Partida Rol por web

 Tras recoger mis cosas, hice lo que el caballero nos había exigido y seguí a Kairi, sin perder tiempo. Habíamos tenido suerte y no convenía forzarla. Sin embargo, mientras andábamos, no dejaba de pensar en lo que habíamos escuchado, preguntándome que se estaría cociendo en estos momentos en la ciudad y que papel estaría jugando la mujer que ellos estaban buscando en todo ello...

   No pude evitar tensar mis músculos cuando apareció el otro grupo de soldados, anticipándome al combate, pero hasta para mi resultaba evidente que no podríamos contra un grupo tan grande. Si yo fuese dos tal vez sí..

   Mientras ellos discutían sobre la mujer que buscaban yo aproveché para guardar mis cosas, alegre pues esconder mi valiosa pintura mágica entre mi ropa sucia había servido para que la ignorasen. ¡Bien hecho, Okodar! Luego seguí a Kairi esperando que ella supiese a donde ir. -Ven, Perro. Vamos a buscar algo de comer. Di una palmada para completar el llamado.

   Al alejarnos de las patrullas procuré no mirar atrás pues aún temía que alguno estuviese enterado del altercado que había... ¿Cuánto tiempo estuve recuperándome? Con las prisas por salir de la posada no había logrado averiguar nada respecto a mi situación o de la misteriosa (y hermosa) mujer que me ayudó.

Me encontraba sumido en mis pensamientos y preocupaciones, cuando más caballeros negros aparecieron en el callejón. Alcé las orejas, pendiente de ellos, pero con el registro ya prácticamente terminado quedaba claro que su presencia no era necesaria ni requerida, a pesar de la llamada que habían realizado sus camaradas en previsión de problemas. Daba buena cuenta de la seriedad de enfrentarse a aquella gente, pues estaban organizados y mantenían férreo control de las calles.

Uno de ellos exigió indirectamente, con un tono poco agradable, que nos largásemos del lugar. Habría echado a andar inmediatamente, pero aquello habría echado por tierra mi coartada, de modo que me alcé sobre mis cuatro ptas de nuevo al moverse Kairi, y aguardé en aquella posición a que Okodar comenzase a caminar. Me situé al lado del semiogro al caminar, quien siguió con la pantomima hablando de conseguirme algo de comida, y de aquella guisa abandonamos el callejón siguiendo los pasos de la clérigo de Mishakal.

Permanecería en aquella forma animal aún un tiempo más, cuando alcanzásemos un lugar discreto donde un lobo que se transformase en un hombre de cabellos plateados no llamase demasiado la atención. Mientras nos encontrásemos entre aquellas murallas, toda precaución era escasa. Y mientras caminábamos, prestaba especial atención a nuestra espalda, girando mi cabeza de cuando en cuando y oteando la posibilidad de que alguien nos siguiera.

Cuando nos encontrásemos en un lugar que pudiéramos llamar "seguro", habría tiempo de hablar como el hombre que era.

Mientras girabas la cabeza de vez en cuando para observar tus alrededores, un transeúnte que pasaba por allí pateó accidentalmente un cesto de basura y esparció por el ambiente todo su contenido. Lamentablemente para vos, parte del contenido cayó encima tuyo, sobretodo un extraño polvo que produjo ardor en tus ojos impidiendo que tu visión sea suficientemente clara por al menos algún tiempo...

El grupo decidió que ya habían tentado demasiado su suerte con los Caballeros Negros. Pudieron notar que estaban nerviosos y estaban preparando "algo" para encargarse del asunto de Emaline. 

Sin perder demasiado tiempo, encararon por el camino principal, donde la gente que concurría las calles era numerosa. Los edificios seguían presentando esa variedad típica de ciudades multiculturales. Los edificios de arquitectura solámnica se mezclaban con los diseños raros y aparatosos de los gnomos. La arcilla secada al sol era el material más usado, mientras se podían observar otros raros materiales en excéntricas construcciones. La calle principal trataba de mantenerse lo más limpia posible, aunque con tanta actividad, aquello era casi imposible. Los Khuritas trataban de mantener en orden un asentamiento a pesar de ser un pueblo predominantemente nómade. 

