Partida Rol por web

Mis ojos se abrieron desmesuradamente, adoptando una mueca de dolor, al ver a aquel espíritu de la naturaleza elemental desvanecerse en una nube de vapor. Había luchado con fiereza, dando su vida, o más bien si existencia en nuestro plano, en obediencia y lealtad a Chislev. Tan sólo podía elevar una oración en su honor como agradecimiento, pero eso tendría que esperar.

La pantera había sufrido daño, pero estaba lejos de sucumbir. Casi tuve la impresión de que buscaba una salida, como un depredador que descubriera que su presa era más de lo que podría dar caza. 

¡Ofrecedle una salida! -Grité a mis compañeros, moviéndome hacia un lado para evitar que la rodeásemos completamente- ¡Una bestia acorralada es más peligrosa!

Sujeté una de las piedras que había imbuido con el poder divino de mi diosa, y la arrojé contra la bestia. Lamentablemente, el guijarro golpeó el suelo entre sus patas en lugar de impactar en su torso, donde esperaba poder acrecentar su dolor. Apreté los dientes y maldije mi mala fortuna. Un mal cazador pasa hambre y muere, y si seguía así el mismo resultado me terminaría alcanzando.

La situación parecía estar cambiando, logrando algunos de los presentes herir a la infernal criatura, aunque lamentablemente aquel elemental de agua había terminado por desaparecer tras su último ataque. Toda una lástima, pues era el agua el enemigo natural del fuego.

Sin embargo, pronto dejó de irnos tan bien. La bestia parecía aún más alterada tras haber sido herida en varias ocasiones, y atacó con mucha más fiereza al semiogro. Me sobresalté ligeramente al ver que le alcanzaba, tratando de examinar acto seguido a mi compañero. Contaba ya con más de una herida, pero parecía aguantar bien aún.

Me moví de inmediato ante las indicaciones de Lobo Blanco, quien había sabido leer con gran rapidez lo que estaba sucediendo; sin duda estaba en lo cierto. Mientras me movía continuaba ballesta en mano, aguardando a que Okodar hiciera lo mismo antes de disparar al malvado ser.

  Mientras lanzo mi escudo, trato de discernir si puedo usar el Convocar Enjambre en este lugar y resultaría contra este ser en particular...

La pantera de piedra trato de recular por el hueco que habían dejado los aventureros tras la advertencia de Lobo Blanco. Las fechas y piedras volaron por encima de la criatura. Pero en un último momento, cuando la pantera iba a salir de vuestro alcance, Anna clavo la espada de brillo azul en uno de los cuartos traseros de la pantera. La criatura se derrumbó sobre el suelo, el magma incandescente que formaba su interior empezó a esparcirse por el suelo mientras se enfriaba formando una costra negra. Habíais vencido a una de las abominaciones de Malyx.

Al alzar la vista al cielo pudisteis ver momentáneamente a dos criaturas volando. Tenían el aspecto de humanos de piel muy pálida con alas de fuego a sus espaldas, portaban lanzas de madera. Parecía que las dos criaturas habían estado contemplado el combate, pero al ver que vuestra atención recaía en ellos, se alejaron rápidamente volando hacia el horizonte, hacia el norte.

La bestia, tal como había anticipado, buscaba ya tan sólo una salida por la que huir de nosotros. Habíamos resultado una presa más peligrosa de lo que había anticipado, y no estaba en la naturaleza de los depredadores arriesgar más de lo estrictamente necesario, ni siquiera en aquellas de tan antinatural naturaleza. Por desgracia para ella, aunque algunos de nosotros no estábamos siendo unos cazadores especialmente eficaces, Anna no sólo sí resultó serlo, sino que no estaba dispuesta a dejar escapar a su presa.

Y no puedo decir que sintiera la más mínima lástima por ella. Al fin y al cabo, no era una criatura natural, sino una aberración creada por un monstruo.

Me quedé unos instantes en silencio, contemplando el cuerpo sin vida de la pantera con aquellas dos piedras en mi mano. Sabía que el poder que había imbuido en ellas no duraría, pero aún así preferí conservarlas por el momento. Sin embargo, las miradas de mis compañeros al cielo me llevaron a alzar la mirada en esa dirección, teniendo un nuevo peligro. Pero lo que encontré fue una incógnita, la presencia de dos seres alados que se alejaban.

¿Alguien sabe qué era eso?

Nadie sabía que eran esos seres con alas de fuego, podían ser criaturas de Malix, alguna aberración como la pantera siempre ardiente, o puede que fueran seres oriundos de Ansalon, seres olvidados en las brumas del tiempo. Todos recordaban las historias sobre los Irda, una especie de ogros que habían permanecido ocultos en una isla, apartados de todo contacto con el resto de razas para mantener su pureza. También fueron ellos quienes por mantener su pureza liberaron en un accidente a caos, el padre de todo, comenzando así las Guerras del Caos. Pero esa era una historia del pasado, como la historia de los héroes de la lanza.

