulación. Un horrendo vaho se levantó e inundó las fosas nasales de los combatientes, que luego se extendería al resto del laberinto.

Mientras en el otro extremo del pasillo, el otro trasgos se mantuvo a la defensiva, vigilando las reacciones de la pantera y Kairi. A pesar de su cautela, su sonrisa seguía siendo malévola.

(imagen meramente ilustrativa)

Turno 1

Trasgo 2. 21 
Okodar 20
Anubis 19
Trasgo 4. 17
Trasgo 1 16
Lobo Blanco 9
Kairi 7
Trasgo 3. 5

Confiaba plenamente en que el semiogro se encargase de los trasgos que acudían desde nuestra retaguardia, asistido si era necesario por Anubis, a pesar de no estar seguro de qué capacidades atesoraba aquel hombre. No era capaz de actuar de otra manera, pues era lo más natural, el trabajo en equipo, una visión de manada, cada cual asumiendo su responsabilidad, acometiendo su parte.

Y la mía consistía en proteger a la manada de los trasgos que teníamos delante. No estaba allí para combatirlos, acabar con ellos no era mi fin. En aquella situación, con la clériga a mi espalda, yo me erigía en protector del grupo, de la manada. Si los trasgos se retiraban, el peligro pasaría. Si mantenían la distancia, mantendríamos la posición un tiempo más. Si, por el contrario, atacaban, defendería mi territorio con garras y dientes.

Rugí, en la oscuridad de aquella caverna artificial, mostrando mis fauces a aquellos seres detestables. Su actitud no me gustaba, aquellas sonrisas malévolas que deberían de estar desdibujándose. Y seguía convencido de que había algo oculto en aquel lugar, algún tipo de trampa o ventaja de la que estaban convencidos de poder aprovecharse.