Además de ver cada tanto alguna despreocupada patrulla de Caballeros Negros, el grupo veía pasar hermosos caballos llevados por finos bozales. Más de una vez los ojos se posaron en aquellas hermosas bestias. El mercado de caballos de Pashin era casi tan famoso como Khuri Khan (capital de los Khuritas).

En una pasada de un harén pura sangre, Lobo Blanco aprovechó la distracción de la gente para volver a su forma humanoide. Al verlo de nuevo en aquella forma, el resto del grupo no pudo evitar notar que se frotaba los ojos, los cuales parecían estar rojos e irritados. 

En ese momento, un alegre Kender pasó silbando entre la gente y choca "accidentalmente" primero con Kairi y luego tropezó con Anubis. 
- Oh! Disculpenme!- dijo sonriendo mientras sostenía las prendas de Kairi. - No los vi... aunque a éste es imposible no verlo.- dijo mientras daba un raro abrazo a Okodar. - Son un grupo... muy extraño.- 
Se acercó a Lobo Blanco. - Tu pelo es... interesante...- dijo mientras se colgaba de sus ropas para acercarse a su pelo y poder tocarlo.

-Bueno mis queridos amigos.. Sigan disfrutando de la ciudad y perdonen nuevamente!-

Sin esperar más tiempo, el Kender se dispuso a marcharse... 

 Al ver a un Kender tan propenso a el contacto físico, no pude evitar mirarlo más de cerca a él y lo que estaba haciendo, ya que por alguna razón, algo en él me resultaba muy familiar...

Ver un kender es mejor que no verlo..

Intenté permanecer pendiente a todo movimiento a nuestra espalda, girando mi cabeza cada poco tiempo. Sin embargo, algo sucedió que no esperaba. Una de las veces que miré hacia atrás, algo me cayó encima, una especie de nube de polvo que me entró en los ojos y me causó un gran escozor. Apenas logré ver el cesto de basura volcado en el suelo. 

Quizás por ello, cometí la imprudencia de adoptar mi forma humana antes de tiempo. Necesitaba frotarme los ojos, algo que hice cuando aquel kender apareció prácticamente sobre mí tocándome el pelo antes de marcharse. ¿A qué había venido eso...?

1d20 + 9 = 1+9 = 10

Fallo automático.

Todos pudieron ver que el Kender metía manos en sus bolsas y bolsillos. No tuvo la suerte o la habilidad necesaria para hacerlo sin que se dieran cuenta. Todos pudieron ver claramente como se hizo con algunos objetos suyos, y ahora intentaba escaparse...

   En Blotë existe una creencia extendida sobre los kender y ese pequeño rufián la confirmó frente a mis ojos. -¡EH! Al verle meter sus rápidos y diminutos dedos en mi saquillo reaccioné con velocidad he intenté agarrarle por la llamativa y variopinta coleta que adornaba su cabeza. Voy a desollarte..

El Kender sorprendido ante el intento de agarre de Okodar reacciona con la velocidad suficiente como para esquivarlo. Su ágil movimiento lo deja de frenta al grupo

Frunciendo levemente el ceño, y levantando el dedo acusadoramente, el pequeño ser le dijo

- Hombre grande no tiene modales!- se lo notaba visiblemente molesto. - ¿Por qué intentan atacar a un indefenso Kender? Debería llamar a alguna patrulla de seguridad...- finalizó mirando hacia todos lados por la calle princial.

Algunos peatones que cruzaban por ahí se detuvieron apenas unos instantes para contemplar lo que sucedía. Luego, viendo que se trataba de un Kender, seguían su camino. 

Me di cuenta cuando ya se alejaba el menudo hombrecito. La forma en que había pasado junto a todos nosotros, de forma casual en algunos y forzada en otros, sólo podía significar una cosa. Okodar parecía de mi misma opinión, aunque su reacción fue más veloz, intentando dar alcance al esquivo vender. Tuve que dejar de frotar mis llorosos ojos para echar mano al interior de mis ropas, tratando de determinar qué me había afanado exactamente.