Ahora había que continuar el viaje hacia Kendermore, resolver las desaparrciones de los kender exploradores, descubrir el significado de la caja de música y los extraños presagios que había jalonado todo vuestro viaje. 

Plaga miraba a los seres con los ojos como platos. ¡Que bonito! Mi padre me habló de aberraciónes alados creados por la corrupta magia de los grandes dragones y los humanos. Pero también dijo que cuando desaparecieron los grandes dragones eses seres desaparecieron.

¿Bueno, seguimos? Mi tío saltatampas decía que para llegar a algún sitio había que andar y para no llegar a ningún sitio.... También había que andar. 

Nadie parecía saber nada acerca de aquellos dos seres voladores, y lo cierto es que no me interesaban demasiado las especulaciones. Habíamos luchado y habíamos sobrevivido, y era lo único que me importaba. De modo que, cuando Plaga nos instó a continuar, me limité a tomar mis cosas y comenzar a caminar de nuevo.

Tras librarnos de aquella pantera que amenazaba nuestra misión, nos dimos cuenta de que unas extrañas criaturas parecían haber estado observándonos. Emprendieron el vuelo en seguida, haciendo que me preguntara si acaso iban camino de avisar a alguien de nuestra presencia.

Nadie parecía saber qué podían ser aquellos seres, así que tras instarnos Plaga a proseguir caminando, así lo hicimos; pues tampoco parecía haber nadie gravemente herido. Cogí mis cosas y me puse en marcha, esperando no volver a encontrarnos más infernales criaturas.

Rasco su nariz con fuerza, frunciendo aún más el ceño, mientras balanceaba a Klad sobre la costra de roca que ahora era la pantera.  No se había esperado esa rapidez del gatito ni esa falta de puntería de su vieja amiga. Pero el restallido que había machacado a la bestia sí que se sentía bien. Tal vez él también debía mejorarse…

Apenas miro hacia las figuras aladas. Lo que no era un enemigo directo no le importaba. En su lugar se miró el garrazo y cavilo si debía o no pedir ser sanado. Al final se decantó por el no; la cicatriz le vendría bien como recordatorio de que además había enfrentado monstruos y la herida no era tan profunda como para molestarlo. Si no se metían en otro combate pronto, en una noche o dos de descanso estaría mucho mejor. Resoplo y camino con los demás, pero guardo la distancia y se quedó atrás esta vez, mirando cada tanto de reojo; no podían volver a agarrarlos desprevenidos. La próxima vez quizás no tuvieran la misma suerte.

Después de muchas noches viajando a través del desierto, donde no hubo ningún encuentro reseñable, salvo pequeños temblores, algún geiser de vapores tóxicos y el insufrible calor. Los aparentemente interminables llanos empiezan a volverse rocosos. La arena suelta da paso a un terreno de rocas y cascotes.

Esto son los Riscos. Murmura suavemente Plaga con melancolía. Antes todo esto era el bello bosque Kender, pero Malys lo destruyó todo. Desde aquí nos queda menos de una noche de camino hasta las ruinas.

Después de una larga noche viajando por los Riscos, empezáis a notar un cambio sutil en el aire. Es sensiblemente más fresco y el olor metálico de agua golpea vuestros sentidos como un ladrillo.

¡Estamos llegado! Grita Plaga con alegría. Según mi padre sobre esa elevación está la Fuente Señala una elevación que está a media milla. Allí podremos descansar seguros.

Sin esperar vuestra respuesta, el alegre kender se cuelga al hombro su yupak y empieza a caminar en dirección a la Fuente. Un poco después mira por encima del hombro, parece pensativo, como si hubiera recordado algo de repente. Mantened guardadas vuestras armas. La Fuente es territorio neutral. Herir a alguien, excepto si es en defensa propia, causará la ira de los Oráculos. Es algo que me explico mi padre, y dijo que era muy muy muy importante cumplir esta regla.

 - ¿Entonces podremos descansar aquí sin peligro de ser atacados?. - Pregunté a nuestro guía, admirando el lugar, mientras estiraba mi cuerpo, exhausto, por el largo y duro camino, así por la penurias sufridas. Además de eso, la pelea con el gen felino ardiente no había ayudado precisamente.

El camino continuó tan extenuante como había sido hasta el desagradable encuentro con la pantera de roca y lava, lo que cada vez forzaba más nuestras fuerzas y me obligaba a apoyarme en la lanza que había encontrado en las ya lejanas ruinas como si de un báculo o bastón se tratase. ¿Cuánto hacía ya de aquello? ¿Cuánto desde que todo diera comienzo, en las atestadas calles de Pashin? En aquellos momentos, prácticamente arrastrándome por lo que no dejaba de ser un mero erial, parecía una eternidad.

Las arenas quedaron atrás, dando paso a las rocas, aunque Plaga nos explicó que aquel lugar había sido antaño un hermoso bosque. No pude sino rememorar las oníricas imágenes de mi sueño, la horrible pesadilla en que había vivido en primera persona tamaña destrucción por parte de la dragona roja. Por ese motivo, no podía compartir la perenne alegría de Plaga, propia al parecer de todos los kender. Lo que sí podía hacer era atender a sus advertencias.

¿Quienes son esos Oráculos, Plaga? -Pregunté, visiblemente agotado, deteniéndome un instante a secarme el sudor de la frente mientras me apoyaba en la lanza unos instantes- ¿Les ofenderá que porte mi lanza, si sólo la empleo para apoyarme?

Viajar a través del desierto me resultaba increíblemente pesado, pero agradecí una y otra vez a mi diosa y aquellas otras deidades que velaban por nosotros que no hubiera aparecido ninguna criatura más que pusiera nuevamente nuestras vidas y la misión en peligro.

Me acordé mucho durante las complicadas caminatas de aquellas travesuras de mi infancia que no pretendían ser tal. Anhelaba pasear por las callejuelas de mi pueblo y escaparme al bosque colindante, lugares llenos de color y de vida, no como todas aquellas tierras corrompidas por la Dragona Roja.

Llegó el momento en el que terminamos dejando la arena atrás, siendo la roca ahora la protagonista. Aquel lugar se llamaba los Riscos, según lo que Plaga nos había contado, no sin cierta melancolía; pues aquel lugar ahora yermo había sido un bosque Kender antes de que Malystrix pusiera sus garras en él.

El Kender nos hizo saber también que ya estábamos próximos a nuestro destino, y tras algunas horas más de travesía comenzamos a notar un cambio en el ambiente. Al parecer aquello era señal de que estábamos llegando, junto a lo cual Plaga nos comunicó que había cerca un lugar llamado la Fuente, donde podríamos descansar seguros. No nos explicó el motivo, simplemente continuó avanzando sin dejarnos preguntar, pero finalmente fue él quien se detuvo; ofreciéndonos información y respuestas.

Me sorprendió que hubiera un territorio neutral en aquel lugar, pareciendo esto tener algo que ver con los llamados Oráculos. Lobo Blanco preguntó por ellos tras la intervención de Anubis, añadiendo también otra cuestión relacionada con su lanza. Miré entonces brevemente mi maza, que colgaba de mi cadera, y decidí situarla a mi espalda; mientras trataba de hacer memoria acerca de los Oráculos y aquel territorio neutral.

Si, Padre decía que la zona del oráculo era una zona tranquila, una zona neutral. Sea lo que sea que quiere significar la palabra neutra. Comenta Plaga animadamente.

Los oráculos son tres hermosas mujeres, una de pelo negro como la noche, otra de pelo rubio como los rayos del sol y otra de pelo rojo como el fuego. No sé de donde vienen, y si estaban aquí antes de que Malix o los Kender llegaran, sé que son sabias. Kairi recordó haber oído hablar del misterioso oráculo cercano a Kendermor, pero todo eran rumores y nada era cierto. Se hablaba que era un grupo de tres mujeres que habitaban el lugar desde antes del cataclismo y que Malix no había osado atacarlas. No se sabe si Malix las había permitido seguir viviendo porque habían llegado a un pacto o porque las había considerado una molestia tan pequeña que no merecía la pena atacar.

Ante la pregunta de la lanza Plaga se encogió de hombros. Mi padre me advirtió muy mucho que no llevara armas, y por una vez voy hacerle caso.

Cuando llegáis a la elevación os encontráis con una vista sorprendente: un frondoso oasis rodeado de colinas negras y peladas. Un estanque cristalino, de forma parecida a una media luna, rodea una pequeña colina por tres de sus lados. Una cueva en la colina domina la fuente, con una playa de arena negra en su entrada. Allí hay una fogata de color verde azulado que envía furiosas lenguas de llama hacia el cielo que se aclara. Una especie de silencio tranquilo flota sobre la Fuente.

Plaga se detiene en la cresta de la elevación antes de dirigirse hacia el pequeño valle. Mientras lo hace, tres figuras salen de la boca de la cueva, observándole, y observándoos a vosotros, con la mirada sombría mientras os acercáis.

Saludos, forasteros... Dice la figura del centro con tono sensual. Va vestida con un caftán holgado de seda azul casi transparente y su piel oscura resalta con los fluidos mechones completamente negros que le bajan por los hombros y la espalda.

Bienvenidos a nuestra fuente... Sigue la de la izquierda con un susurro. Después levanta una mano delicada, echándose el pelo plateado hacia atrás y descubriendo una delicada cara elfa. Su caftán es de seda carmesí, a juego con el color de sus labios.

Hemos estado esperando vuestra llegada. Acaba diciendo la última con voz profunda. Su pelo es de un tono escarlata brillante y su piel de color blanco como la leche. El fluido caftán de seda blanca se pega a su cuerpo mientras os recibe levantando una mano.