Vivir de otros forma parte del ciclo. No sólo la caza, sino alimentarse de huevos de aves, arrebatar la presa a un depredador menor, o alimentarse de la carroña que deja. Todo ello es natural, no tengo nada contra ti, kender. -Le dije, en tono neutro- Sin embargo, también forma parte del ciclo natural que todo acto tenga sus consecuencias. Devuelve lo que has afanado, hombre pequeño, o incurrirás en la ira del semiogro o de esa patrulla a la que no te conviene llamar.

Desde luego, a mí tampoco me convencía que una patrulla se involucrase. No mientras llevase conmigo aquella caja. En caso de que una apareciese, sería más sensato abandonar el lugar y dejar a mis compañeros solucionar el entuerto por su cuenta. A fin de cuentas, la razón estaba de su parte.

 - ¿Si vinieran las autoridades, a quien crees que estarían más dispuestos a escuchar, señor Kender?. - Le pregunté, con buen humor. - Venga, devuélvenos las cosas que se nos han caído en tus bolsillos y aquí no a pasado nada, por favor.

 La verdad es que los Kenders, por la razón que fueran, y pese a sus inconvenientes, siempre me parecieron criaturas entrañables y cercanas. No quería causarle problemas a este pequeño y si nos devolvía las cosas por las buenas, estaba dispuesto a personar y olvidar. Después de todo, él solo estaba siguiendo su naturaleza, por molesta que nos resultase a nosotros, aunque fuera un delito para los demás.

Caminando por la calle principal, no tardé en ser abordada por un hombrecillo con coleta, sin duda se trataba de un Kender. Se disculpó de inmediato, dirigiéndose también hacia el resto. Aquello no habría sido más que un contratiempo sin importancia si no fuera porque me pareció verle tomar algo de mis bolsillos, del mismo modo que hizo con el resto de mis compañeros. Era realmente rápido.

Okodar no tardó en reaccionar, ante lo que el Kender se mostró molesto, amenazando incluso con llamar a una patrulla. Entonces Lobo Blanco se acercó a él, tratando de que nos devolviera nuestras cosas haciendo uso de sabias palabras. Anubis también intervino, recordando al hombrecillo que no le convenía avisar a los Caballeros Negros.

Tras ellos me decidió a ser yo quien se dirigiera al Kender, esperando solucionar aquella situación lo antes posible y evitar así llamar demasiado la atención o que acabara apareciendo alguna patrulla interesándose por qué sucedía.

- Mis compañeros están en lo cierto, no le conviene llamar a esa patrulla o enfadar al bueno de Okodar, además, si necesita ayuda sólo tenía que pedirla. - le dije con una dulce sonrisa. - Devuélvanos nuestras cosas, por favor, necesitamos de ellas. Puedo ofrecerle comida o alguna moneda si lo requiere, pero no debería robar, eso no está bien. Por favor... - dije extendiendo mi mano, esperando que me devolviera lo que había cogido.

El pequeño Kender miró con recelo a Anunis y Lobo Blanco, quienes lo interpelaron. A punto estuvo de darse media vuelta y salir corriendo. Estas personas lo acusaban de ladrón, a él?! Era una persona con una conducta y sobretodo un nombre intachable. Pero todo cambió cuando intervino Kairi. El Kender le sonrió amistosamente

- Yo no robé nada...- dijo mientras revisaba su bolsa. - Son cosas mías... oh! Salvo esto!- dijo sacando un pequeño silbato. - Le aseguro señorita, cayó accidentalmente en mi bolsa! Yo solo la estaba cuidando...- dijo devolviéndoselo a  Kairi.

Después miró uno a uno al resto del grupo, quienes lo miraban desconfiados. Todos sentían que algo les faltaba.

- Mi nombre es Rowan, soy un Kender.- dijo como si nadie se hubiera dado cuenta. Luego miró a Okodar y le dijo.- con ese martillo... no sos de la guardia negra, eso seguro. ¿Pertenecen a la Legión?- dijo entre alegre y esperanzado...

 - No pretendía acusarte de ser un ladrón, me has malinterpretado. Creo sencillamente que algunas cosas nuestras han ido a parar accidentalmente a tus bolsillos. - Respondí, de manera amistosa.